—Siguen un poco dolidos por la ausencia de Egea —dijo April, atravesando la puerta que daba al jardín tomada de la mano de Belmont —, pero creo que el anuncio de nuestra relación los alivió un poco —agregó, acercándose al oído del elfo para susurrarle —. Siempre han querido verme en una relación y al fin su deseo se hizo realidad.

—¡Corazón! ¡Belmont! —exclamó el señor Crimson, poniéndose en pie de su cómoda silla desde donde observaba el jardín de la villa y las plantaciones de lijo —. Es un placer verlos.

—¡Papá! —dijo April corriendo a abrazarlo y darle un beso en cada mejilla. Por su parte, Belmont le ofreció la mano al señor Crimson con nerviosismo hasta que este lo agarró con fuerza y lo impulsó para darle un abrazo.

—No saben lo contentos que estamos Iliria y yo con su relación. No es por nada, Belmont, pero April necesitaba un novio hace mucho. Queremos que conozca el mundo y todo lo que él tiene para ofrecer...

—Y eso incluye al amor —dijo Iliria Crimson desde el umbral de la puerta que daba a la cocina, batiendo una copa de vino tinto que tenía en su mano. La mujer se aproximó a todos y saludó tanto a su hija como a Belmont —. Pero cuéntennos, ¿cómo va su relación? ¿Ya son la pareja más envidiada del colegio Jian Quan?

—Mamá, no, por favor —masculló April con una sonrisa de incomodidad, observando a Belmont con vergüenza.

—Ay, hija, no hay nada de que avergonzarse —aseguró la señora Crimson, tomando de la mano a Belmont y a su hija para unirlas —, porque no hay nada más digno de celebración en este mundo que el amor, sobre todo en este momento en que nuestro pueblo parece estar sucumbiendo en la desgracia...

—Y quien diga lo contrario está terriblemente equivocado —agregó el señor Crimson, tomando por la cintura a su esposa para darle un beso corto y feliz.

—¡Ya dejen de besuquearse y pasen a la mesa! —exclamó Dorotea, llegando desde la puerta de la cocina con una bandeja repleta de comida.

—Permíteme ayudarte —dijo el señor Crimson y rápidamente el almuerzo estuvo dispuesto sobre la mesa del jardín en una escena pintoresca y mediterránea digna de una oleo encantador.

Todos los presentes tomaron asiento, ubicaron las servilletas elegantemente sobre su regazo y se observaron antes de empezar a degustar los alimentos. Sin embargo, cuando Iliria Crimson iba a dar el visto bueno para iniciar, Dorotea dio un golpazo a la puerta de la cocina y llegó corriendo con un sobre en su mano.

—Acaba de llegar esta carta —jadeó, planchando su delantal con las manos —. El mensajero dijo que era de vital importancia.

Ante los ojos atentos de April, su padre recibió en sus manos una carta dorada y reluciente como el sol de la mañana, adornada por listones plateados y un distinguido sello de seguridad que alejaba su contenido de ojos ajenos curiosos.

—¡Vaya pedazo de papel tan bello!

—Ni que lo digas —concordó el señor Crimson con su esposa —... Ahora veamos que dice el interior.

El señor Crimson rompió el sello y extrajo otro papel más fino, pero de las mismas características que el sobre. La letra era cursiva y aunque parecía impresa, estaba hecha por la mano de alguna persona con una caligrafía excepcional. Pasó saliva para más tarda aclarar su garganta y leer.

—Señor y señora Crimson, es un placer para mí invitarlos a la inauguración de mi morada en este bello y encantador pueblo que de ahora en adelante llamaré "mi hogar". Espero puedan asistir, se les atenderá como se merecen...

—¡Una fiesta! —exclamó Iliria —. ¡Es magnífico! ¿Pero dónde será?

—Nunca había visto una dirección similar a esta.

April se aproximó a su padre y retiró la carta con delicadeza para poder verla mejor. Había más información en el papel, se mencionaba que era una fiesta formal de máscaras y que solo podrían entrar los que dispusiesen de aquella invitación, debido a lo privado del evento. Pero entre todo, la chica encontró lo que más llamaba la atención, la dirección decía: El Castillo en las Montañas.

Su mirada se dirigió a Belmont, que estaba junto a ella, y un segundo después, ambos observaron la Cordillera de las Carolas desde donde resaltaba el castillo que se había estado construyendo por meses en Uspiam.

April entendió que entonces se trataba de la inauguración de aquella obra arquitectónica gótica y ostentosa que se construía en las montañas y de la cual nadie tenía la más mínima idea de quién era su dueño, o al menos nada más allá de que se trataba de un millonario.

—Mi nombre no aparece en la invitación —dijo April —. ¿Creen que pueda ir?

—Lo dudo, corazón —respondió el señor Crimson —. El dueño del castillo dejó bastante claro lo exclusivo del evento. Además, habrá alcohol y muchos adultos. Estoy seguro que no te perderás de nada interesante.

—Quizá... —dijo April con una sonrisa que intentaba ocultar su insatisfacción con el asunto —. Pero tampoco sabemos quien es el anfitrión. La carta no está firmada por ningún lado —aseguró, mirando cada esquina del papel.

—Puede que haya olvidado firmarla —dijo Iliria.

—O puede que lo hiciese adrede —discordó Daven —. Cuando eres un millonario debes permanecer anónimo, no quieres atención indeseada y paparazis molestos.

April regresó su mirada al castillo y se imaginó que contendría aquella fortaleza de piedra enclavada en las montañas, protegida por la altura y las nubes. Su cuerpo sintió un pequeño escalofrío y no encontró otra opción que agarrar fuertemente la mano de su novio, quien comprendió su sentir y la abrazó para reconfortarla.

—Esto se escucha demasiado sospechoso —dijo April algún tiempo después, cuando sus padres ya habían abandonado el comedor.

—En exceso —agregó Belmont —. Si el anfitrión y dueño de ese castillo tiene algo que ver con las gemas, solo le falta publicar un anuncio en el periódico para llamar nuestra atención. Ha causado demasiado revuelo como para pasar desapercibido... No puede ser coincidencia.

—Debemos prestarle mucha atención a las montañas —aseguró April —, porque si el peligro proviene de alguna parte, estoy segura de que ya no será de las profundidades, será de arriba... desde las alturas.

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