Capítulo 11
—¡Quizá no fue coincidencia! —exclamó Konrad en medio del montón de hilos que ya cubrían la habitación de su hermana casi en la totalidad y que le ayudaban en los largos entramados de lo que esperaba construir.
—¿Qué de todo no fue coincidencia? —preguntó Belmont, a quien no le quedaba para nada difícil moverse entre los hilos gracias a su agilidad élfica —. En verdad no puedo diferenciar nada entre todo este montón de hilos, fotos y anotaciones desorganizadas.
—Mis anotaciones no son desorganizadas —gruñó Konrad —, todo tiene mucho sentido. Presta atención —ordenó para continuar hablando con mucha emoción, observando al elfo directamente a los ojos —. Luego de pensar mucho tiempo en todo lo que ha pasado en Uspiam por separado decidí unirlo. Sé que lo debí haber pensado antes, pero había cosas que simplemente parecían no tener relación, sobre todo las sucedidas antes de que nosotros encontráramos las gemas. ¡Y ahí estuvo mi error! —exclamó excitado.
—¿Acaso pasaban cosas en Uspiam antes de todo esto con las gemas?
—¡Exacto! —exclamó Konrad de nuevo —. Se supone que nada pasaba en Uspiam. Este sólo era un pueblo perdido en una reserva forestal alejado del mundo y a rebosar de aburrimiento, pero qué tal si no fuese así desde un principio.
—No entiendo a dónde vas con todo esto, Konrad —dijo Belmont, rascando su nuca en señal de confusión.
—Los padres de Ayulen, mi abuelo, Bernie, probablemente mi abuela también, lo que sintió la madre de Sídney al llegar al pueblo... todo está conectado... Y creo que sé cómo y por qué —dijo Konrad, deteniéndose un momento para tomar aire y proseguir —. El Veneficus, él es el culpable. Recuerdo que dijiste que las criaturas fantásticas se durmieron cuando el poder fue devuelto a las gemas, lo que quiere decir que la energía vital de estas criaturas también fue succionada. ¿Pero qué tal si hubo una criatura que jamás durmió? ¿Qué tal si hubo una sola criatura que se mantuvo en las sombras todos estos años lista para atacar?
—Eso es imposible —sostuvo Belmont —. Todas las criaturas se durmieron. Los humanos fueron los únicos que permanecieron vivos.
—Exactamente ahí es donde nos equivocamos. En El Compendio de Los Seres de los Cuatro Elementos se especifica que el veneficus es una criatura artificial, no posee vida y por lo tanto tampoco energía vital. El cuerpo del veneficus logró deshacerse de esta y ahí es donde radica su fuerza. Es por eso por lo que...
—Si nunca tuvo energía vital, las gemas no se la arrebataron hace siglos como lo hicieron con las demás criaturas.
—¡Exactamente! —dijo Konrad con una sonrisa —. El Veneficus es entonces igual de viejo a Uspiam. Ha estado acá por siglos buscando las gemas. Y probablemente las encontró mucho antes que nosotros, sin embargo, nunca pudo hacerse con su poder, por la misma razón que jamás se durmió: no tiene energía vital. El veneficus es un envoltorio de huesos vació lleno de poder, pero está muerto, funciona con magia. Por eso tuvo que esperar a que alguien tomara las gemas por él, para luego ir por ellos.
—Konrad...
—¿Sí, Belmont?
—No tiene sentido que el veneficus haya hecho todo eso si jamás va a ser capaz de poseer el poder de las gemas... estaría luchando sin razón. Debe estar trabajando para alguien más.
—Aquí es donde entra el señor T —aseguró Konrad —. Él debe estar detrás de todo esto. Debe ser una criatura también, una criatura que estuvo dormida todos estos siglos esperando que el veneficus hiciera el trabajo sucio por él.
—Entonces es el señor T el que desea el poder de las gemas.
—Estoy casi seguro de ello —concordó Konrad —. El veneficus no es nada más que un peón en este tablero. Nuestro verdadero enemigo es esa criatura misteriosa que se hace llamar señor T. Y es él mismo quien está tras el poder de las gemas... entonces él debe asesinarnos para poder obtener el poder —aseguró Konrad —. Es por eso por lo que hemos vivido tanto. Es por eso por lo que el veneficus nos ha atacado, pero jamás nos ha asesinado.
—¡Debemos avisar a los demás ahora mismo! —exclamó Belmont —, antes de que sea demasiado tarde —agregó en el mismo momento que sintió un extraño movimiento en la tierra imperceptible para cualquiera, pero no para los elfos.
—Entonces la pregunta no es qué está buscando, porque es obvio que quiere el poder de las gemas. La verdadera pregunta es cuándo nos atacará...
—Puede que ahora mismo —aseguró Belmont, agachándose para sentir como la tierra temblaba sin parar —. Verónica está en problemas.
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