🌈 Caída del quinto arcoíris: Raven & Max (+16) 🌈
And I just can't let her go
I'm so whipped
She deserves a medal
She's a tempting animal
Just Can't Let Her Go - Isac Elliot
Siempre pienso en lo agridulce que es el secretismo que pactan el tiempo y el espacio: al posicionarse las agujas del reloj de cierta forma, en cada rincón del mundo está sucediendo algo de lo que millones de personas jamás se enterarán.
Es lo que hará especial esto: nadie lo vivirá, lo sentirá ni lo pensará más allá de esta chica y yo.
En este momento y en este lugar Maxine está sonriéndome desde el otro lado del bar, sentada sobre una mesa con un vestido que no sabría decir si le queda mejor puesto o arremolinado alrededor de los tobillos, y estoy avanzando hacia ella como una pobre polilla hipnotizada por la luz.
Solos nosotros dos sabemos lo que sucede entre estas paredes. Es como embarcarse en una aventura con el mejor compañero de viaje y hallar un tesoro juntos, el cual es dividido por la mitad y guardado en la memoria de cada uno para ser usado y apreciado al antojo en lo que les de vida.
La noche recién comienza, pero sé que el recuerdo que me quedará de ella me acompañará hasta que lo desgaste de tanto invocarlo.
La distancia empequeñece y mi corazón se agranda al inhalar hondo cuando estoy a centímetros de su rostro. Acomodo el cabello detrás de sus orejas y sus manos envuelven mis muñecas cuando las mías acunan su rostro. Me sostiene la mirada y creo que llego a una definición sobre lo que es el amor, porque tiene que ser esto: la simpleza de mirar a los ojos a alguien que quieres.
Porque en esa mirada está la otra persona, pero también estás tú, justo ahí, reflejado en los ojos de un ser humano que parece haber sido puesto en tu camino por algún motivo que no logras entender a pesar de que estás agradecido.
¿Destino? ¿Casualidad? ¿Un poco de ambas?
—¿Qué piensas? —murmura.
Niego con la cabeza. No tengo las palabras correctas para describirlo e intentarlo sería un insulto a lo que siento.
—Te entiendo —añade en su lugar, acariciando el dorso de mi mano con su pulgar, sin soltarme-. Tampoco sé cómo decirlo, pero para nuestra suerte no hace falta que digamos nada. Podemos sentirlo.
Sonrío al inclinarme hacia su boca.
—Podemos sentirlo —acepto.
Sus labios se deslizan sobre los míos al ritmo que mis manos bajan, contorneando su silueta en una caricia suave. Su lengua trae un sabor dulce a mi boca cuando decide profundizar el beso y mis manos abandonan su rostro para enredarse en su cabello. Se aferra a mis hombros y descruza las piernas, separándolas para mí. No me deja acomodarme entre ellas, en su lugar las envuelve alrededor de mis caderas y nos arrastra hasta el borde de la mesa, donde la presión entre los cuerpos me genera un escalofrío a pesar del calor que irradiamos.
Me abraza por el cuello y se separa solo lo suficiente para mirarme con un gesto burlón.
—Ahora sí que lo estoy sintiendo. —Ríe, apretando sus muslos a mi alrededor para evidenciar que siente el bulto de mis pantalones.
Las yemas de mis dedos trazan un camino hasta su espalda baja y apoyo su frente contra la mía:
—No eres graciosa —miento—, pero lo que te falta de cómica te sobra de bonita, así que no me quejaré.
—Ah, ¿sí? —Ladea la cabeza—. Porque te dije que tengo muchas quejas para la administración. Podemos añadir la tuya si quieres, aunque dudo que hagan algo al respecto.
Deposita un beso justo debajo de mi oreja y cierro los párpados, complacido. Pasa sus uñas por mi nuca y sus labios rozan mi piel en un juego tortuoso hasta que me da otro beso en el cuello.
—¿No crees que puedan compensarte? —pregunto.
—No lo sé, ¿tú crees que puedan? —desafía.
Bajo el mentón para mirarla. No tengo dudas de que puedo hacerlo. En lugar de responder, la levanto de la mesa. Las acciones dicen más que las palabras y ahoga un chillido mientras la cargo a través del pasillo. Sin embargo, no puedo mantener la expresión de fuckboy por demasiado tiempo porque me equivoco de corredor y debo volver sobre mis pasos. Vuelve a chillar cuando casi me tropiezo y nos vamos de cara al piso.
—Lo siento, lo siento. —No me aguanto la risa—. Camino incorrecto.
Se echa a reír antes de darme un ruidoso beso en la mejilla.
—Sabes que puedo caminar, ¿verdad?
—No arruines nuestra escena de película, ya suficiente la arruiné yo.
Rueda los ojos, pero acomoda la cabeza contra mi hombro mientras repaso mentalmente los planos del club y la llevo hacia el ala sur del edificio. La dejo sobre sus pies al llegar al área del spa. Entramos por las puertas dobles tomados de la mano y la guío hacia una de las habitaciones donde hacen masajes. Comenzamos a trabajar en equipo y encender las velas aromáticas; ella desde la izquierda y yo desde la derecha, hasta que hay pequeñas flamas por doquier. De un salto se sube a la camilla y observa satisfecha alrededor cuando apago la luz y nos sumimos en la penumbra ahuyentada solo por las chispas.
Y ahí estamos otra vez, a punto de besarnos igual que en el bar, con nuestra sombra proyectada en las paredes.
—No te vayas a confundir de agujero. —Hace un ademán hacia el que hay en un extremo de la cama, donde se supone que debes meter la cara.
—Cállate. —Río.
No sé si vinimos a tener sexo o a montar un stand up.
Reprime su sonrisa.
—Cállame.
No soy quién para desobedecer a una niña rica.
La beso y siento que podría hacerlo todos los días y a toda hora. Me gusta el ritmo al que tejemos una burbuja donde solo existimos nosotros dos. Sus dedos se enredan en el desorden de mi cabello y tira de mí para profundizar el beso y que nuestras lenguas liberen una guerra donde ambos saldremos ganando.
Aprieto sus rodillas antes de empezar a subir las manos por sus piernas, apartando el vestido y acariciando el interior de sus muslos con los pulgares. Me detengo cuando las yemas de mis dedos rozan el borde de sus bragas.
Son de encaje.
Creo que podría morir justo aquí y lo haría como un hombre feliz.
Levanto la mirada para preguntarle si quiere seguir, pero me entretengo con todo lo demás: me encanta la sensación de tener sus pechos presionados contra mí, tanto como saber que soy el responsable de su respiración acelerada. El deseo que rutila en sus pupilas tiene el mismo efecto en mí que la suave caricia con la que araña mis bíceps.
—No tienes que detenerte —asegura en un susurro, sin que deba formular la pregunta, porque sabe leerme mejor que nadie—. Quiero que me toques, Raven.
Tengo que agradecerle a Isabelle por haberse metido en la casa de Raven el día que se mudaron. Si no lo hubiera hecho quizás no nos hubiéramos conocido, no nos hubiéramos enamorado y los astros del destino no nos hubieran llevado a esta escena donde el acosador se propone a meterse entre mis piernas.
Esperé este momento por mucho tiempo.
—¿Hay algún tutorial que deba ver para saber cómo satisfacerte? —pregunta al dejar de besar el contorno de mis muslos.
—Primero muéstrame lo que puedes hacer. —Le paso una mano a través del cabello.
Sonríe, engancha el borde de las bragas con los pulgares y tira de ellas para quitármelas. El roce del material contra mi piel es estremecedor. Cuando mi intimidad queda expuesta y deja mi ropa interior en un costado nos sumergimos en un mundo de placer del que creo que ninguno de los dos se cansará.
—¿Prefieres que use mi lengua o mis dedos?
—Ambos.
—¿En qué orden?
Entreabro los labios, exasperada y agradecida en partes iguales por su consideración:
—No te callarás en toda la noche, ¿verdad?
Me observa con ojos de cachorro y no puedo hacer otra cosa que ceder ante su ternura. Ruedo los ojos reprimiendo una sonrisa:
—Trae primero tu lengua al campo de batalla, ya me demostró ser un soldado experimentado —contesto—. Luego evaluaremos los dedos.
Reímos y se inclina para darme un pequeño beso en los labios mientras llevo las manos a mi espalda para bajar la cremallera del vestido. Sin embargo, las bromas se convierten en otra cosa cuando apoya las palmas en mis hombros, impidiéndome que me lo quite:
—Quiero hacerlo yo —susurra.
Baja con delicadeza los tirantes del vestido. Cuando la prenda se suma a mi ropa interior en el piso y estoy completamente desnuda, aprovecha para admirar mi figura durante unos segundos. Ahueca mi nuca, acaricia mi cuello y las yemas de sus dedos trazan el contorno de mis hombros con sensualidad, hasta llegar a mis pechos y acunarlos. Siento un cosquilleo de anticipación en la parte baja del vientre cuando intercala una breve mirada entre ellos y mi rostro antes de llevarse uno de mis pezones a la boca. Empieza a trabajar en ellos de la misma forma en la que yo lo hice unos días atrás en su habitación. Cuando nota que están erizados y tengo la piel enrojecida por lo que está haciendo, baja por mi cuerpo entre besos y lamidas con la decisión de alguien que está dispuesto a enloquecerme.
Suspiro de placer al sentir la suavidad y calidez de su lengua. Sus movimientos son lentos, un tipo de tortura que resulta adictiva. Estoy tan mojada que cada vez me cuesta más controlar cómo reacciona mi cuerpo. Para cuando esa maldita lengua encuentra mi punto de placer, debe aferrarse a mis muslos para que me quede quieta y abierta para él. Me resulta imposible ahogar mis ruidosos gemidos.
Sabía que el muchacho entendía qué hacer, pero no creí que pudiera hacerme ceder a los temblores tan rápido.
Mi respiración pierde su ritmo habitual. Me convierto en quejidos y suspiros agitados. Siento que fui transportada a otra dimensión en la que el placer se multiplica por segundo. No sabía que esto era algo que pudiera experimentar en la vida.
—Raven... —suplico—. Raven, detente —digo con palabras entrecortadas, sin querer correrme antes de lo que me gustaría.
Se detiene al instante y levanta la cabeza alarmado.
—¿Estás bien? ¿Qué sucede?
Niego con la cabeza. Su preocupación me hace reír y lo tomo por la barbilla, tirando suavemente de él hasta que está de pie.
—Creo que es hora de traer tu arma al campo de batalla.
Apoya las manos a cada lado de mi cuerpo y alza las cejas.
—¿Quieres que...?
Lo interrumpo al meter la mano en el bolsillo de su pantalón. Extraigo su billetera y la abro hasta dar con un preservativo y levantarlo entre nosotros, girándolo entre mis dedos. Las comisuras de sus labios se elevan hacia el cielo.
Nunca vi a alguien sacarse la ropa tan rápido. En menos de treinta segundos el acosador logra sacarse los zapatos, el pantalón y la camiseta. Sé que esto será material para bromas más tarde, pero en el momento en que queda en bóxers frente a mí, no puedo enfocarme en nada que no sea su cuerpo.
Al sacarse su ropa interior me deja ver por primera vez el arma crucial que se sumará a esta guerra. Tiene un tamaño considerable, que por lo que recuerdo es superior al de mi ex, y unas venas en su largo y ancho que parecen que están a punto de estallar.
—Veo que cargaste bien las municiones.
—Mi comandante me pidió que viniera cargado —responde en complicidad.
Se acerca tocándose a sí mismo y vuelvo a estar mojada de solo mirarlo. Para cuando se ubica el preservativo siento que acabaré apenas se hunda en mí.
Me echa una última mirada antes avanzar con el movimiento que culminará, por lo menos de una forma sexual, lo que representa nuestro amor.
La primera estocada llega como una advertencia suave de lo que viene a continuación. Raven busca aprobación en mis expresiones para estar tranquilo de que no está lastimándome antes de liberarse. Crea un ritmo intenso que transforma su respiración entrecortada en una serie de gemidos casi inaudibles.
Escucharlo en éxtasis aumenta mi excitación.
Me esfuerzo para mirarlo a los ojos a pesar de que quiero cerrarlos, entregada a la sensación. Alcanza mi espalda y me atrae hacia él, hasta que estoy en el extremo de la camilla con mis piernas a su alrededor. Mi barbilla descansa contra su hombro y, cuando la satisfacción comienza a nublarme la vista, aprieto la mejilla contra su piel. Siento cada parte del cuerpo en llamas.
Las palabras que salen de mi boca a continuación son un impulso que no atravesó la etapa de raciocinio en mi cerebro.
—Te amo —admito.
Raven no titubea en su respuesta al besarme el cuello:
—Yo también te amo, niña rica. Te amo jodidamente demasiado.
Sumidos en la pasión cambiamos de posición y encontramos los puntos en los que ambos nos derretimos ante las sensaciones que el otro nos genera. Cuando ya no podemos dilatar más el clímax en el que nos vemos envueltos nos ayudamos a acabar.
Nunca tuve tan buen sexo.
—Eso estuvo intenso —dice luego de ayudarme a limpiarme.
Se tira a mi lado en la camilla y, todavía desnudos, nos quedamos abrazados.
—Muy intenso —concuerdo pasando mis manos por la musculatura de sus brazos.
Veo a Raven dudar mientras observa el techo del spa. Parece como si se estuviera debatiendo sobre si sacar el tema que pasea por su mente o no. Le doy un pequeño empujoncito para hacerle notar que me di cuenta de su indecisión:
—¿Qué sucede, acosador?
—Es que... yo... quería preguntarte si...
Mi celular suena desde el bolsillo del vestido, anunciando que me acaba de llegar un mensaje. Miro a Raven dubitativa, sin saber si está dispuesto a terminar su frase o no.
—Contesta, contesta.
—¿Seguro?
—Sí, ve. Imagina que sea uno de tus padres. Si soy la razón por la que no respondes y se enteran usarán mi cabeza para su próximo truco de magia.
Río por su ocurrencia a medida que me levanto y me propongo revisar las notificaciones. Cuando lo hago y me topo con el último mensaje mi corazón se detiene por un segundo.
Es la foto de un edificio acompañada de un texto que hace emerger mi pánico:
Ve a esta dirección, por favor. Pide ver a la doctora Prasad y dile que eres tú quien viene a verla. Todo tendrá sentido.
Lo lamento, Max. Traté de evitarlo.
¡Hola, mis queridos vecinos! Les habla Santichulo, co-capitán de este barco. Me hice cargo de esta dedicatoria porque en Éticamente hablando, te quiero, nuestra primer co-autoría con CreativeToTheCore prometí escribir un capítulo setsy para todos ustedes. Y con este capítulo saldo mi deuda xD Espero lo hayan disfrutado.
1. ¿Qué tan desastrosa fue mi parte del capítulo, la de Maxine? ¿Debería dedicarme a los policiales en vez de escribir erótico?
2. ¿Tienen teorías acerca de los mensajes misteriosos? Los leemos.
Esperamos que este capítulo a puro fuego los haya divertido. Para mí por lo menos fue un desafío escribirlo. Se me cuidan, ¿okey? Tomen agua.
Con todo el amor y la maldad del mundo, Sereniago les envía un abrazo. 🖤
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