I've been down, I've been down
Burning up like fever
Better days, better days
Are not so far away
Better Days - Hedley
NARRA SPIKE
—¿Debería ir a buscarla? No podemos dejar pasar este entrenamiento, no después del rendimiento que está mostrando.
Mi marido espera una respuesta desde la cocina, mientras lava los platos acumulados del almuerzo. Analizo el deseo en sus ojos con mucha, mucha precaución.
—Si no se siente bien, hay que dejarla descansar.
Resopla decidido a darle batalla a su argumento.
—No creo que se trate de eso. Está muy vaga últimamente, hay que intentar sacarla de su zona de confort.
Serio como una piedra, la piedra más dura de este condado, le dedico una contestación de inexpresividad absoluta:
—Otto, tienes que relajarte.
La indignación que muestran sus cejas, como si acabara de pronunciar una respuesta deshonrosa, me indican que el comentario no le genera felicidad.
Una lástima, tocará intentar discutir como adultos en esta conversación sin fin.
—¿Otto? —pregunta confundido—. ¿Ya no soy tu chocolatito Toblerone? Solo me llamas por mi nombre cuando estás enojado conmigo.
Inhalo y exhalo un par de veces, extendiendo el silencio. Cuando los niveles de emoción aumentan, la racionalidad siempre decrece. Por el bienestar de Max, tengo que hacer razonar a su padre sin herir los sentimientos de nadie, si eso es posible.
—No estoy enojado —contesto—. La presión que estás generando en tu hija es lo que me tiene un poco impaciente, ¿no crees? Te estás pasando.
Me acerco a mi marido hasta quedar separados por la encimera que divide la cocina del comedor. Él se seca las manos con una agresividad injustificada y me analiza expectante, porque no es la primera vez que lo confronto por sus excesos.
—No entiendo por qué en el último tiempo te empeñas tanto en tener una hija mediocre.
No puedo creer que esas palabras acaban de salir de su boca.
—No...
—¿Vamos a dejarla tirar la toalla? ¿Qué pasará cuándo esté en un trabajo que la lleve al límite o en una materia que la obligue a estudiar más de lo que desea? Después de los valores que le hemos inculcado, ¿ahora quieres enseñarle a abandonar?
Vuelvo a abrir la boca para decirle lo que pienso, pero él ya prendió su modo defensivo y ahora se comporta como un león que está siendo atacado:
—¡No se trata de presionar, claro que no! ¡Se trata de amarla lo suficiente como para empujarla a que sea exitosa, sin importar si quiere ser golfista, bióloga o una agraciada prostituta! ¡Y para ser exitosa necesita trabajo, trabajo duro, no una palmadita en la espalda cuando le duele la barriga! Deberías entenderlo, sobre todo sabiendo que...
Pierdo la compostura y golpeo la encimera para llamar su atención.
—¡Cállate! ¡Deja de hablar de una vez!
La exaltación de su discurso se ve reemplazada por una sorpresa cargada de preocupación y temor. Jamás le levanté la voz de esa manera.
—Discúlpame. Tenemos que dejar de gritar, nadie puede tener una conversación así... —Bajo el tono nuevamente—. ¿Prometes escuchar lo que tengo para decir?
Mi marido revolea los ojos, fiel a su estilo obstinado que le imposibilita dejar espacio a la opinión ajena.
—Sí, está bien.
—Ambos amamos a Maxine y queremos lo mejor para ella. Nadie está poniendo eso en duda. ¿Estás de acuerdo?
Otto asiente con una media sonrisa adorable, lo que hace más complicada la tarea de seguir discutiendo. La confrontación es, sin lugar a duda, de mis actividades menos favoritas.
—Pero tienes una forma de ver lo que es mejor para nuestra hija que no coincide con la mía. No se trata de mediocridad ni de éxito, se trata de cuidar su salud mental. Fallamos como padres cuando permitimos que un chico mayor que ella la destrozara de esa manera... —No solemos traer a ese ser nefasto a nuestro presente, pero no podemos olvidar que estuvo en nuestro pasado—. Y no me importa cuántas sesiones haya tenido ni cuántos formularios los doctores hayan firmado, hay cosas que se quedan grabadas para siempre, Otto.
Respiro hondo, con un nudo en la garganta, para terminar de dar mi argumento.
—Cada vez que estás sobre el hombro de Maxine, controlando y observando cada detalle de su performance cuando entrena y compite, me convenzo un poco más de que lo que estamos haciendo está mal. Me pregunto si estamos creando una bomba que tarde o temprano va a estallar. Y no quiero ver a mi hija estallar otra vez, amor... No podría tolerarlo.
Del creador de "nudo en la garganta" llega "lágrimas en los ojos".
—Se supone que es una adolescente. No debería estar pensando que fallar un tiro decepcionará a su padre. —Camino hacia la ventana porque mantenerme estático me pone más nervioso—. La realidad es que debería estar disfrutando con sus amigos, pero no conocemos a ninguno. Debería vivir con una sonrisa, pero cuando no está con nosotros se esconde detrás de un muro al que no permite acceso. ¿No puedes verlo? ¿No puedes ver que esto no está bien?
Otto niega, y entonces entiendo que mi intento fue, desde el principio, una causa perdida.
—Tú lo dijiste. Tenemos formas de buscar lo mejor para ella que son diferentes, pero no por eso las mías tienen que estar lastimándola. Max es distinta al resto, eso es todo. Está por encima de las tonterías juveniles de hoy en día. No hay nada de malo en ello.
Ahí está el Otto del que no me he enamorado, aquel que pierde sus colores a cada sílaba. Su ceguera es tan fuerte que acaba con mis esperanzas por hacerlo razonar. Una vez más, su terquedad gana el round contra mi paciencia y me deja vacío.
—Ojalá puedas detenerte. Este matrimonio necesita que te detengas. —Voy hacia las escaleras y lo dejo ahí, plantado en la cocina, pero justo antes de subir el primer escalón, me freno en seco—. Te sigues mintiendo a ti mismo cuando dices que le estás haciendo un favor a Max. Tú y yo, bien en el fondo, sabemos de qué se trata esta obsesión por su éxito inminente.
—¿Ah, si? Ilumíname, por favor, esposo.
Soy consciente de que lo que estoy por pronunciar puede causar un resentimiento perpetuo en mi marido, pero no por eso me quedaré callado. No cuando se trata de lo mejor para Max.
—Sigues queriendo proyectar tu fracaso deportivo en las manos de tu hija. Tú no pudiste cumplir tus sueños y ahora pretendes que ella los concrete por ti. No es justo que le pongas esa carga.
Veo a la distancia que contiene un caudal de emociones muy fuerte.
—Gracias, gracias por ese golpe tan bajo. Se ve que ahora por fin hablamos con sinceridad —responde con un sarcasmo que parece ocultar mucha rabia.
—La verdad duele, cariño.
Subo las escaleras apenado. Desearía que las cosas no hubieran acabado así, pero me ha dejado sin opciones. Ojalá que, cuando apoye la cabeza en la almohada, Otto pueda reaccionar.
Por el bien de Max, espero que pueda reaccionar.
¡Buenas, buenas! Aquí yo otra vez, el Santichulo, dándole vida al serio pero no frío padre de Max: nuestro querido Spike. ¿Cómo la pasaron en Navidad? ¿Recibieron muchos regalos? ¿Disfrutaron con la familia y/o amigos?
Las preguntas de hoy las auspicia mi co-autora CreativeToTheCore para que no la extrañen tanto:
1. ¿Alguna vez hicieron algo solo porque sus padres querían que lo hicieran?
2. ¿Están listos para el +18 que va a escribir Santi en esta novela? 🌝
Que empiecen este 2022 con muchos libros, salud y alegría. Nos estamos leyendo pronto.
Con todo el amor y la maldad del mundo, Sereniago les envía un abrazo. 🖤
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top