20. Monarquía de estrellas verdes

You'll be the prince and I'll be the princess

It's a love story, baby, just say, "yes"

Don't be afraid, we'll make it out of this mess

DJ Gotta ft Milky - Love Story (Remix)

—¿Puedes llevarle una limonada y una banana a la señora del sauna número dos?

—Claro, una limonada y... —Frunzo el ceño y volteo para mirar a mi compañero, Greg—. ¿Una banana?

Se encoge de hombros y su abundante melena pelirroja le traga los ojos mientras deja una bandeja sobre otra pila de ellas bajo el mostrador.

—Tal vez el doctor le dijo que le faltaba potasio.

Como los deseos de los clientes son órdenes, preparo el pedido. En otras instalaciones no dejarían que nadie coma en el sauna, pero las personas que asisten a este club son lo suficientemente adineradas como para torcer las reglas a su antojo. Sin embargo, en cuanto el vapor golpea mi rostro y encuentro a doña Isabelle recostada como una musa del siglo XVIII, el hecho de que haya pedido una banana tiene sentido y la presunción de que el rico compra flexibilidad se desvanece: esta mujer no es capaz de quedarse bajo el cuidado de su enfermero, mucho menos podría pagarle a alguien para comerse una banana en un sauna.

Estoy seguro de que te convencería para que te la comas con ella.

—Ya me parecía que llevábamos mucho tiempo sin vernos, señora Durrell. —Sonrío.

—Oh, cariño, que tú no puedas verme no significa que yo no esté vigilándote. —Extiende la mano y me acerco para que tome la limonada—. Es cómodo, ¿verdad?

—¿Qué cosa?

—El trasero de mi nieta, para usarlo como almohada. —Succiona ruidosamente del sorbete y enarca una ceja—. Lo probaste anoche, ¿o me equivoco?

Siento una gota de sudor rodar por mi nuca pero no estoy seguro de que sea por el calor del sauna. Parpadeo sorprendido con una mano tras la espalda y la otra bajo la bandeja con el plátano. En otras circunstancias haría un chiste sobre que probé las dos almohadas delanteras de Maxine, pero como esta es su abuela, este es mi espacio de trabajo, todavía sigo avergonzado de haberme excitado sin saberlo con el toque de Shubham y, por sobre todas las cosas, porque ayer fue una situación emocional desgastante... me callo.

Y no suelo callarme.

—Lo siento —repito con el rostro atomatado—. Ya le dije a su enfermero que no voy a volver a dormir con ella como si fuera un ladrón, colándome por la ventana.

Isabelle ríe y las dos toallas que la envuelven —una no alcanzaba para cubrir toda su grandiosidad— se resbalan peligrosamente por su piel transpirada. Una franja de su pierna me saluda y me digo que no me pagan tan bien como para tener que ver ancianas desnudas.

—Querido vecino, usted es cualquier cosa menos un ladrón. —Mueve los dedos de los pies, emocionada, pasando del tuteo a la formalidad—. ¡En realidad, es como Robin Hood, el arquero!

Un rizo me cae en la frente. Mi cabello empieza a esponjarse por la humedad y la camisa a pegarse entre mis omóplatos y a mi pecho. Cuando salga, deberé carmbiármela porque tendré círculos de sudor bajo las axilas, pero en este momento estoy intrigado por la comparación de Isabelle.

—Pero Robin le robó al Rey para darle dinero al pueblo, o al menos eso muestra la película de Disney. Sea por buenas o malas intenciones, sigue siendo un ladrón.

—¿Lo es? ¿No fue el Rey el que en primer lugar robó a sus ciudadanos con los impuestos? Robin solo devolvió lo que había sido arrebatado a la población, lo que era de ellos, justo como tú. —Deja la limonada a un lado y sus ojos se suavizan—. Wilder fue el tirano que robó la sonrisa de mi nieta, y tú se la regresaste.

Aunque me gustaría llevarme el crédito por eso, no se siente bien. Al fin y al cabo, para llegar a donde estamos ahora Maxine tuvo que atravesar un calvario. Si pudiera quitarle ese dolor a costa de ser reconocido como un héroe inglés medieval, lo haría.

—Ella era como yo, ¿sabes? —dice tan melancólica y lúcida como jamás la vi—. Estaba completamente loca de alegría. Todas las noches solía usar su palo de golf como micrófono y fingir que era una estrella de pop. Requería de todo el esfuerzo familiar callarla, pero cuando llegó Wilder, se acabó la función. —Toma el plátano y me señala con él—. Sin embargo, contigo he visto que los reflectores se encienden otra vez y que ella está encontrando el camino al escenario de nuevo.

De forma inevitable pienso en mi mamá. También era una especie de estrella pop cuando éramos niños, pero a medida que mi padre se fue alejando de ella, las canciones sonaron en cada oportunidad más apagadas. Con Pips, la música se detuvo.

Desde entonces estamos en silencio.

Entiendo que Wilder y Hugo Quach fueron reyes tiranos —Pips sería la mascota serpiente del rey Juan—. El pueblo confiaba en ellos, pero, por sobre todas las cosas, los ciudadanos tenían confianza en sí mismos: en su decisión de elegir quién los gobernaría. Sin embargo, hablar de reyes nos ubica en un tiempo de monarquía absoluta. Eso significa que, en realidad, el pueblo no tuvo elección.

Todo lo que les fue impuesto a Max y a Charity las obligó a hacerse pequeñas. A no cuestionar. A callarse. A aguantar la injusticia. No me extraña que sean tan desconfiadas.

Pero los tiempos cambian. Ahora pueden elegir quién las gobierna. Lo mejor de todo es que pueden postularse para hacerlo ellas mismas.

Y también, en la versatilidad de la vida moderna, pueden ser estrellas de pop.

—¡Por amor a Ganesha, al fin la encuentro! —Shubham suspira aliviado al entrar al sauna luego de lo que parece haber recorrido el club entero, incluida la visita a los lagos—. ¿Cuántas veces debo decirle que...? —Se detiene al verme—. Por supuesto que tú estás aquí también. Hola, kutta. La próxima vez que la encuentres sin supervisión, avísame.

La anciana lo ignora mientras pela la banana.

Sus posiciones respecto a Maxine conmigo son completamente opuestas y eso me confunde. ¿Hago lo correcto al acercarme o debería guardar distancia? Importa lo que ellos aconsejan porque son su familia y vivieron una parte del reinado de Wilder, pero ¿no debería prestarle más atención a lo que quiere ella?

—Sí, lo prometo, lo siento —aseguro antes de dirigirme a la puerta, todavía incómodo por nuestra conversación esta mañana.

Me giro cuando Isabell llama. Me lanza la cáscara de la fruta y la atrapo con la bandeja en un acto reflejo.

—No olvides que las chicas amamos a un hombre con buena puntería y una flecha de calidad. Mi nieta no es la excepción, querido Robin. —Se mete media banana en la garganta y me sonrojo.

Shubham se escandaliza con el chiste sexual. Comienza a reprocharle que podría haber sido menor de edad y me deslizo fuera del sauna, sudoroso, entretenido y con muchas ganas de hablar con Maxine.

🌈 ¡Hola, vecinos! 🌈 Los saluda doña Lu, CreativeToTheCore. Nuestro coautor está en modo #Competición con el tenis, pero se hizo un huequito para actualizar, así que merece un cálido tortazo en la cara. Nada de abrazos. ¿Le tiramos un pastel de frutillas con crema o uno de chocolate? ¿Cuál es tu menos favorito?

1. ¿Se meterían a un sauna con Isabelle o con Raven? ¿Por qué? 👀

2. Además de una buena puntería, ¿qué suele atraerles de una persona?

Con todo el amor y la maldad del mundo, Sereniago les envía un abrazo. 🖤

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