Capítulo 8
Elisa llegó a casa con una negativo sentimento. Por suerte, cuando entró en la cocina se encontró a su madre comiendo una manzana mientras leía el periódico.
- Hola, mamá – dijo Elisa cogiendo su plato y llenándolo de comida
- ¿Y esa cara?
- No preguntes. Lo único bueno del día de hoy es que es viernes – dijo dejando caer su peso en la silla.
- Bueno, hoy podrás ir al rancho
- Primero tengo que hacer los deberes – dijo metiendo una patata en la boca. Para comer, sus padres habían preparado filete con patatas. Una delicia para el estómago hambriento de Elisa – Después, iré. Quiero hablar con Nolan y convencerlo de que participe en la competición
- Pues buena suerte – dijo su madre levantándose y recogiendo los cubiertos sucios mientras Elisa devoraba la comida, pensativa.
Tras dos horas de intenso trabajo en su habitación intentando entender los deberes de matemáticas, se dio por rendida. Había dejado varias operaciones sin resolver así que esperaba que, el lunes, Sophia le echará una mano o simplemente le dejara copiar. Necesitaba desconectar y para ella, la mejor manera era ir al rancho y montar a Gaso.
Lo primero que hizo al llegar a los establos fue dirigirse hacia Gaso, prepararlo para montar para luego subirse a su lomo. Tomó las riendas con soltura en una mano y salió del establo en dirección a la pradera.
Tras una hora cabalgando, volvió a las cuadras y encontró a la persona en la que habia estado pensando durante todo el día: Nolan.
- Hola – lo saludó Elisa animadamente
Nolan la miró de reojo, intuyendo que la joven le pediría algo en menos de un minuto
- ¿Estás ocupado?
- Depende de para qué – dijo volviendo a concentrarse en su trabajo.
Nolan, de cuclillas, prepara la comida de los caballos.
- Me estaba preguntado...
- Ajá – dijo fingiendo mostrar interés
- ¡Nolán! – protestó Elisa sabiendo que se estaba burlando de ella
- Eres monísima – dijo mirando como se enfurruñaba
- Venga, no seas malo conmigo. Solo quiero que participes en la competición con Gaso
- ¿Y qué más? ¿Qué haga paracaidismo? No sueñes Elisa
- ¿Por qué no? Mira, Gaso está emocionado por participar – dijo señalando al caballo que lo había dejado en la entrada y se limitaba a comer el heno tranquilamente sin prestar atención a los jóvenes. Nolan se rió y Elisa se cruzó de brazos – Podías ayudar – le gruñó al caballo
Nolan se acercó a los comederos y comenzó a echar el contenido de los cubos en ellos.
- Oh, venga. Sabes que yo lo haría si mamá me dejará participar. Solo quiero mantener a Gaso en forma
- Gaso está genial – dijo mirando al caballo que ahora prestaba atención al cubo, ya vacío, que Nolan llevaba en su mano - ¿Puedes meter al caballo en su cuadra?
Elisa refunfuñó y llevó a Gaso a su cuadra el cual, no esperó a que Elisa cerrara la puerta para devorar la comida. Nolan, apoyado en el pilar, miraba a Elisa con ternura.
- ¿Te he dicho que eres monísima?
- Sí, ya lo has dicho – dijo rodando los ojos – Por favor – le suplicó
- ¿No vas a parar hasta que diga que sí, verdad?
- Que bien me conoces – le dijo – Me encargaré de prepararlo personalmente – le dijo dejando a Nolan solo en la caballeriza.
Elisa, tras dejar a Nolan, se acercó hasta el establo donde los potros recién nacidos estaban con sus madres. Tras comprobar que estaba todo en orden y de observar que no había nadie alrededor, se dirigió al final de establo y subió las escaleras hacia el desván. Se notaba que sus padres ya habían venido a sacar las cosas de las cajas porque había más espacio e incluso habían colocado un pequeño sofá rojo cerca de una de las ventanas.
Elisa buscó su caja entre las que quedaban en el desván. Si su memoria no fallaba, Elisa había guardado su vieja cámara en la caja, una de las muchas cosas que aún no habían desempaquetado de las múltiples cajas que había amontonadas. No fue difícil de encontrar y Elisa se entretuvo contemplando el álbum de fotos que había a su lado. En él, la mayoría de las fotos salía con su mejor amiga Lesley. En otras estaban sus padres, Sophia y sus amigos de la escuela de baile.
De repente, le entraron unas grandes ganas de llorar. Echaba de menos su hogar y las cosas que en él podía hacer. Sacó de la caja su guitarra y la afinó. No supo cuanto tiempo estuvo tocando. Lo que si supo es que, cuando paró, le dolían los dedos. Dejó la guitarra en su sito y comprobó, que casi se había echo de noche. Los potros y sus madres ya estaban durmiendo así que, salió en silencio del establo, apagando las luces tras de sí y cerró la puerta.
Cuando se giró, se llevó un enorme susto y no pudo evitar pegar un grito.
- ¡Papá! ¿Estás loco?
- ¿Qué haces aquí a estas horas? – le preguntó. Ya se había cambiado la ropa de trabajo por lo que Elisa se imaginó, que ya iba a volver a casa cuando vió las luces.
- Me entretuve – se disculpó
- Ya veo. Venga, vamos a casa. – le dijo y Elisa lo siguió hasta el coche.
Elisa no tardó en meterse en la cama y quedarse dormida. Al día siguiente, se levantó temprano y acabó de leer el libro para la clase de Lengua. Tras asearse y ponerse la ropa, bajó a la cocina donde estaban tus padres.
- ¿A dónde vas tan guapa? – la miró su padre por encima del periódico
Elisa giró sobre si misma
e hizo volar su vestido levemente. Su madre se rió.
- Voy hasta la ciudad. Tengo que hacer los deberes de Fotografía – dijo dejando la cámara encima de la encimera.
Acompañó a sus padres en el desayuno y los dos se marcharon antes que Elisa a trabajar.
Elisa estuvo toda la mañana en la ciudad. En realidad, se había olvidado del objetivo de venir hasta el centro. Cuando se dio cuenta, ya era la hora de comer y aun no había sacado la foto pues se entretuvo mirando los escaparates y las calles de la ciudad. Incluso, se había encontrado con la madre de Sophia con la que estuvo hablando un buen rato. Cuando se despidieron, le hizo prometer que iría comer a su casa algún día de estos. Elisa tuvo que aceptar.
Cuando caminaba hacia el coche y dándose por rendida, vio a un grupo de señoras caminar hacia una calle que aun no había visitado. Las siguió, intrigada y se llevó una sorpresa.
La calle era completamente diferente a las otras. Los establecimientos estaban decorados hasta el último detalle y las cafeterías lucían en sus vitrinas unos pasteles deliciosos. Elisa caminó durante un rato embelesada.
Cuando estaba a punto de darse la vuelta para dirigirse hacia el coche, vio a una señora de unos 80 años mirando nostálgica el escaparate de una tienda. Elisa, intentando lucir desorientada para no llamar la atención y que no pareciera que estaba espiando, observó la tienda y le dio un vuelco el corazón al ver que se trataba de una tienda de música. En las vitrinas lucían diferentes tipos de instrumentos perfectamente colocados. Elisa sacó la cámara y, intentando pasar desapercibida, le sacó una foto.
La señora observó los instrumentos que allí se mostraban y, finalmente, emprendió la marcha lejos de la tienda. Elisa se acercó y hizo lo mismo que la señora. Aquí se encontraba la cara opuesta de la ciudad, aquella que era exclusiva solo para unos pocos y sintió pena por la señora pues tal vez, en un pasado se había dedicado a la música, algo que ahora estaba prohibido.
Cuando llegó a su casa, subió a la habitación y decidió que, a pesar de que la foto reflejaba la esencia de Sebél, no podía presentarla en clase. Tal vez eso le causaría problemas, como ya la había avisado Sophia así que optó por colgarla en el tablón de corcho que había colocado en su habitación.
Finalmente decidió que para la clase de Fotografía presentaría una foto de la plaza principal de la ciudad y que, a la hora de explicar el motivo, se inventaría una historia alegando que el hecho de llevar viviendo pocos meses en la ciudad para ella, la esencia de Sebél, se reflejaba en los quehaceres del día a día de los habitantes en el centro de la ciudad.
La historia inventada por Elisa fue un éxito y salió a la hora del descanso con un buen sabor de boca. Elisa le preguntó a Angelina si la acompañaba junto los demás pero esta se negó diciendo que debía preparar un trabajo para la clase de periodismo. Sin embargo, cuando se dirigía hacia la puerta al encuentro de sus amigas chocó con alguien.
- Lo siento – dijo Elisa
- ¿Podías mirar por dónde vas? – dijo una voz
Elisa observó a la persona con la que se había chocado. Era una chica de pelo rubio y perfectamente ondulado. Su cara, completamente maquillada con sombra de ojos azul, lápiz de labios rosa completaba su atuendo junto una falda corta y una camiseta ajustada que realzaba su busto. A su lado, la acompañaban otras dos chicas. Elisa se temió lo peor.
- ¿Tú eres la nueva? – dijo con voz maliciosa
- Yo la conozco. Va a clase de Fotografía – intervino una de las chicas que la acompañaba.
En efecto, Elisa conocía a la chica que había hablado. Se llamaba Angela y, al igual que la chica con la que había chocado, tenía el pelo rubio, pero de un tono más oscuro, y lo llevaba alisado. No había hablado con ella antes pero ahora sabía por qué la había evitado en clase de Fotografía.
- Pues, si no sabes quién soy, mi nombre en Samantha Riss. – dijo pero a Elisa no le pareció nada amigable. Es más, le dio la impresión de que pretendía intimidarla – Así que, para la próxima, intenta no ponerte en mi camino – dijo pasando por su lado y chocando contra el hombro de Elisa, haciéndole daño.
Elisa se frotó el hombro mientras veía alejarse a las tres chicas. Elisa había conocido, lo que Angelina denominaba, a las tres harpías. Y ahora sabía quién era su líder.
Intentando olvidar lo ocurrido, salió al exterior del edificio. Los chicos ya se encontraban allí cuando Elisa llegó.
Zachary, Sophia y Annya contaban historias sobre sus años en el instituto. Ben se acercó al grupo y, tras saludar a Sophia y mirar a todos, menos a Elisa, se sentó en el banco continuo y se puso a leer un libro que traía consigo. Elisa no paraba de preguntarse por qué le caía mal a Ben sino le había hecho nada.
- Elisa, ¿has visto algún chico interesante? – preguntó Zachary
Elisa deseó que le hubiese echo esa pregunta antes de que llegará Ben.
- No estoy interesada en relaciones amorosas de momento
- Entonces, ¿tienes novio?
- No, no tengo. Pero no era eso a lo que me refería
- ¿Entonces qué es?- insistió Zachary
Elisa vio, por el rabillo del ojo, que Sophia le hacía gestos a Zachary para que parara de preguntar sobre el tema. Zacharý, al darse cuenta, quiso solucionar su error pero Elisa habló:
- No te preocupes – le dijo a Sophia a modo de agradecimiento – En realidad, rompí con mi novio hace unos meses
- ¿Fue por haberte mudado a Sebél? – preguntó
- No, fue antes de saber que me iba a mudar – Elisa vio que Zachary quería preguntarle más al respecto pero se detuvo. Elisa rió – ¿Quieres saber quién fue el culpable de la ruptura? – Elisa supo que Ben estaba atento a la conversación pues se había dado cuenta de que llevaba un rato sin pasar ninguna página del libro – En realidad, él se tuvo que mudar y cambiar de instituto, así que decidimos romper
- ¿Llevabais mucho saliendo? – preguntó Annya
- Llevábamos casi un año – Elisa sintió una gran tristeza al recordar su relación con Louis pero intento ignorarla –Son cosas que pasan – dijo para intentar quitarle importancia al asunto pero no hizo más que empeorar
Annya sacó el tema de los deberes del profesor Clarkson y Elisa vio una gran oportunidad
- Voy al baño – dijo y se levantó sin esperar respuesta.
Caminó hacia los baños, que se encontraban en el interior del edificio, cerca de secretaria. Una vez dentro, se acercó a los lavabos para mojarse la cara y se miró al espejo. Las lágrimas no tardaron en asomarse y Elisa dejó que salieran sin molestarse en detenerlas. Se dio la vuelta y se metió en uno de los baños, bajó la tapa del váter y se sentó a llorar. No sabía por qué estaba llorando. Ya habían pasado más de seis meses de su ruptura con Louis pero no podía evitar echarse a llorar cada vez que hablaba de él. En realidad, se le daba bastante bien ponerse a llorar por tonterías. En algunas circunstancias, Elisa podía ser muy dura pero en otras demasiado débil. Se limpió las lágrimas con la manga del jersey e intentó cesar el llanto, sin mucho éxito.
La puerta del baño se abrió y Elisa dejó de llorar en voz alta pero no conseguía dejar de gimotear. Solo esperaba que no se tratase de Samantha o una de sus amigas pues entonces estaría perdida.
- ¿Estás bien?
Elisa se sorprendió al oír su voz. No se esperaba que Ben se atreviese a entrar en el baño de las chicas para comprobar si se encontraba bien.
- No sé si sabes que este es el baño de las chicas – dijo volviéndose a limpiar las ultimas lágrimas y intentado que su voz no sonara como si estuviese llorando aunque él ya la había escuchado
- A veces Zachary puede ser demasiado curioso – dijo
- No es su culpa, solo estaba preguntando. La culpa es mía por ser tan sensible – dijo Elisa sin evitar gimotear de nuevo.
- No es malo llorar por una ruptura – dijo Ben
Elisa no se atrevía a abrir la puerta y mirarlo a los ojos. Sabía que si lo hacía volvería a llorar. Se sentía más segura y confiada hablando con Ben a través de la puerta del baño.
- Es solo que no puedo evitar echarme a llorar cada vez que lo menciono. Sophia lo sabe y por eso no quería que Zachary siguiese preguntando – Ben no contestó y Elisa no sabía si se había marchado mientras ella hablaba
Tampoco sabía porque le estaba contando estas cosas a casi un completo desconocido, pero se estaba sintiendo mejor al contarle esto.
- Soy una inmadura – dijo en voz baja para que él no la escuchase, si aún seguía ahí
- No lo creo – dijo Ben. Elisa oyó como Ben se apoyaba en la puerta del baño y Elisa se relajó al saber que él seguía allí y no la había dejado hablando sola – Solo necesitas tiempo
- He roto hace más de seis meses con Louis – No sabía porque le había mencionado el nombre de su novio delante de Ben. El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos.
- Es mejor que me vaya antes de que venga alguien al baño
Elisa oyó como Ben caminaba hacia la puerta y como el ruido de los estudiantes llenaba el baño. Elisa gritó un "Gracias" pero no supo si Ben lo había oído pues no recibió respuesta por su parte.
Elisa espero un minuto y salió del baño. Se miró en el espejo y comprobó que aun tenía los ojos rojos de llorar pero esperaba poder disimularlos aplicándose un poco de agua. Sin entretenerse mucho, salió del baño y se dirigió hacia su casillero para coger los libros de las últimas dos materias. Mientras preparaba sus libros, oyó la voz de Zachary, que sonaba triste.
- Lo siento. No quería hacerte sentir mal – Elisa cerró el casillero y vio a Zachary realmente apenado
- No te preocupes – dijo regalándole una pequeña sonrisa
- Espero que no me guardes rencor por eso
- Claro que no – dijo Elisa. Zachary también sonrió
Sophia llegó junto a ellos y se colocó tras Zachary.
- Genial. Tengo que irme - dijo con una sonrisa – Nos vemos – se despidió de las chicas
- No entiendo porque estaba tan triste – dijo Elisa
- Después de que te fueras al baño, Ben se levantó hecho una furia y le recriminó que hubiese sido tan impertinente e insistente en tu vida personal
- ¿En serio? – preguntó Elisa sorprendida por la reacción de Ben
- En serio. Hacía tiempo que no lo veía tan enfadado. Después, se marchó y no supimos a donde se fue
- Ah –eso fue lo único que Elisa supo decir. Prefirió no contarle a Sophia que Ben, después de irse, fue hasta el baño para disculparse por la actitud de Zachary y ver como estaba
- ¿Qué clase tienes ahora? - dijo sacándola de sus pensamientos
- Dibujo – dijo Elisa
- Te acompaño. Yo tengo Historia de Sebél – dijo Sophia bostezando
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Gracias a todos por leer esta historia. Espero que os esté gustando. Nos vemos en el próximo capítulo. Un saludo enorme
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