Capítulo 7
La primera semana de clases había pasado más rápido de lo que Elisa pudiera creer. Tenía la suerte de compartir la clase con Angelina y esto ayudó a que rápidamente se llevaran bien pero, por desgracia, también había conocido a Ángela. Angelina la había definido como "harpía número 3". Elisa no quería conocer a la número dos y uno.
Por las tardes, se había dedicado a entrenar con Gaso y ayudar a su padre y a los trabajadores con la recogida del heno seco para alimentar a los caballos. El domingo estaba tan cansada que había declinado el ofrecimiento de Sophia de llevarla a conocer Sebél. A última hora del domingo, aún seguía quitándose trozos de heno de los calcetines.
Elisa llegó al instituto diez minutos antes de que tocara el timbre de inicio de clases. Bajó del coche, mientras sujetaba los libros y cerraba la puerta con el pie. Una risa tras de ella la hizo girarse.
- ¿Necesitas que te ayude?
Angelina llevaba su cabello oscuro sujeto en una trenza y sus ojos marrones y brillantes la miraban con curiosidad.
- Te lo agradecería – dijo pasándole la mitad de los libros. Ella, por el contrario, llevaba los libros guardados en una gran carpeta, que había colocado encima del montón que Elisa le había pasado
Elisa pudo cerrar la puerta del coche con mayor facilidad y caminó, al lado de Angelina, hacia la entrada del instituto.
- ¿Preparada para el segundo lunes del curso?
Elisa bufó y Angelina rio. Caminaron hasta la taquilla de Elisa, donde depositó todos los libros, incluidos los que le había dejado a Angelina y cogió lo que necesitaba para su primera clase: Ciencias. Esta era la cuarta clase que tendría de Ciencias y el profesor Clarkson se caracterizaba por ser demasiado tradicional. Se había limitado a leer lo que ponía el libro mientras los estudiantes hacían resúmenes y esquemas de lo visto ese día durante los últimos diez minutos en clase y, por supuesto, a escribir todo lo que él redactaba en el encerado.
Angelina y Elisa entraron las primeras en clase y pronto se sumaron más alumnos. Sophia entró sonriente y buscó entre los estudiantes a Elisa. La joven subió los escalones para llegar a la fila de pupitres donde se encontraban Elisa y Angelina y depositó sus libros al lado de su amiga.
- Buenos días – saludó Sophia
- Buenas – dijo Elisa a Sophia – Supongo que ya conoces a Angelina
- Sí, hemos ido juntas en alguna clase – dijo sonriendo a Angelina. Esta le devolvió el saludo con una sonrisa.
El resto de la fila de pupitres lo completaron Annya y Zachary. Justo detrás del profesor Clarkson, entró en el aula una chica jadeando. Se abanicó la cara con la mano derecha y buscó con la mirada a alguien entre los estudiantes y lo encontró al lado de Elisa.
- Siempre tarde, eh Karla? – dijo Angelina burlándose de la recién llegada
- Cállate – dijo Karla que se sentó bruscamente en la silla – No me sonó el despertador – dijo malhumorada
- Sí y la semana pasada tu excusa fue que la tostadora quemó tus tostadas – se rio Angelina
Elisa no perdió detalle de la conversación hasta que la mirada de Karla se posó en la de ella.
- Hola, yo soy Karla – dijo extendiendo su mano
- Hola, soy Elisa – dijo aceptando el saludo
Elisa habría jurado que Karla era la más baja de las chicas sentadas en esa fila y, sin duda, Annya la más alta. Karla llevaba su pelo marrón oscuro hasta la cintura perfectamente ondulado a pesar de que entró sudando en el salón, posiblemente debido a la carrera desde el aparcamiento hasta el salón de clases.
Cuando el profesor había decidido comenzar la clase, la puerta se abrió de nuevo y James y Justin entraron en el aula. Su expresión reflejaba que debían de haber estado riendo un buen rato antes de entrar en clase pero, ante la mirada del profesor Clarkson decidieron contenerse.
- Espero que no les resulte tan gracioso ver en sus notas un deficiente
- No, señor – contestó James bajando la cabeza
El señor Clarkson comenzó a escribir en el encerado y Justin y James aprovecharon para dirigirse hacia sus respectivos sitios, al lado de Leonard, que los miraba con reprobación. Elisa los observó durante un rato y se dio cuenta de que el amigo de Sophia no se encontraba con ellos. Un golpe en su brazo la hizo volver a la realidad y Angelina le hizo una señal con la cabeza hacia el encerado. El profesor Clarkson había escrito casi toda la pizarra y estaba a punto de borrar todo. Elisa cogió rápidamente su bolígrafo y comenzó a escribir lo más rápido que pudo.
La hora del descanso había llegado y las chicas se dirigieron al exterior para disfrutar de su media hora de descanso. El cielo estaba despegado y el sol brillaba con fuerza sobre Sebél. Eligieron una de las pocas mesas que quedaban libres. Elisa y Angelina se sentaron en la mesa y Sophia y Annya en el asiento. Annya sacó de su bolso unas gafas de sol que se puso mientras bostezaba. Su cabello rojo lucía de un rojo más intenso cuando los rayos de sol impactaban contra él. Elisa tenía que conformarse con su cabellera castaña que, según el día, decidía ser un caballo domable o uno salvaje que no sabía si decantarse por un paseo en zigzag o recto.
Sophia, que había estado concentrada en sus pensamientos, fue la primera en darse cuenta de la presencia del misterioso individuo. Sentado no muy lejos de ellas se encontraba el amigo de Sophia, que leía muy concentrado un libro bastante grande.
- Vuelvo ahora – les indicó Sophia a las chicas
Sophia se acercó al chico que vio interrumpida su lectura por la chica de cabello oscuro y sonrisa radiante. Al chico no pareció molestarle la interrupción y, es más, parecía bastante alegre de ver a la chica.
- ¿Por qué no juega al fútbol con los otros chicos? – Elisa había pensado en alto y se sonrojó al darse cuenta de ello.
- ¿Te refieres a Ben? – Preguntó Annya sin girarse a mirarla
- Por fin alguien dice su nombre – pensó Elisa.
Las chicas no habían contemplado el reencuentro entre los dos jóvenes, al contrario que Elisa, que aun no había apartado la mirada.
- No le gusta tanto el futbol – dijo Annya - Además , creo que están entrenando para los futuros partidos del equipo de instituto y, que yo sepa, Ben no es parte del equipo
Elisa quería seguir preguntando pero tenía miedo de que las chicas empezaran a hacerle preguntas de por qué tenía tanto interés en él y es que, en realidad, Elisa no sabía por qué. Sophia volvió junto las chicas cinco minutos antes de que tocara el timbre, dando el comienzo de las dos últimas horas del día.
Richard había sido el primero en levantarse por la mañana. Su mujer, seguía durmiendo en la cama matrimonial y se dirigió al baño sin hacer ruido. Se aseó rápidamente y bajó a la cocina, donde se preparó un gran desayuno: zumo de naranja, una manzana verde arrancada de uno de los árboles del rancho, un croissant crujiente como a él le gustaban y un tazón de café. Desayunó con calma y cuando terminó, lavó los utensilios que usó para prepararlos.
Cuando terminó cogió las llaves del coche y salió a la fría mañana. El sol ya había empezado a salir y le sorprendió no encontrarse a Boby al salir pero imaginó que el Beagle se había acercado al rancho al oír los coches de los empleados.
Condujo hasta el establo a una velocidad moderada pues no quería ensuciar el coche demasiado con el polvo del camino. Estacionó el coche y se cambió los zapatos por las botas de trabajo. Cuando terminó, Nolan entró en el establo.
- Buenos días – saludó Nolan – He visto luz en el establo cuando me acercaba hasta aquí
- ¿Ah sí? – dijo Richard – Vayamos a ver
Richard se acercó hasta la cuadra pues era raro ver las luces encendidas a las siete de la mañana. Nolan, que lo acompañaba, no le resultó extraño ver a la joven de melena castaña salir del establo.
— Hola, papá. Hola, Nolan. Buenos días —saludó la chica, que llevaba una silla de montar sobre su hombro derecho
— ¿De dónde vienes? —le preguntó su padre mirándola con los ojos como platos
— De montar un rato —contestó ella yendo hacia el establo.
— De montar un rato —repitió su padre—.¡Pero si son las siete! – dijo su padre incrédulo - ¿Pero no tienes clase hoy?
— Sí, claro – Dijo Elisa – He traído ropa limpia. Me ducharé detrás del establo. Tranquilo papá, no llegaré tarde
Richard, sorprendido pero tranquilo, volvió a sus tareas y Nolan divertido, miraba como la joven Montero caminaba sin prisa hacia el establo.
Cuando Elisa estaba lista para irse hacia el instituto y dar por finalizada la segunda semana de clases, su padre apareció en el establo, acompañado de un hombre de unos 40 años.
- Antes de que te vayas – comenzó su padre – Quiero presentarte a Arthur Plummer, nuestro veterinario. Trabajó en Seoane con nosotros
- De eso hace ya muchos años – dijo el hombre colocando su mano en el hombro de Richard.
- Él vivió diez años en Seoane y después se volvió a Sebél, su ciudad natal
- ¿Y qué le hizo cambiar de opinión para volver a un lugar como este? – preguntó Elisa sin rodeos
- ¡Elisa! – la reprendió su padre
- No te preocupes Richard, es normal que a la niña no le guste este lugar y, sinceramente, yo tampoco sé porque volví realimente
- Debía de ser algo de gran peso... - dijo Elisa
- Sí, más bien fue eso – dijo Arthur sin titubear a pesar de la mirada de la joven
- Bueno, será mejor que te vayas o llegarás tarde – dijo Ricardo consultando su reloj
- Bien, nos vemos por la tarde – dijo Elisa – Un placer conocerle, Arthur.
- Lo mismo digo – dijo y los dos hombres caminaron por el sendero, en dirección a las cuadras.
Elisa llegó a las nueve al instituto Prins Haya para acudir a la segunda clase del día pues, la hora anterior era su hora libre. Se dirigió hacia el aula de fotografía donde la esperaba Angelina.
Si las primeras clases de fotografía fueron una presentación de la historia de la misma, esta fue completamente distinta. Contemplaron algunos de los modelos de cámara más modernos e hicieron una rápida sesión de fotos. Al final de la clase la profesora les indicó que, para la próxima clase del martes, debían traer una foto que representase a Sebél.
Elisa se dirigió a clase de Ciencias con bastantes dudas sobre los deberes de fotografía pues, había estado poco tiempo en Sebél y demasiado ocupada en el rancho como para saber que era aquello que podía representarlo en una sola imagen.
Estuvo toda la clase callada y pensativa y prestó poca atención a las explicaciones del señor Clarkson pero sin parar de escribir pues quería tener el fin de semana libre y poder entrenar con Gaso en el rancho. Sus padres le habían informado que pronto habría una competición de saltos y quería que Gaso participara. Los dos estaban de acuerdo en que el caballo participara pero su madre le recordó que no quería que ella lo hiciera así que hoy debía buscar a alguien que lo hiciese por ella.
Elisa salió de clase y caminó hasta su taquilla para dejar sus libros y coger los de las últimas materias del día. Oyó carraspear a alguien detrás de su puerta y no le sorprendió ver a Sophia tras ella.
- Has estado muy callada – le dijo Sophia mientras Elisa cerraba la puerta
- Tengo deberes de fotografía. ¿Qué consideras tú que representa Sebél?
Sophia se quedó pensativa durante un rato y la miró con una sonrisa
- No hay nadie mejor que tú para que represente lo que significa Sebél en una sola imagen, puedes dar tu punto de vista como nueva habitante
- Gracias por la ayuda – dijo rodando los ojos y dirigiéndose hacia el campo de futbol donde las chicas las estaban esperando – Creo que le sacaré una foto a ese estúpido libro
Sophia se rio mientras caminaban hacia las gradas. Desde ellas, se podía observar el gran campo de fútbol. Allí varios estudiantes jugaban a un amistoso partido de fútbol. Entre ellos estaban James, Justin, Zachary, Ben y algún estudiante más que Elisa conocía de verlos en clase.
Subieron a las gradas donde los esperaban las chicas y junto a ellas se encontraba Leonard.
- ¿No juegas? – le preguntó Sophia a Leonard
- Paso – dijo con voz tranquila – Prefiero mirarlos desde aquí
Cuando Sophia y Elisa tomaron asiento en las gradas, los chicos ya habían empezado el partido. Elisa se sentó entre Sophia y Angelina. Esta última le ofreció una de sus galletas caseras.
- Gracias – dijo Elisa aceptando la galleta que devoró en dos bocados.
Estuvieron hablando del libro "Hijo de la noche" que todos habían comenzado a leer. La pelota se dirigió a ellos y Justin corrió para despejarla. Justin lanzó la pelota a James, que estaba en su mismo equipo.
- ¿Está interesante el partido? – les preguntó desde el campo
- Interesantísimo – dijo Annya pegándole un mordisco a una de las galletas de Angelina.
Las chicas comenzaron a reír pues sabían que Anny no había mirado el partido ni por un segundo. Justin le sonrió, ajeno a lo que estaba pasando, y volvió a concentrarse en el partido.
Elisa en un momento dado miró su reloj y se asustó al ver la hora que era.
- ¿No llegaremos tarde? – preguntó alarmada
- No te preocupes – dijo Angelina – La profesora Agatha siempre llega tarde cinco minutos después del toque de la segunda campana
- Tiene la buena costumbre de ir tomar un café a La Buena Vida – dijo Leonard
Ante la cara de confusión de Elisa, Sophia se lo explicó:
- Es un local que hay cerca de la playa, está un poco lejos de aquí.
A unos treinta minutos en coche hacia el noroeste se había formado una pequeña población dedicada al turismo de playa. Sin embargo, la verdadera esencia de Sebél se encontraba aquí, en la ciudad histórica. Sus padres le habían contado que el país no tenía muy buena fama en cuanto a lugar para ir a la playa. Sus grandes acantilados dificultaban ese disfrute. Solo una pequeña playa podía contentar a los habitantes de Sebél.
- Nunca tiene clase antes del recreo. - explicó por qué iba a una cafetería tan lejos
- Creemos que tiene a un amante por esa zona y por eso hace un viaje tan largo – dijo Sophia con una sonrisa
- Es uno de los bares más famosos de Sebél. Por el día es una cafetería muy refinada y demandada. Por la noche, se convierte en un club nocturno para lo mejorcito de Sebél – expuso Angelina
- ¿A qué te refieres? – preguntó con curiosidad
- Sé refiere a que solo pueden entrar aquellos que pertenezcan a Los Trece o sus Cander.
- ¿Y eso por qué? No lo entiendo – dijo Elisa
- Porque se les permite escuchar música y bailar
- ¿Qué? – inquietó Elisa. Busco con la mirada a Sophia y esta no huyó cuando sus miradas se cruzaron
- A Los Trece sí se les permite bailar y escuchar música en sus propiedades o en lugares selectos como lo es La Buena Vida o una tienda de música.
Elisa no pronunció palabra y, cuando el primer timbre tocó, los chicos cogieron sus cosas y, sin mucha prisa, se dirigieron hacia clase.
Al final del día, había conseguido llevar trabajo a casa para el fin de semana. Tres ejercicios de matemáticas cubrían dos páginas de su libreta.
- Genial – pensó Elisa mientras se dirigía hacia su coche.
Se llevó una sorpresa cuando se dio cuenta de que todos los coches que estaban aparcados en la carretera, incluido el suyo, estaban cubiertos con papel higiénico. Ya había varios estudiantes quitando el papel del parabrisas. Un coche, cuya marca no pudo reconocer, pasó por la carretera pitando a los estudiantes enojados. Posiblemente era el autor o autores de tal fechoría.
Elisa suspiró. Debía darse prisa o volvería a comer sola de nuevo.
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Aquí tenéis, un capítulo más extenso de lo habitual y cada vez más cercano a momentos interesantes en el trama de la novela ¿Qué os parecido?
No olvidéis de darle a la estrellita, dejar vuestros comentarios y nos vemos pronto
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