Capítulo 2

Un nudo en su vientre creció mientras conducía hacia el Rancho Montero. Había cambiado su ropa de baile por un pantalón vaquero, una camisa blanca y unos tenis. La despedida había sido muy dura. Si algo echaría de menos sería a sus compañeras y a la compañía de baile en la cual había ganado bastantes premios que le había permitido ahorrar una considerable cantidad de dinero para poderse comprar, en un futuro, su propio coche. Mientras tanto, usaba los apreciados todoterrenos de su padre.

Condujo el Land Rover por la carretera de tierra que había hasta el rancho. Cuando vio su casa, redujo la velocidad del coche y lo detuvo delante del porche. Había vivido diecisiete años en aquella pequeña pero acogedora casa justo al lado del gran rancho, que con los años sus padres habían formado. Allí había descubierto sus grandes pasiones: los caballos y la música. Había aprendido a montar en caballo e incluso participar en alguno de los campeonatos de doma del país. Por supuesto no dudo en inscribirse a la mejor academia de baile del país donde conoció a la que considera su mejor amiga, Sophia. 

Se habían conocido a los doce años en el campamento de verano de la academia de baile al que sus padres las habían mandado respectivamente, y desde entonces se habían hecho amigas íntimas. Las dos esperaban con impaciencia que llegara el verano para volver a verse ya que por desgracia, vivían en diferentes países. 

Elisa agradecía haber nacido en el tranquilo país de Seoane. Ser el país menos prospero del continente no llamaba la atención y por ello nadie venía a vivir aquí. Generaciones de familias se habían criado aquí por lo cual todos nos conocíamos. Algunas familias habían decidido mudarse a países vecinos. La gran mayoría nunca regresaron. Por ello, todo el mundo sabía que este país estaba condenado a la miseria cuando solo quedaran cuatro familias para sostenerlo. La gente cada vez tenía menos hijos, consecuencia de un pasado lleno de guerras. Algunos países consiguieron levantarse, otros como Seoane mantuvieron el mismo ritmo y eso pasaba factura a la larga.

La culpa de la situación de Seoane es de los últimos gobernadores que solo se dedican a calentar la gran silla en la que se sientan tras el despacho a la espera de que pasen los años y seguir cobrando a base del sudor de su gente.

Por otro lado, Sophia vivía en Sebél, el país de la prosperidad, todo lo contrario a Seoane. Misterios rodean el país del que nadie sabe nada, a no ser que vivas ahí. De ahí que muchas familias se quisieran mudar allí pero no todos podían. Si algo se sabía de Sebél es que no cualquiera podía entrar a vivir en él, con la esperanza que el secreto de su triunfo se mantuviera a salvo. Era ahí donde vivía Sophia, un país que solo permitía en los meses de más calor que la gente saliera de él con la misión de traer nuevas propuestas de mejora y beneficiarse tal vez de las pocas cosas buenas que les quedaban a los demás países del continente. Y era por ello que Seoane y los otros países vecinos estuvieran encantados de recibir gente de Sebél, los cuales siempre se gastaban dinero en sus negocios. Elisa estaba encantada de recibir a Sophia todos los veranos. 

Pero hasta el día de hoy nunca pensó que fuera a abandonar Seoane.

Elisa bajó del coche y se dirigió al viejo establo donde aún se encontraba Gaso, su caballo. El establo estaba prácticamente vacío y los trabajadores se ocupaban de cargar las últimas cosas del rancho en los camiones con destino a su nuevo hogar. Elisa había convencido a sus padres de llevar a Gaso en el camión con ellos y así poder viajar con él durante el trayecto. Cuando llegó junto a su caballo, este se alegró de verla. El aliento caliente del caballo le sopló en la cara y Elisa le frotó su hocico.

- ¿Preparado para el viaje de nuestras vidas? – le dijo sin dejar de acariciarle el hocico.

Agarró el peine, abrió la puerta del pesebre y se acercó a Gaso para peinarle las crines con sumo cuidado.

Durante los últimos meses, sus padres habían viajado a Sebél para comprobar los avances de la construcción del nuevo rancho y de la nueva casa, esta vez alejada del rancho. Acostumbrada a salir al porche de la casa y ver a los numerosos trabajadores paseando de un lado a otro por delante de su casa, muchos de ellos sin camisa debido a las altas temperaturas, había provocado más de una discusión con sus padres al respecto y hacerles prometer que, si alguna vez se mudaban, la casa estaría muchos más metros alejada del rancho. El día que hizo esa petición nunca esperó que se cumpliera. La idea de mudarse a un país donde no conocía a nadie, aparte de Sophia y sus padres, le hacía replantearse la idea de quedarse a vivir aquí sola, cosa que sus padres no consentirían de ningún modo.

- ¿Lista para el viaje?

Una voz interrumpió sus pensamientos. Nolan la miraba apoyado en la puerta entreabierta del pesebre. Llevaba diez años trabajando en el rancho y había vivido, igual que ella y sus padres, sus buenas y malas temporadas.

- ¿Estás seguro de qué quieres venir con nosotros? – dijo evitando responder a esa pregunta

- Elisa, ya sabes mi respuesta. Mi vida es esta – dijo el joven de pelo castaño señalando el establo vacío

- ¿Un mundo sin caballos? – preguntó con ironía.

- Mi vida es estar rodeado de caballos y trabajando con tu padre. Sabes que él fue el único que se ofreció a darme un trabajo cuando nadie lo hizo.

Elisa conocía su historia. Con veinte años, había perdido a sus padres en un trágico accidente y había caído en una profunda depresión. Nadie se ofrecía a darle un trabajo y Richard fue el único que le ofreció un trabajo y una cama en donde dormir. Nolan debía tener, por lo menos, 30 años aunque Elisa nunca se había atrevido a preguntarle. Alto, fuerte y con un buen sentido del humor, Nolan era el mejor trabajador del rancho y uno de los pocos que los acompañaría a Sebél.

- Es hora casi de cenar – dijo alargando su brazo para guardar el último de los peines en el camión - ¿Nerviosa?

Elisa no respondió mientras cerraba la puerta del pesebre y se despedía de Gaso con una caricia en el hocico. Nolan acompañó a Elisa hasta la puerta del establo para cerrar la gran puerta tras ellos.

- Sé que la idea de alejarte de aquí te asusta – dijo colocando sus manos en los hombros de Elisa en señal de apoyo – Eres la chica más decidida y fuerte que conozco

- ¿Conoces a más chicas a parte de mí? – preguntó arqueando una ceja

Nolan se rio y sacudió su cabeza.

- Definitivamente estarás bien. Pero sabes que, cualquier cosa que te preocupe o quieras saber, podrás contar conmigo

- ¿Tienes novia? – preguntó Elisa con una sonrisa traviesa

- Buenas noches Elisa – dijo dándole un corto beso en la frente y se marchó riéndose.

Elisa entró en casa pasada las ocho de la tarde. Ya no quedaba nada en el pequeño salón y en la cocina solo quedaba la mesa y tres sillas y un mobiliario completamente vacío. La mesa ya estaba puesta cuando Elisa entró en la cocina, donde se encontró a sus padres, rodeados de cajas vacías. 

- Hola, mamá. Hola, papá.— saludó la chica.

- ¿De dónde vienes? —le preguntó su padre

- De peinar a Gaso —contestó ella sentándose

- ¿Has terminado de preparar las maletas? – le preguntó su madre mientras le servía la cena

Clara era una mujer muy risueña que siempre traía su pelo moreno, de corte recto hasta la altura del cuello, impecable.

- Sí – respondió mientras su padre se sentaba a su lado y su madre hacia lo mismo un minuto después

- ¿Qué tal la clase de hoy? – preguntó su padre

- Contando que era la última, pues supongo que bien – respondió mientras se metía un trozo de carne en la boca.

- Míralo por el lado bueno, asistirás al mismo colegio que Sophia

- Sí, en un país que no conozco - dijo rodando los ojos - ¡Qué alegría! - exclamó irónicamente 

- El país tiene la estricta ley de que nada de lo que ocurra allí debe saberse fuera.

- ¿Y eso por qué?

- Lo sabrás cuando lleguemos mañana allí.

- Mañana estaré muy cansada para interesarme en saber eso. Ya sabéis que Gaso no soporta los largos viajes en camión.

- Y por eso pretendes ir con él durante todo el viaje, ¿no? Te perderás los magníficos paisajes. – le dijo alegremente su madre.

- Son paisajes, mamá – le dijo terminando su ultimo trozo de comida. – Me voy a dormir. Mañana me levantaré temprano para ayudar a Nolan a meter a Gaso en el camión.

- Está bien, cariño.

Media hora después, Elisa se levantaba de la mesa tras haber terminado su última cena en Seoane.

- Buenas noches – dijo su padre

Al día siguiente, como si el caballo aventurase la idea de su dueña de permanecer en Seoane, se resistió a subir al camión. Hicieron falta tres trabajadores y a Elisa para conseguir que el caballo subiera. Tras subir las últimas maletas al todoterreno que conduciría Nolan hasta nuestro destino, Elisa subió a la parte trasera del camión a pesar de los ruegos de su madre porque fuera delante con ellos contemplando el paisaje.

Elisa no supo calcular exactamente cuánto duró el viaje ya que pasó la mayor parte del tiempo durmiendo. La despertó el saltó que hizo su cuerpo y el impactó contra el duro suelo del camión tras pasar por encima de lo que parecía un gran bache. Tras desperezarse, apoyó su espalda contra la pared del camión mientras bostezaba. Gaso la observó y Elisa le sonrió. El viaje la había agotado y solo deseaba acostarse en una cama y dormir durante horas y horas. Pareció como si sus suplicas fueran escuchadas porque el camión comenzó a reducir la velocidad y Elisa notó como circulaban por un camino de tierra. Al minuto, el camión se detuvo y el motor dejó de hacer ese ruido insoportable. No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió y Elisa tuvo que cerrar los ojos debido a la enorme cantidad de luz que entró. Oyó unas voces fuera y sintió como alguien había subido y se acercaba a ella.

- Te dijimos que sería mejor que observarás el paisaje – su padre alargaba su brazo para ayudarla a ponerse en pie

- No, ha estado bien – mintió

En realidad, Elisa mañana tendría unas terribles agujetas en el trasero.

- Señor, ¿llevamos el camión hasta el rancho? – habló alguien desde fuera

- Sí, un momento – dijo Richard arrastrando a su hija al exterior.

Elisa dio un salto desde el remolque al suelo terroso. Una vez fuera, observó donde se encontraba. Delante de ella, un enorme muro de piedra rodeaba lo que se suponía que era la finca de una casa. El suelo que pisaba parecía ser el camino que conducía a la casa así que se dio la vuelta y se alejó del camión para comprobar que había detrás de él.

La cara de su hija debía ser épica porque Clara no pudo evitar reírse.

- ¿Qué? – logró articular Elisa. - ¿Esta es... nuestra casa?

- Sí, ¿qué te parece? – le preguntó su madre.

Elisa no sabía que responder. Muy lejos de su vieja casa del rancho con olor a polvo, ante ella se alzaba una mansión como las que Elisa había visto en las revistas que su madre traía cada vez que iba a la peluquería. Un camino llegaba hasta la entrada de la casa, a la cual se llegaba a través de unos enormes escalones. Elisa siguió a su madre, la cual se adentró en la nueva casa, su nueva casa. Nada más entrar,  quiso memorizar todos los detalles. Todo estaba preparado para su llegada. En el hall, se encontraba lo a mano derecha un pasillo que conducía al despacho y al baño, que su madre le mostró con detenimiento; a mano izquierda una enorme cocina con una gran mesa de mármol en el centro de la misma y un enorme ventanal que iluminaba la estancia con una luz cálida; justo delante de ella unas enormes puertas conducían al salón, un enorme espacio con una pared repleta de una enorme cristalera de puertas correderas que parecía conducir al jardín trasero que, por lo que Elisa pudo ver, tenía una piscina.

Sin embargo, su madre no la dejó investigar y la llamó para que la acompañará a la parte superior, a la cual se acedia a través de unas escaleras que se hallaban en el hall y que cubrían todo el lateral derecho de la estancia. Elisa subió las escaleras y su madre le mostró en primer lugar la habitación de sus padres con baño propio, después la habitación de invitados, el baño y su habitación. 

Era una estancia luminosa y, aunque no tenía baño propio, Elisa se alegró al comprobar que por lo menos si tenía una pequeña terraza para ella sola a la cual se accedía a través de un gran ventanal de puertas correderas, como el que había visto en el salón. Desde ella, observó el jardín trasero. La piscina ocupaba parte del espacio y había un enorme muro que lo cerraba pero no evitaba ocultar un camino de tierra que llevaba a algún lugar desconocido hasta el momento por ella.

- Ese es el camino que lleva al rancho. Conecta con la casa y con otro acceso exterior. Gaso y los demás caballos ya deben estar allí. – dijo su madre que la observaba desde la puerta. – Mientras suben nuestras maletas, podemos acompañar a tu padre hasta el rancho, ¿te parece?

- ¿En serio vamos a vivir aquí?

- Sí. Sé que no tiene nada que ver con nuestra anterior casa pero quisimos invertir todo el dinero que no gastamos allí, aquí.

Elisa asintió un poco triste. Aunque la casa estaba muy bien, aún no se sentía del todo a gusto.Si sus padres había hechotal inversión aquí, eso significaba que no tenían pensado volver a Seoane.

Durante el trayecto al rancho, el cual no duraba ni dos minutos en coche, Elisa se preguntaba si se acabaría acostumbrando a vivir aquí. Algo le decía que no sería nada fácil.

La joven no pudo ocultar su asombro al ver el enorme rancho que sus padres habían construido. Estaba formado por varias caballerizas de gran tamaño; un edificio de dos plantas destinado para uso de los empleados; una pista exterior de Salto y Doma; una pista interior cubierta para entrenar a los caballos cuando el mal tiempo impidiera hacerlo en el exterior; prados y paddocks para la alimentación de los caballos. El rancho parecía no tener fin. Elisa estaba deseando probar las pistas con Gaso y dar paseos por el campo. 

Tal vez haberse mudado de país no fuese tan malo. Tal vez.

Al segundo día de estar allí, Elisa creía que iba a perder la cabeza. Gente desconocida entraba y salía del rancho. Cualquier ladrón podía entrar ahí y robar la mejor de las monturas y ella no se daría cuenta. Su padre había pedido construir un pequeño despacho en uno de los establos donde guardaban los todoterrenos que usaban para desplazarse por el rancho. Elisa consiguió las llaves y se metió toda la tarde en el despacho estudiando los informes de los empleados y memorizando sus caras de cada uno de los informes. Ya era de noche cuando Elisa acabó ese trabajo. El ruido de un motor de un coche en el establo hizo que se sobresaltara y se levantara del asiento para acercarse a la ventana. El despacho estaba construido a siete metros de altura del suelo lo que le permitía una gran visión de todo el establo. Un hombre con el pelo rubio salió del coche tras apagarlo y observó el despacho donde descubrió a Elisa espiándolo.

- ¿Aún sigues aquí? – le preguntó Nolan - ¿Sabes la hora qué es?

Elisa observó el reloj colgado en la pared. Marcaba las nueve. Rápidamente, apagó las luces y bajó las escaleras, las cuales chirriaban a cada paso que daba.

- Te acercaré a casa. – le dijo Nolan

- Gracias – Elisa se subió al coche y Nolan lo volvió a poner en marcha

- ¿Qué estabas haciendo? – preguntó Nolan mientras conducía hacia la mansión

- Estaba leyendo los informes de los empleados. Pensaba encontrarme con más caras conocidas.

- Muchos decidieron quedarse en Seoane

- Es comprensible

- ¿Te has acercado hasta la ciudad? – le preguntó Nolan

- No. Ni siquiera he llamado a Sophia. Estaba en el rancho  cuando llamó esta mañana y no tuve tiempo para llamarla.

- Tu madre me ha dicho que mañana te llevará a la ciudad porque tenéis que hacer la matricula en el instituto.

- Sí... - dijo Elisa desilusionada

- Míralo por el lado bueno, aún tienes un mes de verano para descansar, no para trabajar hasta altas horas de la noche

- Pareces mi padre – dijo mirándolo de reojo – Gracias por traerme –Nolan aparcó delante de la enorme casa

- No hay de qué. Pero para la próxima, trae un coche.

- Lo haré. Buenas noches – le dijo bajando del coche y cerrando la puerta.

Entró en la casa y cerró la puerta. Escuchó las voces de sus padres en la cocina pero decidió caminar hasta la primera planta para darse una ducha. Cuando bajó a cenar ya eran las diez. Como era de esperar, su madre la regañó por llegar tan tarde a casa pero eso no evitó que Elisa probara un poco del pastel que su madre había hecho esa tarde.

Tras cenar, los tres se dirigieron al salón y se sentaron enfrente de la gran chimenea.

- Mañana iremos hasta la ciudad – le dijo su madre – Tenemos que matricularte y traer algunas cosas para comer.

- Está bien – dijo Elisa que no podía evitar observar cada rincón del salón- ¿Puedo llamar a Sophia y decirle que venga mañana por la tarde hasta aquí?

- Puedes – dijo su padre – Pero ahora es bastante tarde ya.

- Sí, me voy a dormir – dijo Elisa. – Buenas noches

- Buenas noches –dijeron su padre y su madre.

Elisa cerró la puerta de su habitación y se tiró en la cama. Observó la mesa en la que aún había varias cajas sin desempaquetar. Cogió la primera de las cajas y vació su contenido. Había varios libros, una caja en la que tenía varios recuerdos de su infancia, un cuadro con una foto de ella y su amiga Lesley, y una radio. Elisa decidió encender la radio y escuchar algo entretenido antes de irse a dormir. Por mucho que cambiara de emisora, Elisa solo escuchaba aburridos monólogos, entrevistas de personas supuestamente conocidas de Sebél y gente contando anécdotas aburridas. Elisa apagó la radio enfadada y cogió la segunda caja. En ella había ropa y una libreta con apuntes y confesiones que había escrito cuando era más pequeña, la mítica libreta que nadie quiere que descubran. La guardó en el segundo cajón de la mesita de noche y se vistió para dormir.

Mañana vería la ciudad y a Sophia. Era una de las pocas razones por las que había aceptado mudarse a Sebél. Eso y porque quería ayudar a sus padres. Sabía que estaban teniendo problemas económicos aunque no se lo contasen. También sabía que la idea de vivir aquí era una gran oportunidad para ellos y esperaba que para ella también.

Aún no había tenido tiempo de montar a Gaso. Era una manera de escapar del mundo y estaba segura de que en su nueva vida lo necesitaría a menudo.


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Buenas lectoras. ¿Qué os está pareciendo la historia? 

Os agradecería vuestra opinión  dejando un comentario y no os olvidéis de darle a la estrellita.

La historia está siempre en actualización por lo que, si has leído la historia hace tiempo, es posible que haya cambiado. De todos modos, pondré la fecha de las actualizaciones para no generar confusión. Espero que os guste

Un saludo 


Publicado: 18/05/2019

Actualizado: 26/07/2020

Actualizado: 11/11/2020

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