Capítulo 13
Elisa se levantó con un horrible dolor de cabeza al día siguiente. La noche anterior no habían bebido nada con alcohol pero suponía que el haber estado sometida a una música tan alta cuando llevaba meses sin hacerlo y de haber bailando ambas como unas locas, había supuesto levantarse hoy así pero merecía la pena y volvería a repetir. Sophia le había dicho que no era un local que frecuentaran los del instituto y que volverían más veces.
Llegó a los establos más tarde de lo habitual así que le sorprendió ver a Arthur, el veterinario, cerca de su box.
- ¿Qué hace ahí? – le preguntó Elisa con voz autoritaria
- Estaba realizando la revisión mensual – le dijo Arthur sin alterarse.
Elisa caminó hacia el box y acarició el hocico de su caballo mientras Arthur acababa de guardar su material en el maletín y se levantaba.
- No necesita ninguna revisión.
- Es lo que su padre me encargó
- ¿Y quién piensa que le hacia las revisiones a los caballo antes de que usted llegara?
- Bueno, creo que lo mejor es que lo haga un profesional
- Gaso es mi caballo. No le ponga una mano encima.
- Está bien – habia algo en su expresión que a Elisa no le gustaba. – De todos modos, le diré a su padre que he revisado a su caballo y que usted se encargará de hacerlo a partir de ahora
- Chivato – pensó Elisa. Esta solo lo observó dirigirse hacia la entrada del establo
- Que tengas un buen día – dijo Arthur y salió del establo junto a su maleta.
Gaso relinchó y Elisa le acarició el hocico para calmar al caballo y también para relajarse ella.
Cuando se quiso dar cuenta, el mes de diciembre ya había llegado. Vestida con un par de cómodos viejos vaqueros, un jersey verde, unos tenis, y una chaqueta para protegerse del frío, Elisa salió corriendo de su casa hacia el establo. Su madre le había hecho una trenza francesa en su pelo pues a ella no se le daba bien hacer peinados y por eso siempre llevaba un moño mal hecho o una cola de caballo. Llevar esa trenza la ayudaba a mantener su pelo rebelde lejos de su cara. Incluso le había dado tiempo a maquillarse ligeramente.
Era domingo y la mayoría de los trabajadores tenían el día libre así que a Elisa le tocaba trabajar el doble. Hizo sus tareas y se cruzó con Nolan varias veces durante la mañana. Cuando terminó, se dirigió al despacho. Estaba lleno de papeles y Elisa se dijo a sí misma que no pensaba ordenar ese desastre. Se sentó en la silla, se quitó los tenis y puso sus pies fríos cerca del radiador. El teléfono comenzó a sonar justo cuando Elisa comenzaba a quedarse dormida. Se despertó sobresaltada y estiró la mano para coger el teléfono.
- Diga – respondió Elisa con voz somnolienta. Se había olvidado de que era el teléfono del rancho y no el de casa – Rancho Montero. ¿En qué puedo ayudarle? – intentó corregir
- ¿Elisa? – dijo una voz al otro lado del teléfono
- Sí, ¿Quién habla?
- Pensé que tu padre estaría en el despacho. ¿Está por ahí?
- No, por eso he cogido yo – respondió malhumorada – Repito, ¿Quién habla?
- ¿No me has reconocido la voz? Soy Ben – Elisa notó como sus mejillas ardían de la vergüenza. Menos mal que él no podía verla – Uno de mis caballos se ha puesto enfermo, ¿podría venir vuestro veterinario?
Elisa miró el calendario y en el número que marcaba el día de hoy, escrito con la letra de su padre, indicaba que el veterinario no estaría en todo el día.
- El mío no está disponible y llamar a otro... tal vez pase bastante tiempo hasta que pueda venir. - volvió a hablar Ben
- Seré clara – dijo sin titubear – Nuestro veterinario no está y la única persona capacitada para mirar a tu caballo soy yo
- ¿Hablas en serio? – dijo unos segundos después en tono burlón
- ¿Qué pasa? ¿No me crees capaz? – Elisa se estaba empezando a enfadar y le iba a colgar cuando lo escuchó suspirar
- Está bien. Te daré las indicaciones para llegar.
Elisa cogió un papel y las apuntó. Ben tuvo que preguntarle varias veces si seguía tras el teléfono pues había dejado de responderle. Le colgó sin despedirse y salió del despacho. Se dirigió al coche que solía coger el veterinario para moverse por el rancho, lo arrancó y salió del rancho siguiendo las indicaciones que Ben le había dado. Por el camino pensó en sus palabras y el descubrir que Ben ya conocía a su padre.
Llevaba un rato conduciendo cuando leyó la cuarta indicación que le indicaba que debía girar a la derecha. Elisa tuvo que leerlo varias veces pues a la derecha, ni siquiera había carretera, solo un camino de tierra que parecía bastante largo y que llevaba a lo que parecía un bosque. Elisa se encogió de brazos y giró en el camino. Tuvo que reducir bastante la velocidad y pasar con cuidado. Cuando pasó el pequeño bosque, cruzó una enorme verja abierta. A lo lejos, pudo ver lo que se suponían que eran dos enormes establos. Sin embargo, no parecía haber nada más a varios kilómetros a la redonda. Había varios caballos pastando cerca y unos perros los vigilaban. Elisa apagó el coche cerca de uno de ellos y se bajó, no sin antes coger el maletín.
Al cerrar la puerta, escuchó unos pasos tras ella y lo primero que vio fueron sus botas, seguidamente de un pantalón ceñido, una camiseta y un chaleco. Iba vestido de pies a cabeza para montar a caballo pero parecía que sus planes habían cambiado.
- Has llegado. Es por aquí – dijo sin apenas mirarla y se dio la vuelta indicándole que lo siguiera.
Elisa caminó tras él con el pesado maletín. El box al que se dirigían era el último y un caballo de color marrón oscuro se encontraba acostado en el suelo. De su boca salía una extraña espuma blanca. Elisa no esperó a que le abriera la puerta pues ella misma entró sin preguntar y se arrodilló junto al caballo. Examinó al caballo, que parecía estar bien si le quitabas el hecho de que escupía espuma blanca.
Ben la observaba con atención. Elisa se incorporó y lo miró.
- Parece que simplemente ha comido algo que no debía
- Llamé en el momento en que lo vi así – informó Ben abriéndole la puerta para que saliera.
Elisa miró tras el box y sonrió al ver el culpable.
- ¿Esas pastillas son tuyas?
- Mierda – exclamó Ben al ver la caja tirada en el suelo con varias pastillas tiradas
- Creo que el caballo simplemente se dio un atracón
- Sí, de azúcar. – dijo arrodillado mientras miraba la caja – Son caramelos efervescentes. Natalia los habrá dejado aquí – dijo incorporándose. En ese preciso momento el caballo se levantó y relinchó.
- Será mejor que lo saques a dar un largo paseo para quemarle ese azúcar – le explicó cogiendo su maletín
- Gracias
- No hay de qué. Le diré a nuestro veterinario que se acerque por aquí mañana – comentó Elisa. Ben asintió y Elisa se dirigió hacia el coche.
- Nos vemos mañana en clase
- Ajá- contestó Elisa sin girarse a mirarlo. Se metió en el coche, lo puso en marcha y salió de aquel lugar.
Tal y como le prometió Elisa, al día siguiente antes de ir al instituto se acercó al rancho para avisar a Arthur de que se fuera ver a ese caballo. Las primeras tres horas de clase pasaron rápidas y Elisa comprobó que Ben no había acudido a clase.
La Navidad se estaba acercando así como las vacaciones. Elisa no logró convencer a sus padres de pasar la Navidad en Seoane y mucho menos de dejarla ir a ella y pasarlas con su abuela. Sus padres habían decidido traerse a la abuela para pasar las Navidades en Sebél. Así que su deseo de volver a Seoane se había esfumado.
Elisa suspiró aliviada al ver que quedaba poco de la última clase del día. La clase de sociales avanzaba demasiado lenta y Elisa sentada entre Angelina y Karla, intentaba prestar atención. El amado timbre sonó y todos los estudiantes se apresuraron a salir del aula. Las chicas salieron en dirección al aparcamiento pero una mano la hizo girar.
- Hola – la saludó Justin. Su pelo cabello castaño estaba desordenado y sus intensos ojos azules la miraban. – Me preguntaba si... - Justin comenzó a moverse nervioso y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón vaquero – Antes de que acaben las clases, podíamos ir a tomar algo tu y yo. Como amigos – aclaró apresuradamente
- Claro – respondió Elisa. Se sentía observada por Angelina y Karla, que se habían quedado a unos metros de distancia atentas a la conversación
- Está bien – Justin miró por encima de su cabeza. Era como si le hubiese leído el pensamiento y Elisa no pudo evitar sonreír – Te parece bien este sábado por la tarde a eso de las cuatro - dijo bajando el tono
- Me parece bien
- Pasaré a buscarte
- No, prefiero llevar yo mi coche
- Está bien – respondió confundido
A lo lejos, la voz de Brais y Timothy comenzó a escucharse y cada vez se acercaba más. Elisa sabía que Justin pondría cualquier estúpida escusa y se reuniría con sus amigos.
- Bien – dijo desordenándose el pelo – Nos vemos entonces – Elisa asintió y Justin se acercó a sus amigos los cuales ya habían comenzado a llamarlo a gritos.
Elisa se giró y vio a sus dos amigas mirándola con los ojos abiertos.
- Olvidaos. No es mi tipo – dijo abriendo la puerta mientras Angelina y Karla la seguían
- Bueno, te ha pedido salir – dijo Karla
Elisa observó a Justin alejarse con sus amigos. Los tres vestían chaqueta de jersey de fútbol.
- Solo iremos tomar algo
- El parece interesado en ti – prosiguió Karla
- Reconozco que es guapo
- Bastante guapo – confesó Angelina
- Uy, ¿celosa? – se burló Karla
- Solo he dicho que es guapo – se excusó Angelina – Además, la que va a salir con él es Elisa
- ¿Quién va a salir con quién? – la voz de Sophia interrumpió su discusión. Sophia se encontraba apoyada en un chevy camaro de color azul oscuro. A su lado, Ben las observaba con atención. Juraría que no lo había visto en clase de Sociales.
- Elisa – explicó Karla – Llevo toda la vida aquí y no he ligado nunca tan rápido como lo ha hecho ella en apenas 4 meses
- Eso no es verdad – alegó Elisa
- ¿Y quién es el afortunado? – preguntó Sophia sonriente
- No hay ningún afortunado – aclaró Elisa antes de que Karla o Angelina hablaran – Solo iré a tomar algo con Justin
- ¿Así que Justin? – dijo Sophia con un tono que mostraba que no le gustaba mucho la respuesta
- Solo iremos a tomar algo – repitió Elisa mosqueada - Ahora debo irme, tengo trabajo en el rancho – dijo alejándose de los cuatro.
Elisa llegó al rancho sin parar apenas por casa. Cogió una fruta y salió corriendo por la puerta mientras escuchaba a su madre gritarle que Sophia la había llamado y Elisa se inventó una excusa para no tener que dar explicaciones sobre que había pasado en el instituto. Estuvo toda la tarde trabajando en el rancho y, por la noche, tenía un hambre terrible.
Al día siguiente, Elisa salió temprano de casa y apagó al mismo tiempo que un pequeño coche azul. Para su sorpresa, Justin bajó del coche mientras se colocaba la mochila a sus hombros.
- Buenos días – lo saludó Elisa
- Hola – dijo Justin cerrando la puerta del coche. Ambos cerraron los coches y caminaron juntos hasta el interior del edificio – ¿Lista para otro día más de clase?
- ¿Acaso no has visto las ganas que tengo de otra clase de Lengua?
- Tienes razón, perdona por mi falta de atención – dijo sonriendo. Justin llevaba puesto una camiseta blanca simple que le hacía destacar sus ojos azules.
Llegaron juntos a clase y se separaron pues cada uno se sentó con sus amigos. Durante todo el día sus amigas la invadieron a preguntas sobre que se pondría para ese día y otras similares cuando Elisa pensaba ponerse lo primero que encontrase en el armario. A la hora del recreo, no pudo escapar de Sophia, la cual la hizo alejarse del grupo de amigos para charlar.
- ¿Así que vas a salir con Justin?
- ¿Qué tiene de malo? – le preguntó Elisa
- Nada, nada - respondió Sophia aunque sabía que ese nada sí significaba algo.
- Mi abuela pasará la navidad aquí en Sebél – dijo cambiando de idea
- Pensaba que iríais a Seoane
- Eso también pensaba yo – contestó resignada
- ¿Crees que aprobarás todo?
- Sí, creo que sí – contestó - No sacaré tus brillantes notas, pero sí
Sophia le hizo un gesto con la mano para indicar que se callara y Elisa se rio. Volvieron junto a sus amigos casi al final del descanso y cada uno se dirigió a sus respectivas clases.
Mientras las chicas iban en busca de una mesa Elisa se dirigió hacia la fila. Agarró una bandeja y comenzó a mirar que tenían para comer. Después de todo lo que le había dicho Leonard sobre el puré, optó por descartarlo de su menú. Por último cogió un yogurt, uno de los últimos que quedaba, lo colocó en la bandeja y se dirigió a la mesa donde la esperaban Sophia y Kayla.
- ¿Leonard no viene?
- No se encontraba bien y se ha ido – le explicó Kayla – Bueno, ya queda poco para las vacaciones – dijo
- Sí, por fin podremos descansar
- Hablaras por ti – expresó Elisa
- Es verdad, se me olvidaba tu otra vida – dijo guiñándole un ojo
- ¿Vas a estar encerrada todas las navidades en el rancho? - le preguntó Kayla
- Eso no es de todo cierto. Va a quedar con Justin este sábado y seguro que habrá más – informó mientras Elisa la miraba de reojo
- ¿En serio? Que calladito te lo tenías – dijo Kayla con tono burlón
Elisa las fulminó con la mirada y se concentró en su comida. La joven llegó a su casa para la hora de la cena y, tras mantener una conversación con sus padres sobre su semana, decidió irse a la cama.
El jueves por la tarde, Elisa hizo sus tareas en el rancho. Cualquier otra persona aborrecería estar ahí pero Elisa lo prefería a estar encerrada en su cuarto tras los libros. Estaba colocando heno fresco en el box cuando escuchó unos pasos en el establo. La voz de Nolan sonó indicándole que era él y Elisa salió tras acabar la tarea. Nolan la miró detenidamente.
- Vaya, te noto diferente – le dijo Nolan
- ¿Pero que os pasa a todos? ¿Me vais a juzgar todo el día?
- Tranquila vaquera – se rio ante su reacción – Alguien no ha tenido un buen día
- No es eso – masculló
- ¿Y entonces qué es?
- Nada – respondió a la defensiva
- Pues perdona que no te crea – dijo mientras comenzaba a dar de comer a los caballos.
- ¿Pasarás las navidades aquí? – indagó Elisa
- Sabes que sí. Además, si vais a darles las vacaciones de navidad a los trabajadores, necesitareis a alguien que os eche una mano
- Podemos arreglarnos – expresó Elisa
- ¿Vosotros tres? No te lo crees ni tu
- Oye – protestó Elisa
- Ambos sabemos que te encanta dormir por las mañanas
- Exacto, por las mañanas pero puedo trabajar por la noche
- Elisa, por la noche los caballos duermen. Las cosas hay que hacerlas por la mañana – le explicó Nolan mientras le daba de comer al último caballo de aquel establo.
- Las cosas hay que hacerlas por la mañana – masculló Elisa – Debes tomarte unas vacaciones, salir, conocer a alguien
- ¿Por qué desde que llegamos a Sebél no paras de querer emparejarme con alguien?
- Bueno, ya que soy hija única pues quiero ser tía
- Para el carro vaquera – dijo Nolan con una sonrisa de oreja a oreja – No puedo ser padre de nuevo, aún estoy criando a un bebé – dijo apretándole las mejillas a Elisa
- Auch – se quejó y ambos volvieron a sus tareas.
El sábado, Elisa se vistió con un vaquero normal y un jersey negro que dejaba al descubierto sus hombros. Se aplicó un poco de maquillaje y se puso unos tenis blancos. Cogió su cazadora y bajó hasta la cocina para despedirse de sus padres.
- Voy a salir – anunció nada más entrar en la cocina
- Muy bien – contestó su madre que tomaba un café tranquilamente. Su padre levantó la vista del periódico
- Ten cuidado, la carretera está muy mojada
- Lo tendré – los tranquilizó Elisa
Elisa condujo con tranquilidad hasta el centro de la ciudad. Aparcó el coche y entró en la cafetería que habían acordado. Pidió al camarero un chocolate con churros y se sentó en una mesa libre. Consultó el reloj y comprobó que Justin solo llevaba 5 minutos de retraso así que no se preocupó y, tras conseguir el periódico local, se sentó a leerlo.
Oyó la puerta del local abrirse y encontró a Justin buscándola con la mirada. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones vaqueros ajustados. Llevaba un estilo muy diferente al que solía llevar en el instituto pero que a Elisa le gustó. Pasaron un buen rato juntos y cuando Elisa regresó al rancho su cara la delataba bastante.
Para decepción de Angelina, entre Elisa y Justin no pasó nada, solo una agradable conversación y luego la acompañó hasta el coche. Fin de la historia. Fue así como Elisa se la resumió por teléfono.
Las Navidades llegaron al fin y el trabajo en el rancho aumentó considerablemente pues se avecinaban unas navidades más frías de lo esperado. Con la llegada de la abuela al rancho y las tareas del establo renovando el heno de los box por un nuevo, mantuvo a Elisa bastante ocupada.
- Dime cariño – dijo su abuela sentada en una vieja silla que alguien había dejado en el establo donde guardaban a Gaso – ¿No piensas salir con tus amigos?
- ¿Qué amigos abuela? – contestó Elisa – Sophia siempre está ocupada y apenas tengo tiempo – dijo cargando una paca de paja
- Bueno, estoy seguro de que Nolan te puede echar una mano
- Abuela, créeme que tiene mejores cosas que hacer que ayudarme – dijo abriendo la puerta del box de Gaso – Además, aún tengo que cambiarle la paja a Gaso y eso es mi responsabilidad.
- Pues espero que invites a Sophia un día a casa antes de que me vaya.
- Les pedí a mamá y papá que me dejen llevarte a Seoane
- Y imagino que querrás quedarte unos días
- No creo que pueda – explicó – Me dejan llevarte pero uno o dos días antes del comienzo de las clases
- Entiendo – dijo
Elisa retiró la paja sucia y la cambió por una nueva y limpia. Gaso la miraba con atención y de vez en cuando la golpeaba con su hocico para que le hiciera caso.
Cuando regresó a la casa, hizo caso a su abuela e invitó a Sophia a cenar. Esta aceptó encantada la invitación y Elisa colgó el teléfono justo cuando su padre entraba en la casa
- ¿Alguna novedad?
- Sophia vendrá a cenar
- Está bien –dijo alegremente – Es una excusa perfecta para ordenar tu cuarto
- No vamos a cenar en mi habitación – protestó Elisa
- Me da igual. Arriba – le ordenó su padre y Elisa subió las escaleras refunfuñando.
Terminó de recoger la habitación a tiempo pues, cuando se tiró en la cama para descansar unos minutos, el timbre de la casa sonó y la voz de Sophia llegó hasta su habitación.
Elisa encontró a su amiga hablando como su padre en el hall. Llevaba una falda roja y una chaqueta de cuero negra.
- Vienes muy arreglada a cenar, ¿no?
- Pensé que podríamos salir luego – dijo guiñándole un ojo - Tengo ganas de ver a tu abuela
- Está en la cocina
Los cinco tuvieron una agradable cena. Si Elisa había estado desaparecida durante las vacaciones de Navidad era porque se encontraba segura en los terrenos del rancho y el salir le hacía enfrentarse a la realidad de Sebél.
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