Capítulo 1

A lo largo de nuestra vida hemos conocido a un gran número de personas; hemos viajado, aunque solo haya sido hasta la panadería de la esquina imaginándonos que las líneas de las baldosas eran lava; y que gran parte de nuestros amigos,  compañeros y conocidos nos conocen por ser los hijos de nuestros padres.

Pero nunca sabemos que nos depara la vida. Tal vez, un día, debemos decir adiós al lugar donde nacimos, donde nos criamos. A veces, debemos cambiar nuestro estilo de vida, nuestra forma de ser.

Este podía ser el resumen de la vida de Elisa, una vida que dio un giro de 180 grados. Elisa era muy conocida en la ciudad, en la hermosa ciudad de Seoane.  Aunque no era muy grande, albergaba todo aquello que  una curiosa niña de nueve años deseaba: tiendas donde vendían sus dulces favoritos, parques infantiles con toboganes de diferentes tamaños y sombras, un gran templete en el centro de la plaza donde jugaba y cantaba las últimas canciones que salían en la radio... 

Pero su lugar favorito era la tienda de música de Erl. Solía ir siempre que podía y pasar su mano por los teclado de los diferentes pianos haciendo sonar las melodiosas notas, siendo esta una de sus actividades favoritas. Como Erl conocía a sus padres, le dejaba tocar los instrumentos e incluso le había regalado su primera guitarra que conservaba con mucho cariño.

El motivo de ser tan conocida en Seoane era debido al negocio de sus padres. Su trabajo consistía en la cría y venta de caballos convirtiéndose, con el paso del tiempo, en una de las mejores del país cuando Elisa aún no había cumplido los diez años.

Después del colegio y nada más llegar a casa, se despedía de su madre y corría por los empedrados caminos hasta el rancho, donde ayudaba en las tareas más sencillas y cepillaba a los caballos mientras que su padre negociaba con los futuros dueños de aquellos magníficos ejemplares que tanto adoraba.

Adoraba a los caballos pero no era lo único por lo que sentía y siente pasión. Bailar y cantar formaban parte de su día a día y su sitio favorito para hacerlo era el rancho. No había un día al año en el que no tarareara alguna de sus canciones favoritas. El coche era su segundo lugar favorito para cantar. Cuando viajaban, sus padres ponían música y cantaban las canciones que sonaban en la radio e inventaba coreografías que después intentaba realizar cuando llegaba a casa, sin mucho éxito. Tras muchos intentos, consiguió convencer a sus padres de que la inscribieran en la escuela de baile de la ciudad, una de las mejores del país.

Sin embargo, no todo fueron buenos momentos en la infancia de Elisa. Hubo una época en la que el negocio no iba tan bien, o como su padre solía llamarle "una temporada baja". Su madre decidió que lo mejor sería contratar a entrenadores que trabajaran con algunos de sus mejores caballos y así venderlos como caballos de competición. A pesar de todo y gracias a eso, Elisa aprendió equitación y fue ahí donde conoció a Gaso.

Un día de verano, un desconocido trajo al rancho tres caballos, muy diferentes entre sí. Su padre los compró sin pensárselo demasiado. A lo largo del verano, la gente acudía a ver los caballos y comprarlos mientras Elisa se encargaba de cepillarlos. Ella no se daba cuenta pero siempre pasaba unos minutos más con aquel robusto caballo overo de color pardo con una gran mancha blanca en su barriga y una cola de color muy oscuro, muy característico de esa raza. Nunca solía ponerles nombre a los caballos para no encariñarse demasiado con ellos pero a aquel había decidido llamarle Gaso.

El día anterior a la mayor competición de Doma Clásica del país, Joseph, el ayudante de su padre, les comunicó que el caballo que iba a competir se había puesto enfermo y Elisa decidió que esta era la oportunidad de Gaso. Durante meses, a escondidas de sus padres y con la ayuda de Joseph, lo habían entrenado. Nunca había visto a su padre tan contrariado pero su madre Clara lo convenció de presentar al caballo en la competición aun sabiendo que no iba a ganar. En efecto, no ganó, pero en algunas de las pruebas Gaso consiguió que más de la mitad del público se levantara y aplaudiera al final de las mismas. Fue un éxito para el caballo y para la empresa ya que las noticias volaron muy rápido y pronto el rancho se inundó de gente del país y fuera de este, queriendo comprar los mejores ejemplares, pero Gaso no estaba incluido.

En el colegio, muchos de sus amigos compartían sus mismos gustos y acudían con ella a las clases de baile. Cuando empezó, no era muy buena. Su amiga Lesley la superaba con creces pero Elisa no se rendía. Aunque tuvo sus momentos en querer abandonarlo todo y dejar la música a un lado, su madre siempre estaba ahí para apoyarla y recordarle que muchas veces el talento surge después de muchos años de trabajo. Eso le hacía recordar la historia que siempre contaban en Navidad sobre su padre.

Aunque actualmente era un amante de los caballos, al principio no era así. Los abuelos de Elisa habían ganado un caballo en un sorteo que habían realizado en Seoane. El caballo y Richard no se llevaban muy bien. Solo deseaba que alguien viniese y comprara el caballo, pero sus padres se negaban rotundamente. Un día de mucha lluvia y fuertes truenos, el caballo huyó del establo asustado y Richard corrió tras él. Aunque esa era una gran oportunidad para deshacerse del caballo, Richard no quería que acabara en malas manos o que se hiciese daño en la huida, todo a causa de los truenos. Sin embargo, cuando se dio cuenta, se encontraba perdido y solo. Era bastante pequeño y se puso tan nervioso que comenzó a llorar y gritar hasta que notó como algo tocaba su hombro. Cuando comprobó de qué se trataba, el caballo relinchó y Richard no lo dudó ni un segundo. Se subió al caballo y los dos regresaron a casa. Esa fue la primera vez que subía a un caballo y comprendió que se había portado bastante mal con él.

Unos años después, tras la muerte repentina de su padre, Richard compró varios caballos con el dinero que su padre les había dejado. Montó un pequeño negocio y se dedicó varios años a comprar y vender caballos, ganando lo suficiente para mantener la casa, cuidar a su madre, a si mismo y a los caballos. Cuando conoció a Clara, su suegro lo ayudó en el negocio y fue ahí cuando nació "Rancho Montero". Esa pasión por los caballos se la trasmitió a su hija, la cual pasaba más tiempo en el rancho que en casa.

A Elisa le encantaba que acudieran al rancho personas provenientes de otros países, sin importarle si eran cercanos o lejanos. Le encantaba comparar las diferentes maneras de hablar y de vestir, y los observaba oculta detrás de los pilares de los establos mientras jugaba al mismo tiempo a los detectives. Procuraba qué no la viesen y ella, en una pequeña libreta, apuntaba desde el color de los ojos hasta que talla de zapatos creía que llevaban y emparejaba a los compradores con su caballo ideal. Además, tenía mucha curiosidad por aquellos países de los que oía hablar, algunos con costumbres muy extrañas y diferentes, que hacían despertar su imaginación.

Cuando tenia 5 años, una pareja que se había casado recientemente, acudió al rancho en busca de un caballo para regalárselo al padre de la mujer el cual había sido un amante de las competiciones de caballo. Con ellos se habían traído un perro más grande que el potro más pequeño que había en el rancho. Años más tarde, Elisa descubriría que se trataba de un mastín. El perro había salido a olfatear, lejos de sus dueños y Elisa, con cierta curiosidad, se acercó a él. Media hora, su padre y la pareja los encontró llenos de barro y a  la pequeña riéndose a carcajadas mientras el enorme perro dejaba su cara llena de babas. 

Un día en el rancho aparecieron una mujer y su hijo. Cuando Elisa los vio, apostaría a Gaso, y eso solo lo hacía cuando estaba completamente segura, a que el niño tenía su misma edad y eso hacía que aún le llamara más la atención. Eso y que era el primer niño que acudía al rancho.

Aunque a Elisa le encantaba el negocio de sus padres y le gustaba escuchar las conversaciones relacionadas con los caballos y con aquellas palabras tan complejas que asustarían a cualquier niño, sabía que era un mundo de mayores. Por ello, a ningún adulto se le ocurría llevar a un niño al rancho por miedo a que los animales se asustasen e hirieran a sus hijos. Por eso, el hecho de ver a aquel niño, despertó su curiosidad.

A pesar de que el niño llamaba especialmente su atención, la mujer no se quedaba atrás. Era alta y delgada, con unas facciones muy bellas. Tenía un cabello largo y negro y llevaba puesto un fino vestido con unos zapatos de tacón bajo. Aunque lucía muy bella con ese vestido, a Elisa no le pareció una ropa muy adecuada para un lugar como el rancho así que anotó, en su libreta, que debían pertenecer a una familia adinerada. Sin embargo, había algo en aquella mujer que la hacía permanecer en alerta.

Pero no solo el niño llamaba especialmente su atención, sino también la mujer que lo acompañaba. Era alta y delgada, con unas facciones muy bellas. Tenía un cabello largo y negro y llevaba puesto un fino vestido con unos zapatos de tacón bajo. Aunque lucía muy bella con ese vestido, a Elisa no le pareció una ropa muy adecuada para un lugar como el rancho así que anotó, en su libreta, que debían pertenecer a una familia adinerada. Sin embargo, había algo en aquella mujer que la hacía permanecer en alerta.

Por otro lado, el niño que la acompañaba llevaba unos pantalones cortos y una camisa azul con todos los botones perfectamente colocados. Elisa juraría, por la expresión del niño, que este deseaba desabotonarse el botón del apretado cuello pero su madre parecía demasiado estricta como para aceptar tal rebeldía por parte de su hijo.

Su padre les indicó que lo siguieran para mostrarles los caballos y Elisa corrió lo más rápido que pudo para esconderse en su sitio favorito sin darse cuenta de que el niño había captado su presencia.

Cuando consiguió buscar un lugar más alejado desde el que observar a los nuevos visitantes, se dio cuenta de que el niño había desaparecido. No había pasado ni diez segundos y Elisa ya lo había perdido de vista. Ni siquiera parecía que su padre y la madre de este se habían dado cuenta de su ausencia.

Un ruido en la entrada del establo llamó la atención de su padre y de la mujer así que Elisa aprovechó y se escabulló por la puerta trasera. Una vez fuera, intentó normalizar su respiración y corrió hasta el pequeño estanque que había en las inmediaciones del rancho. Elisa solía pasar ratos observando en silencio y sin mover un solo musculo de su cuerpo, a la espera de que alguna pequeña rana asomara su cabeza por fuera del agua. Más de una vez se había asustado cuando estas salían del agua.

Mientras esperaba, escuchó unos pasos cerca de ella. Se giró para observar de quien se trataba. Era el muchacho de antes. Los dos niños se miraron fijamente durante un rato hasta que él rompió el silencio.

- Hola - la saludó el niño – Te he visto en el establo

- Sí – fue lo único que Elisa supo contestar. La había descubierto. Había fracasado como detective.

- Me llamo Benjamín – se presentó y extendió su mano a modo de saludo.

Tenía una apariencia impecable. Era asombroso encontrar a un niño que parecía más bien un adulto por su manera de hablar y comportarse. Pero al fin y al cabo era un niño y se había alejado de su madre para perseguir a la chica de los establos.

- Elisa – dijo y respondió al saludo

- ¿Eres hija de alguno de los trabajadores? – le preguntó

A Elisa le molestó ese comentario. No era hija de ninguno de los trabajadores pero reparando en la ropa que llevaba puesta, bastante sucia y desgastada, no era de extrañar que pensara eso. Unas voces sonaron a lo lejos.

- Debo irme – le dijo Benjamín sin esperar su respuesta.

El niño echó a correr en dirección al establo cuando Elisa comprendió que las voces que sonaban desde el establo eran la de su padre y la de la mujer.

- Fijo que está jugando – escuchó decir a su padre.

- ¡William! – la voz de la mujer sonó mucho más fuerte. El niño era un pequeño mentiroso.

Pasaron un par de semanas hasta que Elisa se volvió a encontrar con el niño. Esta vez fue ella la que se acercó por detrás mientras el niño observaba a los caballos pastar tranquilamente. Su padre les había contado a su madre y a ella, que la mujer estaba interesada en comprarle varios caballos pero como venían de otro país, el papeleo era mayor al tener que trasladar los caballos de un lugar a otro.

Gaso se encontraba pastando cerca y, al verla llegar, levantó su cabeza hacia su dirección haciendo que el niño también lo imitara. Ese día, Elisa llevaba un vestido de flores que su madre le había obligado a ponerse para acudir al mercado esa mañana. Nada más llegar a casa y ver un coche aparcado bastante caro delante del rancho, le hizo pensar que tal vez el niño había vuelto y corrió en dirección al rancho para comprobarlo por sí misma. Por el camino, había ensuciado sus zapatos nuevos de tierra que más le valía limpiarlos antes de que su madre la viera.

- La chica del rancho – dijo Benjamín al verla con un aire que a Elisa no le gustó.

El niño se acercó a ella con paso decidido. Llevaba unos vaqueros y un polo de color blanco que resaltaban sus ojos azules.

- Elisa – le recordó su nombre.

- Cierto. Siento haberme marchado así el otro día – dijo rascándose la nuca – A mi madre no le gusta que me desaparezca sin avisar – Al ver que Elisa no respondía, se giró y señaló a Gaso - ¿Ese es tu caballo?

Elisa asintió. No sabía hasta qué punto debía de fiarse de ese niño pues le había mentido cuando le dijo su nombre.

- Entonces no eres la simple hija de un trabajador – se giró y la miró a los ojos.

- ¿Y qué si lo soy? – le contestó malhumorada.

- Nada, nada – se intentó disculpar – Solo aventuraba. Como no hablas mucho.

- Mis padres dicen que no debo hablar con desconocidos.

- Se refieren a desconocidos adultos. No niños – dijo y se señaló a sí mismo. Otra vez volvía a hablar como un adulto – Yo soy un niño.

- Ya lo sé – contestó Elisa molesta.

Benjamín o William, no lo sabía muy bien, solo sonrío. Elisa no quería decirle que era hija del dueño del rancho Montero ni tampoco que sabía que le había mentido con respecto a su nombre. En lo que sí que Elisa no le había mentido era en que Gaso era su caballo. Se sentía muy orgullosa por ello. 


----------------------------------------------------------------------------------------------

Aquí va el primer capítulo. Más bien es un capítulo introductorio para ir metiéndonos en la historia de Elisa.

Indicadme si os ha gustando dándole a la estrellita y dejando un comentario.

Se agradece enormemente 

Un saludo 

PD: Este es un caballo caballo overo

Publicado: 21 Septiembre, 2019

Actualizado: 26 Julio, 2019

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top