3.3. Por una vida sin preocupaciones
Era plena noche, a unas horas del amanecer y toda la ciudad de Vultriana permanecía en sombras y neblina. Ashe estaba despierto desde mucho antes y fue solo cuando lo único que podía escuchar era silencio que lo decidió. Era la mejor decisión, y aquella vez al menos no tenía que cuestionarse todo para decidir marcharse.
Cuando se levantó de la cama, Adhojan se retorció en el suelo. Ashe se quedó quieto para no despertarlo, y en el silencio, solo escuchó su corazón.
—¿Te vas a ir? —preguntó con calma y en voz baja.
—Sí.
Adhojan suspiró, pero no se removió ni se levantó, no parecía que fuera a hacer algo para detenerlo.
—¿Vas a despedirte de Mariska?
Ashe no respondió de inmediato. Sacó sus cosas debajo de su cama y las colocó sobre el colchón.
—Es mejor así.
Aquella vez, Adhojan no respondió, ni se movió mientras ordenaba el resto de sus cosas. Ashe creyó que se había dormido para entonces, así que en silencio se colocó las botas, sacó la espada debajo de su colchón y la colgó en su cintura. Cuando Ashe caminó hacia la puerta con pasos silenciosos, Adhojan habló de nuevo.
—Ashe.
Se detuvo.
—Perdón por lo que dije y lo que te hice —dijo—. No reveles a nadie quién eres, ni tu espada... Eso... Y que tengas un buen viaje.
—Gracias.
—¿Quieres que le diga algo a Mariska, a su madre y abuelos por ti?
Ashe pensó las palabras, todo lo que le quería decir a Mariska, a Geriel, a Erden, a Erile, a Lekatós, a Lidge, a Lashyn, Sarsen y Diriske... Todos los agradecimientos que no podía decirles en una carta, y que no podía pedirle a Adhojan que repitiera. Se mordió la mejilla, y luego sonrió para sí. Si sus maestros siguieran vivos, le dirían que era un malagradecido por ni siquiera ser capaz de escribirles algo.
—No.
—¿Seguro?
Ashe asintió en la oscuridad y salió del cuarto.
—Adiós, Adhojan.
Adhojan se quedó en una habitación vacía, ya no podía escuchar la respiración tranquila de su compañero de cuarto, ni sus movimientos, ni sus balbuceos entre sueños. Había hecho lo que podía, y aunque se sintió más tranquilo ahora que se alejaba, no pudo volver a conciliar el sueño al pensar en todo lo que le deparaba a Ashe si decidía viajar solo.
Por su parte, Ashe bajó las escaleras con pasos cuidadosos, silenciosos. Atravesó el patio y caminó hacia sus cabras, ambas estaban dormidas, pero la más grande se despertó de inmediato cuando escuchó los pasos de Ashe y la más joven cuando escuchó el siseo de la hierba. Se acercaron a Ashe en la noche, con pasos emocionados y balaron.
—Shh, shh —les dijo y callaron mientras masticaban.
Ashe las miró por un rato con un poco de nostalgia. Lo habían acompañado desde hacía mucho tiempo, eran el regalo de Leifhite, y sus compañeras de viaje después de irse, y a pesar de todo lo que habían pasado juntos, no podía llevárselas. A donde planeaba ir, sería difícil cuidarlas, encontrarles comida y agua... Incluso él mismo sabía que no lograría ese viaje, pero no podía decidir el destino de ellas por mero egoísmo.
—Pórtense bien —pidió Ashe mientras acariciaba a la más grande—. Nada de comerse la ropa de otra gente...
Después de verlas comer un rato, Ashe abrió la puerta del patio y salió. No había luna, solo estrellas que no podía discernir en el cielo. Se quedó en la entrada un rato hasta que escuchó zancadas en el patio.
Ashe no pudo quedarse más tiempo, se dio la vuelta de inmediato a las calles solitarias, pero antes de poder alejarse más de la casa Alerant, Mariska gritó con todos sus pulmones desde el patio.
—¡Ashe! ¡Ashe! —gritó ella y se apresuró hasta alcanzarlo—. ¡Ni te atrevas! ¡Ashe!
Ashe se detuvo un momento, apretó los labios y se obligó a seguir. No la miró mientras se alejaba de la casa. Escuchó el portón principal abrirse y luego más zancadas.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella entre jadeos—. ¡Ashe! ¡Responde! Sea lo que sea...
Ashe apretó aún más los labios y apresuró su paso entre la niebla marina. No se atrevió a mirar atrás, ni a Mariska directo a los ojos. Sabía que si lo hacía, que si se detenía, ella sabría todos sus problemas de inmediato, y él perdería toda la convicción para cumplir su plan. Y entonces, ¿qué le quedaría? Nada. Una vida sin nada. Un sueño tranquilo, pero nada más que eso.
—¿Fue por el festín? —preguntó ella—. ¿Te molestó?
No. No era eso. Estaba agradecido... Jamás alguien había hecho algo así por él, y hubiera deseado no ser tan torpe como para atreverse a ir antes. Tal vez el siguiente año... Pero no existía ese futuro. Siguió avanzando y luchó por no mirarla.
Y entonces ella se plantó frente a él, colocó una mano frente a él. Ashe se detuvo, retrocedió unos pasos, bajó la vista, ajustó la mochila y decidió rodearla sin mirarla al rostro, pero ella lo volvió a interceptar entre jadeos.
—Di algo, Ashe, por favor —suplicó ella—. Lo que sea... Di que odias el té con jengibre. Di que no te gusta que el abuelo se robe tu incienso... No sé. Di que me odias. Dime qué hice mal... ¿Algo?
Ashe desvió la mirada, había un nudo atado en su garganta que le impidió hablar, moverse, ser. Quiso decirle que no odiaba nada de eso. Que tomaría el té con jengibre que preparaba la madre de Mariska el resto de su vida a pesar de que picaba en su garganta si eso significaba quedarse un poco más. Que no le importaba que Erden tomara incienso para él. Quiso decirle que no la odiaba, que no era su culpa ni de ninguno, que aquello era algo que debía hacer... Pero al final, como toda su vida, solo pudo agachar la cabeza con un nudo en la garganta.
—Ashe, por favor...
Y entonces escucharon otras pisadas, cuando Ashe miró detrás de él, Adhojan estaba en medio de la calle y la madre de Mariska también. Ashe los miró, y sus piernas parecían estar a punto de flaquear, pero se obligó a quedarse de pie. Había podido caminar sin problemas luego de un montón de latigazos, luego de una daga en su pierna, luego de una cortada reciente, luego de todo lo que había vivido, siempre se había mantenido de pie.
Entonces, ¿por qué en aquel momento sentía que era de cristal? ¿Por qué se sentía como uno de los vitrales del templo a punto de romperse por una roca?
Ashe tragó saliva.
—Volvamos a casa, Ashe —dijo la madre de Mariska—. Estoy segura de que podemos solucionar el problema que sea... Incluso si deseas irte, no te lo impediremos. Pero deja que te ayudemos.
—¡Mamá!
—Mari, es la decisión de Ashe.
Era su decisión. ¿Alguna vez había podido decidir?
Otorgaron su vida a un dios que básicamente lo había condenado a morir, otorgaron su vida para proteger los tesoros de un rey muerto, otorgaron su vida y durante todo ese tiempo él creyó que debía de seguir los designios de An'Istene y Kirán. Pero ya no estaba en un templo vacío. Había un montón de personas que día a día hablaban con él, que le habían dado en un año la felicidad que no obtuvo jamás en una vida entera. Otorgarles la vida a ellos... Ashe sabía que se negarían, que no necesitaban nada de él para ser como eran. Iba a morir, no quería hacerles eso ellos...
Con los ojos de Mariska clavados en él, suplicantes, Ashe suspiró despacio y decidió entregar todo...
«Lo lamento».
Era egoísta.
Pero al menos así, podría vivir al menos ese último año con aquella felicidad efímera. Al menos así podría morir mil veces más sin importarle nada, sin importarle si había conocido a quien quería encontrar.
Y así, Ashe miró a Mariska, apretó los labios y los ojos. Las lágrimas escurrieron en su rostro, y como siempre en su vida, contuvo los gritos. Aunque trató de enjuagarlas y decirles algo, no pudo decir nada. Mariska se acercó a él, pero no lo tocó, ni invadió su espacio. Lo miró con tristeza mientras Ashe lloraba en silencio, y se quedó con él hasta que el horizonte se tiñó de rosa. Era un nuevo día.
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Cuando regresaron a casa, Ashe seguía enjugándose las lágrimas y solo la madre de Mariska estaba hablando. Les dijo a los tres que prepararía té de leche y algo para comer. Cuando todos entraron, Ashe se quedó en la puerta junto a Mariska.
Tenía los ojos hinchados con ojeras y la nariz roja, pero lucía un poco más animado que antes. Por fin ahí, dijo algo.
—Mari...
—¿Qué pasó, Ashe?
—¿Crees...?
Mariska enarcó una ceja, Ashe pareció mirar en dirección a Adhojan y a Erile, y cuando pareció que no estaban cerca, Ashe bajó la mirada.
—¿Crees que merezco esta vida?
Mariska frunció el ceño, su corazón se estrujo. ¿Por qué estaba preguntándole aquello? Mariska trató de componerse lo mejor que pudo para responder, sonrió con amabilidad.
—Por supuesto que sí, Ashe... —dijo Mariska—. Mereces tu vida, y más... Quizá no tenemos un palacio, ni riquezas, ¿y qué? Igual creo que te lo mereces.
Ashe sonrió un poco ante el comentario, luego se mordió la lengua y preguntó.
—Si... Si mi madre siguiera viva, ¿crees que sería buena idea buscarla? ¿Crees que se enojaría?
—¿Tu madre, Ashe?
Ashe bajó la mirada.
—¿Quieres buscarla, Ashe?
Ashe asintió, pero no la miró a los ojos.
—Pero no sé si quiere verme...
—¿Por eso empacaste?
Ashe asintió lentamente. Era una verdad a medias, pero no podía decirles la segunda mitad después de aquel día, todavía no. Habría tiempo otro día. Mariska sonrió y asintió, entendía lo que él decía.
—Vamos a hablar con los abuelos y mi madre —sugirió Mariska—. Entremos a casa, hace frío...
Mientras los gallos cantaban y los primeros rayos del Sol se levantaban, Ashe les contó parte de la verdad mientras bebían té. No les habló del templo, ni de sus maestros, ni de quién era en realidad, pero les dijo que había huido del lugar en donde había crecido. No explico más sobre eso. Los abuelos de Mariska y su madre escucharon en silencio, mientras que Adhojan escuchó recargado en una pared. Antes de terminarse su té, Ashe miró su regazo.
—Mi madre dejó algunas cosas después de irse, creo... creo que eran para que la encontrara.
Los abuelos de Mariska lo observaron en silencio, su abuela tomó la mano de su esposo. Ashe sonrió para diluir la preocupación en sus rostros. La madre de Mariska le dio unos codazos para que fuera por más té, ella suspiró.
Ashe dijo algo más mientras ella se dirigía a la estufa, y ella se detuvo. Giró la cabeza, Ashe estaba recargado en la mesa. Su cabeza enterrada entre sus brazos. El corazón de Mariska se apretujo y regresó sus pasos.
—¿Ashe? —preguntó Mariska.
El abuelo le hizo una seña para callarse, en un momento, Ashe había recargado su mejilla en sus brazos, y en un instante había terminado durmiendo bajo el cansancio de varios días. Mariska lo miró.
«Quiero buscar a mi madre... Mi hermano sabe en dónde está... el Valle de Serpientes...».
N/A 23/11/2023:
Otro capítulo editado, otro capítulo corto. Lamento mucho que estos sean demasiado cortos (en realidad no :DD la precuela tenía capítulos mucho más cortos). Agregué un pedazo para hacerlo un poco más largo, pero apesto añadiendo palabras acá (a diferencia de las siguientes partes con capítulos re largos).
No hay actualización doble porque si hago actualización doble no habrá capítulo en Navidad u.u En fin, terminamos el capítulo 3 :DDDD
Dato curioso del día: el motivo por el cual la precuela y la secuela tienen nombres larguísimos fue en joda para la gente que da consejos para títulos y dicen que deben ser cortos. Al parecer el plan no salió bien porque ahora las novelas chinas con nombres larguísimos son más comunes por acá con las traducciones... So yikes. Igual me niego a poner nombres más cortos.
Bueno, otra cosa medio importante a añadir: HIATUS. Sí, así es, lo lamento u.u pero no puedo terminar el semestre, hacer el Nanowrimo y editar al mismo tiempo. Perdón por las molestias, pero prometo compensar con actualizaciones dobles cuando los tenga editados. Se preguntarán si la edición es necesaria... Sí lo es. Lo es mucho mucho.
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