26 Susurros


-¿Pero lo crees? -preguntó Lex por quinta ocasión en menos de una hora. La misma hora que tenían de haber sido reunidos en una pequeña sala donde solamente había un sillón largo, una mesa de centro y dos charolas donde les había sido dada la cena-. Dices que te mostraron lo mismo que a mí.

Quizás un poco más, pero Karin no veía necesario compartir todo con él en ese momento si tendrían tiempo de sobra para hacerlo después, salieran o no de ahí. No sabía por qué habían sido cambiados de ubicación. Hasta antes de reunirlos y de que suspendieran los interrogatorios, ella había estado en una celda de metro y medio donde solo había cabido una cama y una taza de baño para hacer sus necesidades, lo que desafortunadamente ella había tenido que hacer sabiéndose vigilada. No les habían permitido hablar entre ellos, no habían dejado que Karin estableciera comunicación con Fred para preguntar por su hermano, no le habían dicho más de Kaltos ni tampoco le habían informado cuándo los liberarían... o por qué no.

Ese día se cumplía el segundo de su captura y estaba por anochecer. El reloj de aguja sobre la pared marcaba las cinco con veinte de la tarde. La cena había llegado caliente pero Karin no la había tocado. Tenía hambre, pero sentía el estómago tan anudado al pensar en lo que su pequeño hermano debía estar imaginando sobre su ausencia que el primer bocado de pasta se había negado a bajar sobre su garganta y casi la había asfixiado, haciéndola toser y escupir. Lex, en cambio, había devorado todo.

-¿Cómo...? ¿Es que cómo es posible? Ni siquiera sabía que esas cosas eran reales para empezar.

Karin sonrió sin ningún dejo de gracia.

-Hasta hace siete meses los zombis eran ficciones que transmitían en series de televisión y ahora huyes de ellos. ¿Te parece imposible que los vampiros existan?

-¿Es eso entonces? Suena tan... absurdo. ¡Suena ridículo! -chistó Lex.

Sí. Eso mismo pensaba Karin, pero no creía necesario añadir más palabras a lo que había sido dicho y repetido miles de veces tanto fuera como dentro de su cabeza. En un inicio había creído que sus anfitriones (secuestradores, quedaba mejor) estaban dementes, pero conforme habían hablado y explicado muchas cosas referentes a la conducta y comportamiento de Kaltos, todo había cuadrado perfectamente. Tanto que había sido escalofriante. Las salidas exclusivamente en la noche, su destreza para desenvolverse entre los infectados, la manera en la que hablaba, en la que reaccionaba, cómo anticipaba los pensamientos y las acciones de Karin y los demás, la facilidad para conseguir alimento, su fuerza y... todo lo demás.

Absolutamente todo lo demás.

«Son seres bellos», repitió Karin en su mente lo que Mariana le había dicho en el interrogatorio. «Son seres con una increíble facilidad para seducir y cautivar». ¿Kaltos hacía eso en verdad?

Sus ojos grandes y castaños se materializaron en sus pensamientos. Su mirada torva y al mismo tiempo inquieta, la forma en la que se entrecerraba cuando sonreía ampliamente o cómo se clavaban en puntos muertos cuando se detenía a pensar en fondo. ¿Sería ahí, cuando se quedaba inmóvil, que lo que realmente hacía era entrar en la mente de Karin?

No se alimenta de comida humana, había añadido Mariana.

Pero Karin estaba casi segura de que lo había visto comer al menos una vez.

«¿Y cuándo fue eso? ¿Cuando giré el rostro para ver algo que me distrajo? ¿Cuando me mareé y él ya se había echado las papas a la boca? ¿Cuando algo sucede que por algún motivo me hace desviar los ojos de él y regresarlos cuando aparentemente ya se alimentó?

Karin se rio.

-Sí, suena ridículo -concordó con Lex, que al escucharla asintió y también se echó a reír-. Suena muy ridículo que por eso sería... ¿No sería aún más ridículo que fuera cierto y que en todo este tiempo jamás lo notamos? Vampiros, zombis... Dios.

«¿Y qué somos entonces para ti, Kaltos? ¿Tu rebaño? Ovejas de las cuales puedes alimentarte cada tantos días. Por eso nos arrojas a cambio unas cuantas latas de comida para mantenernos en forma y llenos de sangre».

-Tú misma lo dijiste -dijo Lex, abriendo los brazos a los lados para ampliar el significado de sus palabras-. Ya nada tiene sentido. Lo que creíamos ficción está volviéndose realidad. ¿Qué veremos después? ¿Brujas volando sobre sus escobas? ¿Hombres lobo? ¿A los Hombres X saliendo de la televisión para combatir el apocalipsis? Si es así, yo quiero un auto Transformer.

-Me conformaría con volver a ver a Rod. Solo con eso -suspiró ella.

Lex asintió, dejando caer los hombros.

-Sabes que lo fastidio mucho y eso, pero... también quiero volver a verlo, a él y al viejo... y a Geneve.

-Oh, sí... sobre eso -inició Karin para distraer la mente. Debía aclarar algunas cuantas cosas con Lex sobre su no-relación con Geneve.

El chico pareció entenderlo dada la forma en la que contrajo el rostro y se tensó de cuerpo entero.

-Geneve es ahora mi...

La luz se apagó de repente. Karin aún no terminaba de levantar la cabeza hacia el único foco que iluminaba la pequeña sala cuando de entre los bordes de la pared que se unían al techo, dos lámparas amarillas comenzaron a parpadear y una alarma se disparó. La primera reacción de Karin fue caminar hacia la pequeña ventana protegida con barrotes para correr la cortina y asomarse hacia el patio, que quedaba tres pisos abajo. Lex la acompañó enseguida, y ninguno se explicó el por qué del alboroto si afuera todo parecía estar normal.

-¿Alguna falla? -preguntó él.

-Mucha coincidencia, ¿no te parece?

-Mmh... ¿y qué hacemos?

-De momento, esperar -respondió Karin por entre el sonido de la alarma.

Cerró los ojos un momento para escapar del molesto parpadeo de las lámparas, y fue ahí cuando lo escuchó, el tronido inconfundible de una ametralladora abriendo fuego y el furor que le sucedió al instante. Intercambió una sorprendida mirada con Lex.

-Al diablo con esperar, debemos irnos ya -chilló él-. Esas mierdas están aquí. Estoy seguro de que entraron a la base y estos cabrones no pensarán en nosotros para ponernos a salvo. Si esperamos, estamos muertos.

Karin asintió y corrió hacia la puerta.

-Detrás de mí -le indicó. Él torció los ojos con fastidio, pero aceptó, pegándose a ella rápidamente-. Si la puerta está cerrada, deberemos forzarla. Piensa en algo para romper la perilla y... -Y la perilla se abrió cuando ella la giró. De nuevo, volteó hacia el muchacho, que se encogió de hombros, recordándole con eso su reciente conversación sobre el sin sentido que la vida había adoptado recientemente-. Toma lo que sea para defendernos.

-Solo está eso. -Lex señaló las charolas de metal-. Si nos tomamos unos minutos, podemos doblarlas y usar la esquina como filo, al menos en lo que encontramos algo más decente.

-Prefiero la pata de la mesa -dijo Karin, escéptica.

Trabajaron rápidamente en confeccionar sus armas, presionados por el chirrido de la alarma y el constante atronar de los disparos ya no tan lejanos como al inicio. La última ráfaga acababa de escucharse afuera. El zumbido de los proyectiles aulló frente a la ventana cuando algún incautó levantó el arma al momento de disparar. Karin no quería imaginar por qué. Pocos minutos después, ella y Lex estaban saliendo al pasillo, que estaba libre de guardias para ellos. Los tres que habían estado custodiando su puerta habían desaparecido, y los demás con los que se toparon en el camino, y que salían de todas las puertas y entradas de corredores, los ignoraron al saberlos un mismo frente unido contra los infectados.

Karin y Lex decidieron tomar las rutas menos usadas por los apurados soldados y civiles (así lo parecían puesto que su vestimenta era más bien casual) y descendieron rápidamente a la segunda planta. Las alarmas habían dejado de sonar desde hacía minutos, y la luz se había normalizado en un fulgor mortecino que no dejaba ver mucho más allá de unos cuantos metros. Los disparos aún sonaban en los alrededores, a ellos rápidamente se sumaron los gritos y las órdenes. Karin no podía imaginar cómo es que un lugar tan protegido podía haberse infestado de la noche a la mañana, sobre todo cuando ella estaba ahí.

-¡Karin! -gritó Lex segundos antes de que ella también lo mirara.

Doblando la siguiente esquina para entrar en un corredor cuyas ventanas estaban reventadas, la pared lateral salpicada de agujeros de bala y los cuerpos de dos hombres recargados en la pared con las cabezas inclinadas hacia abajo, una mujer se abalanzó hacia ellos en cuanto los miró aparecer. Se veía tan entera que por un momento Karin pensó que quería pedirles ayuda, pero bastó con escuchar sus gruñidos incoherentes y la manera en la que se desencajaron sus facciones para saber que se trataba de una infectada. Y una muy reciente dado que no tenía heridas muy aparatosas a la vista.

-¡A un lado! -gritó Karin, empujando a Lex lejos de ella.

La infectada continuó avanzando hacia ella con pasos torpes antes de echar a correr y tropezar con las piernas de uno de los cadáveres que estaban sentados contra la pared. Ese momento aprovechó Karin para golpear a la mujer con la pata de la mesa. No fue tan fácil como lo pintaba en las ficciones. El cráneo humano era duro y la endeble pata de una silla no era suficiente para romperlo a la primera, por lo que Karin tuvo que golpear tanto como le fue posible, luchando también contra la velocidad con la que la infectada se recuperó e intentó ponerse de pie. Si Lex no hubiera ayudado sujetándola del cuello con un pie, las cosas se habrían salido de control rápidamente.

-Tomemos sus armas -dijo Lex, señalando los cuerpos cuando el cerebro de la infectada finalmente quedó esparcido sobre la alfombra y los bíceps de Karin quedaron punzando por el esfuerzo.

Solo uno cargaba un rifle automático, del cual se apoderó Karin. El otro llevaba encima una nueve milímetros que Lex tomó con manos ansiosas. De ahí en adelante, el camino transcurrió de manera similar, tan lento y agonizante que Karin había dejado de escuchar los ruidos de fondo para concentrar su mente y su cuerpo en dar el siguiente paso que no la llevaría a la muerte.

La luz fallaba en algunos corredores, que parecían extenderse con los amenazantes parpadeos. Al llegar a uno particularmente largo, flanqueado por puertas abiertas y oscuras, le indicó a Lex detenerse e inspeccionó la profundidad con ojos inquisitivos. El ronroneo de una ametralladora rebotó en sus oídos, coreado por el siseo de la lluvia y los pasos en tropel de gente corriendo en el piso superior. Era un lugar grande, frío y de concreto, pero se sentía tan pequeño que el aire se respiraba viciado, con sabor a miedo. Lex, que solía alardear sobre el valor y la temeridad, estaba tan pegado a ella que Karin podía sentir su respiración en el cuello. Un poco más y el pobre se pondría a temblar.

-No me fío -lo escuchó murmurar-. Es... Es distinto de los demás. ¿No puedes sentirlo?

No exactamente como algo paranormal o extraño. Karin solamente notaba que el pasillo estaba más silencioso que el resto de la base, oscuro por secciones, y las puertas abiertas eran posiblemente barracas que habían sido deshabitadas cuando se había disparado la alarma.

-No podemos regresar. Debemos encontrar la salida rápidamente -indicó ella-. Sígueme. Recuerda lo que te enseñé.

Entró en la oscuridad con el rifle enristrado y su entrenamiento táctico, proeza de años de experiencia, latiendo en cada uno de sus instintos. Karin oteó en el interior de la primera puerta luego de asomarse con un movimiento rápido. No escuchó movimiento alguno ni percibió ningún peligro. Una lamparita instalada al fondo reveló un cuarto un poco desordenado, con una cena aún caliente sobre una mesita de noche y una tableta reproduciendo un video bajo una cobija.

Ella continuó pasillo arriba, pasando por otra puerta similar que oteó con la misma precaución e indiferencia hacia las pertenencias que en otro momento no habría dudado en tomar. No quería pensar en él en ese momento, pero Kaltos les había proveído de tanto en las últimas semanas que podría decirse que lo tenían todo para volver a sentirse como lo habían hecho al vivir antes de la infección. Tampoco quería pensar en Rodolfo. No si quería mantener la mente clara para moverse con mesura.

Tres puertas más. Tres barracas en distintos estados de orden y desorden. Karin revisó meticulosamente entre las sombras, basándose en lo que oía más que en lo que veía, que era limitado aun con la poca luz que entraba por las ventanas. En la última de esas inspecciones, se giró para continuar caminando, y la espectral aparición de una criatura pequeña en medio del corredor estuvo a punto de hacerla accionar el arma. Fue Lex el que la detuvo tras ponerle una mano sobre el hombro.

-Aguarda... Es una niña... ¡Es una niña! -repitió. Sin embargo, se quedó en su lugar, de pie a un lado de Karin, con los ojos fijos en la inmóvil criatura de cabello lacio y suelto, y carita llorosa-. Es... ¿Está infectada?

-¿Hola? -tentó Karin, saliendo de su estupor.

Otra ráfaga de metralla sonó de fondo, sumada por un montón de gritos que cada vez se escuchaba más cercanos. La base estaba perdida, y había que salir de ahí antes de perderse junto a ellos. La pequeña parecía intacta, así como lo había parecido la mujer que habían eliminado unos minutos atrás.

-Hola, ¿cómo te llamas? -preguntó ella de nuevo.

-Nimes -susurró la niña, recobrando el movimiento para recular cuando más y más ráfagas de ametralladora inundaron el pasillo con ecos demenciales.

Karin decidió acercarse pese a las advertencias de Lex, que le recordó que los infectados podían hablar y decir nombres entre las muchas otras cosas aleatorias que balbuceaban sin sentido alguno. Nimes estaba sana. Lo presentía.

-Me llamo Karin, y él es Lex. ¿Estás sola?

Nimes la miró con ojos grandes antes de que el llanto los inundara y las lágrimas resbalaran por sus mejillas. Iba a responder, cuando otra secuencia de disparos la interrumpió, indicándoles que debían marcharse cuanto antes, y eso hicieron cuando Lex se ofreció a cargar a la niña pese a las protestas iniciales de esta y Karin volvió a enristrar el rifle para despejar el camino. Como lo imaginaba, a partir de ese tramo, disparar fue inevitable. La infección se propagaba rápidamente, contaminando todo lo que tocaba como si el infierno hubiera enraizado en la Tierra.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top