6. Una cita casi perfecta
Esa mañana ingresó directamente al salón, sin detenerse, tenía una misión y no iba a olvidarla. Como sospechaba él ya se encontraba ahí, quieto como estatua, mirando por la ventana. Sólo ellos dos estaban en el aula, cerró la puerta y se paró frente a él.
Al notar una presencia, Ian volteó lentamente. La bonita muchacha de ojos azules parecía arder en llamas; su mirada llena de ira no se parecía en nada a la dulce y soñadora que reflejaba normalmente. Con la ira a flor de piel lo jaló de la corbata y le habló acercando su rostro.
— ¡Ya me tienes harta, completamente harta! Llegaste aquí queriendo ser el centro de atención y lo lograste, y no es normal. Estoy segura de que les hiciste algo a mis amigos, a mi familia y a mi perro, y te juro que descubriré qué es. Haré tu vida miserable y no descansaré hasta que todos se den cuenta de que no eres tan perfecto como pareces. —Sophie respiró agitadamente después de gritarle todo casi sin pausas.
En cuanto Ian sintió que la chica aflojaba su corbata y lo dejaba libre, retiró los audífonos de sus oíos.
— ¿Qué dijiste? —preguntó desconcertado.
Sophie lanzó un agudo gritito de desesperación al notar que Ian no había escuchado absolutamente nada de su amenaza. Ya iba a repetírselo cuando el maestro y otros alumnos ingresaron.
Con la tensión al máximo tomó asiento. El maestro depositó taciturnamente su maletín sobre el escritorio. Dio un rápido vistazo a la clase antes de comenzar. Carraspeó para llamar la atención de los alumnos que lo miraban aburridos.
—Buenos días, o no tantos debo decir —saludó paseándose frente a la clase—. Ayer, después de recibir los ensayos sobre el "Siglo de oro", estaba muy entusiasmado con la ilusión de encontrar maravillosos trabajos, puesto que tuvieron más de dos semanas para realizarlo —habló de forma serena, luego continuó con un cambio de tono, haciéndoles notar lo enfadado que se encontraba—. ¡Sin embargo, me encontré con basura, puro basura! ¡Solo copias de internet sin reflexión alguna! —Azotó un libro sobre la mesa y su voz retomó la serenidad previa—.Claro que siempre hay excepciones, menos del cinco por ciento de la clase realizó un buen trabajo, y sólo uno sobresalió. Uno de los mejores ensayos que he leído en mis años de docencia. —Sacó los trabajos de su maletín y extendió uno, en el cual un gran diez se lucía en toda la plana.
Sophie sonrió contenta, olvidando la ira y frustración con la que había despertado. Los halagos y felicitaciones siempre le reconfortaban. Ya estuvo a punto de levantarse para recibir el ensayo, cuando el maestro pronunció las seis letras que más detestaba.
—Ian Key, felicidades, realizaste un estupendo trabajo, eso sin mencionar que a diferencia de tus compañeros tú lo desarrollaste en sólo un par de días.
El muchacho recibió su tarea y varios aplausos se dejaron escuchar. Sólo Sophie se sentía a punto de desfallecer. Ya había aceptado que Ian le ganase en deportes, después de que su madre la convenciera en una extensa conversación de que los hombres poseían más testosterona, y que la victoria de Ian se debía a su ventaja biológica, pero que en la parte intelectual podían medirse a la par.
Era la primera vez que alguien, que no fuera ella, recibiera un sobresaliente. Comenzó a respirar cada vez más rápido con la mirada perdida, finalmente se levantó abruptamente.
— ¡Y yo qué! —reclamó.
—Tú también hiciste un buen trabajo, el segundo mejor de hecho —dijo el maestro devolviéndole su ensayo con desinterés.
Segundo mejor, aquello no era ningún consuelo; o era la mejor o no era nada. Mientras los chicos recibían sus trabajos con decepción, Sophie volteó a su izquierda. A Ian parecía no importarle, ni lo celebraba ni poseía ninguna expresión.
—No es posible, no es posible, no es posible —repetía durante el descanso, sentada bajo las escaleras, golpeando su cabeza contra la pared.
Melancólicamente caminó a la oficina de su padre. Él se enteraría tarde o temprano, así que decidió darle la trágica noticia. No sabía cómo iba a tomarlo, podía enfadarse o decepcionarse. Prefería la primera opción, no soportaría que él la viese con desilusión. Con la mirada gacha estuvo a punto de girar la perilla, la secretaria la detuvo.
—Tu padre está ocupado ahora, espéralo —le avisó bajando el auricular del teléfono.
El corto trayecto a una silla se interrumpió cuando a ella le pareció escuchar una voz familiar dentro la oficina. Miró hacia la secretaria, ella estaba muy ocupada con sus uñas y el teléfono, así que pegó su oído a la puerta. Su impresión había sido correcta, era Ian quien hablaba con el director.
—Ian ya son muchos días. Hice una excepción aceptando tu inscripción por internet, pero él debe firmar los papeles personalmente —decía la voz del mayor.
—Sí señor, lo entiendo y no quiero causarle problemas, pero él sigue de viaje —respondió el muchacho.
—Tienes quince años, no puedes vivir sin supervisión tanto tiempo, sabes que es mi deber informar sobre estas irregularidades.
—Por favor, le aseguro que mi tutor regresará esta semana.
—Bien, una semana... dile que me llame, le dejé mensajes y no me responde. También pasaré por tu casa en cualquier momento —dijo el director caminado hacia la puerta.
—Se lo diré, gracias. —Oyó Sophie por último antes de que la puerta se abriera.
Haciéndose a la desentendida, se alejó. Miró retadoramente a Ian mientras pasaba por su lado. Él simplemente le sonrió.
— ¿Qué pasa Sophie? —preguntó su padre y ella entró a su despacho, volviendo a bajar la vista.
—Yo... —comenzó nerviosa, pensando cómo iba a decírselo—.Yo... ¡lo siento! ¡Te fallé! —gritó a punto de llorar.
Nicolás nunca la había visto tan preocupada. No era como cuando le confesaba alguna travesura, parecía realmente serio. Ya comenzaba a armarse su película con hipotéticos casos, desde que su amada hijita consumía drogas hasta que estaba embarazada.
—Yo... —volvió a balbucear, tragando saliva.
—Sí... —le dijo expectante, esperando escuchar las fatídicas palabras.
—Mi trabajo fue el segundo mejor en la clase de literatura —soltó por fin, sintiendo un alivio en su alma.
— ¿Eso era?—espetó con molestia—.Casi haces que me dé un paro cardiaco, pensé que algo malo había sucedido.
— ¿Algo malo? ¡Es una catástrofe! No fui la mejor, Ian sacó un sobresaliente, yo no, soy una inútil, no merezco ser tu hija —habló dramáticamente, cayendo de rodillas al piso.
Su padre la miró serio, luego suspiró y se llevó las manos a la sien.
—Sophie, tu eres la única que se presiona por ser la mejor en todo. Que hayas quedado segunda por primera vez en tu vida no es una catástrofe. Deja de ser tan trágica. El que Ian saque mejores notas no me sorprende, es muy inteligente, de hecho, su colegio de Inglaterra me sugirió que lo adelante dos cursos.
— ¡Y por qué no mandas al cerebrito a último año! —reaccionó Sophie, olvidando su trágica actuación.
—Porque él quiere estar con chicos de su edad, no lo culpo, es algo solitario. Mejor tómalo como un reto, Ian te impulsará a mejorar.
—No gracias, prefiero deshacerme de él —dijo molesta mientras salía de ahí.
***
El intento de Ian por esquivar a sus compañeros había sido en vano. No entendía por qué lo seguían a todo lado. Apenas lo conocían, no sabían nada sobre él, cualquier cosa que dijese o hiciese les parecía extraordinario. Ya empezaba a tomarse en serio la intuición de Sophie, la que pretendió no haber escuchado, que él poseía algún tipo de poder especial que idiotizaba a la gente de su alrededor.
— ¿Ian dónde estabas?, te buscábamos —dijo July llevándolo del brazo.
Lo incluyeron en su conversación muy a su pesar. Desde que había llegado a ese colegio que sólo escuchaba a todos hablar de Sophie. Aunque ellos dijesen que no la soportaban porque siempre buscaba ser el centro de atención, le daban precisamente lo que ella quería.
— ¿Viste el rostro que puso cuando le dijeron que su trabajo no fue el mejor? debimos haberlo filmado —exclamó Andrés entusiasmado.
—Sí, Ian en serio eres mi héroe, tal vez contigo Sophie pase a la historia. Es que en serio, resulta tan molesta. Es tan... creída e inmadura —dijo Patricia.
— ¿Por qué no le dicen eso de frente? así al menos tiene la oportunidad de defenderse —reaccionó Ian, cansado de solo escuchar malos comentarios sobre la muchacha.
—De qué hablas —bufó Andrés.
—Que Sophie sí puede resultar algo molesta, pero se esfuerza por caerles bien, si no la soportan deberían decírselo, así no los anda molestando con su presencia y se busca otros amigos, que no hablen mal de ella —habló con cierta serenidad que se mimetizaba con enojo. Se levantó de la mesa que compartían y enseguida los chicos le preguntaron atónitos por su reacción:
— ¿A dónde vas?
—A otro lugar, ya me cansaron, lo único que hacen es hablar de la hija del director, en verdad parece que su vida gira en torno a ella —avisó por último retirándose. El resto no se movió, permaneció estático y atónito, nunca nadie les había hecho semejante desplante. Todos morían por ser sus amigos. Ian renunciaba abiertamente a los privilegios especiales de ser parte del grupo élite de la clase. Su retirada lo había marcado para ellos. Ian era uno más del montón a partir de ese momento, y no sólo eso, se encargarían de rezagarlo de cualquier grupo social.
***
La hora del almuerzo, en la que todos se reunían con algún grupo de amigos, llegó después de un pesado día. Ian evitó la mesa que solía compartir con sus compañeros; en su lugar se dirigió a sentarse con Tiago.
Sophie estuvo a punto de ir a comer al jardín, sola como en los últimos días, pero sorpresivamente sus amigos la llamaron más animados que nunca. Que la convocaran de una forma tan cordial la hizo sentir bien, y el notar que Ian no estaba presente ensanchó su sonrisa todavía más.
—Tu hermana es tan rara... —le dijo Ian a Tiago, observando como la muchacha rebosaba de alegría.
—Más de lo que crees, pero eso la hace divertida —le respondió acomodando sus dos bandejas llenas de comida.
—Y es tan, tan, bonita —intervino Mauricio, uno de los mejores amigos de Tiago y principal acosador de Sophie.
—No sé qué tanto le ven —Ian levantó los hombros recordando las muchas conversaciones que los chicos del colegio tenían sobre ella. Ya hasta tenían un pozo acumulado como premio a quien lograse besarla primero, y un premio mayor a quien lograse hacerse su novio o llegar mucho más lejos.
— ¿Estás insinuando que me hermana es fea?
—No, no es eso... solo que estoy cansado de escuchar sobre ella todo el día —se defendió nervioso por la amenazante y molesta mirada de Tiago.
***
Sophie no cabía en sí de felicidad al sentirse en centro de atención nuevamente. Le parecía extraño que Ian no se encontrara ahí, tal vez, como el día anterior, había decidido comer en el jardín.
—Ian es tan patético, escudándose con los de tercero —mencionó Andrés, atisbando a la mesa de Tiago.
Sophie dirigió la mirada instintivamente en esa dirección. Su felicidad se vio frustrada cuando la imagen de Ian junto a su hermano se cruzó ante sus ojos.
— ¿Por qué está ahí? —preguntó molesta.
—Porque es un perdedor. Nos dimos cuenta de lo tonto y extraño que es, además que no nos gustó nada la forma en la que hablaba de ti —mintió Patricia, esperando que Sophie mordiera el anzuelo.
— ¿Qué decía de mí? —bajó el tono de su voz con preocupación.
—Que eres molesta y que no deberíamos ser tus amigos, así que lo mandamos a volar.
A Sophie se le hizo extraña esa declaración. Lo que Ian pensaba de ella ya la tenía sin cuidado. Que los chicos que normalmente lanzaban su reputación por el suelo la defendieran le parecía más increíble. Pensó con una falsa ilusión y satisfacción que ellos eran amigos verdaderos, que no permitirían que terceros la insultaran. Posiblemente las cosas comenzaban a cambiar.
***
Con una confusa sensación de bienestar y frustración por el extraño día que tuvo, ya se disponía a salir cuando Esteban apareció. No pudo evitar que su corazón se acelerase y al mismo tiempo un dolor lo invadió como veneno. Engreídamente le dio la espalda y caminó sin prestarle atención; él corrió a su lado.
—Hola Sophie —la saludó con una de sus amables sonrisas.
—Hola —espetó.
— ¿Qué sucede? ¿Estás enfadada por qué me fui temprano de tu fiesta?
—No.
— ¿Entonces?
—Nada, ¿sí? no pasa nada. Si tenías que irte, pues tenía que irte. Eras un invitado más, tu presencia no resultaba imprescindible —sentenció bastante molesta. Escuchar que él tenía cosas más importantes que hacer con su novia, resultaba un penoso y persistente recuerdo de que los sueños que había forjado en torno a él, eran platónicas fantasías.
—Sí, tienes razón, yo no soy importante para ti ni nada parecido. Supongo que disfrutaste más con los chicos de tu curso. Aunque escuché que la fiesta no acabó muy bien... —dijo con decepción, intentando seguir los apresurados pasos de la joven—. De todas formas me pareció algo descortés, es que Débora insistió demasiado, quería que fuéramos a otro lado, yo quería quedarme, de verdad; la estaba pasando genial.
—Qué bueno —volvió a lanzarle una corta respuesta, esperando que se fuera, escucharlo hablar de la tal Débora la sacaba de sus casillas, casi tanto como Ian.
—Bueno, quería compensarte, ¿qué tal si esta tarde salimos un rato? —le pidió deteniéndola, tomándola de la mano.
Sophie se dio vuelta y lo miró con desprecio, le parecía un descaro el pedirle tan cínicamente salir cuando minutos antes le hablaba de su novia.
—No creo que a tu novia le agrade que andes invitando a otras chicas a salir. —Retiró su mano de un tirón e intentó retomar la marcha.
—Débora ya no es mi novia —explicó antes de que el alejamiento se alargara—.Terminé con ella el día de tu fiesta, si hay algo que no soporto es que dispongan de mi tiempo sin consultarme.
Sophie sintió que renacía, su alma partida era curada como con un hechizo mágico que no dejaba la más mínima cicatriz.
—Bueno, en ese caso sí —habló tímidamente, enredando un dedo en su cabello.
—Bien, paso por ti a las cinco —le sonrió satisfactoriamente y se despidió de ella con un beso en la mejilla.
Ella no salía de su ensueño, puso una mano sobre el lugar del beso y deambuló torpemente a la salida.
***
Un poco de maquillaje, la ropa nueva que Thaly le había traído de su viaje y las hebillas de flores azules, fueron suficientes para que estuviese perfecta para su cita. Casual y arreglada al mismo tiempo.
Por un momento Sophie consideró que se encontraba presa de sus fantasías, la salida con Esteban hasta le había hecho olvidar al otro muchacho por completo. Sin embargo, un mayor reto se encontraba vigente: su padre. Debía encontrar la forma de salir sin que él la notase. Había pensado en decírselo a Thaly, ella comprendería de seguro, mas guardarle secretos a su esposo no era una de sus mayores habilidades. Si bien podía mentir con una facilidad experta al resto del mundo, con Nicolás le era imposible, parecía que él poseía un detector de mentiras especialmente diseñado para ella.
Después pensó en Tiago, pero a él tampoco le agradaba Esteban y de su hermano menor ni hablar, en esta ocasión él le resultaba inútil. Pensó en la mejor coartada: Alan.
Agarró el teléfono y lo llamó, preguntándole si podía dormir en su casa esa noche. Era común que ella pasara algunas noches en casa de sus tíos. A su primo le mintió diciendo que iría a las ocho puesto que tenía tarea, y a su padre también le mintió con la hora, diciendo que iría a casa de Alan a las cinco. Eso le daba un desfase de tres horas entre una mentira y la otra.
Poco antes de la hora prevista salió a la calle. Esperó muy poco, Esteban llegó puntual, vestido con un pantalón corderoy y una camiseta de manga larga. Sophie lo contempló soñadoramente mientras se acercaba. Antes de que llegara siquiera a media cuadra de la casa, corrió hacia él y lo jaló del brazo hacia su auto que esperaba en la acera del frente.
—Estás muy linda Sophie, bueno siempre estás linda —dijo mirándola de reojo mientras conducía.
Ella asintió esquivándolo hábilmente, ocultando el ligero sonrojo que se había formado en sus mejillas.
— ¿A dónde iremos? —preguntó distraídamente.
—Pensé que podíamos ir al cine del centro comercial y luego a comer.
Sophie volvió a asentir, eso realmente sonaba a una cita, su primera cita; estaba realmente emocionada.
Llegaron a su destino, Esteban pagó las entradas y la metió en una sala, no le preguntó siquiera qué quería ver, él ya estaba consciente del tipo de entretenimiento del que la muchacha disfrutaba. Entraron a ver una película de acción, llena de explosiones y autos. Sophie suspiró resignada, ese era el tipo de películas que veía con Alan y Tiago, dado que jamás la acompañarían a ver una romance.
De todas formas sonrió y la vio entusiasmada, Esteban la conocía, al menos la parte que ella mostraba al mundo. Casi no vio nada, ni le prestó atención al argumento, el cual no era sustancioso; estuvo más pendiente del muchacho de su lado. Parecía una romántica novela, justo tenía que ser él quien la rescatara ese día y a partir de ese entonces, parecía notar su existencia, demasiado.
— ¿A dónde quieres ir ahora? — le preguntó al salir de la sala de cine, posando una mano sobre el frágil hombro de la chica.
—Ah... no sé —balbuceó nerviosa ante el contacto, luego dirigió la vista hacia el arcade.
— ¿Quieres ir ahí?
—Sí, puede ser.
—Qué raro, a las chicas no les gusta ese tipo de cosas, pero si quieres te enseño a jugar —dijo con un entusiasmo que Sophie no se animó a cortar.
Sophie pasaba mucho tiempo en ese lugar, tenía la puntación más alta en todos los juegos. Sin embargo, prefirió callar, sería mejor pretender que no sabía nada y Esteban le explicase inútilmente.
Mientras él miraba al rededor, considerando cual era un juego sencillo que pudiese enseñar a la muchacha, ella corrió al mostrador.
Aitor, el joven dueño del local se encontraba ahí, leyendo una revista. Conocía tan bien a Sophie que muchas veces la dejaba jugar gratis.
—Hola Sophie —la saludó levantando la vista de su lectura.
— ¡Shhh! —lo cortó y le habló en un susurro—. Haz de cuenta que no me conoces.
— ¿Por qué? —susurró de forma misteriosa.
—Tú sólo hazme caso.
— ¿Qué pasa? —Esteban se aproximó a ella, rodeándola con un brazo y dándole a entender al otro joven que la linda chica estaba con él.
—Le preguntaba cuanto costaba cada juego —interrumpió Sophie.
—Se compra una tarjeta y le cargamos crédito, cada juego tiene un precio diferente—le explicó calmadamente, como si fuera una ignorante total.
Compró la tarjeta y la llevó a una maquina. Aitor le hizo un gesto que denotaba que aquel chico no le agradaba y la chica le respondió con una mueca amenazante.
Esteban no era muy bueno jugando e intentaba explicarle sin éxito a la muchacha. En cierto punto ella ya comenzaba a exasperarse, él no tenía ni idea de lo que hacía, sólo intentaba lucirse frente a ella para no quedar como un inútil.
—No importa —le decía Sophie, y hábilmente cubría la pantalla después de cada juego, para que no viese su nombre escrito entre las puntuaciones más altas.
—Voy a recargar la tarjeta—anunció Estaban.
Sophie volteó hacia la máquina, como siempre, quería ver su nombre escrito en primer lugar. Quedó paralizada al no ver un "Sophie Cohen" junto al número uno, en su lugar estaba "Ian Key", no solo en el primer lugar, sino en las diez puntuaciones más altas.
La ira hacia el muchacho volvió a cegarla. Sacó su propia tarjeta de usuario preferencial y se puso a jugar en serio, ya le había quitado el primer puesto en deportes y literatura, en juegos de video ya era demasiado.
—Oye eres realmente buena —dijo Esteban cuando regresó y se encontró la muchacha pulverizando su patética puntuación.
—Sí, ya sé —respondió sin interés, en ese momento solo le importaba que su nombre apareciera sobre el de Ian.
Esteban la contemplaba entre asombrado y asustado. La forma brusca y enérgica en la que presionaba los botones daba un poco de miedo. Finalmente terminó, sin embargo, su puntuación no alcanzaba ninguna de Ian.
—Dame —le arrebató su tarjeta y la pasó por el aparato.
Jugó una y otra vez, sintiéndose más frustrada y molesta cuando no lograba su cometido. Después de largo rato el juego se apagó.
— ¡Qué pasó! —reclamó, y vio a Aitor junto a la máquina.
El ruido incesante de monedas, música y gente había cesado por completo, sólo ellos dos se encontraban el lugar.
—Ya es hora de cerrar —le avisó el joven.
— ¿Y Esteban? —preguntó consternada, mirando a todo lado, percatándose que el chico de sus sueños no se encontraba en el local.
—Te dijo que ya debían irse y le respondiste que se fuera solo —explicó preocupado por la laguna mental de la chica.
Sophie había estado tan ensimismada en el juego que ni recordaba aquello. Lo había echado a perder, más bien pensó que Ian le había arruinado la cita indirectamente. ¿Cuántas eran las posibilidades de que fuera la mismo arcade que ella y le quitase su puntuación?
Parecía obra de sus maléficos poderes, como si adivinase el futuro y supiese que con ese acto le arruinaría uno de los momentos más importantes de su vida.
Con la adrenalina a cien, más que nunca deseó destruirlo, e iba a empezar con el juego.
— ¡Conéctalo de nuevo! —le ordenó a Aitor.
—Sophie en serio debo cerrar.
— ¡No me iré hasta que mi nombre aparezca nuevamente en esta estúpida máquina!
—Mira, ten —se resignó dejándole las llaves sobre el aparato—. Cierra cuando termines —añadió bostezando y saliendo del local.
Sophie no esperó y continuó con su juego. Pasó más de una hora hasta que logró que su nombre apareciera en segundo lugar, aquello le parecía peor: estar justo debajo de Ian. Gritó frustrada y ya se disponía a jugar nuevamente cuando escuchó la voz de su tío, el padre de Alan.
— ¡Sophie qué rayos haces aquí! —le regañó molesto, alejándola del aparato—. Es media noche, me preocupé porque no llegabas y tu padre me dijo que habías salido temprano, no quise alarmarlo así que me puse a buscarte.
—Pues estoy aquí y estoy bien cómo puedes ver —avisó molesta, retomando su juego.
Él volvió a apartarla.
— ¿Sophie estás loca? Ya vámonos —la jaló de la mano.
— ¡No! —expresó caprichosa—. No puedo irme todavía.
—No me obligues a cargarte.
Ella le volcó lo ojos y se dirigió pantalla. Su tío no esperó para cumplir con su amenaza. Apagó la máquina, tomó las llaves y se la cargó del hombro.
— ¡Qué haces, suéltame! —le gritó intentando inútilmente que él la soltara.
Sin la más mínima intención de bajarla, cerró el establecimiento con una mano mientras la sostenía con la otra.
Al salir al exterior, Sophie recién salió de su trance. Realmente era muy tarde, por su impulsivo espíritu competitivo había arruinado su primera salida con Esteban. Él se había ido al notar que la chica no le prestaba el más mínimo de atención. Sophie se sintió más estúpida y enfadada que nunca mientras su tío se llevaba consigo a casa.
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