42. Bienvenida a Saint Abel

Ian buscaba las palabras apropiadas. Lo primero que su boca intentaba gesticular eran miles de preguntas y un reclamo. Su padre se arriesgaba demasiado, pero la presencia de Sophie hacía que se confundiese y desease que su padre fuese quien comenzara con las explicaciones.

Father... —se le escapó casi en un suspiro.

Sophie sentía la tensión y no sabía cómo actuar o qué decir, su presencia los importunaba y no veía conveniente quedarse y menos salir corriendo.

What are you doing here? —continuó hablando entre dientes.

Su padre lo miró un momento y enseguida focalizó su atención en la muchacha, quien sintiéndose temerosa apretaba con fuerza la mano de Ian y ocultaba medio cuerpo tras él.

—Tú debes ser Sophie. —Curvando los labios el hombre saludó a la muchacha. Al igual que Ian su acento inglés era casi imperceptible.

Sophie asintió con la cabeza, levantando la vista hacia Ian para descifrar su expresión.

Ian, be a gentleman and take your pretty girlfriend home, I will wait for you. —El hombre se dirigió por primera vez a su hijo y este se retiró haciéndole un cortés gesto con la cabeza.

En silencio continuaron el resto de camino hacia casa de Sophie. Ian parecía ensimismado en sus pensamientos.

— ¿Por qué tu padre está aquí?... creí que estaba en Londres. —Al llegar a la puerta, Sophie preguntó con timidez. Esperaba que el padre de Ian no hubiese escapado de prisión y se encontrase prófugo.

—No lo sé. —Aún permanecía ausente y cerrando los ojos regresó a la realidad—. Éste año salía libre, en un par de meses se supone, tal vez salió antes. —tampoco entendía bien qué pasaba, pero esa era la respuesta más razonable.

Su novia le sonrió con sinceridad.

—Esto es genial, podrás estar con él y tendrás una familia.

—Es cierto. —Le devolvió la sonrisa, inesperadamente su padre salía antes y tal como le había prometido vivirían juntos, sin embargo, nada resultaba gratis, la libertad de su padre significaba una cosa: traicionar a Sophie; y la única forma de tenerla a su lado después de eso, era evitar que ella lo supiese—. Sophie, por favor no le digas de esto a nadie, sobre todo a tu padre, en mis papeles del colegio dice que no se sabe quién es mi padre, esto puede meterme en problemas —le pidió mirándola a los ojos, sosteniendo su delicado rostro con ambas manos.

—No diré nada, ve con él, deben tener cosas de que hablar. —Le bajó las manos con dulzura, se sentía feliz por él. Después de un negro y corto episodio, parecía que una luz intensa desvanecía todas las sombras.

—Es muy peligroso que esté aquí, la policía estuvo vigilando —exaltado comenzó a regañar a su padre.

—No pasa nada —lo interrumpió—. Franz me dijo lo que sucede, también sé lo que pasó hoy. Te dejaron mal, pero pudo ser peor —mencionó tomándolo del rostro para ver de cerca el morete que Ian tenía en el rostro—. Esos policías fueron suspendidos y hoy no vigila nadie. Hiciste un buen trabajo, me llegaron los documentos, todo saldrá como lo planeamos, verás que muy pronto viviremos tranquilos.

—Aún no me responde ¿Qué hace aquí?, se supone que saldría a fin de año.

—Logré adelantar mi salida, aunque se supone que no debía salir del país, debo mantenerme oculto unos días, luego todo se solucionará. ¿Dónde te estás quedando?

—En casa de un amigo —respondió—, éste lugar no es seguro, supongo que irá a otro lugar.

—Sí, con Franz, mejor no vengas, pueden seguirte. Mantente donde estás y yo te llamaré —añadió dirigiéndose al auto.

Ian asintió y subió a su motocicleta. Siempre había pensado que al salir su padre libre, tendrían un encuentro más emotivo, sin embargo, no estaba en el carácter de ninguno el ser afectuoso, así que supuso que estaba bien.

Tras una regañina, Sophie regresó a casa de sus tíos, ya era tarde y se sentía cansada. Aguantó las quejas de su tío por tener a una adolescente ruidosa y molestosa, e ignorándolo subió a su habitación provisional.

Se sobresaltó un momento al ver a alguien sobre la cama, luego se alegró.

Ian estaba echado de estómago, con Misky durmiendo sobre su espalda. La imagen le causó gracia y corrió a recostarse con él.

— ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu padre?

—Él ya se fue, se está quedando en un hotel, quería verte antes.

Sophie lo besó como agradecimiento.

Misky saltó al suelo en cuanto Ian se movió. El muchacho acostó a Sophie de espaldas y la besó con cariño. Solo con ella era así de afectuoso, después se comportaba con más seriedad, su padre y su tutor le decían que las muestras de afecto eran una señal de debilidad y siempre lo había creído; pero con Sophie era débil, excesivamente débil y sabía que no existía remedio contra ello.

La dulzura de la muchacha se le contagiaba y resultaba imposible no tratarla con delicadeza y afecto.

—Ni te atrevas. —Sophie lo detuvo cuando sus caricias y besos comenzaron a subir de intensidad y él ya se posesionaba sobre su cuerpo, acorralándola contra el colchón de la cama.

Refunfuñando bajo se recostó de lado, abrazándola y acomodándola sobre su pecho.

Entre caricia y caricia que el muchacho le propiciaba en el cabello; cayó dormida. La lluvia empezó de nuevo e incrementó con rapidez.

Sin despertar a la muchacha, Ian los cubrió a ambos con la cobija y se rindió al sueño también.

Sophie despertó sintiendo los rayos de sol sobre su rostro. Se percató que Ian había permanecido a su lado toda la noche y la abrazaba con firmeza.

Parecía temprano y tenían ese día libre así que volvió a cerrar los ojos. Ian despertó también al sentir que su novia se movía. Sonrió al verla y la contempló un momento. La sensación era agradable: tenerla tan cerca que podía sentir su respiración, los suaves latidos de su corazón, que se aceleraban cuando lo miraba a los ojos y el que ella se sintiese protegida y confiada entre sus brazos.

—Sophie, despierta —la melodiosa voz de Micaela y unos ligeros golpes en la puerta los sobresaltaron.

— ¡Me estoy vistiendo! —gritó para darle tiempo a Ian de salir—. ¡Vete, vete, vete! —le susurró empujándolo hacia la ventana.

Ian se apuraba lo más que podía, pero entre los empujones de Sophie y los nervios por no ser descubierto, bajó perdiendo el equilibrio. Un par de metros antes del final, cayó estrepitosamente de espaldas.

Sophie no aguantó la risa y se despidió de él con la mano, mientras Ian caminaba hacia la calle sobándose la parte baja de la espalda.

"Este es un colegio cualquiera, no pasa nada, nadie me conoce, es bueno empezar desde cero" pensaba Sophie. El día lunes había llegado más rápido de lo que esperaba y ya se encontraba dando los primeros pasos hacia Saint Abel.

El establecimiento era enorme y moderno. Se dividía en cuatro gigantes edificios y cada salón tenía pupitres nuevos y su propio equipo audiovisual.

Después de deambular diez minutos buscando el edificio y el aula que le correspondía, inhaló profundo. Antes de atravesar al salón debía tomar una decisión.

Podía pasar totalmente desapercibida hasta finales del semestre, o acaparar la atención y ser popular. Ser una más del montón no iba con ella, y ya le había prometido más de diez veces a Ian que sería ella misma, nada de máscaras ni pretensiones por caerle bien a alguien; nada de dejarse manipular y ser hipócrita con sus gustos o pensamientos, sobre todo, no bajar la cabeza frente a nadie: ni Vincent ni Esteban.

Poniendo seguridad en sus pasos entró al salón. De golpe todos los alumnos que conversaban entre sí esperando el inicio de la clase voltearon hacia ella; clavándole la mirada de una forma aterradora.

La seguridad se esfumó y regresó en cuanto ella divisó un escritorio vacío y caminó hacia él.

— ¿Eres una alumna nueva? —al sentarse tres chicas se aproximaron a hablarle.

Sophie sonrió y la felicidad la embargó de pronto, al parecer hacer amigas resultaría muy fácil.

—Sí, me expulsaron de mi otro colegio y estaré aquí hasta fin de semestre —orgullosa irguió la espalda, las chicas la miraron con asombro. Decir que había sido expulsada sin duda resultaba interesante y ya le había sumado puntos a su popularidad.

— ¡Súper! —exclamó una muchacha de una espesa melena negra, a tono con sus gruesas cejas—. Yo soy Carolina, ella Mabe y ella Sabrina —presentó a sus amigas, quienes miraban a Sophie con el mismo interés.

—Sophie Cohen —pronunció su nombre y enseguida el rostro de las chicas cambió.

—Ah —expresó Carolina con desgana—, ya te me hacías conocida, ¿eres la prima de Alan verdad? vimos tu video. —Con una nerviosa y fingida sonrisa las tres muchacha se levantaron, alejándose paso a paso de espaldas, como si Sophie tuviese una contagiosa enfermedad o fuese a atacarlas.

Sophie se quiso morir, ¿Hasta ese colegio había llegado su video?, considerando que era Vincent quien lo había editado no era sorpresa que lo hubiese distribuido entre sus compañeros. Lo que más le inquietaba era la reacción de esas muchachas, quienes ya se encontraban bastante alejadas.

De pronto todo el salón se calló y Sophie abrió los ojos con espanto al ver a Vincent, Evan y su grupo entrar con aires de superioridad.

— ¡Te juro que no hablábamos con ella! —se exaltó Mabe y le dirigió a Vincent una suplicante explicación antes de correr a su escritorio.

—Ya me habían dicho que entrarías aquí, estás en mi territorio ahora, Ian no está para defenderte. —Vincent se aproximó hacia ella y le habló con malicia. Evan se limitó a volcar los ojos y buscar su lugar. Vincent le parecía tan ridículo a veces que sentía vergüenza ajena.

—Sí, estoy en tu territorio y será más fácil destruirte desde adentro. Vas a pagármelas. —Sophie se levantó y le devolvió la amenaza con valentía. Todo el salón los miraba con interés y espanto, nadie le hacía frente a Vincent de una forma tan descarada.

"Está muerta", "lastima, es bonita, nadie podrá ligársela", murmuraban varios muchachos. Vincent rió y de su bolsillo sacó una tarjeta negra. Sin desclavarle la mirada a Sophie, la levantó frente a todos sus compañeros y con rudeza la dejó sobre el escritorio.

Ella la agarró y la despedazó frente al rostro del muchacho.

—Éste ya no es tu reinado Sophie, es el mío, desearás nunca haber venido aquí.

Tras una exclamación del curso, Vincent caminó a su lugar.

Sophie se acomodó nuevamente y notó que todos la esquivaban. Alan e Ian tenían razón en lo que le habían contado. Vincent mandaba en ese colegio, tenía más poder que los mismos profesores.

—Silencio, abran sus libros. —Una profesora muy delgada y rubia entró cerrando la puerta tras de sí.

Sophie supuso que debía tener la edad de Thaly, más su ropa anticuada le hacían parecer de más edad.

La maestra miró a la alumna nueva con severidad y se acomodó las gafas antes de levantar la lista que traía entre manos.

—Tenemos una alumna nueva, Sophie Cohen. La señorita Cohen está aquí bajo advertencia, una falta y será expulsada. Tu papá no es el director de este colegio y no harás lo que se te venga en gana —continuó volteando a la pizarra para anotar un ejercicio de física.

Sophie esperó despertar de la pesadilla ¿Era posible que inclusive los maestros estuviesen en su contra? Eso era demasiado, esa profesora se las agarraba con ella sin motivo. Mordió su labio inferior con rabia. ¿Cómo podía vengarse de Vincent si la tenían vigilada y con advertencias?

Pasó la clase física pretendiendo atender. El tema era viejo y demasiado sencillo para ella y en momentos así sacaba una de sus novelas, sin embargo, por primera vez se sintió una alumna más; la advertencia: "preguntémosle al director qué piensa al respecto" no funcionaría en absoluto en ese lugar. Debía mantener un perfil bajo, al menos hasta encontrar a un par de aliados. No todos en ese colegio le debían tener pánico a Vincent, eso esperaba.

Tomó sus cosas rápidamente para salir hacia los casilleros. Al inicio del recreo Sophie había notado que tres chicos se encontraban a su alrededor. La miraban con cierto asombro. Sonrió orgullosa, al parecer tenía simpatizantes. Reconoció a una muchacha gordita de cabello castaño, era Amalia, la chica a quien Vincent había humillado en su fiesta y a quien Sophie había vengado con creces. El otro era un muchacho de lentes con la mirada perdida; el saco de su uniforme era rojo en lugar de gris como el de todos y llevaba un enorme y extraño reloj en la muñeca; la tercer muchacha que permanecía mirándola era en extremo delgada, su falda casi le rozaba los tobillos y su cabello castaño y maltratado en las puntas se sujetaba en una cola baja.

—Hola...—Sophie saludó nerviosa al extraño grupo, quienes cada vez invadían más su espacio personal, casi quitándole el área de oxígeno que le pertenecía.

—Mi prima está en tu colegio —mencionó la chica delgada—, se cambió ahí porque el director es muy lindo.

—El director es mi padre —Sophie respondió extrañada.

— ¿En serio? ¿En verdad es lindo? ¿Me lo presentas? —le preguntó sin entusiasmo en su voz.

— ¡No! —Sophie respondió con asombro y cierta repulsión.

— ¿Por qué no? —la chica perdió la mirada y se aproximó más a Sophie, quien casi se caía del banco.

— ¡Porque es mi padre, tiene cerca de cuarenta y está casado! —gritó incrédula.

— ¿Casado? ¿Con quién?

—Con mi madre—Sophie no sabía si se le hacía la burla o la pregunta iba en serio.

— ¿Te acuerdas de mí? Fuimos a la fiesta de Vincent, me vengaste, creo que eres genial, no importa que Vincent diga que cobras por tener sexo en los armarios, igual eres súper. —Amalia se derretía al hablar, miraba a Sophie con tanto embeleso que ponía nervioso a cualquiera.

— ¿Vincent dice eso?—se exaltó, aun antes de entrar, el muchacho se había encargado de lanzar su reputación por los suelos.

— ¿A mi cuánto me cobras? Te doy todo lo que tengo —por primera vez el muchacho de lentes habló y Sophie le respondió con una cachetada.

— ¡Yo no cobro! —gritó levantándose, eso era el colmo, esos chicos eran extraños y le daban miedo.

— ¿Lo haríamos gratis? —al muchacho se le iluminaron los ojos y Sophie se aguantó de patearlo sólo porque se veía torpe.

— ¡No! ¡Tengo novio y no lo hago con nadie, ni gratis ni cobrando, todas son mentiras de Vincent!

—Ah, lo siento. Te vi en la fiesta de Alan, tú no me viste, pero te contemplé toda la noche. Eres muy bonita, ¿me dejas sentarme a tu lado y contemplarte en clases? —le preguntó poniendo el mismo rostro de embeleso que Amalia mantenía.

— ¿A mí me presentas a tu padre? —intervino de nuevo la otra chica.

Sophie abrió la boca con horror, se había topado con un grupo de locos.

Prefirió no seguir discutiendo y tomó sus cosas rápidamente para salir hacia los casilleros.

Guardó los libros que sobraban en su mochila y al voltear se encontró con Amalia.

— ¿Puedo acompañarte? Haré lo que quieras, seré tu asistente, déjame ser como tú, ¿te molesta si me peino igual? —le pidió mostrando una profunda admiración y embeleso, que más que alagar a Sophie, le causó cierto temor.

Sonrió nerviosa y le permitió acompañarla. Al caminar por los pasillos, todos la evadían y se alejaban como si su aura los ahuyentase.

Vincent sonreía con malicia. Disfrutaba ver a Sophie con una horrorizada expresión.

Después de haber sido secuestrada por narcos en un bosque, ese sin duda calificaba como el segundo peor día de su vida.

Los maestros no le tenían ninguna complacencia, la mayor parte de los alumnos escapaban como cucarachas cuando ella pasaba, Amalia no se le desprendía y había distribuido cachetadas a diestra y siniestra a los varios chicos que se le aproximaban preguntándole cuánto cobraba por tener sexo; cortesía de los rumores que Vincent había esparcido sobre ella para machar aún más su reputación.

Frustrada regresó a casa de sus tíos y tuvo que esperar un par de horas para que Ian fuese a verla.

Hablar con Claudia por teléfono le supuso un respiro. Después de disculparse cientos de veces y mandarle cerca de un kilo de chocolate, Claudia la había perdonado, en realidad, mantenía que Sophie no debía disculparse, su enojo había sido totalmente justificado.

— ¿Cómo te fue? —en los pasados días, Ian había adquirido la costumbre de entrar a al cuarto de Sophie por la ventana. No tenía la paciencia de tocar el timbre y esperar a que le abriesen, menos quería toparse con el tío de Sophie, quien lo miraba con mala cara.

—Espantoso, horrible, quiero morirme, deberás repartir un par de golpes ¿dijiste que harías todo por mí, no? ¿Puedes asesinar a Vincent? —le suplicó tomándolo de las manos.

—No, qué asco, no pienso tocarlo. ¿Tan malo fue? Apuesto a que te dio la tarjeta negra.

La muchacha recién recordó entonces el trozo de cartulina negra que había destruido frente a Vincent.

—Sí, creo, me dio una cosa negra, ¿qué es?

—Su torpe tarjeta, significa que estás fichada. Te declaró su enemiga públicamente y quien se te acerque sufrirá las consecuencias. A mí me dio una, puso al colegio en mi contra, pero la obsesión que su hermana mayor tenía conmigo me salvó, por un tiempo, luego sabes que pasó —explicó recostándose en la cama.

— ¿Y qué puedo hacer? —Sophie se tumbó al piso con preocupación.

—Nada, buscar a algún amigo que sea neutral, así me hice amigo de Alan. En Saint Abel tu primo era tan neutral como el gris, Vincent lo respetaba pese a que no pertenecía a su grupo, aunque intentó llevarlo al lado oscuro varias veces. Seguro hay simpatizantes de Alan que te tratarán bien.

—No creo, la única que me habla es la chica que vengamos frente a Vincent. Insiste en ser como yo y me da la impresión de que se enamoró de mí —dijo con un estremecimiento.

Ian reía con las cosas que Sophie le iba contando sobre su espantoso día en Saint Abel. Sophie protestaba sin encontrarle nada de gracioso, pero ya iban maquinado la forma de acabar con todo eso.

— ¿Y a ti como te fue en el colegio? ¿Dicen algo sobre mí? —dejando de lado su día se dirigió a él.

—De hecho sí, aún comentan cosas, tú sabes... pero con Tiago y Alan nos aseguramos de callarlos, además que ya le dimos un par de golpes a Andrés. Ya veremos qué hacer con las otras. Con Alan solucioné las cosas y Tiago aún me mira con recelo, pero al menos me habla.

Segundo día en Saint Abel y las cosas empeoraban. El día anterior había tenido la fortuna de no cruzarse con la princesa del colegio: Camila, la hermana de Vincent, quien tenía más motivos para odiarla puesto que ahora se encontraba de novia con Ian.

—Muévete torpe —la empujó cuando se aproximaba a su casillero. Camila y su pequeño grupo de amigas reían al verla.

Sophie no pensaba dejarse maltratar ni dejarla salirse con la suya. Ya estaba fichada, nadie le hablaba, ¿Qué tenía que perder? Si la expulsaban entraría a una escuela de rebalse y sin duda sería mil veces mejor que ese espantoso colegio.

—Este es mi casillero —la empujó de vuelta y se sorprendió cuando su combinación no funcionó y no pudo abrir la puerta.

—Corrección, era tu casillero, me encargué de encontrarte uno nuevo, más acorde a tu estatura —le explicó riendo y el conserje se aproximó a ella para indicarle dónde se encontraba su nuevo casillero.

Lanzándole una mirada de odio lo siguió. Cerca de los baños de varones, en la parte más baja, al ras del suelo, se encontraba un deteriorado casillero de metal, la puerta no cerraba bien y el interior se encontraba oxidado.

Además de Vincent, debía lidiar con Camila y de seguro Estaban no tardaría en aparecer para hacerle su estadía miserable.

Bueno, Sophie en Saint Abel! a ver qué le pasa :D ya poco a poco más cerca del final. Voten y comenten si les gustó.

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