35. Tarde de chicos

Thaly miraba algo inquieta a la cuna de los bebés.
— ¡Vamos! ¡Necesiten algo! —Con disimulo sacudió la cuna y uno de los bebés realizó un sonido peculiar. Inmediatamente a su madre se le iluminaron los ojos y lo levantó con cariño—. ¿Tienes hambre? ¿Necesitas pañal? —le hablaba ansiosa.
Ian y Sophie contemplaban extrañados, Thaly se desesperaba por atender a sus bebés, los cuales se encontraban más que tranquilos.
— ¿Qué haces? —preguntó Sophie con extrañeza.
—Atiendo a los bebés... ¡Tú llorabas siempre y necesitabas atención! Ellos no, me preocupan... se quedan ahí tranquilos. ¡Tu padre me tiene en cuarentena y me aburro! No sé cómo aguantaré tanto tiempo sin trabajar ni hacer nada, ¿Qué se supone que hace un ama de casa?
—El aseo y cocinar supongo —respondió Ian.
—Lucy me prohibió ayudarla con el aseo y no me deja acercarme a la cocina sin supervisión. —Taciturnamente se recostó en la cama.
—Los últimos meses te quedaste en casa ¿qué hacías en las mañanas? —Sophie recordó que Thaly no se había quejado ese último tiempo.
—Con el embarazo no me daban ganas de hacer nada, esos dos me pateaban todo el día ¡Y ahora se quedan ahí chupándose el dedo o mirando al vació! Creo que me odian. Estoy tan aburrida que empecé a leer tus novelas.—Señaló la copia de "Amor licano" que se encontraba sobre la cama.
Sophie se entusiasmó y abrió los ojos con mucha ilusión. Siempre había intentado fomentarle a su madre el gusto por las novelas de amor.
—Apuesto que te gustó, ¿es precioso verdad? Un amor prohíbo y los protagonistas luchan por su amor, no les importa las barreras.
Mientras sus escenas favoritas parecían proyectarse en sus ojos como el video promocional de una película, Thaly e Ian se miraron con resignación, compartían el mismo desagrado por ese tipo de literatura.
—La verdad me parece una ruin tergiversación a los hombres lobo, y una mala adaptación de Romeo y Julieta a un mundo mitológico mal elaborado —opinó devolviéndole el libro a su hija.
—Te lo dije, tu madre sí es inteligente, tú saliste fallada —dijo Ian y Sophie comenzó a golpearlo con el libro.
Mientras Sophie descargaba su rabia e injuriaba contra Ian por insultar a su saga de libros favorita, Thaly salió de la habitación, verlos pelear era divertido al principio, luego se aburría.

Tiago bajó del bus algo preocupado. Por algún motivo no compartía la alegría de sus compañeros por haber ganado el partido final y haberse consagrado como campeones nacionales de básquet.
El hecho de ser su primer año como capitán y participado por primera vez en una categoría superior a la suya, había traído como consecuencia un nada agradable bautizo, además, había tenido que cumplir la promesa de tatuarse el ícono distintivo del equipo si salían victoriosos.
A sus padres no iba a agradarles nada el que hubiese marcado su piel de forma permanente a tan temprana edad.
Su preocupación venía acompañada de arrepentimiento; arrepentimiento por no haberse despedido de su madre antes de viajar.
Cabizbajo entró a su casa, ni siquiera le había informado a su familia que llegaba a esa hora. Giró para cerrar la puerta y sintió como alguien torpemente se colgaba de su espalda, ocasionándole un profundo dolor por el tatuaje aún en proceso de cicatrización.
— ¡Ganamos! ¿Lo ves? Soy la número uno, por eso mi colegio también gana —Sophie le gritaba y Tiago no sabía cómo descolgarla, el dolor ya lo tenía tieso—. ¿Qué pasa?—continuó su hermana con tono dulce, preocupada por la mueca que el rostro de su hermano menor expresaba.
Ian se acercó a felicitarlo. El dolor que a Tiago le pasaba paulatinamente, se intensificó de nuevo con la pequeña palmada que su amigo le proporcionó cerca al hombro. Con eso se dobló de dolor, cayendo al suelo de rodillas con las manos apretando la alfombra.
—No... hagan eso —con un tremendo esfuerzo gesticuló su petición.
— ¿Qué te pasa? —Sophie se arrodilló para verlo a la cara e Ian imitó el acto.
Tiago miró a ambos y se incorporó despacio. Los otros dos lo miraban expectantes. Confirmando que nadie se encontraba cerca, se quitó la polera y les enseñó la espalda. Debajo del cuello a la altura de sus omoplatos, tenía un vendaje. Sophie se preocupó pensando que se trataba de alguna herida. Ian no esperó y sin nada de cuidado le jaló el vendaje, revelando una huella de lobo en tinta negra.
Sophie abrió la boca a punto de gritarle a su hermano cuando otro grito se escuchó a sus espaldas.
— ¡¿Te hiciste un tatuaje?! —Thaly, quien bajaba las escaleras, había presenciado el momento de la revelación.
Ian y Sophie la miraron con algo de susto. En un segundo pensaron qué decir; después tomaron la decisión más inteligente y salieron corriendo hacia la calle.
Tiago los miró irse como un par de traidores y giró hacia su madre, quien se veía más que furiosa, algo realmente extraño en ella. Normalmente a Thaly las cosas no le preocupaban, no solía exagerar las situaciones a menos que lo ameritasen, y en ese caso sí lo hacían.
— ¡Cómo pudiste! Tu padre va a matarte, ¡esas cosas son permanentes y peligrosas, puedes contagiarte alguna enfermedad!
—No le digas a mi padre —fue lo primero que pidió Tiago—. Lo siento, me presionaron, es que le prometí al equipo que me tatuaría el ícono si ganábamos, y para serte sincero no pensé que ganaríamos— habló retrocediendo mientras su madre se aproximaba amenazante—.Me dejo influenciar por mis amigos, era el más joven ahí, quería que me acepten... me duele mami, necesito cariño. —Cambió de estrategia poniendo su rostro de niño pequeño y abrazándola.
Thaly enseguida se calmó; de la misma forma en la que Sophie podía manipular a su padre con un gesto cariñoso, Tiago lo hacía con su madre.
—Ven, te pondré otra venta para que no se infecte, que Alejandro te revise y... la verdad no quiero estar presente cuando se lo digas a tu padre.
Tiago sonrió y se puso la polera. Feliz acompañó a su madre rodeándola con un brazo.
Mientras Alejandro revisaba por infecciones, Tiago contempló a sus nuevos hermanos y le contó a su madre sobre su corto viaje. En cuanto escucharon las pisadas de su padre, Tiago volvió a vestirse y actuaron con disimulo.
—Pensé que volvías más tarde ¿por qué no me llamaste para que vaya a recogerte?
—Yo... ¡ganamos! —gritó cambiándole el tema, lo mejor era emocionar a su padre antes de mencionarle lo del tatuaje.
Nicolás se entusiasmó como era de esperarse; era la primera vez que su colegio ganaba un nacional, además, la victoria coincidía en sus años de director y cuando su hijo era el capitán del equipo. No podía ser más perfecto y Tiago lo sabía, la emoción de su padre era tan grande que Sophie podía aparecer y decirle que se iba a casar y él hubiese dado su consentimiento.
— ¿Sabes que también es grandioso?—Thaly aprovechó el momento —.Tiago quiere tanto al equipo que se tatuó el ícono.
La emoción de Nicolás pasó de golpe.
— ¡Cómo qué te tatuaste! —le gritó infundiéndole más pánico que el que su madre le había proporcionado.
Titubeante comenzó a quitarse la polera y su padre aceleró la acción.
— ¡¿Estás demente?!—le gritó al confirmar que evidentemente su hijo de catorce años se había tatuado.
—No puedes decirme nada, yo tengo una insignificante huellita, tú tienes un dragón en toda la espalda. —Tiago se dio cuenta que su padre no podía reclamarle, a su misma edad, él se había tatuado un dragón chino en la espalda y luego añadido el nombre de su esposa e hijos junto a este.
—Eso es verdad —observó Thaly.
— ¿Por qué siempre que hacen algo me echan en cara que yo hice lo mismo? Yo soy un adulto tú no, mientras seas un niño estás bajo mis órdenes.
—El tatuaje no te lo hiciste de adulto —volvió a reprocharle.
—Sí, pero... no es lo mismo, estaba en una pandilla, debía hacérmelo.
—Lo estás empeorando —dijo Thaly haciéndole notar la debilidad de su argumentos.
—¡Por lo menos no estoy en una pandilla! —reaccionó Tiago—. Ya está hecho y me gusta, es mi cuerpo, si no te gusta no lo mires— caminó furioso hacia la puerta, salió cerrándola tras de sí; inmediatamente volvió a abrirla—.Voy abajo ¿quieres algo mami?
—Sí, un té —le respondió con una sonrisa y encogió su mueca con la asesina mirada de su esposo—. Es que quiero un té... luego lo castigas —puso tono de arrepentimiento y Nicolás se tranquilizó, ella podía calmarlo en cualquier circunstancia y lograr que perdonase a sus hijos cualquier falta. Ya estaba calmado con Tiago, pero seguro lo iba a castigar.

— ¿Crees que cuando volvamos Tiago siga con vida? —Ian se apoyaba despreocupadamente en la pared de las gradas que conducían a una plaza; Sophie se sentaba a su lado, redactando el trabajo de investigación en su laptop.
—No creo, mi padre lo va a matar, al menos estará ocupado con él y nos dejará en paz —habló sin retirar la vista de la pantalla.
Ian miraba a su alrededor, ese era uno de los momento en los cuales las tensiones desaparecían y todo era paz junto a Sophie. La tensión apareció cuando un grupo de chicos pasó por la vereda del frente; sonreían y comentaban entre ellos sin ocultar su notorio interés por Sophie. Ian frunció el ceño ¿Qué no veían que estaba acompañada? Para no pasar como un simple amigo de la bonita muchacha, se arrimó a ella e inesperadamente para Sophie, le levantó el rostro y comenzó a besarla clavándoles la mirada directamente al grupo de chicos.
Sophie no se quejaba, apreciaba cuando su novio se comportaba cariñoso con ella sin motivo.
En cuanto el grupo continuó su camino esquivando la intimidante mirada de Ian, él cerró los ojos y continuó un momento; era agradable el poder besarla frente a cualquiera, no tener que buscar pretextos y hacerlo a escondidas como habían hecho siempre en el colegio.
Faltaba muy poco para reanudar las clases y ya sentía las ansias por caminar junto ella por los pasillos, mostrándoles a todos que había conseguido en un semestre lo que ninguno había conseguido en años: el corazón de Sophie. Lamentaba que Esteban ya no estuviese en el colegio y no pudiese echarle en cara lo que había perdido por patán.
La obstrucción de la luz solar los hizo detenerse, alguien los veía de cerca. Alzaron la cabeza y de inmediato Sophie se levantó.
—Lo siento, no quise interrumpirlos —Claudia se disculpó hablando lentamente, sonrojándose y arrepintiéndose por haberse aproximado, pensaba que sus amigos la consideraban una completa inoportuna.
Sophie se abalanzó a abrazarla y apretarla tanto que Ian intervino para que no terminase matando a la tímida chica.
— ¡Volviste! —le gritó sacudiéndola por los hombros.
—Sí, volví, te dije que vendría antes ya iba hacia tu casa, pero si estas ocupada nos vemos mañana...
— ¡Claro que no! eres mi mejor amiga, siempre hay tiempo para ti, él...— miró hacia su novio—. A él ya lo soporté toda la vacación —concluyó dejando a Ian con una mueca de frustración—. ¡Ah! ¡Por cierto, tenías razón! —gritó ensordeciéndolos—. Ian si me gusta, me gusta mucho, y yo también, y se me declaró en vacaciones; fue tan hermoso, me llevó a un parque, empezó a llover, nos refugiamos y nos dimos nuestro primer beso. —Comenzaron a caminar, las dos chicas iban adelante e Ian las seguía. Claudia escuchaba todo con una sonrisa nerviosa.
—No es cierto, no llovió, y no fue nuestro primer beso, nos dimos muchos antes —intervino Ian a corregir la versión tergiversada de Sophie.
—Sí llovió y sí fue mi primer beso. —Sophie se detuvo y habló entre dientes, esa era su versión y esperaba sugestionar tanto Ian como a ella misma de que era completamente verdad.
Claudia disimulaba la risa y se mantenía un poco apartada mientras caminaban hacia la casa de Sophie; sus amigos discutían sobre la forma en la cual habían comenzado su relación.
Sophie continuó bombardeando a Claudia con información, contándole sobre todas las cosas que había vivido en vacaciones: la carrera contra los chicos de Saint Abel, los partidos de básquet, el cumpleaños de Alan, su propia versión sobre su noviazgo con el chico que solo un par de semanas atrás detestaba; finalizó con el nacimiento de sus hermanos y la ayuda a Samuel y el orfanato.
Su parloteo no se detuvo hasta llegar a su casa. Alan se aburría en la sala mientras Tiago atendía a su madre como si fuese su sirviente personal.
—Hola Claudia —saludó despreocupado cuando entraron sus amigos.
— ¿Tiago sigue vivo? —preguntó Sophie, extrañada por no verlo acompañando a su primo.
—Sí, solo que está de enfermero de tu madre, mi tío dice que va a castigarlo, pero aún no ha dicho cómo.
— ¡Ven a conocer a mis hermanos y a Thaly! —Sophie gritó y corrió hacia el segundo piso, a medio camino se percató que Claudia no la seguía. Regresó caminando. Ian y Alan conversaban y su amiga los miraba sin moverse, totalmente anonadada—. ¿Hola?— Sophie le pasó la mano frente a su ojos preguntándose qué miraba y por qué se sonrojaba tanto—.Y luego yo soy la rara —gesticuló en voz baja —. ¡Claudia! —finalmente le gritó al oído y eso sacó a la muchacha de su ensueño.
Jalándola del brazo la llevó a la habitación de su madre. Como le habían dicho, Tiago le acomodaba las almohadas y le preguntaba qué quería ver en la televisión.
—Thaly ella es Claudia ¡es mi mejor amiga! —la presentó a su madre. Thaly observó a la chica, era diferente a las amigas que Sophie había llevado alguna vez.
Claudia emanaba su timidez hasta por los poros, su ropa anticuada y modesta contrastaba con la moderna y de marca que vestía su hija. Una amiga distinta era posiblemente lo que Sophie necesitaba, una que no la quisiese por interés y supiese acostumbrarse al complicado carácter de Sophie.
—Hola Claudia —sin darle tiempo a su madre, Tiago empujó a ambas muchachas—.Mamá necesita descansar, váyanse. —Las echó de la habitación cerrándoles la puerta.
Sophie pateó el piso ¿por qué sólo él se quedaba con Thaly?
—Tu madre es muy joven —mencionó Claudia captando la atención de su amiga.
—Sí es joven, se embarazó en el colegio —habló un tanto molesta, pensando que como todas, Claudia juzgaría a su madre.
—Debe ser divertido, es muy linda, seguro hacen muchas cosas juntas.
— ¡Sí! ¡Thaly es genial! Es como mi hermana mayor, me lleva de compras, a correr, al cine, siempre me escucha y me comprende, mantiene a mi padre a raya cuando molesta... —explotó con la fascinación que expresaba cuando hablaba de su madre.
Claudia rio, estar con Sophie era divertido.

—Esta tarde iremos a los bolos o a jugar fútbol, estamos decidiendo— Alan le contaba a Ian los planes que tenían con Tiago para esa tarde.
—Ya veremos, con Sophie tenía otros planes —expresó con indiferencia para el desagrado de su amigo, quien se levantó molesto del sillón —. ¿Qué te pasa?
—Cásate con Sophie de una vez, en toda la vacación no hiciste nada con nosotros, andas tras Sophie como si fueses su mascota. Haz cambiado, solo haces lo que ella quiere.
—Apenas estoy con ella desde hace un par de días —se defendió.
—Pero andas como baboso enamorado tras ella desde hace tiempo. — Pisando fuerte fue a buscar a Tiago. Ian recapacitó un momento, lo sabía, era verdad, su vida giraba en torno a Sophie y ya casi no realizaba ninguna actividad con sus amigos.
—Sabes que Sophie anda muy sola, ya llegó Claudia, que ellas salgan esta tarde juntas y nosotros hacemos otra cosa.
Alan lo miró no muy convencido.
—Bien, esta tarde es solo de chicos —le avisó señalándolo con el dedo.
—Genial, necesitarás ayuda. —Thaly salió de su habitación y le dejó a uno de los gemelos en brazos, antes de que su sobrino preguntase, ella le explicó—: Tú madre me llamó, dice que ya tiene el castigo perfecto por meter alcohol a tu fiesta y destruir los vitrales, y los rosales, y la baranda... y creo que destruiste la mitad de la casa por pelear con Ian. Bueno, no importa, cambiarás los pañales de los bebés y te encargarás de ellos hasta la noche.
Alan permaneció anonadado. Él no sabía nada de bebés, ni de pañales, ni de cuidar a otro ser vivo, por ese motivo no tenía ni una mascota ¿Cómo se les ocurría a su madre y a su tía que podía encargarse de dos recién nacidos?
—Hay una cámara en la habitación, estaré vigilando, si pasa algo, mando ayuda. —Parecía que le había leído la mente y despreocupadamente bajó a la cocina.
—Adiós —se despidió Ian huyendo antes de que Alan lo involucrase en su castigo.
—Tú te quedas. —Lo agarró del cuello jalándolo a la habitación de los bebés. Dentro estaba Tiago, quien lidiaba con el otro gemelo—. ¿A ti también?— preguntó Alan.
—Sí, a mi madre se le ocurrió que sería genial que cambie pañales como castigo por el tatuaje.
Ambos muchachos protestaban mientras descifraban la forma correcta de poner un pañal.
Su intento fue interrumpido por la hora del almuerzo; después de innumerables súplicas, Claudia convenció a su madre de dejarla comer en casa de su amiga y luego pasar la tarde con ella.
Cuando Alan le avisó que esa tarde su novio estaba obligado a acompañarlos, Sophie trazó planes con Claudia. Debía recuperar toda la vacación pedida en solo dos días.

—Eso no va así. —Ian vigilaba aburrido como sus amigos intentaban sin éxito colocar un pañal.
— ¡Si no es así ven y hazlo tú! —le reprochó Alan.
—No tengo por qué hacerlo, los castigaron a ustedes, no a mí. —Levantó los hombros—. Ahora mismo podría estar con Sophie, agradezcan que al menos los superviso.
—Por qué mejor no te pones una correa y dejas que Sophie te meta en su cartera. —Tiago lo miró desafiante, Ian se levantó molesto.
— ¿Tú también? Que no tengan novias no es mi culpa.
—Tener novia es una cosa, ser un sometido otra.
— ¿Yo sometido? ¿Quién es el que anda preguntándole a su mamá que necesita y ayudándola hasta a respirar?
—No es lo mismo, ella me dio la vida —se defendió indignado.
—Pues Sophie es mi vida.
—Cursi.
—Hijito de mamá.
Por las palabras de Ian, Tiago lo empujó. Rodaban intentando darse de golpes por el suelo de la habitación. Alan se desesperaba por el llanto de uno de los gemelos y el movimiento a sus espaldas.
— ¡Por qué en lugar de pelear no me ayudan con esto! así los bebés se quedan tranquilos y al menos podremos jugar con la consola.
—Yo no sé cambiar pañales —se quejó Tiago levantándose.
—Yo la verdad quiero verte sufrir —dijo Ian incorporándose también.
Alan gritó histérico y los otros dos se acercaron a ver.
—Sebastián me orinó. —Alan ya se resignaba, esa tarde la mala suerte lo había agarrado como víctima favorita.
Tiago reía, sugiriéndole que de una vez desvistiese por completo al bebé y le diese un baño. Ian aprovechó que ambos se encontraban distraídos así que salió.
Bajó a la sala, Thaly y Daniel reían mientras miraban en la televisión como los muchachos intentaban hacerse cargo de los bebés.
Casi sin ser notado, recogió su mochila, ese era el momento indicado, Sophie no se encontraba y él pasaba desapercibido.

Comiendo un cono de pizza, Claudia y Sophie paseaban por las tiendas. No hacía mucho tiempo que habían llegado. Sophie estaba decidida a pasar una increíble tarde, conversando y contándose secretos con su mejor amiga y luego realizarían compras.
— ¿Y cómo es el pueblo al que fuiste? ¿Conociste chicos lindos? ¿Tuviste un amor de vacaciones? —entusiasmada y esperando escuchar una romántica historia interrogaba a Claudia.
—No, hay pocos jóvenes donde viven mis abuelos. En las mañanas iba al huerto a recoger manzanas y por las tardes horneaba "pies" con mi abuela.
Sophie sintió una extraña sensación, nunca había tenido una abuela con la cual hacer ese tipo de cosas; nunca le había molestado en realidad, tenía una maravillosa familia, pero el escuchar la palabra abuela y recordar lo que Alejandro le había contado el día anterior, hizo que en ella surgiese un sentimiento nuevo: pena, lástima... ¿enojo tal vez? sin duda era una mezcla de todo. Su abuela materna no había sido una cariñosa madre como Thaly, todo lo contrario, había abandonado a su hija cuando era pequeña; y su abuelo, peor, hasta había comerciado con Thaly, entregándosela al sobrino de su esposa como pago en un negocio.
Dejando atrás esos recuerdos siguió con su paseo. Iba distraída acelerando el paso. Claudia se había rezagado. Al percatarse, paró y se dio la vuelta. Un grupo de tres chicos se reían de su amiga y uno la había empujado disimuladamente al pasar por su lado.
Claudia no se inmutaba, permanecía quieta, resignada a recibir ese tipo de trato.
— ¿Te estaban molestando? —preguntó Sophie.
—Sí, no importa, pasa siempre... —se quedó con las palabras en la boca.
Sophie corrió tras el grupo, al encontrase cerca les lanzó lo que le quedaba de pizza.
El muchacho que había recibido el golpe en la cabeza volteó, sus amigos lo imitaron.
La chica pelirroja contemplaba con horror; esos chicos parecían en verdad muy enfadados.
Uno de ellos ya estaba por gritar cuando se encontró con una bonita muchacha de ojos azules y cabello negro azabache. Sonrió al verla y sus amigos lo siguieron hacia ella.
Sophie volcó los ojos, no era la primera vez que un grupo de muchachos la acorralaban de esa forma.
— ¿Cómo te llamas? —le preguntó uno intentando hacerse al galante.
—¿Para qué quieres saber? —Se cruzó de brazos con mal genio.
—Que modales, ¿tú eres quién llamó nuestra atención y no nos das tu nombre?
—No llamaba su atención, los agredía, por molestar a mi amiga.
Claudia se horrorizó más. Sophie les hablaba de forma altanera y retadora, no parecía importarle que esos chicos pudieran hacerles algo.
— ¿Tu amiga? —preguntó uno mirando hacia Claudia con desprecio —.Mejor hazte nuevos amigos, vamos al cine ¿vienes? —habló en susurros en su oído; a Sophie se le subió la sangre a la cabeza.
—Idiota, no vuelvas a molestar. —Lo empujó con fuerza y dio media vuelta.
Claudia rogaba que todo acabase ahí, pero no fue así. Otro de los chicos tomó a Sophie por el brazo.
—No seas así, ven —habló autoritariamente intentado arrastrar a la chica con ellos.
Sophie se encontraba entre molesta y asustada, en situaciones como esa, Ian siempre aparecía a su rescate, ya casi contaba con ello, pero en ese momento él se encontraba muy lejos, debía zafar por cuenta propia.
—Déjame —le gritó haciendo fuerza para soltarse.
Una mano detuvo de improvisto a quien la agarraba, obligándolo a liberarla. Sophie se entusiasmó, estaba segura que era Ian.
Se sorprendió al levantar la vista y no encontrase con el muchacho de cabello castaño; su salvador era Evan, quien aparecía junto a otros chicos de San Abel, Vincent y Esteban entre ellos, para su desagrado.
—Ellas están con nosotros —dijo sonriendo arrogante, Sophie no comprendía qué tramaba—. Es nuestra presa. —Esas palabras volvieron a sacarla de quicio.
A ese punto no sabía qué era peor: encontrase con un grupo de desconocidos que intentaban llevársela a la fuerza, o con sus mayores enemigos.
—No pierdan el tiempo, Sophie es una cualquiera —intervino Esteban.
— ¡No es cierto, solo lo dices por que terminé contigo! —Lo empujó.
Claudia los miraba paralizada, no sabía qué hacer. Su amiga se encontraba en una pelea, o algo así, realmente parecía ser la presa en medio de una jauría, todos la atacaban.
—Sophie vámonos. —Finalmente sus piernas respondieron y se acercó a ella.
—Nosotros la vimos antes. —Sin prestar atención a la chica pelirroja, el primer muchacho se dirigió a Evan.
—Hagan lo que quieran, es novia de un conocido. —Con cara de hastío se separó de ellos, Sophie no era nada de él, no sabía por qué la defendía.
Entre todo el alboroto, Claudia corrió hacia el puesto de seguridad y regresó acompañada de dos guardias, quienes dispersaron a los chicos.
Todo parecía haber concluido, los primeros muchachos se retiraban y los de Saint Abel tomaban otro camino.
Claudia suspiró aliviada, todo había pasado, o eso pensó hasta que vio a Sophie corriendo hacia el segundo grupo.
— ¡Evan espera! —Le gritó al muchacho, todos se dieron la vuelta—. ¡Por qué sigues con ellos! — le reclamó.
—A ti que te importa niñita. —Vincent la empujó con una mano y Evan lo detuvo.
—Son mis amigos, ya estamos a mano, mándale saludos a Ian de mi parte. —Regresando con su grupo le dedicó un gesto de despedida con la mano.
Sophie estaba incrédula, Evan los había ayudado con la venganza contra Vincent, les había confirmado que lo detestaba, y aún seguía siendo su amigo. Los hombres eran tontos, no había otra respuesta.
— ¿Estás bien Sophie? ¿No te lastimaron? —Claudia se encontraba en verdad preocupada, le sorprendía cómo Sophie tomaba lo acontecido con tanta tranquilidad; de haber sido ella, de seguro se habría puesto a llorar.
—Sí, no es nada —respondió despreocupada.
— ¿Debe pasarte mucho no? que los chicos se interesen por ti.
—Sí, a veces.
—Bueno, es que eres muy linda, debe ser genial ser así.
—No tanto —la cortó tajante—. No es tan genial como crees; es lindo llamar la atención y que coqueteen contigo, pero a veces me miran de forma diferente, no me agrada, hasta me da miedo. —Su tono se escuchaba serio y triste, de una forma en la que Claudia jamás le había escuchado expresarse.
—Debe ser mejor que ser invisible o que solo te miren para molestarte.
— ¿Por qué te molestan? —Sophie regresó la atención a su amiga.
—Por mi cabello, mi cara, mi ropa... —explicó con obviedad.
—Eso es tonto, y lo que piensen otros no debe importarte, pero si te sientes insegura... podemos hacer algo al respecto. —En sus ojos se notaba que una idea surcaba su mente, lo cual le causó miedo a su amiga, quien se preguntaba si la meterían en líos nuevamente —. ¡Necesitas un cambio de look! —exclamó lo que Claudia menos deseaba escuchar.
—No Sophie de verdad...
—Vamos, empieza el semestre, los cambios son buenos, yo decidí cambiar, podemos hacerlo juntas. El siguiente semestre seré una Sophie totalmente nueva, si tu cambias también me darás fuerzas —le suplicó—.Vamos, solo un corte de pelo y compramos ropa nueva, yo pago, nada exagerado.
—Está bien... aunque no le encuentro el sentido, un corte de pelo no me va a mejorar y seguiré siendo invisible —soltó decepcionada y Sophie se enojó por escucharla hablar con tanto pesimismo.
—No hables así, solo será una pequeña mejora, ¡yo te ayudaré a no ser invisible! Veras que juntas haremos muchos amigos nuevos, ¡de seguro también consigues un novio! Haremos citas dobles, te conseguiremos un chico romántico que le enseñe a Ian un poco sobre el amor y las novias. A todo esto, nunca me dijiste quien te gusta. —Sophie pasaba de un tema al otro tan rápido que a Claudia ya la confundía.
—Nadie, te dije que no me gusta nadie. —Sonrojándose por la pregunta bajó la vista, pero Sophie le reclamaba una respuesta.
—Necesito saber quién te gusta, ¡así averiguo cosas y trazo un plan!
—Bueno... Alguien sí, pero para él no existo, apenas me trata de amiga y de seguro tiene novia o le gusta alguien más...
— ¡Ningún chico está fuera de tu alcance! Solo Ian. —La miró entrecerrando los ojos y volvió a sonreír—. ¡Vamos a la peluquería!— gritó arrastrando a su amiga de la mano. Salió disparada hacia un salón de belleza casi elevando a Claudia por los aires en su carrera.
De algo estaba segura Claudia, no había forma de hacer cambiar a Sophie de parecer y a su madre no le iba a agradar ni un poco que cambiase su cabello o usase ropa que ella consideraba inapropiada.

Ian entró a la biblioteca, era bastante grande y poseía altos estantes llenos de libros, así como un elegante escritorio de madera en medio.
Sin perder tiempo comenzó a revisar, en las ocasiones que había entrado a esa habitación, ya había realizado una inspección preliminar, sabía dónde podían guardarse los documentos importantes. Revisó todos los cajones, guardando en su mochila cuanto papel le pareció relevante. Después fue por los CDs de información, no tenía tiempo de examinarlos, sacó discos vacíos que llevaba en la mochila, los hizo caer al suelo y reemplazó los que contenían archivos con los nuevos. Eso le daba algo de tiempo, posiblemente el papá de Sophie no notaría a primera vista el cambio.
Una vez obtenido todo el material necesario para revisar, se colgó la mochila al hombro; ya a punto de levantarse la puerta se abrió y permaneció estático, armando en su mente alguna excusa.

Espero que les guste! Les dejo la lista de edades y cumpleaños de personajes. En este momento de la historia están a finales de julio. Así que algunos ya cumplieron años y otros están a punto, entre paréntesis la edad que van a cumplir.
Sophie: 15 años - 31 de marzo
Ian: 15 años- 30 de marzo
Tiago: 14 años - 4 de junio
Alan: 15 años - 19 de julio
Daniel: 10 años - 20 de abril
Samy: 10 años - 15 de junio
Grecia: 10 años - 9 de agosto (11)
Claudia: 15 años - 17 de octubre (16)
Evan: 15 años - 8 de noviembre (16)
Vincent: 15 años - 3 de septiembre (16)
Esteban: 18 años - 5 de Julio
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