28. Una promesa
Ella estaba recostada a su lado, ensimismada en las miles de ideas y posibilidades que el relato de Ian había tallado en su mente. Él la contemplaba, al principio con disimulo, luego de manera obvia; con ella tan perdida en sus pensamientos, no había posibilidad de perturbarla con una detallada inspección a su pequeña y rosada boca fruncida de manera graciosa y adorable al mismo tiempo; a los traviesos mechones de su lacio cabello pegándose a la blanca piel de su rostro y a su delgada silueta, que le daba la apariencia de una frágil muñeca; todo eso le encantaba, Sophie era sin duda la chica más hermosa que había visto.
Dejando la portátil a un lado se deslizó hasta echarse en la cama, mirándola de frente y atrayendo su atención con un ligero roce de sus dedos.
Se miraron a los ojos largo rato, inmóviles, en silencio, y la incapacidad de Sophie por permanecer quieta mucho tiempo, la hizo saltar de repente hacia el bolso que había llevado.
— ¡Lo había olvidado! —exclamó abriendo uno de los bolsillos.
Ian suspiró y volvió a sentarse, el tan agradable momento había pasado. Mientras se acomodaba, Sophie se colocó sobre él, dejándolo algo sorprendido; en seguida sus delgados brazos lo rodearon y sintió que le ataba algo al cuello.
Se separó lentamente y él bajó la mirada, una pequeña cruz plateada colgaba de un cordel negro.
— ¿Y esto?
—Es una cruz "Paté" era el símbolo de los caballeros Teutónicos. Me llamó la atención cuando la vi y me recordó a ti, por ese complejo que tienes de ir a salvar a todo el mundo. Es que nunca te di un regalo de cumpleaños, y bueno tú me diste uno... —dijo tímidamente señalándole las hebillas que llevaba en el cabello—. Todo este tiempo pensé que Esteban me las había regalado ¿Por qué me las diste?
—Era tu cumpleaños, recién te conocía y me parecías bonita, pensé que debía darte un regalo —explicó restándole importancia.
Sophie volvió a abalanzarse sobre él abrazándolo fuerte.
—Te daré doscientos puntos por eso; por darme un regalo cuando apenas me conocías y no alardear como el resto del colegio. —Intentó romper el abrazo pero Ian la sostuvo con fuerza, evitando que el cuerpo de la muchacha se separase.
—No importa lo que pase, por favor nunca te alejes de mí —susurró con mucha seriedad.
Sophie no sabía el porqué del comentario. Ian sonó extraño, como si intentaran separarlos o algo malo estuviese por ocurrir y, según ella, ninguna de las dos cosas pasaría. Posiblemente a su padre no le agradaría saber que tenía novio, pero tampoco estaría en total desacuerdo; las vacaciones recién comenzaban y tenían mucho tiempo por delante.
—No, por supuesto que no —respondió, no sabiendo exactamente por qué, intentó reconfortarlo—. Estás ardiendo. —Besándole la frente comprobó la temperatura—.Tengo algo para eso. —Motivada bajó de la cama y de espaldas a él alistó otra jeringa—. ¡Muy bien, ahora sí date vuelta! —Sonriendo sacó el aire de la segunda inyección e Ian se levantó aterrado de la cama.
— ¡No vas a ponerme nada! Entiéndelo, no me inyectarás algo que no sé qué es. —Antes de poder huir, Sophie lo tumbó de estómago en la cama y se sentó sobre su espalda.
—No seas cobarde, son solo vitaminas, para que te cures más rápido.
—Si quieres tocar mi trasero búscate otra excusa.
— ¡No es para eso! —chilló regresando sus pies al piso.
— ¿Los estamos interrumpiendo? —Se escuchó una voz madura desde la puerta.
Ambos muchachos miraron avergonzados hacia el mayordomo de la casa y el médico que lo acompañaba.
—Yo... yo dejo que te revisen ¡adiós! —La ruborizada chica salió corriendo de la habitación y se dirigió a su casa, luego llamaría a Ian, una vez que él se encontrase solo.
—Sophie, te dejaron un paquete en la puerta. —La mucama interrumpió la concentración de Sophie en una nueva canción.
Preguntándose qué podía recibir ese día, bajó a la puerta principal. Un enorme panda de peluche esperaba como si fuese una persona cubierta de un muy afelpado abrigo.
Bajó corriendo al verlo e instintivamente lo abrazó sintiendo la suave textura en su piel. Una tarjeta colgaba de la oreja del oso, Sophie la arrancó, a pesar de saber exactamente quien le había enviado dicho regalo, se encontraba ansiosa por leer las palabras que lo acompañaban:
"Esto debe valer los 800 puntos que me faltan, 100 por el peluche y 700 por la humillación ¿sabes lo ridículo que me vi comprando esta cosa? De haber sido otra persona me habría golpeado..."
No era exactamente la carta romántica que esperaba, pero Ian lo hacía a su modo.
ESTO SOLO VALE 100
Le mandó un mensaje con su celular. Se notaba que Ian ya se encontraba bien de salud.
— ¿Y eso de dónde salió? —Tiago miró enarcando una ceja hacia a Sophie con su oso, el cual tenía casi el tamaño de su hermana mayor.
—De la fábrica de peluches, ayúdame a subirlo. —Tumbó el oso al piso y lo jaló de las orejas, esperando que su hermano la ayudase con la parte posterior.
— ¿Te lo mandó Ian verdad?
— ¿Y si así fue qué?
Tiago suspiró, dejó el muñeco en el segundo piso de la casa y tomó a su hermana por los hombros.
—Sophie, no soy ciego, sé que entre tu e Ian pasa algo y sé que te estás ilusionando, pero... esto es una relación que no va a durar y tú vas a sufrir mucho. Mejor si cortas esto desde ahora.
— ¡Y por qué no habría de durar! —se enfadó al escuchar las palabras de su hermano, él no podía meterse, además Ian era su mejor amigo ¿cuál era el problema?
—Sophie... —dijo con pena—. Ian no es de nuestro país, en algún momento regresará a Inglaterra y según me dijo es muy posible que eso pase en un par de meses, no entiendo por qué está haciendo todo esto...
Sophie bajó la cabeza sintiendo el corazón en su puño. Ian no podía irse, ¿Le decía que la amaba y pretendía que estuviesen juntos solo un par de meses?
Alzó la mirada a su hermano y salió corriendo a punto de llorar por la ira y la tristeza.
Como desenfrenada tocó el timbre de la tenebrosa casa de Ian, en cuanto una de las mucamas le abrió, ella la hizo a un lado y corrió al cuarto del muchacho. Sin tocar ni anunciar su llegada entró intempestivamente. El chico terminaba de colocarse una camiseta cuando la puerta cerrándose y el aura pesimista de Sophie llamaron su atención.
— ¡Te odio! —le gritó con todas sus fuerzas.
Ian no se inmutó, Sophie le repetía que lo odiaba al menos cinco veces a la semana. Terminó de vestirse y se acercó preocupado al notar que perladas gotas salían de los ojos azules de la muchacha.
— ¿Qué pasa? ¿No te gustó el peluche? Ni pienses que voy a cambiarlo, no dejaré que vuelvan a verme en público con esa cosa...
— ¡Por qué no me lo dijiste! ¿Qué pensabas? ¿Regresar a tu país dejándome con el corazón destrozado? —ignorando sus anteriores palabras le reclamó sintiéndose estúpida y utilizada, y sobre todo insignificante para él.
—No entiendo de qué hablas.
—Tiago me lo acaba de decir, ¡regresarás a Inglaterra y me dejarás!
Ian rodó lo ojos entendiendo la situación, Tiago se metía donde no lo llamaban. Le extendió la mano a la triste muchacha y despeinó su cabello como si fuese una mascota o un niño pequeño.
—Que tonta eres... para que me vaya falta mucho, y de todas formas no pienso hacerlo, al menos no por un tiempo.
Sophie cambió la amargura por curiosidad.
— ¿No te irás?
—Supongo que en algún momento me iré, pero cuando vaya a la universidad, más bien cuando vayamos juntos. Mi tutor debe regresar a fin de año, pero ya hable con él. Lo convencí de que es mejor que acabe el colegio acá; además puedo pedir que me adelanten un curso, entonces me tomaré un año antes de la universidad para ayudarte a estudiar —dijo arrogante y Sophie volvió a su intercambio de emociones.
— ¡No necesito que me ayudes! Este año tendré mejores notas... —Su exaltación disminuyó de intensidad recordando el punto central de su discusión—. ¿Entonces te quedarás conmigo?
Ian sonrió divirtiéndose con la tierna imagen de la muchacha suplicándole que no la dejase. La abrazó apoyando su mentón en la cabeza de Sophie mientas con una mano le acariciaba el cabello.
—Sí, hagamos una promesa. Yo haré todo por quedarme aquí los siguientes dos años, pero cuando acabes el colegio vendrás conmigo a Londres.
La muchacha se separó de él y alzó la vista. Por un momento le dio la sensación de encontrase en un capítulo de las novelas que tanto le gustaban. Ian quería estar con ella y le prometía hacer todo lo posible a cambio que aceptase irse con él y continuar juntos para siempre.
Sonriendo se alejó un paso y escupió en la palma de su mano.
—Promesa —se la extendió y él la miró bufando.
—Y dices que yo soy asqueroso...
— ¿Qué? ¿Prefieres sangre?
—No, saliva está bien, aunque un beso hubiera estado mejor. —Se estremeció con solo escuchar la palabra sangre. Imitó el acto de Sophie y le estrechó la mano—. ¿Cuántos puntos me vale la promesa?
—Veinte —expresó segura limpiándose la mano en la camiseta del muchacho.
— ¿¡Solo veinte!? ¡Debería valer todos los que me faltan, prácticamente me estoy comprometiendo contigo en un acto masoquista y suicida!
—Te estoy dando demasiados puntos, si sigo dándote cien o doscientos por cada cosa será muy fácil y no has sufrido suficiente.
—No me has besado en tres días, créeme que ya sufrí demasiado. —La jaló hacia él intentando encontrar los labios de Sophie, mas ella se hizo a un lado.
—Los amigo no se besan —habló con malicia, apartándolo y caminando hacia la puerta. Ese día era el cumpleaños de Alan y faltaban pocas horas. Tranquila por la aclaración de Ian y la promesa de no separarse, regresó a su casa dando brinquitos.
Los cumpleaños de Alan siempre significaban lo mismo: destrucción masiva.
Era un misterio cómo los padres de Alan permitían esas descontroladas fiestas, más bien, era un misterio como Sara, la madre de Alan, se comportaba de forma tan pasiva siendo que su esposo prefería ausentarse y pasar días con Nicolás para evitar presenciar cómo su casa era ensuciada y destruida por un grupo de adolescentes alborotados.
Sophie llegó en compañía de su hermano y su padre. Hacían varias semanas que no visitaba la casa de Alan, la cual era aún más grande que la de ella. Siempre que subía las escaleras de piedra un montón de recuerdos nostálgicos cruzaban su mente. Esa había sido la casa de su abuelo, a quien quería mucho, quien la consentía tanto como su padre.
En esos enormes jardines que se acomodaban uno sobre el otro a manera de balcones, había jugado muchas veces con sus primos y hermanos.
El interior de la casa se veía reluciente y vacío, el padre de Alan había tenido la precaución de vaciar la mayor cantidad de muebles y objetos rompibles, pero eso no evitaría que los pisos, ventanales y muebles empotrados terminasen en estado lamentable.
Solo una gran mesa con bebidas y comidas ocupaban la parte posterior del salón principal, las luces ya eran escasas y el Dj ya preparaba el equipo de sonido.
—Te los dejo, me voy antes de que esto se salga de control. —Nicolás soltó a sus dos hijos y evitó tener una conversación con su hermana y su mejor amigo, conociendo a Sara, ella era capaz de convencerlo de quedarse a cuidar la fiesta, pero como director de una secundaría, su saturación de adolecentes desquiciados se encontraba al máximo, más teniendo a un par de esos especímenes en su propia casa.
—Yo me voy contigo —le dijo el padre de Alan, recogiendo una chaqueta y un pequeño bolso que tenía preparado con antelación —. Me alcoholizaré y dormiré en tu sillón hasta que mi casa sea reconstruida —habló con resignación apresurando el paso hacia el auto de Nicolás, antes que su esposa lo detuviese.
— ¡Maldito cobarde! ¡Le diré a Thaly que te prenda fuego mientras duermes! —le gritó su esposa como amenaza, volviendo la atención a sus sobrinos—. Alan está arriba, bájenlo y que nadie suba, yo estaré encerrada en mi habitación hasta que todo esto termine. —Sonriendo aprovechó de escapar también, no era tonta, no pensaba pasar toda la noche amenazando jovenzuelos y poniendo orden, había contratado a dos guardias de seguridad para eso.
— ¡Sophie! —Alan sintió una agradable emoción al ver a su bonita prima entrar a su habitación. Sin pensarlo lanzó lo que tenía entre manos y la levantó de suelo, abrazándola con fuerza e inhalando el aroma de su cabello.
— ¿Tienes todo? —le preguntó aún en sus brazos.
—Sí, ya está todo listo y Camila me aseguró que Vincent vendrá.
—Creo que la asfixias. —Tiago entró a tiempo de separarlo y lanzarle una desdeñosa mirada. Odiaba encontrase en medio del triángulo amoroso que se había formado, odiaba que Alan e Ian peleasen por Sophie y no pudiesen reunirse tranquilos como hacían antes ¿Por qué las chicas tenían que arruinarlo todo? Si tenía suerte, esa misma noche Alan se resignaría a que Sophie solo lo veía como a su primo y se buscaría otra chica o viviría la vida como él, disfrutando de los labios de cada chica que podía ¿Para qué tener una novia? En eso pensaba diferente a su primo y a Ian, mientras ellos luchaban por una sola chica, él disfrutaba del banquete que le significaba la secundaria—. No te esfuerces, Ian ya te lleva la delantera, esta mañana le regaló un oso que apenas cabe en nuestra casa —le murmuró cuando Sophie se encontraba distraída; bueno, quería arreglar las cosas entre sus dos mejores amigos, pero un poco de malicia para divertirse a sus expensas tampoco estaba mal.
—Maldito, queriendo ganársela con regalos, no le funcionará —masculló Alan mientras Tiago evitaba reír.
El siguiente en llegar a la fiesta fue Ian, él iba más que nada a cuidar de Sophie, acompañarla, pasar un rato con ella y sobre todo evitar que Alan se le acercasen demasiado. Después de eso, la venganza que tenían planeada contra Vincent era el plato principal, hasta Evan los había ayudado a organizarla.
—Supongo que Tiago ya te contó, Sophie y yo casi somos novios —alardeó frente a Alan cuando las luces de colores ya se movían por las paredes y la música estridente sonaba.
—No es verdad, no conseguirás nada con regalos, Sophie me quiere más a mí, después de todo lo que le hiciste ella no sería tan tonta como para caer a tus pies.
—Pues entonces Sophie es más tonta de lo que crees —dijo arrogante—. Mira lo que me regaló, ¿bonita no? —le mostró la cruz que llevaba en el cuello y disfrutó de Alan poniéndose rojo de la ira y la incredulidad. Al igual que Tiago, encontraba cierto gusto en hacer enfadar a Alan, además sabía que el chico tenía algo preparado, si le jugaría una broma o le haría pasar un mal rato, al menos podía tener la satisfacción de haberle echado en cara su casi relación formal con Sophie.
Olvidando sus pleitos personales, continuaron con su plan principal. Evan e Ian subieron al cuarto de Alan, donde Sophie ya los esperaba. Alan sacó de su escondite un par de botellas de licor y con una señal invitó a un grupo de amigos a acompañarlo hasta el patio, Vincent entre ellos. Camila estuvo a punto de seguirlos, pero Alan se arrepintió al verla. La venganza contra Camila era más bien un tema personal de Ian que poco tenía que ver con Sophie. Disuadió a Camila de acompañarlos y repartió vasos plásticos a sus amigos.
Vincent le arrebató de las manos un vaso y una botella de licor, la cual pensaba beber solo y sin compartir, exactamente como Alan había supuesto.
En grupo bebieron un par de tragos, Vincent ya se mareaba con los primeros vasos y Alan miraba con complicidad a sus compañeros, quienes al igual que él, solo bebían agua.
—Vamos Vincent, toma otro, no seas nena, no me digas que ya se te subió —dijo uno de los chicos sirviéndole más en el vaso. Dentro de su mareo, Vincent no comprendía como sus compañeros parecían estar tan sobrios mientras que él apenas podía permanecer sentado, sin embargo, su orgullo era mayor y no podía permitirles pensar que caía tan fácil, así que continuó bebiendo.
Alan y sus amigos reían con el gracioso rostro de Vincent y su intento fallido de pronunciar correctamente las palabras.
Finalmente cayó al piso con un golpe seco.
— ¡Por fin! Ayúdenme a subirlo —dijo Alan cargando a Vincent escaleras arriba con ayuda de sus amigos.
Sophie, Ian y Tiago, tenían lista la habitación. La cama bien acomodada, un vestido rojo, accesorios y maquillaje sobre la mesita de noche.
—Yo no pienso tocarlo —dijo Alan con asco, terminando de colocar al muchacho ebrio en la cama.
—Ustedes desvístanlo, yo me encargaré de ponerlo bonito. —Sophie agarró lápices labiales y con una diabólica mirada seleccionó el color ideal.
Agarrándolo con la punta de los dedos y desviando la mirada, los chicos desvistieron a Vincent hasta dejarlo en ropa interior. Tiago tomó el vestido y comenzó a subirlo por las piernas del chico ayudado por Evan e Ian. Ya casi terminaban de colocárselo cuando la puerta de la habitación se abrió de golpe y la madre de Alan los pescó infraganti. Ian y Evan soltaron a Vincent, quien cayó sin delicadeza al suelo y Tiago también soltó el vestido.
— ¿Qué están haciendo? —preguntó inspeccionando la habituación en penumbra.
—Embriagamos a Vincent y ahora lo vestiremos de mujer, le tomaremos fotos, filmaremos un video y lo transmitiremos en la sala —explicó Sophie.
—Ah... —exclamó la mujer—. No se olviden de los zapatos, y mejor si hacen una transmisión en vivo en internet.
—Sí, también hacemos eso.
—Genial, ya tendré un tema divertido del cual hablar con los padres de Vincent en sus aburridas reuniones, ¡Tal vez lo manden a terapia conmigo! —dijo emocionada saliendo de la habitación en tanto que los chicos volvían a su labor.
La música sonaba tan fuerte que las ventanas de vitral retumbaban amenazando con explotar. La pista de baile se encontraba atiborrada y el barandal de las escaleras parecía estar a punto de correr la misma suerte que los vitrales. Casi todos los alumnos de la secundaria Saint Abel, así como el equipo de básquet del colegio de Sophie, llenaban la casa de Alan.
Entre tanta gente y ruido, nadie notaba la ausencia del cumpleañero y su grupo más cercano de amigos.
Camila buscaba a su hermano, cansada de pasar desapercibida en la multitud y haber sido olímpicamente ignorada por Alan, quería convencerlo de irse.
— ¿Viste a Vincent? —le preguntó a un muchacho del curso de su hermano.
El chico ya estaba punto de dar una respuesta negativa cuando la música paró de golpe, así como las luces de discoteca, y en la oscuridad una proyección iluminó la pared.
— ¡Ahí esta! —gritó el chico estallando en carcajadas.
Todos los invitados centraron su atención en la imagen amplifica cinco veces de Vincent usando un vestido rojo de coctel, accesorios variados desde anillos, pulseras y largos aretes que hacían un perfecto juego con sus zapatos de tacón.
Entre las sombras de la habitación, Tiago y Alan acomodaban al muchacho frente a la cámara y le daban torpes palmadas en la cara para que despertase.
Un primer plano al rostro bien maquillado de Vincent causó más alboroto.
El chico se veía más que desorientado.
—Di hola a la cámara Vincent —le dijo Sophie.
—Hola... cámara... —gesticuló con dificultad el muchacho.
—Qué bonito vestido, ¿Quién te lo confeccionó? —preguntó entre risas Alan.
—Sí... es bonito... no lo sé... me gustan las pulseras. —Intentando mantenerse sentado miraba el vestido y accesorios que traía puesto.
—No tan bonito como el de Amalia, ¿Te acuerdas que fuiste un maldito bastardo con ella? —Sophie habló furiosa, recordando a la chica que Vincent había humillado públicamente en su fiesta, la cual se encontraba entre la multitud, observando a Vincent ser el centro de las burlas.
—Sí... tal vez... tal vez sí soy un bastardo, es que, ¡Debía ganar atención, estaba perdiendo popularidad! —sollozó desesperado y ninguno de los chicos que lo acompañaba podía dejar de reír. Ya tenían lo que necesitaban, una y otra vez repitieron la escena de Vincent con los ojos lloros diciendo que era un bastardo.
—Ya es suficiente, déjenlo dormir —dijo Evan, cansado de presenciar al patético acto de su compañero.
Cortaron la transmisión a la sala y dejaron la de internet. Vincent se recostó a dormir haciéndose un bollito dentro del vestido. Con las fotografías que habían tomado era más que suficiente; si por la buena fortuna de Vincent a su padre no le llegaba el video, las fotos de seguro lo harían a su correo.
—No, debemos tortúralo más —reclamó Sophie, aquello no era suficiente, la transmisión le había parecido en extremo corta y ella desfrutaba demasiado.
—Suficiente tendrá cuando mi madre lo torture en terapia.
Haciendo un puchero y cruzando los brazos, acompañó al resto de los chicos de regreso a la fiesta.
Al bajar las escaleras recibieron a Alan como a un héroe, todos se encontraban cansados de Vincent y el pequeño momento de humillación pública había sido lo mejor de la fiesta.
— ¡Cómo pudiste! ¿Dónde está? —Camila fue la única que corrió a reclamarle.
—En mi habitación, está durmiendo —le señaló las escaleras.
— ¡No creí que cayeras tan bajo! ¡Ni si quiera pienses en volver al colegio el próximo semestre, mis padres se encargarán de que te expulsen!
—Me cambiaré de colegio al siguiente semestre, haz lo que quieras y agradece que no nos vengamos de ti también. —Se encogió de hombros y se retiró dejando a la chica casi al borde de las lágrimas.
Su atención se centró en Sophie, por fin estaba sola, de Ian no había señales y su prima sonreía dichosa sentada en una de las escaleras de la entrada.
—¿Dónde está Ian? —se sentó a su lado y preguntó para cerciorarse de estar a solas con ella.
—Me fue a traer algo de tomar, ya viene —dijo casi suspirando.
—Tengo que hablar a solas contigo de algo importante. —Alan se apresuró y le extendió la mano, pensaba llevársela al jardín trasero, pero recordó que Ian estaba adentro. Sus planes cambiaron, de la mano se llevó a Sophie de regreso a la fiesta.
—Hay mucho ruido para hablar a solas —gritó tapándose lo oídos, pero Alan la llevó a una banca frente a la barra de bebidas.
—No importa —le habló al oído, debía decírselo rápido antes de ser interrumpido por Ian—. Sophie, el hecho de que nuestros padres sean hermanos no es nuestra culpa y en otras circunstancias, si no fuésemos primos seríamos mejores amigos y tal vez algo más.
Sophie puso una cara de extrañeza, no entendía el punto de Alan.
—Pues qué bien que no es así, si no fuéramos primos tal vez no nos hubieramos conocido y no serías mi mejor amigo.
—No Sophie, es al revés, tuvimos mala suerte, es que... Sophie yo te quiero, nunca dejé de quererte.
—Yo también te quiero —observó, aún preguntándose de qué hablaba Alan, o si es que había bebido y se encontraba ebrio.
—No Sophie, no me entiendes. —Se agarró el cabello con desesperación, buscando la forma de hacerse entender —. Yo te quiero, te amo, pero no de la forma en la que Tiago o Daniel te quieren, no te quiero como un hermano, te quiero de otra forma y aunque mis padres y los tuyos y el resto del mundo estén en desacuerdo no importa, yo voy a luchar por ti y te demostraré que también me amas y no hay imposibles, debemos estar juntos.
Sophie abrió los ojos con impresión. Igual que aquella vez cuando eran niños, Alan se le declaraba. Con todas sus fuerzas rogaba que se encontrase ebrio y no hablase en serio. Ella lo quería de verdad, como a su hermano, su mejor amigo con quien había compartido toda su vida, con quien incluso había dormido en la misma cuna y a quien le contaba casi todos sus secretos; pero si pensaba en amor de pareja, sólo Ian se le venía a la cabeza. El amor que sentía por ambos era equiparable, pero de manera diferente.
No sabía qué decirle, Alan se notaba desesperado y en cierta forma triste a la espera de un posible rechazo. Ella se calmó, no quería lastimarlo, abrió la boca para explicarle con calma que se encontraba confundido, él sin duda la quería, pero al no tener hermanos no sabía diferenciar ese tipo de amor.
—Alan, ya pasamos por esto antes y creo que... —empezó a explicarse cuando sus labios se vieron apresados por los de él.
Con los ojos abiertos por la sorpresa, intentó separarse golpeándolo en el pecho con los puños cerrados, pero él la sostenía con fuerza. Intentó separarlo nuevamente y no hubo necesidad. Alan se separó de golpe. En un parpadeo Sophie distinguió a Ian abalanzándose sobre Alan, empujándolo hacia el piso y golpeándolo en la cara mientras su primo reaccionaba sacándoselo de encima.
Bueno, estos son capis algo... relax XD
Nos vemos muy pronto con el siguiente capítulo!!! Comenten y ya saben... :D
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