27. Te diré mil veces que te amo
Sacudió la cabeza y volvió a clavarle la mirada; incrédulo, desconcertado, frustrado... eran pocos los verbos que podían atribuirse a su estado. Debía tratarse de una broma, ya esperaba que en cualquier momento ella le dijese que solo jugaba y lanzara a sus brazos.
Eso no pasó, Sophie lo veía arrogante, de un segundo al otro parecía haber crecido diez metros o él haberse encogido. No podía ser, después de todo el esfuerzo que había puesto en los últimos meses, ella lo rechazaba; pero, ella le había confesado que lo quería también, ¿Entonces qué sucedía?
— ¿No? —le preguntó, después de meditar en milésimas de segundo esperaba haber escuchado mal— ¿Es broma?
—No, por supuesto que no —respondió con mucha calma.
—Pero... ¡dijiste que me querías! No entiendo... ¿Cómo? O sea, me declaré de la forma más cursi solo por darte el gusto y tú... —La incredulidad hacía presa a su habla, no sabía cómo expresarse.
—Sí, te quiero, y fue la declaración más hermosa y perfecta, en verdad eres muy dulce, a veces, en muy, muy raras ocasiones. ¡Pero después de todo lo que me hiciste crees que voy a aceptar así de fácil! Me dejaste colgada de una azotea, me lanzaste gelatina, me abrazaste desnudo, apagaste una fogata orinando en mi presencia, arruinaste mi primera cita, aunque eso ya no importa, contaré la que tuvimos como la primera; robaste mi primer beso, me llamaste perdedora, corregiste mi carpeta, me quitaste el primer puesto en el cuadro de honor del colegio, por tu culpa robé un libro y pasé la peor vergüenza de mi vida, hiciste que nos perdiéramos en un bosque y un grupo de narcotraficantes casi nos maten, acaparaste toda la atención que me había costado años en conseguir. —Tomó aire con dificultad y continuó—: ¿Quieres que siga con la lista? Hay muchísimas cosas más que recordaré luego. En resumidas cuentas, siempre terminas saliéndote con la tuya y yo siempre termino dependiendo de ti o haciendo lo que tú quieres, pero ya no, se acabó. Esta vez yo seré quien tome las riendas. Seremos novios cuando yo decida que seamos novios, lo cual puede ser hoy, mañana, en un mes o nunca, tendrás que ganarte puntos. —Victoriosa se paró derecha, mirándolo desde arriba.
Ian protestaba bajo, Sophie se había avivado y aprovechaba de vengarse. Hacerlo sufrir de esa manera era peor para él que ser bañado en sangre.
— ¡Pues, ni muerto! No voy a cumplir tus caprichos. —Se dio la vuelta a punto de irse, aún sintiendo la cruel sonrisa de Sophie a sus espaladas; ella sabía que él no dejaría las cosas así, terminaría cediendo, y tenía toda la razón del mundo. Ian refunfuñó y deteniendo su andar volvió hacia ella—. De acuerdo, ¿Qué tengo que hacer? —Esquivó mirarla a los ojos y Sophie expandió su sonrisa.
—Haremos las cosas como se suponen que deben hacerse. Seremos amigos y cada vez que hagas o me digas algo lindo te daré puntos, cada vez que me fastidies o hagas algo puerco o irritante te los restaré, cuando llegues a mil puntos seremos novios oficialmente.
Ian aún refunfuñaba, no podía creer que al final terminase inmerso en el juego de Sophie.
— ¿Qué cosas tengo que hacer?, ¿Qué me da más puntos?
Sophie saboreó el momento antes de responder. Ian hablaba en actitud sumisa, lo tenía comiendo de su mano, lo que había esperado por cuatro meses se hacía realidad, y por otro lado, tendría a un chico intentando todo por conquistarla, tanto su lado orgulloso y competitivo como el romántico y soñador se encontraban a plenitud.
—Cosas, tú sabes, invitarme a salir, hacerme regalos lindos, decirme que me amas —explicó ilusionada.
El chico ponía una mueca, no se imaginaba a si mismo caminado por la calle con un ramo de flores y una caja de bombones; ni se imaginaba ni pensaba hacerlo, suficiente había tenido planeando esa declaración la noche anterior, estudiando con cuidado lo que Sophie había escrito en su muro sobre cómo debían ser su primer beso y declaración ideal.
— ¿Por decirte que te amo cuantos puntos son?
—Un punto, como ves tendrás que esforzarte, y mucho. —Comenzó a caminar fuera del parque, el frío ya calaba sus huesos y quería ir a casa a tomar una ducha tibia.
—Eso es fácil, sólo debo decirte que te amo mil veces y ya está —observó dándole alcance.
—No, no funciona así...
—Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo, te amo... —comenzó a repetir cruzando las manos detrás de su nuca en pose desinteresada. Sophie apretó los dientes cansándose de escucharlo—, te amo, te amo, te amo... ¿Cuántas voy?
— ¡No sé! No lo cuento, ¡ya basta, eres irritante! —Se exasperó, era increíble como Ian podía volver una frase tan linda en algo cansador—. Si sigues te quito cien puntos —mientras hablaba Ian no dejaba de repetir lo mismo— ¡Menos cien! ¡Menos doscientos! ¡Menos trescientos! ¡Menos cuatrocientos!
—Oye yo solo sigo tus reglas.
La chica lanzó un grito y caminó más rápido para perderlo de vista unos instantes. Irritante, arrogante, celoso, orgulloso, latoso y al mismo tiempo dulce y protector, así era Ian, y así lo quería. Sabía bien lo que se llevaba y a pesar de decretar sus reglas, ya consideraba a Ian su novio, pero le parecía justo hacerlo sufrir un poco, tanto como ella había sufrido desde que se habían conocido.
Aunque el irritante chico todavía seguía repitiendo las mismas palabras una y otra vez, consideraba a ese el mejor día su vida, pues había recibido su primer beso. Así lo había decidido, ese era su primer beso, ya podía tachar esa meta de su lista; e Ian era su primer amor, no sabía si el único, pero por el momento le gustaba pensar que sí.
Evan ya agarraba a Tiago del cuello reclamándole por su hermanita. Grecia a punto de llorar intentaba inútilmente meterse entre ambos. Vincent observaba arrogante y Alan también intentaba separarlos. La pelea ya empezaba con empujones y los entrenadores de ambos equipos corrían a intervenir.
Tiago empujó al entrenador de su equipo, no quería que nadie se metiera, solo tenía cuidado de mantener a Grecia alejada. El silbato del árbitro sonaba entre el alboroto y las cosas se calmaron cuando Nicolás jaló a su hijo hacia la banca.
— ¡Quieto! Te mueves y te saco del partido —lo amenazó tan autoritariamente que hasta los chicos del otro colegio sintieron un escalofrío.
—Él empezó, me acusa de secuestrar a su hermana.
Thaly bajó de las graderías para sacar a la niña de en medio del pleito. El entrenador de Saint Abel detenía a Evan y Nicolás agarraba a Tiago por el hombro, con tanta fuerza que este ya comenzaba a sentir dolor.
—Ustedes dos, vengan —llamó el árbitro a los chicos que habían empezado el pleito—. Una falta más y los descalifico a ambos —advirtió regresando a su lugar para dar inicio al partido.
—Te descalifican y no volverás a jugar hasta la universidad —le susurró Nicolás a Tiago mientras regresaba a las graderías.
Tiago refunfuñó, todo estaba bien esa mañana, el problema había empezado por la niña de la cual había terminado haciéndose cargo de manera inesperada, y Vincent, quien conocía tan bien a Evan que sabía cómo meter cizaña.
El partido comenzó con un saque a favor de Saint Abel. Tiago y Evan ya tenían algunos roces, empujones discretos, bloqueos innecesarios y miradas asesinas.
Tiago tenía el balón entre manos, preparándose para encestar. Evan lo miraba de forma retadora, listo para bloquear.
— ¡Tú puedes Tiago! —se escuchó el grito de Gracia sobre el bullicio.
— ¡Oye yo soy tu hermano! ¡Apóyame a mí no a él! —Evan desvió la atención hacia su hermana pequeña, celoso y enfadado por escuchar que su persona más querida apoyaba al enemigo.
Tiago aprovechó la distracción de Evan para encestar segundos antes del final del primer cuarto
—Imbécil —lo insultó Vincent regresando a la banca.
Sophie e Ian desviaron su camino hacia el colegio, querían ver cómo iba el partido, ya habiendo perdido más de media mañana de trabajo, y avisando al orfanato que reemplazarían la tutoría otro día; permanecer en el partido no les significaría más perjuicio.
— ¿Dónde estaban? ¿Por qué están mojados? —En cuanto llegaron al complejo deportivo del colegio, Nicolás corrió a quitarse el abrigo y cubrir a su hija.
—Nos llovió —dijo Sophie agradeciendo el calor que los bazos de su padre le brindaban.
Instintivamente Nicolás miró por la ventana hacia el cielo, el cual no podía estar más despejado.
— ¿Les llovió dónde?
— ¿Por qué mejor no los llevo a casa? —Thaly apareció también, preocupada por ver a los dos muchachos temblando de frío.
Ninguno se negó, Thaly los acompañaba fuera cuando el silbato y los gritos se escucharon de nuevo.
Tiago de nuevo había saltado hacia Evan y sus compañeros de equipo lo detenían.
— ¡Es todo! ¡Ustedes dos están suspendidos! —les gritó el árbitro.
Las protestas de ambos equipos se escuchaban. Nicolás corrió a detener a sus alumnos y en un descuido Grecia se soltó de la mano de Thaly.
— ¡No puede suspender a los capitanes! —protestó Alan. Tiago ya intervenía y de pronto sintió algo apresándole el estómago.
—Sigue jugando Tiago —le pidió Grecia.
—Todo es culpa de esa mocosa estúpida —mencionó con desprecio Vincent. Evan se puso furioso. Ya a punto de arremeterle un golpe, Tiago se le adelantó. Si iba a ser suspendido al menos quería darse el gusto de callarle la boca a ese sujeto, quien parecía tener la manía de molestar a las hermanas de otros.
— ¡A casa ya! —Nicolás intentó agarrarlo, pero su hijo ya había dado media vuelta con la niña aún abrazada a él.
—No lo regañe. —Grecia le hizo frente a Nicolás, y tanto Sophie como Ian no reprimieron la risa.
—Ese otro chico empezó todo, sabes que no es culpa de Tiago. —Olvidándose de la enternecedora escena de Tiago siendo defendido por una niña daños, Thaly se puso a su defensa también. Nicolás en ocasiones echaba la culpa a Tiago sin importarle sus motivos, a lo cual Thaly siempre salía a su defensa.
—Pero él continuó, sabes que siempre busca cualquier pretexto para pelear —intentó justificarse, pero tanto su esposa como su hija lo miraban reprobatoriamente—. Mejor olvídenlo, veamos el resto del partido. —Regresó a las graderías con su familia, Sophie dejaba de temblar en sus brazos e Ian aseguraba que no tenía frío, pese a tensar sus músculos para evitar temblar.
—Gracias. —De improvisto y mientras el partido continuaba, Evan se sentó junto a ellos, tomando a su hermana de la mano, quien al parcer lo había obligado a aproximarse a Tiago.
— ¿Por qué? —masculló.
—Por Grecia, me contó lo que pasó y también por callar a Vincent, si no lo pegabas tú yo lo habría matado —continuó con su serio e impasible semblante, el cual raras veces cambiaba.
—Después del partido los chicos vendrán a nuestra casa ¿No quieres venir? —Thaly intervino y Tiago le demostró lo inoportuna que era con una mirada.
— ¡Sí! ¡Vamos con Tiago! —exclamó Grecia volviendo a abrazarse del muchacho y sacándole una mueca asesina a su hermano.
—Asalta cunas. —Thaly miró de reojo a su hijo y sonrió por la expresión desconcertada que éste mantenía. Evan lo amenazaba de muerte con la mirada y la pequeña Grecia lo apretaba más fuerte que si tuviese ventosas.
Cuando el partido finalizó dándole la victoria al equipo de Tiago, la alegría por haber clasificado al nacional borró todo recuerdo de los percances y pleitos anteriores.
Disimuladamente Ian intentaba tomar a Sophie de la mano, aprovechando que tanto Tiago como Alan se encontraban distraídos. Tiago llamaba a Alan perdedor y este protestaba, frustrado por ser el primer año que Saint Abel no clasificaba.
Thaly y Nicolás ya habían perdido la cuenta de cuántos chicos se encontraban causando desastres en la casa, comiendo, pisando los muebles, pasándose el balón en la sala y por momentos se escuchaba que algún objeto caía estrepitosamente contra el suelo. Acostumbrados a ese tipo de desastres, decidieron encerrarse en su habitación hasta que al menos la mayor parte de los chicos se hubiesen ido.
Sophie subió a tomar una ducha a su habitación y ponerse ropa seca. Ian hizo lo mismo en la habitación de Tiago.
Después de una tibia ducha que le devolvió movilidad a sus articulaciones, se visitó y corrió al cuarto de Sophie. Por todo el alboroto no había tenido tiempo a solas con su "casi novia" y no veía la hora de tenerla a su lado y convencerla de olvidarse de su juego.
—No hagas ruido, sólo ábrela un poco. —Mauricio y otro muchacho susurraban mientras empujaban lentamente la puerta de la habitación de Sophie.
Ian se puso rojo de la furia, esos chicos intentaban espiar a la chica que a él le gustaba; y de todas formas espiar a una muchacha mientras se encuentra en la intimidad de su habitación, le parecía lo más irrespetuoso que un chico pudiese hacer, el hecho de que la chica que espiaban sea hermosa, tampoco lo justificaba.
Intempestivamente jaló a Mauricio del cuello hasta hacerlo caer de espaldas al suelo. El otro muchacho que lo acompañaba se espantó por la pose asesina que Ian tenía en ese momento.
—Ambos están muertos —gesticuló con un aura demoniaca.
Mauricio bajó las escaleras corriendo al igual que el otro chico. Sophie escuchó el ruido al otro lado de su puerta y recién se percató que de ésta se encontraba entre abierta. Antes que Ian pudiese retirarse o tocar discretamente, ella la abrió del todo, encontrándolo muy próximo al espacio entre abierto. Abrió la boca sorprendida, Ian había caído muy bajo.
Ian también puso la misma expresión, pero más que de sorpresa era de horror.
— ¿Me estabas espiando? —inquirió apretando los puños.
— ¡No! ¡Yo no! yo... —Antes de terminar de explicarse la inevitable cachetada estrepitó contra su mejilla.
— ¡Menos cien! —gritó Sophie cerrándole la puerta en la cara.
Ian bajó sobándose la mejilla. Según sus cálculos ya tenía un puntaje negativo de quinientos. Lo que significaba que para Sophie le faltaban mil quinientos puntos antes de poder tenerla entre sus brazos.
Sophie miró de forma reprobatoria a Ian al llegar a la sala. Se dejó caer en el sillón y de inmediato Alan se sentó a su lado. Pese a haber perdido el partido, se sentía feliz por tener a Sophie cerca, y aún más contento porque su cumpleaños se acercaba, y como cada año, tendría una enorme fiesta, durante la cual planeaba vengarse de Ian, conquistar a Sophie y de paso humillar públicamente a Vincent.
Cariñoso y sin que ella se diese cuenta de sus segundas intenciones, la rodeó con un brazo.
Torpemente Ian se metió en medio de ambos y se sentó alejando a Alan de la muchacha. Sophie volcó los ojos y segundos después Tiago imitó a Ian sentándose en medio de su amigo y su hermana.
— ¿Alguien más? —preguntó Sophie con sarcasmo al ver la fila que se había formado a su lado.
Tiago e Ian cruzaron miradas amenazantes y Sophie se levantó dejándolos jugar a los celos.
Entró a la cocina, la cual ya había sido saqueada por el equipo de básquet. Abrió la alacena y se puso de puntas para alcanzar una lata de piña en conserva. Sus dedos apenas rozaban la lata y de pronto vio una mano alcanzársela sin dificultad mientras la otra rodeaba su cintura.
—Enana —le susurró Ian al oído, rozándole apropósito los labios contra su rostro.
—Por decirme enana o pequeña o cualquiera de esas cosas te quitaré diez puntos. Por cierto, los amigos no se abrazan así —mencionó intentando quitar el brazo que la rodeaba.
—No soy tu amigo.
—Lo eres hasta que yo diga lo contrario. —En lugar de soltarse él la abrazó con más fuerza.
—No importa lo que digas, soy tu novio y es todo. —En lugar de autoritario y arrogante pronunció las palabras con mucha sensualidad, comenzando a besarla de apoco en el cuello.
—Me haces cosquillas —rió Sophie y el carraspeo de alguien hizo que se detuvieran.
Thaly los miraba de brazos cruzados desde la puerta de la cocina.
Sophie se puso nerviosa, pero agradeció que no se tratase de su padre. Más nervioso que Sophie, Ian salió buscando cualquier excusa. Sophie trató de imitarlo, pero fue detenida por su madre.
— ¿Y bien? —Thaly le preguntó curiosa e interesada.
—Pues, bueno... —Jugó nerviosa con su cabello, no era que no quisiese contárselo a su madre, era el celoso de su padre quien le preocupaba. Sí él se enteraba de lo que pasaba entre Ian y ella, los mantendría vigilados las veinticuatro horas del día, impidiendo hasta que fuesen al orfanato o a la casona que investigaban para su trabajo—. La verdad es que... ¡Amo a Ian, están lindo! —explotó suspirando —. Y él también me quiere. Me pidió que seamos novios y yo le dije debía ganarse méritos, para que sufra un poco, pero igual ya es casi oficial. —Sin aguantar más se sentó a la mesa al igual que Thaly.
— ¿Qué no eran novios desde hace dos meses o algo así?
— ¡No! ¿De dónde sacas eso?
—Es que siempre andan juntos y lo veías con esa cara de tonta, además él está enamorado de ti desde la primera vez que vino.
— ¿De cómo lo sabes?
—Por favor, era más que obvio, sólo tú no te dabas cuenta, hasta Daniel lo sabía —habló volcando los ojos y retirándose de la mesa.
Sophie permaneció estática ¿De verdad podía ser tan despistada?
Atrapado en un pesado sueño, Ian sentía que la habitación le daba vueltas, intentaba descifrar si su malestar era real o parte de una pesadilla.
Consciente de que las horas pasaban, procuró levantarse. Debía encontrase con Sophie para continuar con su trabajo, el cual se había retrasado. Con pesadez abrió los párpados, y creyendo que aún soñaba se encontró con un angelical rostro que lo miraba muy de cerca. En seguida reconoció las orbes azules de Sophie y sonreír le fue inevitable.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó con voz ronca.
—Te llamé al celular varias veces, luego llamé acá y me dijeron que estás enfermo ¡Así que vine a cuidarte! —Habló entusiasmada con una pose de victoria—. Además que debemos acabar el trabajo, no creas que tendré complacencias contigo solo porque eres un debilucho que se resfría.
Ian se sentó en la cama con todos los músculos de cuerpo doliéndole. La mojada del día anterior sumada al terrible frío del invierno lo habían enfermado como raras veces le sucedía.
— ¿Cómo es que tú no te enfermaste? —inquirió notando que Sophie se veía tan enérgica y saludable como siempre.
—Es que por mi anemia soy muy propensa a enfermarme, pero con la cantidad de medicamentos, vitaminas, suplementos e inyecciones que me ponen soy inmune hasta del ántrax, y hasta hace poco era inmune a ti y tu virus idiotizador. —Mientras Ian terminaba de incorporarse apenas en la cama, Sophie dejó en el piso el bolso que llevaba, se notaba que había llegado hacía poco y sus ojos y manos curiosas temblaban de la emoción al ver por primera vez la habitación de Ian.
Mientras el muchacho tomaba un poco del té que su mayordomo le había dejado en la mañana, Sophie hurgaba todo.
La habitación de Ian no era muy grande, las paredes pintadas de verde se veían muy elegantes decoradas con las cortinas de terciopelo. Todo estaba tan perfecto orden que a Sophie se le hacía imposible pensar que era el cuarto de un muchacho. No sabía si Ian en realidad era así de organizado, o el ejército de sirvientes que le habían abierto la puerta eran los responsables de mantener el cuarto en tal pulcritud.
En un estante había un televisor y un enorme equipo de sonido y en un estante contiguo, una gran colección de autos a escala.
Ian bebía de su taza, siguiendo con la mirada a la muchacha que corría de un extremo al otro de la habitación, hurgando sus coches de colección, apretando los botones de su estéreo y revisando sus libros y cuadernos de dibujo.
— ¡Estos no los había visto! ¡Qué lindos! —exclamó pasando hoja tras hoja de un antiguo cuaderno de bocetos que Ian había llenado con una diversidad de personajes de comics.
—Llévate uno si quieres —dijo desinteresadamente, a la chica se le iluminó más el rostro. Indecisa miraba una y otra vez un par de dibujos—. Llévate los que quieras. —Volcó los ojos notando lo preocupada que se veía Sophie al no poder llevarse más de un dibujo.
— ¡Ah! —gritó contenta y comenzó a arrancar casi todas las hojas del cuaderno—. Quiero este, y este lo pondré en mi pared. —Continuó sacando dibujos e Ian la miró con horror.
—No te lleves todo, o llévate todo, pero no los arranques. —Dejó a un lado su desayuno mientras Sophie guardaba el cuaderno de dibujos en su bolso. Luego siguió revisando entre la pila de libros y encontró un segundo block.
Ian abrió los ojos con espanto; si le decía a Sophie que no mirase ese cuaderno ella lo haría con más ganas, así que se hizo al desentendido, esperando que ella perdiera interés.
Para su desdicha, Sophie abrió la tapa y ojeó hoja tras hoja, dibujo tras dibujo, había como cincuenta de ellos y en todos aparecía ella.
Sonriendo arrogante le mostró el cuaderno a Ian, demostrándole que lo había descubierto.
— ¿El ángel de Samuel también soy yo verdad?
Ian asintió intentando ocultar su sonrojo.
—Desde que te conozco sólo te dibujo a ti —mencionó impasible, mirando hacia la ventana. Un suave beso en su mejilla lo hizo volver a avergonzarse.
—Eso te da cien puntos —le dijo Sophie con dulzura.
—Mejor hagamos el trabajo. —Esquivó el tema señalándole su laptop. Bastaba con que Sophie estuviese ahí para que él se sintiera mucho mejor.
— ¡Primero voy a curarte! ¡Te traje medicinas, vitaminas, sopa de pollo y una inyección! —Entusiasta como siempre le mostró los objetos que había llevado, incluida una enorme jeringa.
— ¡No! ¡Estás loca! —le gritó aterrado, Sophie no parecía hablar en broma con lo de la inyección—. ¡No voy a dejar que me inyectes nada! ¡Ni que te acerques a mí con objetos punzantes, nunca, jamás en la vida! Y tampoco tomaré la sopa, me da asco solo pensarlo.
—Yo te hice la sopa, me esforcé y pensé que te gustaría. —Sophie puso una cara de profunda tristeza y decepción ¿Cómo podía negarse a eso? No quería que Sophie se sintiese mal así que aceptó, sólo por ella—. Bien, dame la dichosa sopa. Sophie sonrió y le alcanzó un vaso térmico desechable con una etiqueta—. ¡Mentirosa! Esto es sopa instantánea, pensé que de verdad la habías hecho.
—Hacer, verter agua caliente...es lo mismo —habló con una sonrisa sacando la jeringa del sobre—. Date vuelta —avisó quitándole el aire a la jeringa con una pose de enfermera asesina—. Vamos, mi tío me enseñó a ponerlas, ya practique con Daniel, te sentirás mucho mejor.
Ian se sentía dentro de una película de terror. No era el tipo de personas que le teme a las inyecciones, y sin duda quería mucho a Sophie, pero no le tenía la confianza suficiente como para permitir que le inyectase un líquido extraño en su trasero.
Sophie ya se ponía sobre él, forzándolo a darse vuelta. Con la poca fuerza que tenía a causa del dolor muscular, logró arrebatarle la jeringa de la mano y lanzarla por la ventana abierta.
— ¡Eres peor que un niño!
— ¡Y tu eres peor que una psicópata asesina! Ya estoy mejor, hagamos el trabajo y deja que los profesionales médicos se encarguen de curarme, tu solo acomódate a mi lado.
Frustrada por su fracaso como enfermera, tomó su portátil y le extendió a Ian la suya. Él se veía débil, pero sin duda con mejor cara desde que lo había encontrado durmiendo plácidamente en su cama temprano en la mañana. Se le hacía gracioso, Ian parecía tan perfecto e invencible que jamás se le había ocurrido que pudiese enfermarse.
Con el documento abierto simuló que escribía, la verdad era que no podía concentrase, se encontraba feliz, no dejaba de mirar alrededor y descubrir nuevos detalles en la habitación de Ian, así como tampoco podía dejar de mirarlo a él. Su rostro se veía acalorado, la habitación se encontraba a una temperatura superior que el resto de la casa; y aunque había procurado no darle importancia, no dejaba de notar que Ian no llevaba ninguna prenda en la parte superior, por lo que podía ver su torso desnudo. Era delgado, pero los músculos se le notaban y su espalda era más bien ancha.
Con disimulo Ian también la miraba. Le resultaba en extremo agradable estar en compañía de Sophie; aún si no decían o hacían algo, tenerla en su habitación, acompañándolo y preocupándose por su salud era aún más agradable que salir en una cita.
Volvió a centrar la atención en su pantalla y la dulce voz de la chica le quitó la poca concentración que tenía en el texto que investigaba.
—Ian, ¿Quieres ganar cuatrocientos puntos? —preguntó algo inquieta y dudosa. De un momento a otro se le había ocurrido preguntar.
— ¿Cuatrocientos? Wow... debe ser algo muy grande. Si es un striptease es fácil, sólo llevo ropa interior —respondió levantando las cobijas y demostrando que en efecto unos bóxers azules eran la única prenda que llevaba.
— ¡No! pervertido exhibicionista. —Sonrojada volvió a cubrirlo con una sábana—. ¡Quiero preguntarte algo!
— ¿Qué? —preguntó divertido, sonriendo por la mueca escandalizada de la chica.
— ¿Quién eres? —esta vez sonó seria.
—Creo que ya hablamos de eso. —Volvió a mirar la pantalla de la computadora y Sophie la cerró de golpe.
—No, no me dijiste toda la verdad y si vamos a ser novios quiero saber todo sobre ti y confiar en que no me ocultas nada. —Ian tragó saliva sintiéndose la peor basura del mundo, por supuesto que habían cientos de cosas que le ocultaba a Sophie, y aun siendo su novio no podía contárselas—. Además... Vincent me dijo algunas cosas y, no quiero creerle, pero, me sentiré más tranquila si tú me confirmas que él miente.
— ¿Qué cosas te dijo?
—Que tu madre te abandonó de pequeño y que tu padre está en la cárcel, y... que te expulsaron de Saint Abel porque intentaste abusar de su hermana —avergonzada y temerosa le dijo lo que sabía. Quería escuchar la verdad salir de su boca.
Ian exhaló, ya suponía que Vincent le había contado algo similar y ya tenía en parte pensado qué decirle, contarle la verdad sobre algunos asuntos no lo perjudicaban.
—Es mentira, todo, menos lo de mi padre. Sobre mi madre no estoy del todo seguro, pero en una casa de acogida donde estuve me dijeron que ella había muerto y mis papales dicen lo mismo. Y sobre mi padre, él sí está en la cárcel, a veces lo llamo y le escribo. —Aunque disimuló la tristeza, Sophie la percibió; se recostó a su lado y lo miró de esa forma tan inocente y pura que a él lograba derretirlo.
— ¿Y por qué me dijiste que no sabías quién era?
—Porque cuando la gente piensa que eres hijo de un criminal te miran extraño y te tienen miedo.
—Como si no lo supiera. —Volcó los ojos e Ian entendió, a Sophie le pasaba algo similar, gracias a rumores pensaban que su padre controlaba algún tipo de mafia.
— Tampoco lo sabía hasta hace un par de años. Siempre pensé que él me había abandonado, que había dejado a mi madre y que yo no le importaba. Hasta que viene a vivir con mi tutor, él me contó la verdad. Mi padre no me abandonó, antes de que yo naciera lo metieron preso, su familia le tendió una trampa. Mi madre era la hija de uno de sus empleados y la echaron a la calle aun sabiendo que estaba embarazada. Me dio a luz en un auspicio y murió por un desangre. Mi padre no supo de mi existencia hasta años después, cuando mandó a mi tutor a buscar a mi madre. Él descubrió que ella había muerto y que me había tenido. Por años me buscaron, hasta que dieron conmigo gracias a un programa de televisión, me hicieron una entrevista porque gané un concurso de ensayos a nivel nacional. Soy muy parecido a mi padre, así se dieron cuenta.
Sophie escuchaba atenta, sintiendo pena y alegría al mismo tiempo. Ian le contaba la verdad, se abría a ella.
— ¿Por qué metieron a tu padre a la cárcel?
—Como te dije, su familia le tendió una trampa. Mi abuelo era un empresario de mucho dinero, antes de morir se peleó con todos sus hijos excepto con el menor, así que en su testamento solo le dejó las empresas y el dinero a él. A sus hermanos no les agradó nada, pero fingieron estar de acuerdo con la decisión de su padre y se ofrecieron a ayudar a mi padre en los negocios. Él confió en ellos, pero sus hermanos malversaron fondos y pusieron todo a su nombre, le dieron una condena muy larga. —Terminó de relatar y Sophie estalló con un grito.
— ¡Es la historia más romántica y genial que he escuchado! ¡Parece una película!
—Sí, creo que si lo pienso parece el argumento de una telenovela... —dijo extrañado por la reacción de la chica.
— ¿Y tus padres se amaban? ¿Lucharon contra las barreras de la sociedad elitista para estar juntos pese a su final trágico?
—Sí... supongo, iban a casarse, y eso fue el colmo para la familia de mi padre, se casaba con la hija de uno de los empleados... —de nuevo Sophie no lo dejó continuar.
— ¡Debemos reunir pruebas! ¡Demostrar que tu padre es inocente! ¡Viajaremos a Inglaterra si es necesario! —habló segura y entusiasmada.
—Eso hago, si tengo suerte mi padre saldrá este año —habló en voz baja y Sophie pareció no haberlo escuchado—. Bien ya te conté lo que querías, ahora sigamos con esto.
—No, aun no me contaste que pasó con Camila. —Se cruzó de bazos mostrándole que no se daría por vencida.
—Esa es otra historia, bastante simple en realidad. Camila está tan loca como tú, solo que en una forma diferente. Fuimos novios por menos de una semana, yo le terminé porque no la soportaba, pero ella no acepta un "no" por respuesta. Un día me pidió hablar a solas en el colegio, me pidió que volviéramos, en realidad me amenazó, dijo que si no volvíamos saldría gritando y le diría a los maestros y al director que había intentado abusar de ella. Obviamente no cedí a su chantaje y como era de esperarse salió corriendo y gritando que me había sobrepasado con ella. Nadie le creyó, pero sabes que su familia tiene influencias en el colegio, eso sumado a los pleitos que tenía con Vincent, terminaron por lograr que no me recibieran al siguiente año, así que mi tutor me mandó a un internado militar como castigo.
—Estúpida Camila, estúpido Vincent. No te preocupes, ayer hablé con Alan, durante su cumpleaños nos vengaremos de ambos, en especial de Vincent, ya tenemos todo preparado ¿Ayudarás verdad? —habló con un toque de malicia. Ian ya imaginaba que Sophie tenía otra idea descabellada en mente.
********
Sophie de enfermera es peligrosa o.o
en fin, gracias por sus comentarios! no se olviden de compartir la novela con sus amigos, reales o imaginarios :D
Los quiero!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top