20. Todo por un vestido



El miércoles en la tarde se sintió más dichosa y relajada que nunca, al fin la sala de reuniones volvía a su estado anterior, o al menos lo más similar posible. Algunos muebles pudieron ser limpiados, la mayoría tuvieron que ser reemplazados.

El padre de Alan se compadeció dándoles el dinero para la nueva mobiliaria, a cambio de que su hijo trabajara algunas tardes haciendo mandados en su agencia.

Rechazando cualquier sugerencia de Alan para disfrutar del resto de la tarde, Sophie salió corriendo del colegio, su madre la esperaba para ir al centro comercial.

Esa vez fueron solas, Daniel se quedó en casa de Samy, así podrían recorrer las tiendas tranquilas, eligiendo zapatos para Sophie y de paso ropa y juguetes para los bebés que venían en camino. Con todo el tiempo libre que Thaly tenía desde que había renunciado a su trabajo, la habitación de los gemelos ya estaba casi completamente decorada y lista.

Sophie intentaba ocultar su emoción por asistir a la fiesta, vagamente la revelaba al ver diversos objetos y pensar si quedarían con su vestido; sólo cuando pasó frente a una vidriería, su emoción fue imposible de detener. En una tienda de ropa se exhibía un preciso vestido azul, largo y entallado en la parte superior, suelto y un tanto abultado en la inferior. El straple se sujetaba por un solo hombro y una fina tela de gasa era la capa exterior, la pedrería que lo adornaba brillaba con las luces y esta les daba la apariencia de estrellas.

Nunca había visto un vestido más hermoso. El que tenía listo para usar era bello también, pero no tanto como ese.

Thaly notó el embeleso con el que su hija contemplaba la vidriera, casi pegándose a ella.

—Deja de babear el cristal y entra a probártelo —le dijo antes de que la vendedora saliera a pedirle que no ensuciara la vitrina.

Sophie la miró reprimiendo gritar de alegría, y entró casi corriendo a probárselo.

Sostuvo la prenda con mucho cuidado al entrar al cambiador, mientras se desvestía, rogaba que el vestido le quedara. Era único, no había más tallas ni tiempo para mandar a que se lo arreglaran. Thaly le ayudó con el cierre y no pudo evitar dar un pequeño gritito. Le quedaba tan perfecto que parecía hecho a medida.

Con la misma delicadeza se lo quitó y se puso más impaciente porque llegarse el sábado al ver que se lo envolvían.

—Lo siento, su tarjeta está sobregirada —dijo la cajera al pasar la tarjeta de crédito.

Thaly pareció ponerse nerviosa y le pasó otra; también fue rechazada al igual que la tercera.

— ¡Ay no! ¡Lo volví a hacer, tu padre va a matarme, sobregiré las tarjetas de nuevo! —habló desesperada, era la segunda vez que le pasaba lo mismo—. Demonios, va a enfadarse, la otra vez se contuvo de matarme, ahora no dudará en hacerlo, siempre se queja de que no se administrar el dinero, tiene razón, soy una idiota —se lamentó pensando cómo arreglar la situación.

—Él no tiene por qué enterarse —dijo Sophie, se sentía decepcionada, pero su madre parecía al borde del colapso.

—Bueno... sí —titubeó considerándolo y de repente se le iluminó una idea—. Aún me deben dinero del trabajo, me pagarán fin de mes, con ese dinero reemplazaré el de las tarjetas y tu padre no tiene por qué saberlo. —Su plan debía funcionar, hasta que recordó a Sophie—. Pero si hago eso, te quedarás sin vestido. Mejor se lo digo.

—No —la interrumpió—.No importa, tengo el otro, no pensábamos comprar un vestido de todos modos. Ya compramos los zapatos, además esa tonta fiesta no es tan importante. —Esbozó una falsa sonrisa asegurándole a Thaly que no importaba dejar el vestido en la tienda, y le prometió guardar silencio respecto a las tarjetas.

Aunque prefirió no decir nada, se sintió molesta, por primera vez se enfadaba con Thaly. Ella se había excedido comparando la ropa más fina y las cunas más caras, siendo que tenían tres de ellas guardadas en el depósito. Tampoco era la primera vez que sucedía, el padre de Sophie tenía razón, su madre no sabía administrar el dinero.

Al regresar a casa, Sophie contempló la habitación de sus nuevos hermanos, todo era nuevo y costoso, Thaly no había escatimado en gastos, a consecuencia de ello se quedaba sin el precioso vestido que la había hecho sentirse como una princesa.

— ¡Pensé que habías estudiado! ¡No puede ser que nunca apruebes matemáticas! —Entre toda su frustración, Sophie dio un paseo por su casa y, como era costumbre en esas épocas del año, su padre regañaba a su hermano menor, quien de nuevo había reprobado un examen—. Nunca tengo estos problemas con Sophie y Tiago, por qué no puedes poner más esfuerzo en el colegio.

— ¡Pues lamento no ser tan perfecto como ellos! —le gritó a su padre, este ya estaba por contestar cuando vio a Sophie y le pidió que se acercara.

—Por los siguientes dos meses no tendrás televisión ni videojuegos, Samy también vendrá menos y estudiarás todas las tardes con tu hermana —avisó dando por concluido su regaño, mas sus dos hijos abrieron la boca en señal de protesta.

— ¡Por qué tengo que gastar mis tardes ayudándolo! —se adelantó la chica.

—Porque yo no tengo tiempo, sabes que tengo asuntos que atender además del colegio, Tiago tiene entrenamientos por las tardes y tu madre no es buena para enseñar matemáticas. Tú eres la única que no hace nada por las tardes, solo será una hora diaria, vigila que haga su tarea y ayúdalo a mejorar.

— ¡Que él sea estúpido no es mi culpa! contrátale un profesor particular si lo necesita, no tengo por qué hacerme cargo de él. —La frustración anterior se acumuló y salió con toda la saña que le fue posible. Estaba enfadada y se dio cuenta que había lastimado a su hermano. Su padre la miraba incrédulo y de repente Daniel se levantó de la silla, desde donde los escuchaba a ambos.

— ¡Sophie tiene razón, debieron haberse quedado con sus dos perfectos hijos y no haberme tenido a mí! —Echó las manos hacia atrás de forma desafiante y se fue corriendo.

Sophie se cruzó de brazos, sabiendo lo mal que había estado con sus palabras, pero no era su culpa, no tenía por qué ayudar a su hermano, quien no aprobaba simplemente por dedicar su tiempo a todo menos a estudiar.

—Ve a disculparte con tu hermano —le ordenó su padre. 

Molesta como estaba se retiró sin dirigirle la palabra y se encerró con llave en su habitación.

Después de hablar con Daniel, sabía que ella era la siguiente en la lista de su padre.

Observó el vestido que se encontraba colgado en la puerta del armario. Era lindo sin duda, pero no tanto como el que había visto. Nunca había sentido un deseo tan grande por poseer algo. Buscó entre el dinero que tenía guardado. No alcanzaba ni siquiera para la mitad del costo; el vestido era demasiado caro.

Pensando la forma de conseguir dinero en dos días, escuchó unos golpes fuertes en su puerta. Su padre llegaba a reprocharle por el trato que le había dado a su hermano.

—Cómo es posible que seas tan egoísta —le reclamó al cruzar la puerta, su hija se tumbó en la cama esperando escuchar más—. Solo debías ayudarlo, y si no querías bastaba con que me lo digas, no que lo trates de esa forma.

—Perdón —espetó sin querer mirarlo a los ojos, puesto que aquello le habría hecho sentirse realmente culpable—. Es que, con Ian, la competencia se pone más difícil y hay una audición en unas semanas, quiero prepararme —explicó levantando un poco la vista, lo suficiente para mirar a la boca de su progenitor—. Luego le compraré a Daniel una bolsa con caramelos y verás que se le pasa.

—No, por favor, cómprale lo que sea menos dulces, sabes que se pone hiperactivo —pidió levantándose, ya estando por salir la muchacha lo detuvo.

—Hablando de comprar —intervino rápido, con las cosas más calmadas era posible conseguir el dinero —Bueno, pues, vi un vestido...

—Y quieres comprarlo —levantó la vista, adivinando las palabras que venían a continuación.

—Sí —se alegró, la generosidad parecía invadir la habitación—, ya arreglé la sala de reuniones, quedó como nueva, y como siempre sacaré diez en todos los exámenes. ¡Por favor, por favor cómpramelo! —suplicó recostándose de estómago en el piso para a garrar a su padre de la pierna.

—Bien, ve con tu madre y cómprenlo mañana. Después de ayudar a tu hermano con la tarea.

Sophie se incorporó lentamente, asintiendo y esperando recibir dinero o un cheque.

—De acuerdo. Iré con mi mamá mañana, pero necesitamos el dinero. —Extendió la mano, pasando la vista de ésta a su padre.

—Usen el dinero de las tarjetas, igual yo las pagaré a fin de mes. —De nuevo fue detenido por su hija al querer salir.

Sophie se encontró con la encrucijada, le había prometido silencio a su madre, pero en cierta forma ya había metido la pata, tampoco era su culpa que Thaly se hubiese excedido.

—Es que hay un problema con eso —comenzó captando la atención del hombre—. Hoy quisimos comprarlo con Thaly, pero parce que ya nos excedimos del límite, es mejor llevar efectivo —dijo tratando de sonar inocente o con desconocimiento de causa, como un comentario casual nada importante, esperando que su padre no le diese importancia.

— ¡¿Volvió a sobregirar las tarjetas?! —Se exaltó y esta vez no hubo forma de detenerlo.

El corazón de Sophie se encogió y su estómago se hizo un nudo. Había traicionado a su madre sin ser capaz de guardar el secreto por más de una hora. Intentó seguir los largos pasos de su padre, este le cerró la puerta casi en la cara al entrar a su habitación.

Por unos minutos no parecía pasar nada, luego cerró los ojos y se sintió peor que nunca al escucharlos discutir. Sus hermanos también se aproximaron al escuchar el alboroto y pegaron el oído a la puerta.

— ¡Te dije que no compraras tanto! ¡Es la segunda vez que pasa!

— ¡Voy a pagarte y no compraré nada más! —gritó enfadada, esperando dar por finalizada la discusión.

— ¡El dinero no es el problema, es que seas irresponsable y me andes ocultando cosas! ¡A veces parece que tuvieras la edad de Sophie!

— ¡Lamento que te sientas así! ¡No deberías seguir casado conmigo y buscarte una mujer más madura! —Esta vez más que enfadada, su madre parecía comenzar a llorar.

Sintieron a su padre aproximarse a la puerta y los tres corrieron a encerrarse al cuarto de Sophie, antes de ser descubiertos espiando.

— ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Tiago.

Sophie sentía la explosión de tristeza a punto de brotar en ella.

—Thaly sobre giró las tarjetas y yo... quería un vestido así que se lo conté a papá para conseguir el dinero. —Por más que intentó buscar las palabras adecuadas para suavizar el ambiente, ella comprendía muy bien el hecho y sus hermanos también.

—Bien hecho. —Tiago salió de la habitación dando un portazo que estremeció a su hermana.

—Si se divorcian es por tu culpa. —Su hermano menor parecía igual de indignado y se retiró sin siquiera mirarla.

Nadie se dirigía la palabra durante el desayuno, Thaly ni siquiera bajó.

Sophie le preguntó a su padre sobre ella y éste le contestó fríamente que debía seguir dormida.

Sophie no podía creerlo, en tan solo una tarde había logrado enfadar a todos. El ver entrar a Ian al salón de clases fue un recordatorio de lo que él le había mencionado meses atrás: que era una chica egoísta y caprichosa. Al final todo había sido por un vestido. La traición a su madre y el maltrato a su hermano, habían traído como consecuencia que sus padres se gritasen y Tiago no quisiera ni mirarla.

Al menos tenían un corto receso a los exámenes, su cabeza daba vuelta a los pasados días. Claudia la saludó cordialmente como siempre y eso fue la gota que derramó el vaso, no solo los hechos del día anterior y las palabras de Ian hacían estragos con su consciencia, ahora el regaño de Alan por tratar mal a Claudia venía a atormentarla también.

Ian notó que ambos hermanos no se hablaban y prefirió no indagar, los asuntos familiares eran algo con lo que él prefería no involucrarse.

Pasó las clases meditando, demostrando cínicamente a los maestros su falta de interés. Con el ánimo por los suelos regresó en la tarde. Debajo de su cama, donde le gustaba pensar, sollozó varios minutos.

Egoísta, caprichosa y frívola, eran los tres adjetivos que ella misma dedujo como los más acertados. Le debía una disculpa a todos, en especial a Thaly, Daniel y Claudia. A rastras salió de su escondite, como esperaba, Thaly se encontraba leyendo en la sala, la desocupación la tenía como loca y después de ir de un lado al otro solía tumbarse en el sillón con un libro.

—Thaly...—llamó su atención tímidamente, pensando la manera correcta de hablar. Su madre hizo a un lado su lectura y la miró de forma despreocupada —.Perdóname, soy la peor hija del mundo, de hecho soy la peor persona del mundo. —Se abalanzó a abrazarla y llorar sobre su hombro —.No sé qué me pasó, fui estúpida, ni siquiera sé por qué me importa tanto esa fiesta, ni el vestido y menos me entiendo a mí.

Thaly la abrazó desconcertada, tratando de tranquilizarla puesto que la chica había estallado en lágrimas de un momento a otro y comenzaba a ahogarse en sus sollozos.

—Tranquila, no es para tanto, yo no debí pedirte que me cubras, al final tu padre tiene razón, debo sentar el ejemplo en ustedes.

La chica se acomodó mejor secándose las lágrimas y abrazando a su madre igual a cuando era una niña pequeña, exactamente como se sentía en ese momento: como una niña, dependiente e inmadura.

—Sólo sirvo para causar problemas y peleas. No hago nada útil, ni soy capaz de ayudar a Daniel. Tú y todos estarían mejor sin mí —habló con sinceridad, pensando que realmente no hacía nada por el bien de nadie.

—No es cierto, si tu no existieras nada sería como es ahora, eres muy importante para todos, sobre todo para mí.

—No es verdad, hasta te arruiné la vida, seguro que antes de salir del colegio tenías planes y cosas que querías hacer y yo lo eché todo a perder. —Decepcionada se apoyó en las rodillas de su madre mientras esta le acariciaba la cabellera.

—Sophie, yo fui quien me embaracé de ti, tú no llegaste sola. No me arruinaste la vida, me trajiste alegría y un sentido a mi existencia. —Sin dejar la acción de pasar los dedos por el sedoso cabello negro de su hija, miró hacia un punto inexacto en la pared, recordando cientos de sucesos con melancolía—. Te contaré algo que nunca se lo conté a nadie. —Habló de improvisto, sin perder de vista el lugar de la pared.

—Mejor no me lo cuentes, capaz dentro de unos minutos todos lo sepan —dijo afligida. Thaly sonrió y le levantó el rostro aún empapado por las lágrimas.

—Sé que no lo harás —afirmó segura —. Cuando tenía diecisiete años mi vida se volvió una montaña rusa. Un año antes de eso me sentía vacía, sin alguna razón para vivir, y ya me había visto con una navaja en la muñeca en más de una ocasión. Luego conocí a tu padre y ahí comenzaron las altas y las bajas. Por momentos todo en mi vida empezaba a desmoronarse y cuando las cosas empezaban a mejorar decaían de nuevo. Se me venía una tras otra. Como cuando me dijeron que estaba embarazada. Sólo recuerdo comenzar a llorar y temblar mientras me pedían que me tranquilizara. Tenía pánico, mi madrastra quería que abortara y no sabía cuál iba a ser la posición de tu padre respecto a eso. Por suerte él me apoyó incondicionalmente desde el principio y aunque mi madrastra no estaba de acuerdo, ella comenzaba a convertirse en la madre que había necesitado toda mi vida. Hasta que todo se desmoronó de nuevo. Ella terminó por quitarse la vida y me dejó sola para hacerme cargo de mi vida. Como era menor de edad tuve que quedarme a vivir con mi padre. Él no sabía sobre tu padre o sobre mi embarazo y por supuesto la idea no iba a agradarle, él ya había decidido hasta con quién y cuándo iba a casarme y ustedes dos no estaban en los planes. Por supuesto no tardó en enterarse y todavía me acuerdo de la forma intempestiva en la que entró a mi habitación ese día, directo a darme una de las peores palizas de mi vida. Yo cerré los ojos y le supliqué que parara; iba a hacerte daño a ti también y habría dado mi vida con tal de que nada te pasara. Cuando los golpes cesaron, me avisó que me llevaría abortar al día siguiente. Pero reuní coraje, me puse firme y le dije que no lo haría, que prefería que matara antes. He pensado muchas veces que si no hubiera sido por ti, me habría rendido. El miedo que le tenía a ese hombre me había superado siempre, jamás me había animado a enfrentarlo hasta ese entonces.

— ¿Por qué no fuiste con mi papá? —la interrumpió meditando cada palabra que escuchaba.

—No quería involucrarlo. Mi padre era capaz de matarlo.

— ¿Y al final qué pasó? ¿Cómo volvieron a estar juntos?

—Reuní evidencia suficiente para mantener a mi padre alejado y me animé a denunciarlo. Tanto por el daño que me había hecho a mí como a muchas otras personas. Si no hubiese sido por ti no me habría animado a nada. Hubiera dejado que controlaran mi vida y que me alejaran de tu padre. A estas alturas él seguramente tendría otra familia y tus hermanos no existirían, me da escalofríos sólo el pensar en esa posible realidad. El amor hacia los hijos nos impulsa a cosas que en otras circunstancias no seriamos capaces. — Después de una largo rato bajó la mirada hacia a Sophie, quien se deshacía en lágrimas nuevamente.

—Por supuesto que no habría tenido otra familia—ambas voltearon asustadas al escuchar la voz de Nicolás detrás de ellas —. Lo siento, sé que no debí escucharlas. —Se aproximó a abrazarlas por detrás del sillón —.Yo jamás hubiera renunciado a ti. —Le dio un beso en la cabeza a Thaly y Sophie cambió su amargura por fascinación pensando que esa era una de las escenas más románticas que había presenciado —. Sophie no te pongas mal por una tontería, tu madre y yo hemos discutido por cosas más serias. Ya conseguí un tutor para Daniel. Tienes razón, debí preguntarte y no disponer de tu tiempo. Tus únicas prioridades ahora son los exámenes y la audición, ¿De acuerdo? —Le despeinó el cabello y Sophie se dirigió a la cocina para pasar con agua los residuos de su llanto.

Después de beber se limpió el rostro, se sentía mejor consigo misma, aún así decidió de que era tiempo de crecer y hacer algo por los demás. Caminó hacia la alcoba de su hermano, dispuesta a ayudarlo; su servicial sentimiento se desvaneció al encontrar a Daniel con su nuevo tutor: Ian.

Golpeó el piso con fuerza sintiéndose celosa. Daniel era su hermano, ella lo quería ayudar ¿Qué hacía Ian ahí?

—Ahora, si pongo doce y te pido que te lleves un tercio, ¿Cuántos quedan?— Ian le explicaba al niño con pequeños caramelos de colores.

—Mejor yo me llevo los doce y les regalo a cada uno un doceavo— Sophie les arrebató los caramelos, les entregó uno a cada uno y se llevó el resto a la boca.

—No gracias —dijo Daniel —. Encontramos los caramelos en la calle— manifestó con asco.

Sophie escupió los dulces y se limpió desesperadamente la lengua con la manga. El sabor a rancio y toques indescifrables, corroboraban que aquellos dulces se habían encontrado en el piso.

Los dos chicos rieron al ver a Sophie escupiendo totalmente asqueada.

—Que método más idiota y arcaico para enseñar fracciones —habló empujando a Ian a un lado para sentarse junto a su hermanito —. Yo voy a enseñarle, tú ya puedes irte, tus servicios no son requeridos. — Petulante le hizo un gesto con la mano para que se retirase, mas Ian no se movió siquiera.

—Tu padre me está pagando por cinco horas de tutoría semanal, así que no voy a ningún lado.

—Mi padre quiere que Daniel aprenda bien y yo le enseño mejor que tú, así que vete a perseguir ardillas o lo que sea que hagas en las tardes.

—No voy a ningún lado.

Daniel, pasaba la mirada del uno al otro mientras discutían, ya comenzaba a sentirse ofuscado así que lentamente se levantó tratando de irse antes que los otros se percataran.

— ¡A dónde crees que vas!— le gritaron ambos.

Frustrado su intento de escape, el niño se sentó en medio de ambos; cada cual le enseñaba a su forma y luego confirmaba que hubiese entendido, para proceder a echarle en cara al otro que era un mejor tutor.

—Parece que al final Daniel no es tan tonto —dijo Sophie acompañando a Ian a la salida, ya era de noche.

—Daniel es más inteligente que tú. —Lanzó su comentario sabiendo que Sophie se enfadaría—. Es solo que pasa mucho tiempo ocupándose de Samy, y por otro lado, se siente la sombra de Tiago y se decepciona al no poder ser tan bueno como él, piensa que tus padres lo quieren más.

—Eso no es cierto, mi padre es más estricto con Tiago, siempre fue así con él. A Daniel le tiene más tolerancia y paciencia.

—Pues él no lo ve así —finalizó despidiéndose de ella con un corto movimiento de mano.

Después del último examen de la semana, Sophie respiró aliviada, agradeciendo que esos largos días terminasen y el fin de semana comenzara.

Antes de abalanzarse sobre su colchón encontró una caja sobre la cama. Debajo de una capa de papel de seda, descubrió el precioso vestido azul que días atrás le había traído tantos problemas. Intentando imaginar cómo era posible que lo tuviese en sus manos sintió una presencia detrás de ella.

—Cómo es que...—le preguntó a Thaly.

—Es un regalo de tu padre, por sacar buenas notas y ayudar a Daniel— explicó con una sonrisa y se acercó incentivándola a probárselo de nuevo.

Una vez que sintió la suave tela contra su piel desnuda, Sophie deseó quedárselo puesto por siempre. Se sentía hermosa, realmente hermosa con la fina gasa envolviendo su cintura, también feliz por el sentimiento que aquello le causaba.

La tercera vez que se lo puso no fue para probárselo, fue el sábado por la noche. Con el vestido en su lugar y el cabello suelto y ligeramente ondulado, lo último era maquillarse.

—Falta algo en tu cabello —observó Thaly y se puso a buscar en los cajones de Sophie hasta dar con el par de hebillas que recordaba haberle visto usar alguna ocasión. Ya estando a punto de colocarlas en su cabello Sophie impidió el acto.

—Esas me las regaló Esteban, olvidé devolvérselas —espetó enfadándose por primera vez en la noche.

—Qué importa, ahora son tuyas y combinan con el vestido. —Se encogió de hombros y agarró un poco de cabello con ellas—. ¿Lo ves? mucho mejor.

Por motivos que aún no entendía se sentía emocionada y de repente un malestar la invadió y se sintió a punto de llorar y destruir algo, todo al mismo tiempo.

—Bien, entonces: ¿Qué opinas de la humanidad? —Thaly la apuntó con su celular—. ¿Tan rápido la detestas? ni siquiera pusiste un pie en la fiesta —dijo al verla acongojada.

—Ian no vendrá —afirmó cabizbaja. De golpe le llegó la idea y se sintió más ridícula que nunca. Ese era el plan de Ian, dejarla plantada y luego burlarse ¿Por qué otro motivo la invitaría?

— ¿Te llamó? —Thaly dejó de grabar y se aproximó preocupada.

—No, es solo que... —Casi sollozando comenzó a hablar.

—Señorita, el señor Key la está esperando abajo. —La mucama entró a anunciar la llegada de Ian y Sophie cambió el rostro de inmediato.

"Niña fatalista" pensó Thaly por el drama que Sophie ya creaba en su cabeza.

Ian conversaba con Tiago en la puerta. Por primea vez lo vio con el nudo de la corbata acomodado y ligeramente peinado. El traje que usaba era nuevo y lo acompañaba una cara de pocos amigos, se notaba que no compartía el entusiasmo de Sophie por asistir.

Sophie bajó casi corriendo las escaleras y mientras se despedía con un grito arrastró a Ian de la mano hacia el auto que los esperaba afuera. La curiosidad la carcomía y quería llegar lo antes posible.

— ¿Me veo lo suficientemente bien? —preguntó de forma arrogante mientras el auto partía.

—Sí, al menos pareces una chica, es lo que importa para que me dejen entrar.

Sophie le dio un golpe en el hombro por el cometario y volcó la vista hacia la ventanilla, para que él no notara que sonreía.

—Estoy hermosa como siempre.

—Que modesta —dijo irónico, sin dejar de mirarla de reojo, su cabello, el vestido y su perfume; todo era perfecto—. Sergio, ve a dar una vuelta y recógenos en una hora —le ordenó al chofer tras terminar el largo viaje.

— ¿Una hora?—Saltó Sophie, eso era demasiado poco.

—Créeme que es todo lo que vas a poder tolerar, aun así es mucho.

—El señor me ordenó que no los recoja hasta antes de las tres —anunció el chofer.

Ian bajó de mala gana y haciéndose al disimulado le extendió la mano a Sophie para ayudarla a bajar también.

—No te separes de mí y procura hablar con la menor cantidad de gente —le susurró al oído mientras extendían sus invitaciones al que custodiaba la puerta.

—Yo te acompaño sólo porque me da curiosidad, no tengo por qué hacer lo que me pides.

—Como quieras —masculló siguiendo el camino que les indicaron.

Casi todo el lujoso hotel había sido reservado para la fiesta. En el salón superior se reunían los adultos y en el inferior era la fiesta de los más jóvenes. Como Sophie, todas las chicas estaban con su pareja, aquel era un requisito para entrar, todas vestían de azul, excepto una muchacha un tanto subida de peso, quien portaba un vestido rojo.

— ¿Y ella porqué está diferente? —preguntó Sophie.

Ian resopló y negó con la cabeza sintiendo algo de lástima.

—Vincent y su hermana siempre hacen lo mismo —mencionó sin dar más explicaciones.

El hermoso salón distrajo la atención de Sophie. Parecía encontrarse inmersa en un cuento de hadas. La iluminación no era muy fuerte, enormes esculturas de hielo adornaban las mesas y la vestimenta azul de las jóvenes armonizaban perfectamente con el ambiente, causando la sensación de encontrarse en una gruta de cristales de hielo, donde las pequeñas luces que se esparcían por el techo daban la impresión de ser estrellas.

En cuanto bajó la vista del techo se encontró con Alan. Su acompañante era una linda chica de cabello rubio y rizado.

Alan se sintió morir cuando la vio aproximándose. Su prima era la muchacha más hermosa de la fiesta. La sonrisa torcida que Ian le dedicaba, daba a entender que también se había dado cuenta y se lo echaba en cara.

—Estás muy hermosa Sophie —la alagó sin quitarle la vista de encima, cosa que pareció molestar a su pareja.

—Gracias. —Sonrió sincera y en seguida saludó a la chica, de seguro ella era quien le gustaba a su primo y vio la oportunidad de hacer una amiga —.Soy Sophie —se presentó entusiasmada. La chica rubia la miró de pies a cabeza con cierto desprecio.

—Camila Daza —respondió recalcando el apellido y se dio la vuelta llevándose a Alan de la mano.

—Es hermana de Vincent —le dijo Ian para sacarla de su asombro.

Sophie entendió entonces el comportamiento de la tal Camila y se cruzó de brazos observando a su alrededor.

La mayoría conversaba en grupos cerrados y comenzó a sentirse fuera de lugar.

— ¿Y que no vamos a bailar o algo así? —le preguntó a Ian, quien observaba todo con las manos en los bolsillos.

— ¿Bailar? —Se rió haciendo que Sophie se sintiera tonta por su pregunta.

—Lo siento, no es el tipo de fiesta al que estoy acostumbrada. —Se puso a pensar qué se suponía que debía hacer hasta las tres de la mañana.

Algunos chicos se aproximaban a ellos para saludar a Ian, seguramente antiguos compañeros con quienes cruzaba desdeñosas miradas.

En un momento que Alan pudo perder de vista a su pareja, fue hacia Ian y se lo llevó a un lado para hablar.

—No la pierdas de vista y mejor si Vincent no la ve o sabes que es lo que hará —le dijo preocupado.

—No soy idiota, por supuesto que lo sé —respondió Ian, regresando de inmediato con Sophie. Como decía Alan, no debía perderla de vista.

Vincent hizo su aparición llamando la atención de todos los presentes, dando así por iniciada la fiesta. Se paró en el escenario donde un grupo de música tocaría después. Evan y otro par de amigos llevaron una silla y la colocaron justo debajo del escenario.

—Gracias por venir y bienvenidos —saludó con una falsa galantería—. Este año como todos, tenemos una invitada especial, una chica a quien todos conocemos, pero es invitada por primera vez. Hoy la iniciaremos y le daremos la bienvenida al grupo élite del colegio.

—Aquí va —mencionó Ian.

Sophie lo miró y luego regresó su atención a Vincent, sin comprender qué sucedía. El resto de invitados a excepción de Ian y Alan, sonreían maliciosamente.

Vincent bajó de un salto y se colocó junto a la silla.

—Amalia. —Cordialmente hizo una ligera reverencia e invitó a la muchacha de vestido rojo a sentarse. La chica casi lloraba de la emoción. Se acomodó sintiéndose en la gloría mientras Vincent recibía una capa de colores y un sombrero de bufón. Las risas estallaron cuando vistieron a al pobre muchacha.

Sophie se afligió terriblemente, empatizándo con la chica. De sentirse una princesa, le bajaban la autoestima humillándola frente a todos.

—Nunca vas a ser una de nosotros —le dijo Vincent con crueldad en sus palabras—.Ahora sabrás por qué.

Se hizo a un lado y varios chicos y chicas la rodearon para lanzarle en cara sus defectos. Entre adjetivos como gorda y estúpida Sophie ya no aguantó la ira y la indignación.

— ¿Por qué hacen eso?

—Lo hacen siempre, eligen a alguna chica de la cual puedan burlarse, esto es solo el comienzo —explicó sintiéndose mal también.

—Deberíamos hacer algo. —Sophie dio un paso adelante antes de ser detenida por la muñeca.

— ¿Hacer qué? ¿Golpearlos a todos? Si te metes te harán algo peor. Si quieres nos vamos. —De un segundo al otro, Sophie salió del cuento de hadas para encontrarse en lo que parecía le canal de la humillación pública.

La chica del vestido rojo estalló en lágrimas, cuando no pudo aguantar más se fue corriendo.

El resto se dio por satisfecho, riendo volvió a dispersarse y la música comenzó a sonar nuevamente. Esa sólo parecía una de las tantas actividades de la noche.

Sophie aún no podía creerlo, jamás en la vida se habría imaginado que esa supuesta fiesta fuese de esa manera.

— ¿Así que en verdad me dejaste por él?—el asombro de Sophie se incrementó al ver a quien menos esperaba. Esteban les bloqueó el paso en cuando intentaron cruzar la puerta.

— ¿Qué haces aquí?

—Estoy en este colegio ahora —explicó.

Ian agarró a Sophie fuertemente de la mano y empujó a Esteban, pero en seguida Vincent y su grupo de amigos aparecieron.

— ¿Quieres escapar? —Vincent detuvo a Ian, quien pareció ponerse furioso.

—Solo íbamos a tomar aire —intervino Sophie. Cambió de opinión de un momento a otro, ya no quería irse, pensaba quedarse y demostrarles que no podían amedrentarla.

—Nadie te está hablando a ti. —Se acercó tanto al rostro de Sophie que Ian estuvo a punto de alejarlo violentamente.

—Sí quieren pelear háganlo de a uno. —Alan apareció al notar el alboroto y la forma provocativa en que Esteban e Ian se miraban.

—Hoy no tengo deseos de perder mi tiempo con este niñato. —Esteban suavizó su mirada e Ian sonrió de medio lado.

— ¿Es eso o no quieres que tus nuevos amigos vean que peleas peor que una niña? Yo te golpee una vez, también Sophie, incluso un chico de catorce años te rompió la nariz. Aprende a pelear primero. —Se dio la vuelta, ignorándolos.

Esteban estuvo a punto de agarrarlo y Vincent lo detuvo.

—Tranquilo, deja que se divierta, si quieres recuperar a tu presa tendrás la oportunidad más tarde. —Sin dejar de mirar a Sophie les ordenó a sus amigos que se dispersaran.

Sophie enfureció al escuchar que de nuevo se refería a ella como "presa" y más que nunca decidió no darle el gusto.

Cada uno más molesto que el otro se encaminó al jardín. Se sentaron al borde de una fuente. Estar lejos de ese ambiente era como despertar de la muerte.

— ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué Esteban está en ese colegio? ¿Cómo lo admitieron? —Gesticuló con dificultad cada pregunta.

—Sus padres debieron pagar bastante, así funcionan las cosas —Levantó los hombros y apoyó las manos en las rodillas.

—No sé cómo Alan puede soportarlos a diario, ni como los soportabas tú ¿Por qué Vincent te odia tanto?

—Soy hijo de una sirvienta, no sé quién es mi padre, viví en casas de acogida y en la calle, luego me adoptaron por caridad. Tú elige.

— ¿Solo por eso? Yo podría enumerar al menos cincuenta motivos reales por los cuales detestarte y no tienen nada que ver con tu procedencia.

Ian volvió a reír por primera vez desde que habían llegado.

—Eso es lo único que les importa a ellos. Cuánto dinero tienes y de qué familia vienes, lastimosamente eso influye también en el colegio, si tus padres no están en la junta directiva o donan grandes cantidades de dinero anuales, debes someterte a lo que te ordenan los chicos como Vincent. Yo no dejé que me manipularan y usen a su antojo, por eso es que Vincent me odia y no regresé a ese colegio.

— ¿Te metiste a mi colegio solo porque no aguantabas a Vincent? Yo le habría hecho alguna maldad —afirmó deseando estar en ese colegio y hacerle una broma diferente cada día—.Yo debí entrar a Saint Abel, pero no lo hice porque a mi padre lo nombraron director de nuestro colegio. Thaly salió de Saint Abel y mi padre fue profesor ahí, según lo que me cuentan ese colegio no era horrible en absoluto.

—Tal vez eso fue antes de que comenzara el reinado del terror de Vincent y sus hermanos. —Hizo un escalofriante movimiento con las manos—. Y no creas que hui porque no me gustaba ser molestado — añadió—. Fue solo que él y yo peleábamos siempre, en un momento fue demasiado y estuvieron a punto de expulsarnos a ambos. El padre de Vincent pagó mucho para que eso no sucediera; en cambio mi tutor no estaba dispuesto a pagar ni un centavo por mí, así que me mandó a un internado militar, para que aprendiera a comportarme. Cuando creyó que era suficiente me dejó volver, pero ya no era bienvenido en Saint Abel, no me expulsaron, pero tampoco me recibieron este año.

—Tuviste suerte. —Sophie se levantó y decidió que era hora de volver, no quería que el resto pensara que habían escapado.

El atosigante ambiente los golpeó al ingresar al salón. Las luces se encontraban más bajas y las voces y gritos estridentes se escuchaban. Mientras se servían ponche alguien se aproximó al oído de Sophie.

—Vincent quiere hablar contigo, te espera en las escaleras —le susurró un chico, entre tanto ruido y gente, Ian no se dio cuenta.

Sophie dudó ¿Qué quería ese chico? Fuera lo que fuera, le daba curiosidad y nuevamente decidió no hacerle pensar que le tenía miedo.

—Voy al baño —le dijo a Ian, estaba segura que él no la dejaría ir.

Ian no la perdía de vista y Sophie no supo cómo escabullirse. Entró al baño e inmediatamente salió ocultándose tras un grupo de chicas. Luego corrió hacia las escaleras principales.

Vincent esperaba apoyado contra el barandal, volteó hacia ella y le hizo el ademán para que lo siguiera.

—Vamos donde haya menos ruido —le dijo levantando la voz.

Sophie lo siguió en silencio por las escaleras hacia un piso superior y luego por un pasillo donde se encontraban las habitaciones del hotel. El chico tenía la llave de una de las habitaciones, entró y le dejó la puerta abierta a la muchacha.

—Bien, ¿Qué quieres? —preguntó Sophie.

—Hablar contigo, Ian es muy mezquino y ni siquiera dejó que nos conozcamos mejor. —Se apoyó de espaldas contra un escritorio.

—Yo no quiero conocerte, adiós —gesticulando cada palabra lo miró con desdén y caminó hacia la puerta. Vincent la agarró del brazo y la jaló al centro de la habitación.

—Alan es algo así como mi amigo y como tú eres su prima creo que debo advertirte sobre Ian.

Sophie volcó los ojos, esperando escuchar qué inventaría ese chico.

— ¿Advertirme sobre qué? Mira no somos novios, ni amigos, ni nada parecido, solo vinimos juntos, yo sé con quién ando y a ti no te importa.

— ¿En serio crees saber con quién estás? —Sonriendo victorioso le acarició el hombro desnudo—. No se lo he dicho a nadie porque realmente la vida de los demás no me interesa, pero creo que tú debes saberlo. Ian seguramente te contó su trágica historia, de cómo no conoció a sus padres, cuando bien sabe quiénes son.

Sophie cambió su expresión preguntándose a dónde quería llegar Vincent.

—Eso a mí no me importa. —Reaccionó dándose cuenta que él intentaba manipularla de alguna forma.

— ¿Estar con el hijo de una prostituta y un criminal no te importa? Ian es un mentiroso, su tutor se encargó de inventarle una historia y hacer papeles falsos. En mi colegio se enteraron después de expulsarlo. Su madre lo abandonó en la calle cuando era pequeño y su padre es un criminal cualquiera que está en la cárcel. Ian lo visita de vez en cuando.

— ¡Eso no es cierto!—exclamó —. Y si lo fuera no me importa. Lo que sus padres hayan hecho no es su culpa.

—Pero lo que él hace sí debe incumbirte ¿Sabes por qué lo expulsaron de mi colegio? —Se acercó a ella de forma desafiante—. Intentó abusar de mi hermana.

—No es verdad. —Sophie no podía creerlo, tampoco quería, lo que le decía no tenía sentido.

—Piensa como quieras, después de todo eres su presa. —Hizo un gesto apático.

— ¡Qué rayos es eso de presa! —Ya estaba harta de escuchar esa palabra. Vincent sonrió maquiavélicamente y al tomó del mentón.

— ¿Sabes cómo funciona una manada? —le preguntó desconcertándola todavía más—. Siempre hay un alfa, quien es el más fuerte y el líder. El resto debe obedecer si no quiere ser expulsado o lastimado. Cada miembro de la manada tiene su presa, y si a alguno le agrada la presa del otro, puede quitársela. Este año Ian trajo a la presa más bonita, pero sería injusto quedármela sin pelear, otros elementos de la manda pueden quererla también.

—Eso es lo más estúpido que te he escuchado decir y eso que nunca parece salir nada inteligente de tu boca. —De un golpe le retiró la mano e intentó irse. La puerta se abrió y Evan entró trancándola tras de sí.

Sophie entró en pánico dándose cuenta de que no la dejarían ir fácilmente, y sobre todo se espantó al ver las cuerdas que Evan llevaba en la mano.

Un dibu de este capítulo que me regaló lineuris

Gracias por leer! ojalá les haya gustado.
Como se dieron cuenta este capi fue hiper lago. Por eso cuenta como dos.  Nos leemos mañana!

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