A puertas cerradas
Parpadeo. Una y otra vez. Y me empiezo a reír. Pero con ganas. Harrison sigue con su semblante serio, pero cuando comienzo a reír levanta una ceja. Me tengo que apoyar la encimera. Si me sigo riendo, me hare pipí.
-¿Qué es tan gracioso?-pregunta. Intento parar de reírme.
-Que-suelto una risita.- Vale, es una buena broma Hazza. Por un momento caí. Lo juro. Pero ya, no es de buen gusto. Deja de mirarme así.
-¿Te parece que estoy de broma?-pregunta frunciendo el creo y cruzándose de brazos. Vuelvo a reírme.
-Me parece que es lo más estúpido que he escuchado en mi vida-digo. Me seco las lágrimas que han salido de mis ojos. Intento dejar de reír, de veras, pero me es imposible.
Su semblante no se inmuta. Y entonces recuerdo lo que me dijo en la playa, hace mucho tiempo. "Porque me conoce". Mis risas cesan en un segundo. Mi respiración se entrecorta. No, no, no, esto no me puede estar pasando me digo a mi misma.
-Hazza-susurro. Agacha la cabeza.
-No tienes que decirme nada-me dice. Vuelve a mirarme. Por favor ríete, dime que estas de broma, por favor le rezo a lo que sea que haya. Pero no pasa.- Mira, esto es incómodo, y te agradecería que no lo comentaras con Tom. No es que no lo sepa, lo tiene claro. Pero no creo que sea un tema de conversación agradable.
Abro los ojos mucho, tanto que se me van a salir de mis cuencas. ¿Qué Tom lo sabe? Pero... ¿Qué?
-No quiero... que las cosas entre nosotros cambien. Eres muy simpática, y de verdad que puedo decir que incluso una buena amiga. Pero, debo tomar algo de distancia, estoy por superarte, pero aún queda algo de camino.
Mi cerebro ha hecho cortocircuito. No sé qué pensar, no sé qué decir, no sé qué hacer. Harrison es increíble, y lo considero mi amigo, pero yo quiero a Tom. Yo amo a Tom. Oh por dios, amo a Tom pienso. Como si necesitara tener que complicarme más la vida. ¿Pueden ser iguales las cosas?
-¿______?-me pregunta Harrison.
-¿Ah?
-¿Somos amigos, verdad?-pregunta. Y noto que el sinceramente quiere ser mi amigo, y lo es. Lo es, pero es todo tan... extraño.
No es que nunca me haya pasado que un amigo guste de mí, me paso, una vez. Y nos distanciamos un poco, y seguimos siendo amigo. Sin embargo, aquí estoy, mi mejor amigo es Tintin, y si bien las cosas salieron bien al final, la amistad se disolvió en un año. Y no quiero que ocurra lo mismo con Hazza.
-Hazza, quiero ser tu amiga. Me considero tu amiga. Pero... en primer lugar no quiero hacerte daño-le aclaro. Me sonríe de lado.
-Créeme, no lo haces. Es solo una estúpida parte de mí que... te ve y se pregunta, como será besarte-dice, pero agacha la mirada, avergonzado. Me sonrojo al instante.
-No quiero dañar tu amistad con Tom.
-Eres una de las mejores cosas que le ha pasado a Tom en este tiempo. Él es más que mi amigo, es mi hermano-me aclara.
-¿Por qué me lo has dicho entonces?-le pregunto.- Me siento... una malvada seductora de hombres.
Harrison se ríe. Me vuelve a mirar y suspira.
-Quiero que entiendas que si me alejo de ti un poco, es solo por es. No porque no me agrades.
Asiento con la cabeza. Miro hacia el suelo. No quiere que sea incomodo, pero demonios, lo es. Pienso e todos los besos que me he dado con Tom frente a él, y me duele haberle causado daño. Porque Hazza tiene un buen corazón, y no merece sufrir.
-¿Puedes decirle a Tom entonces que me fui?-me pregunta. Lo miro.
-Sí, claro. ¿Seguro que estarás bien? Está muy oscuro.
-Pediré un uber-me dice sonriendo.
-Está bien-le digo, y le sonrío, porque sinceramente me preocupa.
Camina hacia la puerta, y lo sigo. La abre, y luego voltea a mirarme. Me sonríe de lado. Sonrío, aunque algo avergonzada.
-Nos vemos mañana-dice con su tono usual.- Ah y, solo para que sepas, voy a molestarte mucho.
Ruedo los ojos. Ese es el Hazza de siempre.
-Solo para que sepas, mi venganza será terrible-le digo sonriendo con sorna. Nos reímos.
Se acerca, me da un corto abrazo, y se va. Cierro la puerta, y mi semblante se va al suelo. Quiero golpearme contra la pared, o tirarme contra la ventana, o retroceder el tiempo. Escucho una puerta, y veo a Tintin saliendo, me sonríe, pero cuando ve mi cara se acerca y me agarra por los hombros.
-¿Qué paso?-me pregunta, hablamos en español, y creo que así es mejor.
-Harrison dijo que le gustaba, yo, a mí, aquí-le digo. Los ojos de Martin están desorbitados.
-¿Segura que no fue una broma, que lo entendiste mal?-me pregunta.
-Segura. Me dijo que quiere seguir siendo mi amigo y todo eso, que se va a distanciar un poco. Pero Tintin, esto es... una locura. Como... no entiendo nada. Ah espera, y lo peor, Tom lo sabe-le digo, casi vomitando cada palabra, como si no pudiera contenerlas dentro de mí.
-Lo es, demonios, lo es-me dice. Suelta mis hombros y sacude la cabeza.- ¿Qué... que vas a hacer?
-Nada, no sé, ¿debería hacer algo? lo único que quiero es... no sé, no hacerle daño, obviamente, ni arruinar su amistad con Tom. Y también lo quiero como mi amigo, porque es increíble, pero ¿acaso se puede?-pregunto. La culpa me ahoga.
-Sí, bueno, no sé.
Nos miramos preocupados. Muerdo mi labio, tanto que siento un líquido en él. Me paso el dedo, sangre. Hasta que lo conseguí. Dios ayúdame.
-Creo que, si los dos están de acuerdo, no deberías cambiar. Eso sería peor. ¿Recuerdas lo que paso con Pedro?-me dice, asiento con la cabeza. Como olvidarlo.- Lo que destruyo su amistad fue que tu dejaste de bromear con él, de abrazarlo, de hablar con él solamente.
-¿Yo? No, jamás. Nos distanciamos un poco, nada más-le digo. Me mira y levanta una ceja. Oh por dios, tiene razón, soy una estúpida.- Si él te dijo que te superaría, y que quiere que sigan siendo amigos, no cambies. Tal vez no sé, no tanto cariño con Tom frente a él, ya sabes, tampoco es masoquista. Pero has como si nada hubiese pasado.
-Está bien-le digo, asintiendo con la cabeza. Y no dejo de moverla, parezco el perrito de los taxis.
-¿Martin?-dice Zendaya, se asoma por la puerta, y veo su pijama (si es que se le puede llamar a esos cortos pedacitos de seda pijama). Wow pienso, Zendaya se sonroja y cierra de inmediato, y Martin me mira tan sonrojado como un tomate.
-Veo que te están esperando-le digo ocultando mi risa.
-Si...-dice, me sonríe a modo de disculpa.
-Ya vete, buenas noches, aunque dudo que duermas-le digo burlándome.
Me mira entrecerrando los ojos, luego me quiña un ojo y se va. El sonido de la puerta a mis espaldas me hace pegar un brinco, y me volteo. Tom está entrando, me mira y sonríe divertido, yo tengo mi mano en mi pecho.
-¿Qué pasa?-me pregunta.
-Me asustaste.
Me sonríe, se saca su abrigo y lo deja en un perchero. Lo veo, y algo en mí se enciende, como eso que se encendió en el auto, como eso que se encendió en la mañana. Tom voltea a verme, y yo inesperadamente me acerco, enredo mis brazos en su cuello y lo beso. Lo beso pero de verdad. Mis labios moviéndose contra los suyos, mi lengua abriéndose paso para encontrar la suya. No tarda en responderme. Sus manos se ciñen a mi cintura de manera automática. Mis manos bajan por su pecho y luego por su abdomen hasta encontrar el borde de su sweater, y cuando comienzo a subirlo, sentimos algo que nos deja perplejos. Nos separamos y miramos en dirección a la habitación de huéspedes. Gemidos. Oh, esto es incómodo y gracioso a la vez. Nos miramos y comenzamos a reírnos.
-Creo que será mejor que vayamos a la habitación-me dice divertido. Asiento con la cabeza, entonces lo recuerdo.
-Oh, Hazza dijo que se iba a su casa, me pidió que lo disculpara pero que no quería incomodar-le digo, esbozando una sonrisa pequeña. Tom me sonríe, pícaro.
-Creo que en realidad no quería escuchar a Zendaya con Martin... ni a nosotros.
Levanto una ceja y lo miro coqueta.
-¿Nosotros?-pregunto. Se muerde el labio.
-Si-dice. Se pega a mí.
-¿Y qué va a escuchar de nosotros?-digo perdiéndome en sus hermosos ojos.
-Muchas, muchas cosas-dice.
Sin previo aviso, sus brazos, agarrados a mi cintura, me levantan. Pego un gritito, y automáticamente enredo mis piernas en su cadera, y mis brazos en su cuello. Sus manos, descaradamente en mi trasero, sujetándome. Me gusta. Me inclino y lo beso. Nuestras bocas se mueven en sintonía, jadeantes, desesperadas. Nuestras lenguas se enredan en un baile que solo ellas entienden. Es como si mi cuerpo automáticamente respondiera a su tacto. A trompicones avanzamos hasta su habitación. Habilosamente, Tom cierra la puerta con un pie. Me deja en el suelo, sin dejar de besarnos. Nos separamos levemente, para recuperar el aliento, pero mis manos rápidamente dejan su cuello y vuelven al borde de su sweater, y esta vez el me ayuda a sacárselo. Vuelve a atrapar mi cintura en sus brazos, y yo enredo mis dedos en su cabello. Él es como una droga, una droga que no quiero dejar. Besarlo es embriagador, en vez de calmarme, me dan ganas de más. Quiero más. Nuevamente deslizo mis manos por su pecho, sintiendo sus tonificados músculos. Encuentro el botón de la camisa. Y comienza a desabotonarla, y cuando la suelto por completo, deslizo mis manos por dentro, tocando directamente su piel con mis manos, sus músculos. Me vas a volver loca pienso para mis adentros. Tom jadea y se separa un poco. Me mira, sus ojos desprenden deseo. Agarro su cuello con una de mis manos y vuelvo a acercarlo a mí para besarlo. Mientras nuestras bocas, desesperadas, se buscan una a la otra, con mi otra mano, subo por su torso hasta uno de sus hombros y hecho atrás la camisa. Sus manos sueltan mi cintura, se separa ligeramente de mí y de un tirón se saca la camisa, para volver a atrapar mi cintura al instante. Sus manos bajan, pasando por mis caderas, hasta llegar a mis muslos. Jadeo. Sus manos se meden por debajo de mi vestido y comienzan a subir. Nos separamos y termina de sacármelo. Juntamos nuestras bocas de nuevo, avanzamos torpemente hasta la cama y nos caemos sobre ella, con Tom arriba mío. Nos separamos un poco y reímos. Lo miro. Alzo mi mano para tocar su mejilla. Me sonríe, y se aleja.
-¿Qué haces?-digo apoyando mis brazos en la cama para sentarme.
-Esto-dice señalando mis botas.- molesta.
Me muerdo el labio. Se me jodidamente sexy así, solo con sus jeans. Apoya sus rodillas en el suelo, y lentamente me saca mis botas. Solo es podría hacer que algo como eso se vea sexy. Se levanta, se inclina sobre mí, tanto que siento su aliento en mi cara, pero sus manos llegan al borde de mis calzas, y las bajan. Rápidamente sube de nuevo a la cama para quedar sobre mí. Lo beso con desesperación. Nos giramos, y quedo a horcajadas sobre él. Me encanta tenerlo así. Me alejo un poco, él se estira para volver a alcanzar mi labios. Sus manos, dejando su rastro de fuego por mi espalda y mi cintura, suben hasta el broche de mi sostén. Y lo suelta.
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