Normalidad
La sangre goteaba por su extravagante haori bordado a mano.
Una enorme mancha carmín yacía en medio de su cuerpo, como una luz roja naciente por el este, como su espíritu fuerte y cálido, igual que el sol en el alba.
Y con esa hermosa sonrisa, una brillante que lograba suspiros sacar de mis labios carmines, vi como finalmente la llama se desvanecía poco a poco, mientras que aquella brillante expresión desaparecía en la inmensidad de un cielo demasiado azul y hermoso como para ser testigo de la grotesca escena que se cernía bajo el firmamento.
Y finalmente, después de todo ese sufrimiento, un rostro aliviado aparecía mientras poco a poco cerraba sus ojos, para no volverlos a abrir nunca más, dejando un halo de tranquilidad en esa normalmente enérgica expresión.
Solo calma, una verdadera, genuina, mientras la oscuridad del día iluminaba un nuevo comienzo, marcando el final de su vida.
No.
Espera.
Kyojuro abrió los ojos cuando escucho mi voz nuevamente.
– "Volvamos a casa." – hablo en apenas un susurro.
El canto de los pájaros felices resonaba detrás de la puerta shoji. Las estelas de polvo revoloteaban libremente por el aire mientras que mis ojos las veían a través de los rayos del sol. Tome una larga respiración mientras que miraba la sencilla habitación en la que me encontraba durmiendo hace unos instantes. Se notaba que no era muy usada, o al menos, no muy personalizada. Tal vez por el trabajo de mi esposo, que, recién me hizo consiente el hecho de que viajara muy seguido.
Eso me hizo posar los ojos en su figura dormida. Su cabello se arremolinaba desprolijamente sobre sus hombros mientras que su tranquila y uniforme respiración me hacía darme cuanta lo profundamente dormido que estaba. Pensé en tocar su espalda expuesta a mis dedos, pero tras pensarlo un momento decidí alejar la mano.
Aun así, mi curiosa mirada examinaba cada centímetro de piel que tuviera a su disposición. Tenía líneas rojizas en la espalda, pequeñas heridas recientes provocadas por nuestras actividades nocturnas. Pensar en ello me hizo sonrojar considerablemente, para luego enrollarme nuevamente en las mantas del futon matrimonial que ahora compartía con Kyojuro.
Seguí explorando a mi esposo con la mirada, dándome cuenta de las pequeñas cicatrices cerradas y ya curadas que adornaban bastantes partes de su cuerpo. Me puse a pensar ¿Cuántas veces habrá estado al borde de la muerte? ¿Cuántas veces regresará a casa hasta que ya no lo haga?
Ese pensamiento hundió algo en mi pecho, oprimiéndolo con una fuerte angustia mientras recordaba todas aquellas veces que había soñado con su muerte.
Ahora que sabía quién era el hombre misterioso, algo de pavor se instaló en mí al saber que era mi propio marido el que perecería a manos de un demonio. Aunque supuse que por su línea de trabajo sería lo más normal, no estaba mentalmente preparada para algo así.
Algunas lágrimas se acomodaron en mis ojos mientras que mi respiración comenzaba a flaquear. Sabía que era inmaduro por mi parte, llorar por alguien a quien apenas había conocido, llorar por la futura muerte de un mero desconocido que solo me había mostrado bondad y gentileza desde la primera vez que nos habíamos cruzado. Me hacía sentir patética.
– ¿Por qué lloras?
La voz algo adormilada y suave de Kyojuro me hizo salir del trance en el que me había metido yo sola. Alcé la vista, para encontrarme con esa mirada dorada algo preocupada. Maldije para mis adentros, mientras el leve sollozo se volvía un llanto de verdad.
Kyojuro se incorporó en el futon mientras extendía sus brazos en mi dirección. Su cofre descubierto me invitaba a acomodarme en él para descargar mi frustración, algo que me permití hacer.
Abrazándome, no dijo ni una sola palabra mientras yo lloraba desconsoladamente en su pecho, acariciando mis enredados mechones de cabello con sus ásperos dedos para tratar de tranquilizarme.
– Lo siento. – se disculpó en un susurro mientras que apoyaba su mentón en mi cabeza, cerrando los ojos mientras pensaba algo para sí mismo. – Si te he herido de alguna manera, te pido mi más sincero perdón. –
Negué con la cabeza aún en su pecho mientras que le aseguraba que mis lágrimas no eran por algo que él hubiera hecho, si bien, era algo que podía pasar, también escarbé en mi cerebro.
Este sueño había sido diferente a los demás, en vez de verlo por los ojos de Kyojuro, los había visto desde mi mirada, había hablado, aunque no recuerdo que es lo que había dicho y Kyojuro me había contestado.
El futuro cambio, de eso no había duda.
Y tras secarme las lágrimas con mi muñeca, me prometí a mí misma defenderlo de cualquier mal mientras ese poder estuviera en mis manos.
Pero antes de poder decir una sola palabra, un fuerte ruido vino de las entrañas de mi esposo, logrando así que su piel normalmente pálida estuviera tan roja como las puntas de su cabello.
– Parece que alguien tiene hambre. – Exclamé intentando contener la risa mientras que Kyojuro me apretaba más fuertemente contra su pecho en un intento para callarme.
– Parece que ya estas mejor. – Proclamó con el tono de voz enérgico que tanto lo caracterizaba. – Por la posición del sol diría que no pasan de las nueve, ¿Le gustaría ir a desayunar algo, señora mía? – Solamente tuve espacio para un pequeño asentimiento, para luego soltarme.
Antes de cualquier cosa Kyojuro insistió en limpiarme, algo de lo cual estaba sumamente agradecida. Aunque la vergüenza que ayer se había esfumado en voz de la lujuria, hoy parecía no estar, el cuidado y tacto con el que Kyojuro me limpiaba era embriagador.
El debió pensar lo mismo que yo mientras se encontraba sentado entre mis piernas, puesto que la mirada que me había otorgado era de todo menos de inocencia, pero nuevamente, el rugido de su estómago nos informó que había prioridades antes que cualquier otro placer.
Solamente pude echarme a reír mientras que mi señor esposo se disculpaba conmigo por aquella actitud suya. Y aunque no había nada que perdonar, puesto que no era culpa suya sentir hambre, lo disculpé de todas maneras para dejar su mente tranquila.
Mas una vez puestos nuestras respectivas yukatas, mi esposo me tomó por la cintura, como una bolsa de patatas y con una estruendosa risa comenzó su viaje hacia la cocina.
– ¡Kyojuro!
– ¡Solo cuido de mi mujer! – exclamó ante mi protesta, algo que no entendí hasta que me dejó a un costado de la mesa mientras él se remangaba para comenzar a cocinar nuestro desayuno. Iba a replicarle hasta que entendí a que se refería, maldición, mi cuerpo me dolía como el demonio si me movía mucho. – ¡Senjuro! Buenos días hermano. – Me di la vuelta en dirección al shoji que daba al patio.
Ahí estaba el pequeño hermano de mi esposo, con escoba en mano mirándonos a ambos con un claro sonrojo y esquivando mi mirada nerviosamente.
– B-buen día hermano. – Le tembló la voz mientras saludaba.
Me parecía curioso que a pesar del idéntico parentesco físico, la personalidad de ambos hermanos era completamente opuesta.
Solo pude sonreír un poco mientras envidiaba ligeramente la relación amorosa entre los dos hermanos. Senjuro se había acercado a la cocina, saludándome en el proceso, con el fin de ayudar a su hermano mayor a preparar un "digno desayuno" según Kyojuro.
Esto me hizo pensar en mi propia y desastrosa relación con mi hermana Yukiji, haciéndome preguntar, si mi madre aún viviera, ¿las cosas serían diferentes? Negué con la cabeza, pensar en eso no me llevaría a ningún sitio más que a la melancolía.
Traté de levantarme para así poder ayudar a mi esposo en la tarea que técnicamente me correspondía a mí como única mujer de la casa, pero desistí de la idea por el fuerte dolor entre mis piernas.
– No te sobre esfuerces. – Comentó mi marido mientras cortaba el pescado y me miraba de reojo, casi pareciendo culpable por haberme dejado en ese estado.
Me mordí la lengua ante las cosas que quería decirle solamente por la presencia de Senjuro, pero su comentario no hizo más que prender una chispa en mí y olvidarme por unos instantes del dolor que sentía en pos de ser de utilidad de mi nueva familia.
– ¿En qué puedo ayudar? – Senjuro pareció asustarse ante mi repentina presencia, pero la estruendosa risa de mi esposo no se hizo tardar.
– ¡Que espíritu que tiene mi ____(Yuna)!
– Onee-chan ¿Segura que estas bien? Te vez un poco pálida, y ayer no dejabas de gritar.
Ambos palidecimos ante aquel inocente comentario. La fuerza en mis piernas que tanto me había costado reunir finalmente se había disipado, haciendo que mis rodillas fallaran y cayendo casi derrotada al suelo, sacándole un susto casi de muerte al pobre preadolescente que trató de sostenerme mientras cubría mi rostro sonrojado de pura vergüenza.
Kyojuro por su parte solo había acelerado el proceso de cocción del desayuno mientras que su rostro, rojo cual sus puntas de cabello, delataba lo tan avergonzado que estaba al igual que yo.
– Oí. – Escuchamos una voz rasposa proveniente del shoji externo, se trataba de Shinjuro, mi suegro y la persona a la que menos quería ver dentro de esta casa. – Me importa un carajo que estén recién casados, dejen al menos dormir al prójimo, maldita sea.
– ¡Lo siento padre! – Exclamó Kyojuro, con su rostro aún más rojo que antes si es que acaso eso es posible. – ¿Desayunarás con nosotros? – Pero antes de siquiera terminar la frase, el hombre había desaparecido tan pronto como había aparecido.
Comimos el desayuno en un casi silencio. Y digo casi por que Kyojuro parece acostumbrar a gritar el estado de la comida a cada bocado que da.
– ¡Umai!
Un bocado de arroz.
– ¡Umai!
Un bocado de pescado.
– ¡Umai!
Un sorbo de té.
Senjuro me miraba con una sonrisa de incomodidad como si dijera con su expresión "déjalo, él es así" algo que me hizo reír a carcajadas mientras que mi señor esposo seguía comiendo impasible.
Finalmente habíamos terminado con nuestra comida, ofreciéndome a lavar los platos que recién habíamos utilizado comencé a hacerme a la idea de que debía de acoplarme a una nueva rutina. La residencia Rengoku era casi tan grande como mi antiguo hogar, pero en este no hay sirvientes a quienes pudieras pagarles para mantener el lugar limpio.
Charlando mientras me encargaba de mi humilde tarea, Senjuro me dio a entender que él era el encargado de limpiar aquella enorme casa por su propia cuenta, siendo ayudado de vez en cuando por su hermano los días que regresaba para descansar de su trabajo como Pilar de la Llama.
– No soy muy consiente de este tipo de cosas, pero te ayudaré en todo lo que pueda. – Exclamé a mi pequeño cuñado quien estaba negando mi ayuda lo mas tímida y gentilmente posible.
– ¡Bien! – El grito de Kyojuro nos asustó a ambos mientras que saltábamos en nuestros respectivos lugares. – Ya que te estas ofreciendo ¡Vamos a limpiar toda la casa! – Y esa fue la última palabra en el asunto.
Quitar el polvo con un plumero, encerar el piso después de haberlo barrido a la perfección, barrer las hojas que caían en el jardín, limpiar el techo lleno de telas de arañas, colgar los futones para airearlos, y un millón de cosas más que se le ocurrían limpiar a Kyojuro, incluso remplazar el papel de arroz de las puertas Shoji de TODA la casa.
Tomé el futon que compartí con Kyojuro la noche pasada y me recosté a pesar de que estábamos por el mediodía.
– ¡_____(Yuna)!
– Estoy muerta.
– Sería malo que sea viudo tan solo con un día de casados. – Lo miré desde la comodidad del futon, para ignorarlo por completo mientras que me metía en mis mantas mas profundamente. Simplemente se arrodilló a mi altura para luego tocar con suavidad mi hombro a través de las mantas. – _____(Yuna) – Susurro con una voz calmada mientras me miraba con esos hermosos ojos dorados. Su mano paso de mi hombro a mi frente, haciendo una mueca al sentir el calor mientras que comparaba la temperatura corporal con su propia frente. – ¿No te sientes mal, o si?
Negué con la cabeza. Me incorporé en el futon mientras le sonreía con cansancio.
Mi padre me había informado que Ruka, la madre de Kyojuro, había muerto por una enfermedad hace muchos años y se la pasaba día tras día postrada en cama. Supuse que de ahí venia su preocupación repentina por mi salud, así que negando con la cabeza tomé su mano para besar la palma mientras sonreía.
– Solo estoy cansada. – Respondí para tratar de tranquilizarlo, algo que funcionó ya que su expresión se relajó bastante más tras mis palabras. – Es difícil seguirte el paso Kyojuro, sí que tienes chispa. – Terminé la frase con un guiño mientras que el color rojizo volvía a las mejillas de mi marido y ocultaba su rostro en el hueco de mi cuello.
– ¿Debería bajar la intensidad? – Susurro mientras acariciaba parte de mi piel expuesta que el yukata mal armado no cubría.
– No me molesta quemarme un poco si es mi esposo el que lo hace. – Ante esa respuesta solo recibí un pequeño mordisco por parte de mi esposo en la suavidad de mi cuello, que estaba expuesto a él.
– Tramposa. – Declaró mientras se unía a mí en el futon.
- -
La sangre goteaba de mi cuello hacia el suelo, ensuciando el otoñal yukata que había estado usando.
La cabeza del demonio rodo a mis pies más su cuerpo la seguía buscando, y las cenizas que normalmente deberían aparecer en estos casos carecían de su existencia.
– "¡Deje la catana en casa!" – Comento Kyojuro mientras me tomaba de la mano y a una enorme velocidad corría hacia el que ahora era nuestro hogar. – ¡No mueras ___(Yuna)! – Exclamaba mientras trataba de detener la hemorragia que brotaba de mi cuello.
¿Por qué había pasado esto? Si solo salimos a comprar cosas.
Me desperté bañada en sudor por la pesadilla mientras que a Kyojuro no se le veía en ninguna parte de la habitación, mas, mi grito pareció alertarlo ya que abrió la puerta tan pronto como sus pies dieron con nuestra habitación.
– ¿Estas bien? – Parecía alterado, a medio vestir, con su pecho descubierto y solo la parte baja de su yukata bien aferrada a su cintura y que el lado donde él se había recostado aún estaba caliente delataba que no hacía mucho que abandono la cama.
– S-sí. Estoy bien. – Mentí descaradamente mientras el recuerdo fresco de mi sueño seguía en mi memoria.
Sin creer mucho en mis palabras, Kyojuro ingreso en la habitación con el único propósito de abrazarme para tratar de reconfortarme un poco. Lo había logrado con creces. No sabía por qué, pero su presencia lograba calmar mi corazón más de lo que podría creer.
– Preparé el baño. – Comentó mientras me miraba de reojo, limpiando alguna que otra lágrima perdida que ni siquiera yo me había dado cuenta de que tenía. – ¿Te gustaría limpiarte? – Asentí con la cabeza ante su ofrecimiento para posteriormente tomar en brazos a mi desnuda figura y entrar directamente por la puerta que había aparecido.
Una bañera humeante se había presentado frente a mí, dándome una cálida bienvenida con los vapores que soltaba. Kyojuro se limitó a ayúdame a limpiar mi cuerpo algo adolorido después de nuestras actividades matrimoniales. Besando mi frente una vez que termia de lavar mi cabello, me pidió ayuda con su cuerpo, algo a lo que accedí encantada.
Limpiándole la espalda me di cuenta de las muchas heridas que esta tenía por sus luchas pasadas contra los demonios. Preguntándome ¿Cuántas veces volverás herido a casa? Al igual que él, besé su cabeza luego de limpiarla, ganándome una deslumbrante sonrisa por su parte.
– Planeaba ir al pueblo para hacer algunas compras antes de que el sol se oculte por completo. – Comentó mientras se levantaba del taburete para comenzar a secarse con una de las toallas a su disposición. – ¿Te gustaría acompañarme? – Lo pensé por unos instantes, pero asentí levemente. El sueño que había tenido a la tarde aun daba vueltas en mi cabeza, como algo que podía llegar a ocurrir hoy.
– Solo una condición. – Eso le hizo levantar una ceja con curiosidad, pero accedió sin siquiera saber cuál era. – Llevaras tu catana.
– Esta bien. – Alzó los hombros sin importancia mientras que me atacaba con la misma toalla que se había secado él. Logrando hacerme reír mientras que jugueteábamos como niños en el baño.
Con la ayuda de Senjuro hicimos una lista de las cosas que faltaban y las cuales debíamos comprar, y tras despedirnos, con el sol ocultándose a nuestras espaldas emprendimos el viaje al pequeño pueblo.
– ¿Puedo tomar tu mano? – Pregunté mientras lo miraba caminar tan decididamente, dejándome casi atrás por su rápido paso, al menos tendría que frenarlo un poco si lo tomo de la mano. Error, caminaba igual de rápido, solo que me arrastraba con el mientras que yo trataba de seguirle el paso.
– ¡Vamos! ¡Casi llegamos! – Exclamó mirándome con esa sonrisa tan brillante que no me podía permitir enojarme con él.
Pero antes de llegar al distrito comercial, el sonido de un revoloteo nos llamó la atención a los dos. Se trataba de un pequeño cuervo que se dirigía con velocidad a Kyojuro.
Pero eso no importaba ahora, sentí en la parte izquierda de mi cuerpo como algo me jalaba hacia atrás.
Al mirar por el rabillo del ojo divisé una enorme criatura con brazos largos, con el torso mirando al cielo y la cabeza dada vuelta igualito que en mi sueño.
La clara diferencia entre mi sueño y la realidad, fueron los fuertes brazos de Kyojuro sujetándome tras haber cortado el brazo que trato de llevarme consigo.
– ¡¿Estas bien?! – Asentí con la cabeza medio estupefacta por lo recién ocurrido.
El pequeño cuervo vino a mis brazos mientras que Kyojuro se encontraba luchando con ferocidad contra el demonio parecido a una enorme araña humanoide. Y a los pocos segundos, tras un resplandor que simulaba ser un segundo sol, la cabeza del demonio corrió por mis pies mientras que el cuervo se asustaba un poco.
– ¿____(Yuna)? – La voz preocupada de Kyojuro me hizo salir de mi estupor mientras me acercaba a él, ignorando al malvado ente que se volvía rápidamente cenizas a nuestros pies. – A ver tu herida. –
Recién cuando sus palabras llegaron a mí me di cuenta del dolor que había en mi hombro izquierdo. Si bien, era una rasgadura leve, el demonio había clavado profundamente sus uñas en mi carne. El dolor comenzaba a asentarse en mi piel a medida que el shock fue pasando y dejando lugar a la tranquilidad.
– Estoy bien. – Dije con incomodidad. Tendría que ver a un doctor sin duda, pero ahora no podía pensar en nada que no fuera volver a mi futon y recostarme con Kyojuro. Caminé un paso hacia mi esposo, mientras que él me atrapaba en medio del aire y el cuervo echaba a volar, alertando de la presencia de más demonios en la cercanía. – Estoy bien, Kyojuro. – Hablé mientras mis temblorosas manos lo abrazaban y cerraba mis ojos ante el agotamiento.
– Supongo que tengo miedo de perderte. – Exclamó mientras besaba la palma de mi mano para luego seguir acariciando mi cabeza.
La nieve caía con delicadeza frente nuestro, mas no tenía frio gracias a que mi marido era una fogata viviente.
Acaricié mi vientre ligeramente hinchado mientras negaba con la cabeza. – Eso no sucederá. – Respondí con el tono más calmado que podía expresarle. Solo apretó mi mano, pero no dijo nada más, y ahí nos quedamos, tapados con una enorme frazada admirando la nieve danzar.
– Supongo que tengo miedo de volverme como él. – Susurro tan bajo que pareció mas un pensamiento alto que unas palabras dichas por mi marido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top