La llegada de la lluvia

La señorita Kocho me estaba revisando, mientras que yo me tapaba la cara de pura vergüenza al mostrarle mis partes íntimas mientras verificaba que, efectivamente, me encontraba embarazada.

– Supongo que debe de tener una semana. – Hablo con su típica sonrisa para luego cubrirme con mi kimono con cuidado. – Felicidades Rengoku-san – Exclamo mirando a mi marido, quien estaba sentado en un taburete de madera a un lado de la habitación, mirándonos con intensidad. – ¿Hace cuanto que no te baja, ___(Yuna)-chan? –

Tras pensarlo un poco mejor, me di cuenta que debía haberme bajado a unos pocos días, pero nada había salido. Pensé que se trataba de un simple retraso, pero si es verdad que estoy embarazada esto podría arruinar mis planes.

– Aun así, quiero aprender la Respiración del Insecto. – Comente, firme en mi postura mientras me levantaba de mi asiento y miraba a la compañera de mi marido a los ojos con fiereza.

– Cielos, me pregunto por qué la insistencia. – Comento la de cabello negro con reflejos violáceos, para luego sonreírme mientras me tomaba de las manos. – Muy bien, te entrenare hasta que tu embarazo te lo impida, supongo que podemos trabajar hasta el segundo trimestre.

– ¿Es realmente necesario? – La gruesa voz de Kyojuro me descoloco un poco para luego mirarlo a los ojos. Había una extraña preocupación en sus ojos, seguramente por nuestro futuro hijo y lo peligroso que podría ser entrenar estando en este estado, pero mi decisión se mantenía firme.

– Muy necesario. – Respondí mientras me acercaba a él, quien finalmente se había parado, demostrando una vez más la diferencia abismal que teníamos el uno del otro. No solo en estatura, sino también en poder. Poder para proteger a quienes nos importaban, algo que yo deseaba más que nada.

Solo lo escuche suspirar mientras que aceptaba su derrota ante mi determinación, sonriéndome con algo de calidez y preocupación mientras me acariciaba la cabeza y se agachaba para besarla con suavidad.

– Respeto tu deseo. Solo pido que tengas cuidado. – Fue lo último que dijo antes de que su cuervo comenzara a graznar con una misión para el Pilar de la Flama.

– ¿Tienes que irte? – Pregunte con tristeza mientras que el cuervo se iba volando y mi amado esposo se preparaba para partir, con su haori de llamas y su catana bien colocada.

Me beso como si fuera la última vez que nos fuéramos a ver por un largo tiempo, que sería lo más seguro, para luego acariciar mi mejilla mientras me prometía no tardar en regresar.

– Volveré pronto. – Y con esas palabras se dirigió a su compañera quien nos había estado observando en silencio todo este rato, sin dejar de sonreír en todo momento. – Cuídala bien. – Le pidió a Kocho mientras se marchaba bajo el manto de nieve.

Solo pude pensar en lo solitaria que se sentiría la casa sin su presencia, soltando un suspiro, para luego enfocarme en mi objetivo; volverme fuerte para poder defender a Kyojuro de ese demonio.

– Bueno. – Dijo Kocho mientras aplaudía, llamando mi atención para luego sonreír mientras me miraba. – Supongo que debo de enseñarte las bases de mi respiración ¿Te gustaría oír la teoría con una taza de té? – Acepte gustosa su propuesta mientras caminábamos por los pasillos de la finca mariposa, adentrándonos a un lugar que parecía más una casa que la clínica a la que me había acostumbrado a ver.

Con una taza de té verde, y algunos dulces, Shinobu comenzó a contarme todo sobre el origen de las respiraciones, sus variantes, las principales, sus ramas, y cómo funcionaba en particular su propia respiración.

– Te enseñare a hacer el veneno necesario para matar demonios. –

Por lo que entendía, ella era la única pilar que no podía cortar las cabezas de los demonios, así que los envenenaba con veneno de glicinas, ya que los demonios parecían ser alérgicos a estas plantas. Me enseño su catana, muy diferente a la de mi señor esposo, esta parecía más bien el aguijón de un insecto y no parecía capaz de cortar cabezas, sino hacer pequeños cortes por donde se inyectaría el veneno.

Después de merendar con Kocho ambas nos dirigimos al vivero que había en su finca, lleno de plantas de todo tipo, con un hermoso árbol de glicinas en el medio completamente en flor. – Si bien puedes matar demonios fácilmente con estos venenos, no tienes que permitir que te toquen, así que nuestro entrenamiento juntas será de tu agilidad. – Me explico que mañana prepararía un entrenamiento que se basara en mi estado físico para mejorarlo. – Si eres más rápida que los demonios, no podrán dañarte. – Continuo con su explicación mientras me enseñaba el proceso de fabricación de veneno.

Tras intentarlo un par de veces, la Pilar del Insecto me felicito por mi rápido aprendizaje en el área, para luego empezar a darme clases sobre lo que hacía cada planta que cultivaba en su jardín, sorprendiéndome por sus conocimientos médicos y herbolarios, pero sin duda inspirándome a aprender más aún.

Finalmente, cuando el sol comenzó a ocultarse en el horizonte, fue cuando la señorita Kocho me dijo de acompañarme a mi casa, y a pesar de que me negué, ella refuto que si algo me llegaba a pasar mientras Kyojuro me había dejado a su cuidado tendría que lidiar con la furia del Pilar de la Flama, y eso era algo que ella no quería experimentar.

Al fin y al cabo, termino acompañándome a mi casa mientras charlábamos un poco de algo más que no fuera medicinas y venenos. – Oh, vamos, se reconocer a una mujer sexualmente satisfecha. – Termino diciendo mientras que mi rostro se ponía tan rojo que la nieve que caía en mis mejillas se derretía al toque de mi piel.

– ¡Kocho! No digas cosas tan vergonzosas. – Le replique mientras que ella reía por lo bajo tapándose la boca con su mano, disfrutando jugar conmigo mientras seguíamos con nuestra charla. – Y ¿Hay alguien que esté en tu mente románticamente? – Cuestione ahora yo, dándole un codazo en su costado mientras la veía analizar mi pregunta en su mente con un ligero rubor en sus mejillas.

– Si. – Contesto con un suspiro. – Pero es demasiado insulso como para darse cuenta de que lo quiero. – Parecía incluso frustrada mientras me contaba esto, dejando su sonrisa de lado mientras mostraba una expresión de fastidio más auténtica que su rostro usualmente alegre. – Aun así, estoy más concentrada en mi propio objetivo como para pensar en casarme.

– ¿Cuál es tu objetivo? – Pregunte con curiosidad deteniéndome en frente de la finca Rengoku, con la nieve sin dejar de caer.

– Venganza. – Respondió ella con veneno en sus palabras mientras me miraba con unos ojos inyectados en furia. Algo me decía que esta Kocho era más auténtica de la normalmente sonriente de todos los días. El odio y desprecio podía verse en su rostro mientras apretaba su mano, una que sostuve, haciéndola reaccionar y volver a su normal mascara social. – Bueno, tu preguntaste. –

– Espero que la consigas. – Dije yo sin soltarle la mano, más bien, apretándosela más en forma de apoyo, algo que pareció apreciar ya que junto nuestras frentes y cerró los ojos mientras una lagrima de dolor se deslizaba por sus ojos.

Finalmente nos despedimos, con la promesa de vernos nuevamente a la mañana siguiente para comenzar con el entrenamiento de verdad.

Al abrir la puerta de la finca, me encontré con Senjuro, quien estaba llevando dos baldes repletos de agua seguramente para su baño, los cuales soltó a penas me vio para venir a saludar con entusiasmo.

– ¡Cuñada! Bienvenida. – Acaricie su cabeza con felicidad mientras que me quitaba los zapatos para evitar manchar el piso bien barrido de la casa. – Kyojuro regreso antes, está preparando la cena ahora. – Me informo con una sonrisa tan brillante como el sol, parecía contento por algún motivo, y ese buen sentimiento termino por contagiarme mientras lo veía como me ayudaba a poner las pantuflas de entrecasa.

Caminamos juntos por el pasillo, con el pre adolecente colgado de mi brazo hacia la cocina, donde se encontraba mi marido empanizando unos langostinos más grandes que mi cabeza para hacer tempura seguramente.

– Kyojuro. – Dije contenta al verle con pan rallado por todas partes mientras me saludaba de vuelta con un beso en los labios, riendo al ver que debía ponerme de puntillas para alcanzarle.

– La cena estará lista dentro de poco. – Comento mientras me apuntaba la mesa. – ¿Podrías comenzar a ponerla? –

Solamente asentí mientras que comenzaba a repartir los distintos tazones en los lugares correspondientes, con Kyojuro pidiéndome que agregara un lugar extra en la mesa, ya que pensaba en obligar a su padre a comer con nosotros hoy. A regañadientes lo hice, mientras que Senjuro colocaba en el lugar del anciano una enorme botella de sake, algo que me hizo enfadar aún más.

– ¿Por qué quieres que coma con nosotros si se le ve muy cómodo en su alcoba? – Le cuestione a mi marido mientras le veía servir el arroz en los tazones que le iba pasando.

– Porque tenemos un anuncio importante que hacer. – Exclamo con orgullo e inflando el pecho, mientras que mi rostro se ponía rojo al recordar a quien llevaba en mi vientre. No dije nada más para objetar su punto, algo que lo hizo reír en voz alta ante el tono de mis mejillas.

Solo habían pasado un par de semanas desde que nos habíamos casado, y una de ellas él se había marchado para completar sus deberes como cazador de demonios, así que la noticia sin duda los sorprendería, espero que para bien.

Finalmente, el tempura estaba listo, y se veía sinceramente delicioso. Tanto Senjuro como yo estábamos sentados en nuestros respectivos lugares, charlando de cosas banales mientras que Kyojuro fue a buscar a su padre para tratar de convencerlo de venir a comer con nosotros. Tras diez minutos de espera, con la comida fría, me levante de mi lugar mientras iba a la habitación de mi suegro, seguido por un paniqueado Senjuro que intentaba detenerme.

Al estar enfrente de la puerta del cuarto de mi suegro, la abrí de un portazo, sin importarme que el pequeño Senjuro me suplicara que lo dejara estar. – Viejo. – Dije, mirando a los ojos a mi esposo quien estaba arrodillado a un par de metros de distancia de su padre, mirándome con algo de asombro mientras que yo entraba y me colocaba al lado de su figura tirada en el suelo. – Ven a comer, ahora. –

– Vete a la mierda, niña. – Me contesto mirándome por el rabillo del ojo mientras que se daba la vuelta ligeramente para verme mejor.

– Ya estoy enfrente de una, gracias. – Comente, esquivando el libro que me había tirado con furia. – Fallaste. – Respondí en tono burlón mientras que lo veía levantarse, esta vez dándome algo de miedo, escondiéndome detrás de Kyojuro volví a hablar mientras mi esposo tenía las manos en su cabeza con desesperación por la interacción de su padre y mía. – Tenemos un comunicado que hacer, la cena se enfría, ven y listo, no te molestamos más. Incluso pusimos sake en la mesa a gusto del consumidor. –

– Que sea rápido. – Dijo finalmente, ignorándome a mí y a sus dos hijos mientras se dirigía al comedor tambaleante.

Finalmente nos encontrábamos los cuatro en la mesa, ambos hermanos a mis costados y mi suegro enfrente de mí, todos abrigados por el kotatsu que habíamos colocado con Senjuro la semana pasada, comiendo casi en silencio los alimentos ligeramente calientes.

– Ejem. – Exclamo Kyojuro para llamar la atención en la mesa, algo que funciono rotundamente ya que no había ni un solo ruido, pero por más que tenía la atención de Senjuro y de la mía, Shinjuro seguía bebiendo sin importarle nada. – ____(Yuna) y yo tenemos noticias. –

– ¿Es cierto que ____(Yuna) entrenara la respiración del Insecto? – Un emocionado Senjuro había hablado con los ojos brillantes de la emoción, algo que me calentó el corazón haciéndome acariciar su cabeza mientras que afirmaba sus sospechas.

– Exacto. – Dije despeinándolo. – Mañana comienzo con la parte práctica de mi entrenamiento con la señorita Kocho. –

– ¿Para esto es que me llamaron? – Interrumpió Shinjuro mientras dejaba con un fuerte golpe la copa de sake en la mesa. Parecía más que irritado, pero al fin presto atención cuando la voz de Kyojuro resonó con fuerza en toda la habitación.

– De hecho. – Todos giramos nuestras cabezas hacia la dirección de mi esposo, quien en vez de tener su típica sonrisa poseía un rostro lleno de seriedad, sin embargo, su mano tomaba la mía con dulzura debajo de la mesa, acariciándola con delicadeza para así aplacar los nervios que él sabía que sentía y seguramente él también tenía. – La razón de esta reunión es que estamos esperando un hijo con ___(Yuna). –

Senjuro fue el que reacciono más fuerte, levantándose de la mesa con exaltación mientras que mi suegro abría sus ojos de par en par, mirándome como si fuera algo que debía de admirar.

– ¡¡¿Están esperando un bebe?!! – Pregunto Senjuro con las manos sobre la mesa, mirándome de arriba abajo mientras que yo me reía por su tierna reacción, afirmándole con la cabeza de mi embarazo.

La expresión de Shinjuro volvió a ser la de siempre mientras que golpeaba con su dedo índice la mesa, como si meditara lo que acababa de escuchar. – ¿Y quieren que los felicite por coger como conejos? – Finalmente soltó mientras que miraba con disgusto a su hijo.

Senjuro me miro preocupado mientras que mi sangre hervía, a punto de decirle algo, pero la voz calmada de Kyojuro se me adelanto. – Querría que te alegraras por tener un nieto, padre. – Su tono de voz había sido tan frio que si no lo hubiera visto con mis propios ojos dudaría que fuera mi marido, pero lo que dijo a continuación me dejo aún más helada. – Desde que me obligaste a casarme con ____(Yuna) sentí por primera vez en mucho tiempo que éramos una familia, ahora ella me está dando el mayor regalo que pueda recibir como marido, como parte de esta familia, pensé que al menos deberías estar feliz. – Cada una de esas palabras venían con una ira abrazadora, como si de un intenso fuego se tratara, no de la cálida compañía que normalmente lo caracterizaba, esto era resentimiento.

Shinjuro no dijo nada. Solo se levantó para comenzar a marcharse, pero el brazo de mi marido lo detuvo casi por un mero impulso. Ahora era yo la que quería parar a Kyojuro por temor a una batalla entre los dos hombres, pero algo me dejo asombrada y sin aliento, tanto a mi como a todos los presentes de la habitación.

– ¿Eso quieres? Pues felicidades. – Las lágrimas recorrían el rostro normalmente amargado de Shinjuro, quien se soltó del agarre de su hijo para irse a su cuarto, tambaleándose como siempre por el pasillo que lo llevaba a su habitación.

– Hermano. . . – Senjuro también estaba llorando al haber visto la escena, y no parecía faltar mucho para que el mayor de los Rengoku también caiga víctima de las emociones, ya que sus ojos brillaron humedecidos mientras veía alejarse a su padre con lentitud hasta desaparecer por las paredes de la casa.

Abrace a Senjuro, quien comenzó a sollozar con más fuerza contra mi pecho, mientras que tomaba el brazo de Kyojuro y lo acercaba a mí para abrazarle también. Ahora con los dos acomodados contra mi pecho, pudieron descargar sus lágrimas sin vacilación. Sollozando en silencio mientras que una catarata de lágrimas e hipos caían de ambos hermanos como dos niños pequeños.

Al ver la escena, también debía de admitir que tenía un nudo en la garganta, pero me prometí hacerme la fuerte para los dos hombres que me necesitaban esta noche.

Hoy Senjuro había pedido dormir con nosotros, lo cual aceptamos, trayendo su futon a nuestra alcoba y colocándolo junto con el nuestro.

– ¿Cómo lo van a llamar? – Pregunto un Senjuro recostado a un lado de mi pecho derecho, colocando su mano en la parte baja de mi esternón.

– No tengo idea. – Confeso su hermano, quien estaba a mi lado izquierdo, en la misma posición que su hermano menor, solo que el sostenía mi vientre, acariciando la zona con sumo cuidado.

– ¿Que les gustaría que sea? – Cuestiono nuevamente Senjuro.

– Varón. – Respondí.

– Niña. – Contesto mi marido.

– Vaya, los dos quieren algo distinto. – Dijo nuevamente el menor con una voz de cansancio. – También quiero que sea una niña. – Comento tras un gran bostezo.

– ¿Por qué los Rengoku se pusieron en mi contra? – Comente divertida mientras escuchaba como Kyojuro se reía, besando la mano que estaba acariciando su cabello.

– También eres una Rengoku, amor mío. – Exclamo un Kyojuro adormilado, sin darse cuenta que el mote cariñoso había logrado hacerme sonrojar.

Suspire con cansancio, esperando que el sueño llegara a mí para así poder dormir de una vez por todas, pero las emociones de hoy no me permitían conciliar el sueño. Sin poder moverme, ya que estaba atrapada entre los dos hermanos completamente dormidos a mis costados, tan pacíficos e imperturbables que me daba pena moverme tan solo un centímetro para poder acomodarme.

– "Senjuro, ¿Puedes ayudarme a sacudir este futon?" – Pregunte mientras que cargaba al pequeño en mi espalda. Aún estaba cansada por el parto, así que toda la ayuda posible era bien recibida.

– "Enseguida." – Comento el preadolescente, mientras dejaba su espada de madera de lado y me ayudaba a colgar mi futon matrimonial en la soga para así poder sacudirlo.

– "Quítate." – Dijo Shinjuro mientras me empujaba con delicadeza y era el quien colgaba el futon con ayuda de Senjuro, para comenzar a golpearlo para sacarle el polvo y airearlo. – "Ve a descansar, Ame necesita comer ¿No crees? Además, no estés debajo del sol con la criatura tanto tiempo" –

– "Le di de comer recién, Shinjuro." – Le replique mientras que acomodaba mejor el futon, para luego descolgarlo, y que Shinjuro me lo quitara para comenzar a caminar hacia mi habitación y colocarlo en el suelo con sumo cuidado. – "¿Te gustaría jugar con ella? A estado algo inquieta últimamente." –

Shinjuro me miro de arriba abajo mientras que yo le entregaba a mi hija, y veía como su expresión cambiaba por completo al tener a su nieta en brazos. A Ame le gustaba el cabello de su padre, y por consecuencia, el de su abuelo también, así que no dudo en agarrar una buena porción de su cabello suelto y comenzar a jugar con ella.

Por más que Shinjuro se quejara, la sonrisa que tenía en su rostro era muestra suficiente de que este hombre estaba completamente enamorado de su adorada nieta, a la cual le compraba cualquier chuchería que viera. Solo pude suspirar de felicidad mientras veía la escena trascurrir frente de mí.

Abrí los ojos con los rayos de sol dándome de lleno en la cara, Senjuro había abierto la puerta shoji, seguramente para ir a preparar el desayuno, disculpándose en silencio por haberme despertado.

Tras decirle en susurros que no importaba, se fue lo más silenciosamente posible, tratando de no despertar al hombre a mi izquierda que se enrollaba aún más en las cálidas mantas del futon, acercándome a él por la cintura mientras escondía su cabeza en el hueco de mi cuello.

Solamente me di cuenta de que estaba despierto cuando se le ocurrió morder con delicadeza la tierna carne de mi garganta, haciéndome sobresaltar, retándolo un poco por tratar de empezar a provocarme tan temprano en la mañana.

– Perdón, pero papá también necesita de mamá. – Termino bromeando mientras que mi rostro se sonrojaba y mi mente comenzaba a maquinar. Seria madre dentro de unos meses si todo iba bien, y por el sueño que había tenido, no me tenía que preocupar por que algo vaya mal.

Incluso me sorprendió la participación de Shinjuro en mi ensoñación, tal vez había esperanzas para ese viejo lobo después de todo.

– ¿____(Yuna)? ¿Mordí muy fuerte? – Pregunto preocupado mientras corría mi cabello para ver el daño minúsculo.

– Ame. – Dije mientras le daba un beso, comenzándome a levantar para emprender un nuevo día.

– ¿Ame? –

– Quiero que así se llame nuestro hijo. –

– Esta bien por mí. – Dijo mientras se levantaba, abrazándome en el proceso para luego darme un beso en la frente. – ¿Pero porque "Lluvia"? –

– Porque la lluvia limpia. – Respondí devolviéndole el abrazo y besando sus labios. – Y siento que va a tener la capacidad de limpiar el dolor de las personas. –

– Me gusta Ame. – Me beso de vuelta y fuimos a desayunar de la mano, charlando sobre que tendríamos que comprar carbón la próxima vez que vayamos al pueblo. 

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