La astucia es el arma de una mujer

Tome la catana de Kyojuro, aun con mi vientre hinchado por los seis meses de embarazo, para hacerle frente al demonio que estaba a punto de acabar con la vida de mi marido.

– "¿C-cómo?" – El demonio parecía perplejo ante lo que se le presentaba. Sin oportunidad, comenzó mi ataque, que solo era mover la espada de un lado a otro, mientras que el demonio la esquivaba con mucha facilidad, incluso ayudándome a no caer cuando tropecé con una piedra – "Kyojuro ¡¡¿Cómo te atreves a permitir que tu esposa peleé por ti?!!" – Parecía incluso indignado mientras me tomaba en brazos y dejaba lejos del combate, junto al chico de haori a cuadros y el de mascara de jabalí.

Aún faltaba tiempo para que el sol saliera, y yo no sabía que más hacer para evitar la muerte de mi esposo quien se estaba levantando, tomando la catana que el demonio había arrancado de mis manos y tirado a sus pies, para que un ciclón de llamas comenzara a brotar de Kyojuro, dispuesto a darlo todo de sí para acabar con la amenaza.

– ___(Yuna), despierta. – Abrí de apoco los ojos, encontrándome con la mirada dorada de Kyojuro. Parecía preocupado mientras acariciaba mi mejilla, limpiando unas lágrimas que no sabía que se estaban escurriendo por ella. Me incorporé al igual que él, para limpiar los restos de lágrimas con la piel de mis muñecas.

Kyojuro se quedó en silencio mientras me observaba, acariciándome la espalda con tranquilidad en un intento de reconfortarme, pero al notar que las lágrimas no se detenían, más bien, iban aumentando, me rodeo con sus brazos tras besarme la cabeza con ternura mientras me acurrucaba en su calor.

Comencé a sollozar un poco más fuerte mientras él se tomaba el tiempo para acariciar mi cabello con suavidad.

– Una pesadilla ¿Verdad? – Pronuncio finalmente después de varios minutos en silencio, sin apartarme de su lado. Lo único que hice fue asentir mientras que él me seguía sosteniendo en sus brazos. Escuchar el sonido de su latente corazón me lograba tranquilizar.

– (Él está aquí) – Fue lo que pensé mientras me separaba para mirarlo a sus ojos dorados llenos de un brillante fuego que se distinguían aun en la oscuridad de la noche, como un sol a mitad de las tinieblas. – (El aún está vivo.) –

Recargué nuevamente mi cabeza en su pecho, dejando de llorar finalmente, pero sin ánimos de separarme de él. Si bien quería analizar mi sueño para sacarle provecho y saber qué hacer en el momento que llegue el tan esperado día, también tenía miedo. Miedo a ese demonio, miedo de perder a mi marido, miedo del niño que parecía esperar en mis sueños. No podía permitir que mi hijo creciera sin padre, simplemente era inaceptable. Y entonces comencé a hablar.

– ¿Por qué no dejas a la cofradía de cazadores de demonios? – Sus manos pararon de acariciarme por un segundo, para luego retomar el camino de sus dedos por mi despeinado cabello.

– No puedo hacer eso. – Confesó tras besar mis labios. Ahora, nos habíamos acostado en el futon, con las piernas entrelazadas, abrazados casi desesperadamente el uno al otro mientras que sus caricias seguían bailando por mi cuerpo. – Tu pesadilla fue sobre mi ¿No es así? –

– Si. – Contesté, sintiendo como las lágrimas volvían a mis ojos y mi voz se quebraba si intentaba expresarme más de la cuenta. Aun así, los besos de Kyojuro me hacían sentir bien, como si realmente mi sueño fuera solo eso y no una mirada a un posible futuro. – ¿Por qué no puedes dejar la cofradía? –

– Porque soy más fuerte que los demás. – Fue su contestación mientras me acercaba más a él, mirando algo más allá de mí. – Las personas fuertes se cuidan a sí mismas, pero las más fuertes cuidan de las demás.

– En ese caso ¿Quién te cuida a ti? – Cuestione mientras me aferraba más a él, viendo como los primeros rayos de sol comenzaban a filtrarse por la puerta shoji. – Yo quiero poder protegerte Kyojuro. –

Su expresión sorpresiva cambió a una más de enternecimiento mientras me besaba los labios con cariño.

– Ya me cuidas bastante, gracias. – Confesó en el hueco de mi cuello para luego darle un pequeño mordisco como a él tanto parecía gustarle, haciéndome jadear en el proceso. – Aún es temprano. – Prosiguió a decir después de empaparme con una hilera de besos. – Podríamos dormir un poco más. – Lo mordí también ligeramente enojada por sus provocaciones ¿Quién demonios podría dormir después de esto?

A eso de las nueve de la mañana decidimos que lo mejor sería salir de la comodidad de nuestro futon matrimonial, y tras calentar agua para bañarnos fuimos a la cocina para cocinar el desayuno finalmente.

Un adormilado Senjuro se encontraba allí, secando la losa con sumo cuidado mientras bostezaba con la boca bien abierta en su supuesta soledad, hasta vernos a Kyojuro y a mi entrar en la habitación, despertándose de un golpe mientras se levantaba con rapidez para darnos los buenos días a ambos como correspondía.

– No sabía que estabas en casa hermano. – Confeso el preadolescente mientras me ayudaba a cocinar el desayuno de esta mañana con practicada sincronía.

– Llegué ayer por la noche, no quería molestar a nadie así que después de comer fui a mi habitación. – Dio su explicación mientras se acomodaba en la mesa con el kotatsu puesto, ya que se acercaba el invierno y los días de frio comenzaban a hacer su aparición.

– Querrás decir que comiste en el cuarto. – Termine por recriminarle recordando los pedazos de arroz que estaban dispersos por el piso de nuestro cuarto compartido, haciéndome enojar un poco mientras le daba forma a las bolas de arroz que estábamos preparando.

– Upss – Fue lo único que se atrevió a decir mientras se envolvía en la manta de la mesa con una enorme sonrisa, mirándome con esos profundos ojos dorados que evitaban que estuviera realmente molesta con mi marido.

Senjuro solo pudo reír de mi expresión y por el comportamiento de su hermano mayor, y tras haber desayunado, obligué a Kyojuro a barrer nuestra habitación mientras que yo me encargaba de airear los futones, y juntar las hojas caídas de los árboles que había en el jardín.

Senjuro como siempre me acompañaba en los quehaceres domésticos, barriendo a la par mía, a pesar de que le aseguraba de que podía hacerlo tranquilamente sola, ahora se le sumaba Kyojuro, quien enceraba los pisos de madera con mucha energía incluso antes de que pudiera decir algo sobre su herida y que tenía que descansar.

Negué con la cabeza, pensando en lo terco que podían llegar a ser los Rengoku mientras miraba como el par de hermanos mantenía una alegre charla sobre las aventuras del mayor de ellos.

Sentí como algo frio caía en mi cabello, haciendo que mi cuerpo se erizara mientras miraba al cielo para ver cómo es que nieve comenzaba a caer con lentitud.

– ¡Cuñada! – Senjuro vino corriendo a mi lado mientras que yo miraba el blanco espectáculo con algo de frio.

Para cuando me quise dar cuenta Kyojuro me había colocado su haori para evitar que el frio me calara los huesos. Se lo agradecí mientras que los tres veíamos como la nieve danzaba en el viento hasta posarse con delicadeza en la tierra.

– ¿Vamos adentro? – Propuso Kyojuro mientras me tomaba de la mano. Asentí mientras le seguía de cerca, apretando su mano mientras mis pensamientos vagaban en la posibilidad de cuidar al hombre del que, sin duda, me había enamorado en tan poco tiempo.

Mientras rallaba un rábano para hacer bolitas fritas para el almuerzo, mi memoria me hizo retomar nuestra conversación de esa madrugada, sobre él y su fuerza, y que debía de utilizarla para proteger a los demás. Me parecían muy nobles sus intenciones, a la vez que preocupantes ¿Quién lo protegería en ese caso?

Solo pude suspirar para luego sentir como dos brazos se enrollaban en mi cintura, atrayéndome hacia atrás mientras me echaba a reír al sentir los labios de Kyojuro en mi mejilla.

– ¿Que te tiene suspirando? – Lo miré por encima del hombro sin contestarle, solo me aseguraba de aplastar el rábano empapado en huevo y pan rallado para darle forma de bolitas. – ¿Yo te hago suspirar? –

Asentí con la cabeza mientras encendía la cacerola con el aceite para comenzar a freírlas mientras Kyojuro apoyaba su mentón sobre mi cabeza, demostrando lo alto que era en comparación conmigo, haciéndome escuchar una pequeña risa por parte de Senjuro, quien se veía extrañamente feliz.

Alcé mi vista, chocando con los ojos dorados de mi marido que, por mi movimiento repentino tuvo que mirar hacia abajo. Le di un beso en sus labios, para luego sonreírle mientras que estas palabras salían de mis labios. – Kyojuro ¿Podrías entrenarme como espadachín? –

Su expresión cambio a una de más seriedad mientras me soltaba de a poco colocando sus palmas en mi cintura ahora, y no el medio abrazo que nos estábamos dando antes. – ¿Por qué quieres ser un espadachín? –

– Para protegerte. – Dije mientras volvía a mi posición original, controlando las bolitas de rábano para que no se quemaran, además, me estaba doliendo el cuello. – También soy fuerte así que. . . –

– No quiero entrenarte. – Contestó finalmente soltando mi cintura mientras se alejaba hacia la mesa donde estaba Senjuro, sentándose a su lado con las piernas entrecruzadas al igual que sus brazos. – No quiero que te metas en este mundo.

– ¿Esa no es decisión mía? – Repliqué, mirándolo a los ojos mientras que apoyaba ambas manos en la mesa en la que él estaba sentado. Senjuro fue a controlar el fuego de la comida mientras que nosotros dos seguíamos discutiendo. – Entrenaste a Kanroji, ¿Por qué no podrías entrenarme a mí también?

– ¿Esto es por Kanroji?

– No, no tiene nada que ver.

Ninguno de los dos despegaba la mirada del otro, como si no quisiéramos perder el punto ante el otro. Mi objetivo era claro, y tomaría todas las herramientas que tendría a mi disposición para salvarle la vida a mi marido, quiera él o no.

Tras unos segundos de silencio, una sonrisa apareció en los labios de mi marido mientras que a mí me descolocaba un poco aquella actitud suya. – Que terca que es mi mujer. – Exclamó para luego levantarse mirándome, tomando una profunda respiración mientras Senjuro ponía la mesa para nosotros tres, mudo y con miedo de lo que vaya a pasar a continuación. – Está bien. Si logras tumbarme, te entrenaré, o encontraré a alguien que lo haga. – Me dio su mano como para cerrar el trato ¿Tumbarlo? ¿Espera que lo tire al suelo? ¡Es el doble de grande que yo!

Aun así, apreté su mano para cerrar el trato de una vez por todas. Tendría hasta la mañana siguiente para cumplir con mi objetivo, sino tendría que abandonar la idea para siempre.

– ¡Umai! – Dijo mi esposo tras comer una albóndiga de rábano. Me levante deprisa, para tratar de tomarlo de sorpresa, pero solamente me esquivo mientras seguía comiendo. – Deberías probar el cerdo, también está delicioso. – Exclamó entre risas mientras me veía en el suelo.

Caminando tranquilamente por el pasillo, decidí emboscarlo por una de las esquinas que daba hacia afuera, pero lo único que gané fue una palmada en el trasero y una risa desorbitante de mi marido mientras se iba a la habitación de su padre.

Una vez que salió de allí, me encontró en medio del pasillo, mirándolo con fuego en mis ojos mientras ponía mis brazos en sus pectorales y empezaba a empujar para tratar de derribarlo. Ni siquiera se movió.

Solo sonrió con malicia mientras me acariciaba la cabeza a mi cansada figura y se retiraba con paso lento del pasillo. Maldije para mis adentros mientras trataba de recuperar el aliento ¿Este hombre era un roble o qué?

– Cuñada. – Senjuro se acercó a mí con cuidado, como si fuera un animal asustado que podría salir corriendo en cualquier momento. Me ofreció una calabaza con agua en su interior, algo de lo cual estuve agradecida. – No creo que puedas ganarle a mi hermano en esto, cuñada. – Confeso con algo de pudor mientras me veía beber el agua con relativa desesperación.

– Lo sé. – Admití cabizbaja mientras me levantaba del suelo con ayuda de mi pequeño confidente. – Por eso tengo que ser mas astuta. – Terminé por sonreírle mientras que él parecía confundido ante mi nueva actitud.

Comencé a preparar las cosas para salir de compras viendo como mi esposo y cuñado se sorprendían a la par que se preocupaban.

– No creo que debas salir ahora, la nieve está comenzando a caer. – Dijo Senjuro con su típico tono de preocupación mientras que su hermano mayor me miraba de reojo, preparándose también para acompañarme.

– Quiero preparar algo delicioso ya que Kyojuro está de regreso, y para eso necesito carne. – Le expliqué al pequeño mientras terminaba de abrigarme y ponerme los zapatos de paja para nieve. Pensé en ponerme el sombrero también, pero lo vi innecesario. – ¿Vamos? –

Kyojuro no dijo nada, solo me acompaño en silencio tras acariciar la cabeza de Senjuro en señal de despreocupación.

– ¿Qué estas tramando? – Cuestionó con una enorme sonrisa en los labios mientras que yo aligeraba el paso.

– Solo la cena. – Contesté, sacándole la lengua mientras le tomaba de la mano para no separarnos mucho.

A pesar de la pequeña nevada de invierno que comenzaba a acechar, varios de los puestos que visitaba con Senjuro estaban abiertos, recibiendo con una cálida bienvenida a mi marido, quien cortésmente devolvía el saludo.

– Mira lo grande que estas, ¡Incluso ya tienes esposa! – Hablo el señor al que siempre le compramos las verduras, quien no solía ser tan charlatán con Senjuro o conmigo, supongo que la calidez natural de Kyojuro hace que las personas quieran hablar con él. – ¡Y qué mujer! –

– ¡Soy un hombre afortunado! – Contestó mi marido al finalizar la compra. Casi tuve que llevarlo a rastras por que no paraba de hablar con el señor. – ¡Adiós Sato-san, nos vemos otro día! – Saludó finalmente cuando nos marchábamos al próximo puesto, donde otra vez se puso a hablar con todo el personal.

Unas compras de 10 minutos máximo, terminaron siendo de una hora junto a Kyojuro, quien me pedía perdón en el camino de regreso a casa al ver lo molesta que estaba por haber tardado tanto. – Creo que nos olvidamos de comprar carbón. – Dije tras golpear mi frente con mi mano mientras Kyojuro se reía, preguntando si quería regresar o podría soportar el frio de la noche invernal. – Tu sufrirás las consecuencias de esto Kyojuro Rengoku. – Comenté ligeramente molesta mientras que él se echaba a reír estrepitosamente, aceptando con gusto su destino.

Al abrir la puerta nos encontramos un Senjuro sentado a los pies de la entrada, esperando nuestro regreso. Le pedí disculpa por haberlo hecho esperar tanto tiempo, mirando de reojo al culpable quien solo volvió a reír para tratar de escapar de la culpa.

Y como dije, hice una cena digna de una familia real por el regreso de mi esposo. – Nada mal. – Incluso Shinjuro había dado su aprobado a mi comida, haciendo acto de presencia en medio de la cena para servirse una segunda vez, que Senjuro fue el que le ofreció, obviamente.

– ¿Por qué no nos acompañas a cenar, padre? – pregunto Kyojuro con esperanza en sus dorados ojos mientras veía al mayor servirse más carne de la plancha.

Shinjuro no dijo ni una sola palabra para luego retirarse en silencio, ignorando por completo a mi marido. Estaba apunto de decir algo, pero la mano de Kyojuro y Senjuro taparon mi boca al unísono, haciéndome enfadar aún más mientras que les replicaba a ellos sin que se entendiera una sola palabra de la que salían mis labios tapados.

Seguí comiendo, con las mejillas ligeramente infladas por el enojo que sentía por mi esposo, su hermano menor y por su estúpido padre. Mientras que Kyojuro se reía de mi expresión con soltura y una caricia en mi cabeza, Senjuro se disculpó conmigo diciendo que no quería escuchar a su padre gritar por una discusión sin sentido.

Al ver que mi expresión se oscureció más por su explicación, volvió a disculparse conmigo con un ligero pánico. Pero por más que quisiera aparentar estar enojada con Senjuro, esa carita de cachorro mojado no hacía más que ablandar mi frio corazón de piedra, restándole importancia al asunto mientras le acariciaba la cabeza en señal de que no estaba molesta con él.

– ¿Y conmigo? – Preguntó el mayor haciendo puchero mientras me miraba con los mismos ojos que tenía recién su hermano menor. Solo pude suspirar con fastidio mientras le afirmaba que tampoco estaba tan molesta con él, y eso hizo que su puchero se agrandara más. – ¿Por qué estas molesta?

– ¡Porque aún no he podido derribarte! – Rezongué molesta, a lo que mi esposo se echó a reír, y por alguna razón no me molestaba.

Una vez que todo lo que utilizamos para la cena estaba limpio, nos despedimos de Senjuro quien se fue caminando tranquilamente a su cuarto, sin pensar que mi plan para derribar a su hermano estaba por ser ejecutado.

Mientras íbamos a nuestros aposentos, tome la mano de mi marido, quien me regalo una cálida sonrisa en respuesta a mi tierno movimiento.

Una vez que pasamos por la puerta Shoji, y la cerramos, lo empuje ligeramente contra una de las vigas de madera de la habitación, aún sosteniendo su mano mientras que con la otra tomaba su cabeza para besarle con profundidad.

Al principio su sorpresa era evidente por lo rígido de su cuerpo, pero poco a poco se fue relajando mientras mis besos iban bajando por su mandíbula, mordiendo su cuello como el solía hacerlo con el mío bajando cada vez más hasta llegar a su pecho vestido, el cual comencé a desvestir con la mano que tenía en su cabeza, sin dejar de darle besos por los dulces puntos de su cuello.

Desplazándome poco a poco, lo di vuelta para que su espalda estuviera enfrente de nuestro futon, obligándolo a sentarse en el mientras que yo me colocaba en sus piernas, aun con mis labios en los suyos. Susurrando palabras de amor y alabanzas que sabía que tanto le gustaban mientras se derretía en mis dedos y mi toque.

– Creo que gané. – Dije en un susurro en su oído mientras que mordía con delicadeza el lóbulo de su oreja.

Sentí como sus manos apretaban la suave carne de mi trasero con algo de fuerza mientras rezongaba con amargura y me miraba con unos ojos que desprendían un hambre casi animal. – Eso es hacer trampa. – Comentó mientras comenzaba a desnudarme sobre él, dejando al descubierto mi pecho ante la mirada intensamente hambrienta de mi marido. – Pagarás por esto. – Y vaya que cumplió con su palabra.

El sol que entraba por la puerta shoji era mi única manera de saber que finalmente había llegado la mañana. Siendo sincera, admiraba la resistencia de mi esposo para no quedarse dormido en medio de la noche a pesar de lo agotado que pudiera estar.

Ahora, con los ojos entre abiertos podía verlo, observándome atentamente con esos penetrantes ojos dorados que me daban la vida y miraban con dulzura, mientras acariciaba mi desordenado cabello por nuestras intensas actividades nocturnas. Pasaba sus manos curiosas por las curvas de mi cuerpo, como si quisiera recordar cada centímetro de piel que yo poseía, observándome con unos ojos que solo podría describir como admiración o algo más profundo.

– Buenos días. – Dije con la voz ronca de lo que me dolía la garganta.

– Buenos días. – Saludo de vuelta, dándome una palmada en mi desnudo trasero mientras reía al ver mi rostro de sorpresa. – Supongo que sí puedo entrenarte. – Bromeó con malicia mientras miraba mi figura agotada.

Termine por sentarme, recordando nuestra primera noche juntos, siendo como si hubiera vuelto al pasado por culpa del dolor de caderas que sentía. Al mirar mejor mi cuerpo, podía ver algunos hematomas con forma de los dedos de mi marido de donde me sostuvo la noche anterior, haciéndome sonrojar al pensar que podría provocarlo más seguido si ese era el resultado. Solo esperaba que no nos hayan escuchado tanto.

– ¿Nos damos un baño? – Propuso mi señor esposo al cual acepté encantada mientras que él me levantaba con esos enormes y trabajados brazos que tenía. – Después de todo, no creo que podremos salir así. – Hizo referencia a mis piernas con nuestros fluidos mesclados casi secos. Estuve 100% de acuerdo con él.

Entrar en la tina con agua recién calentada fue un gozo para mis músculos cansados, más con los masajes que Kyojuro se dispuso a darme mientras me besaba en la cabeza y decía por primera vez:

– No sabes cuánto te quiero. – Pronunció esas palabras, haciéndome sonrojar mientras sentía como sus brazos rodeaban mis hombros en el abrazo más íntimo que jamás había tenido con alguien antes.

– También te quiero, más de lo que puedas imaginar. – Me apretó con más fuerza mientras cerraba los ojos con fuerza.

Nos quedamos así bastante tiempo, sin importarnos que el agua se haya enfriado o que nuestros dedos se hayan arrugado. Mis lágrimas caían de mis ojos al pensar en el posible futuro de mi marido mientras que sentía como las lágrimas de mi esposo rodaba por sus mejillas y caían en mis hombros, sin entender muy bien porque es que él estaba llorando, lo único que se me ocurrió fue besarlo.

Pero este beso se sintió diferente. No como los besos apasionados que teníamos o los pequeños picos que nos dábamos para saludarnos, no, este decía algo más. Algo que las simples palabras no podían expresar, y lo sentí. Ambos decíamos algo más allá de un simple "te quiero" pero ninguno era capaz de expresarse con palabras.

Finalmente, cuando salimos del baño, nos encontramos con un Senjuro bebiendo té en el piso de la casa, admirando la nieve que caía con lentitud y ya había cubierto el suelo, el pequeño arropado con una enorme manta mientras bebía una taza de té verde y lo acompañaba con los sakuramochi que habíamos comprado ayer con Kyojuro.

– Hermano ¡Cuñada! Buenos días. – Saludó con una sonrisa brillante mientras nos ofrecía una taza del mismo té que estaba bebiendo. Ambos aceptamos encantados su amable oferta, mientras que yo iba a la cocina para tomar dos tazas más, escuché a Kyojuro decirle a Senjuro que saldríamos dentro de poco y que cuidara la casa en nuestra ausencia.

– Ya regresé. – Dije mientras traía una charola con las dos tazas de té y más sakuramochi, sentándome al lado de los dos hermanos para sentir como me cubrían con la enorme manta que había traído Senjuro.

– Iremos a la finca mariposa después de desayunar. – Me notifico mi señor esposo mientras se metía a la boca un sakuramochi y decía su típica frase.

– ¿Por qué a la finca mariposa? – Si no mal recordaba era esa clínica que pertenecía a una de sus compañeras de la cofradía.

– Al pensarlo esta mañana, pensé que la respiración del insecto sería más ventajosa para ti que la respiración de la flama, ya que no tienes la fuerza para derribarme, ni la estatura. – Terminó explicando mi amado esposo mientras que yo asentía con la cabeza sin entender muy bien a lo que se refería, pero como él era un experto, no se lo iba a negar.

– Espera. – Dijo Senjuro. – ¿Pudiste derribar a mi hermano? – Preguntó anonadado.

Solo pude reírme del rostro rojo de mi marido mientras bebía el té a una velocidad casi sobre humana, casi ahogándose mientras tosía y yo le golpeaba la espalda riendo.

– Me tendió una emboscada, es lo único que diré. – Y tras decir eso, se metió un sakuramochi entero en la boca.

Tras desayunar, y tratar de esquivar las preguntas vergonzosas de su hermano, Kyojuro y yo estábamos listos para partir hacia la finca mariposa, no sin antes pedirle al cuervo de mi marido que le avisara a la señorita Kocho sobre nuestra llegada.

Una vez que llegamos después de una larga caminata, nos encontramos con una Kocho esperándonos en la entrada de la finca con el cuervo en la mano, acariciando al plumífero animal para luego hacer que eche a volar.

– Bienvenido. – Dijo con su típica sonrisa en el rostro mientras se encaminaba al interior de la finca, con nosotros por detrás suyo.

– Kocho, quería preguntarte si podrías entrenar a mi esposa. – Comenzó Kyojuro una vez que estábamos sentados en su consultorio.

– Ara, ara, ¿Quieres que le enseñe las técnicas de la respiración del insecto? ¿Estás seguro? – Puso su mano tapando su boca como si estuviera sorprendida por la petición de mi marido. – Puedo hacerlo. – Comentó con una sonrisa. – Eso sí, si no te molesta que la entrene después del embarazo que está pasando. –

Kyojuro y yo nos quedamos helados ante las palabras de su compañera de armas. ¿Embarazada? ¿Yo? ¿Cómo no me di cuenta? Estaba tan concentrada en salvarle la vida a Kyojuro que olvide que en mis visiones tenía el vientre hinchado.

Eso será un problema. Pensé para mis adentros.

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