Hogar dulce hogar
Me ardían los pulmones mientras intentaba respirar, la nieve enfriaba todo mi cuerpo, pero yo debía de seguir corriendo.
El entrenamiento de Kocho implicaba mucho esfuerzo físico de mi parte, debía de ser ágil para poder cortar a los demonios sin ser herida en el proceso.
Y así estuve entrenando debajo de la blanca nieve con mi maestra y ahora, amiga, quien me cuestionaba todos los días el porqué de mi terquedad a la hora de entrenar.
Mis pies eran más rápidos, logrando esquivar con éxito los ataques de Kanao, la hermana adoptiva de Kocho, quien parecía más una muñeca viviente que un ser humano por su tranquila y callada forma.
– La respiración es lo más importante. – Comento la bella mujer de tez clara mientras que me daba una taza con te, para tomarme un pequeño descanso. – Tienes que reforzar tus pulmones, aunque parece que lo haces casi natural. –
– Es que mi madre lo hacía parecer un juego cuando era pequeña. – Termine explicando mientras bebía la bebida caliente, sintiendo como el líquido calentaba mi interior, agradeciendo profundamente, sin darme cuenta de que mi explicación había iniciado el interés en mi maestra.
– ¿Tu madre era cazadora de demonios? – Pregunto para luego beber su propia taza de té.
Me detuve un momento, analizando si debería contarle o no, pero tras pensarlo un poco decidí que no habría nada de malo que ella conociera la historia. – De hecho, ella llego a ser el Pilar del Agua por un corto periodo de tiempo. – Los ojos de mi compañera se abrieron con sorpresa, preguntando en silencio más sobre el tema.
Termine suspirando mientras dejaba la taza a un lado de mí, pensando mis próximas palabras mientras miraba la nieve caer desde el tatami de la Finca Mariposa.
– Cuando era pequeña. – Comencé. – Mi madre me entrenaba para ser una cazadora de demonios al igual que ella, pero como soy la menor no tengo tantos recuerdos de ello. – Confesé, apretando mis manos con furia mientras una imagen borrosa de mi progenitora aparecía en mi mente. Shinobu coloco su mano en mi espalda en muestra de apoyo, algo que agradecí con una sonrisa. – Aun así, algo de lo que me enseño me quedo grabado en la cabeza, supongo que es por eso que he tenido un buen progreso durante estas semanas. –
– Así es. – Reafirmo Kocho, pasando su mano por arriba y por abajo de mi espalda. – Pensé que entrenarte sería más difícil, pero tienes un buen estado físico, supongo que por eso no has muerto por culpa de Rengoku-san. – Termino bromeando mientras que yo le pegaba en juego por su comentario fuera de tono, pero admitiendo que tenía razón.
A pesar de que mi padre prefería que mi hermana y yo nos concentráramos en las artes, sentía más confort por la actividad física que otra cosa, aun que seguía amando tocar mi amado shamisen.
– Mi madre trato de enseñarme las posturas del agua y me explico cómo respirar correctamente, esas son cosas que no voy a olvidar jamás. – Confesé mirando el poco te que quedaba dentro de mi taza, casi hipnotizada por las ondas que se producían al mover el líquido. – Seria como olvidarme de ella. –
– ¿Puedo preguntar cómo murió? – Cuestiono casi en un susurro, como si fuera más bien un pensamiento fuerte que una pregunta.
Me tome unos momentos, reviviendo la escena de la cabeza decapitada de mi propia madre a mis pies mientras que el hombre que la había asesinado me preguntaba si me encontraba bien, para luego ver como mi padre le daba las gracias por habernos salvado la vida.
– Mi madre se volvió un demonio. – Exclame por lo bajo, a lo que Shinobu reacciono tapándose la boca mientras se disculpaba y me daba sus condolencias por el suceso, pero lo que dije a continuación la dejo aún más impactada. – Shinjuro fue quien la asesino. – Ahora Kocho entendía por completo mi resentimiento tan fuerte por mi suegro, él era el hombre que me había arrebatado a la mujer que era mi madre, pero por más que sabía que había sido necesario ya que ella había perdido todo rastro de humanidad que tenía, no podía perdonar a Shinjuro por lo que había hecho, no aun, y no sabía si alguna vez lo perdonaría.
Levantándome del lugar en el cual estaba sentada, comencé a preparar las cosas para irme a casa, aunque aún era temprano, no me sentía de ánimos para seguir charlando.
– Creo que me iré ahora. – Exclamé con la mejor sonrisa que pude permitirme, pero mi quebradiza voz me traiciono.
Kocho me miro con tristeza mientras se levantaba para estar a la par mía, abrazándome, sin decir una sola palabra para luego acompañarme a la puerta de la Finca Mariposa.
– Oh, casi lo olvido. – Exclamo mientras sacaba de una mesa una funda de catana con esta en su interior, entregándomela mientras que yo no podía cerrar la boca ante aquella arma.
– Kocho. . . – Dije desvainando el arma, viendo con mis propios ojos como la hoja afilada cambiaba de color a un purpura grisáceo. Una catana con forma de aguijón al igual que la de mi maestra estaba en mis manos. Di dos estocadas en el aire, escuchando como cortaba el aire haciendo un sonido que siendo sincera me causo algo de placer. – Gracias. – Exclame mientras envainaba el arma y la anudaba en el obi de mi kimono.
– No hay de qué. – Respondió ella restándole importancia con un gesto de su mano. – También llévate algunos venenos. – Me dio una caja con las capsulas que estos contenían. Si bien ya había practicado las posturas de la Respiración del Insecto con una catana de madera, tener una de verdad era algo completamente distinto. Agradecida tome la caja, llevándola con cuidado el resto del camino hacia mi casa.
El sol ni siquiera se veía en el atardecer por culpa de las nubes que se concentraban en ocultarlo, dejando un naranja muy vivido en el cielo, recordándome lo lejos que debía de estar mi marido de mi a estas alturas.
Kyojuro se había ido por toda la semana, y no lo había visto desde entonces, pero recibo cartas suyas todos los días, contándome como le fue en su casería de demonios, o cosas tan banales como lo que abría comido. Me preguntaba qué tipo de carta escribiría el día de hoy. Con el frio que hacía, más me valía alimentar bien a su cuervo que tan diligentemente trabajaba.
De pronto me detuve en mi camino de regreso a casa, sintiendo una presencia que me acechaba entre las sombras. Tras quedarme quieta por unos segundos, pude divisar a un pequeño gato negro que se acercaba hacia mí con cautela.
Solté un suspiro aliviada de que solo fuera un gato mientas me agachaba para acariciar al pobre y helado animal, quien apenas sintió mi mano comenzó a ronronear de placer por mis suaves caricias. – Mucho frio ¿No es así pequeño? – Pensé en llevarlo a casa mientras que el sol se ocultaba por completo a mis espaldas, dando paso a una fría y desolada noche.
Otro ruido me hizo alzar la vista, se trataba de un pequeño niño de no más de cinco años, que le costaba caminar por la fría nieve. El gato se despegó de mi para ir con el niño, acurrucándose en el mientras que el pequeño lo acariciaba con sus pequeñas manos.
Me acerque al pequeño mal nutrido, arrodillándome para ver el daño que tenía en uno de sus ojos. – Disculpa ¿Y tus padres? –
– Murieron. – Respondió con su tierna voz ligeramente rasposa por culpa del frio.
Mire para mis costados, deduciendo que este niño huérfano se encontraba en la desgracia de vivir en la calle sin ningún pariente que pudiera resguardarlo. Por cómo iba vestido y su cuerpo frágil, deduje que no había tenido una buena alimentación en un largo tiempo.
Me levante mientras le estiraba la mano, la cual acepto sin dudarlo, caminando conmigo por la nieve con un paso lento por culpa de sus cortas piernas. – ¿Cómo te llamas? – Pregunte al pequeño que trataba de seguirme el paso lo mejor posible con sus pequeños piecitos.
– Soy Kotaru. – Respondió con suavidad para luego resbalarse por culpa del hielo que se había formado en el camino, quedando colgando de mi brazo.
– ¿Quieres que te cargue Kotaru? – Pregunte mientras que este se estabilizaba en el suelo, solo asintió con la cabeza para luego ponerse detrás de mi espalda mientras que yo me agachaba para finalmente tomarlo en mi espalda. – ¿Listo? ¡Vamos! – Dije, levantándome de golpe, quejándome un poco por culpa de mi vientre más hinchado todavía.
– ¿Estas bien hermana mayor? – Pregunto Kotaru desde mi espalda al escuchar mi quejido.
– Lo siento, es que llevar dos pasajeros parece ser mucho para mí, pero estoy bien, no te preocupes. – Intente calmarlo mientras comenzaba a caminar hacia la casa, agradeciendo que faltaba poco para llegar a la finca.
– ¿Estás embarazada hermana mayor? – Volvió a preguntar mientras se apoyaba en mi espalda, seguramente cerrando sus ojos y disfrutando de una fuente de calor.
– Así es Kotaru, eres muy listo. –
– Mi mama también lo estaba. – Exclamo, a lo que se me encogió el corazón. No podía ni siquiera imaginar que era lo que había tenido que sufrir este pequeño, solo esperaba poder darle algo de consuelo cuando lleguemos a casa.
Finalmente llegue a la puerta de la casa, siendo recibida por un sorprendido Senjuro quien me preguntaba quién era el niño que estaba cargando a mis espaldas. Tras una breve explicación, Senjuro fue a preparar el baño.
Comencé a bañar a Kotaru, el callado niño permitía que le lavara la cabeza sin problema alguno, mientras que sollozaba por lo bajo al ser enjabonado. Acaricie su cabeza sin saber muy bien que decir, pero el pequeño pareció apreciarlo ya que me abrazo mientras se descargaba por completo.
– ¿Te gustaría comer carne? – Pregunto Senjuro a un limpio Kotaru, mientras que el más pequeño asentía con vigor. Sonreí ante la escena, viendo como Senjuro trataba de jugar con el pequeño y entretenerlo mientras que yo me encargaba de cocinar, imaginándolo jugando con su futura sobrina de la misma manera, dándome tanta dulzura en el corazón que no pude hacer nada más que sonreír.
– Ah, Senjuro, hoy Kocho me dio una espada nichirin. – Le dije la noticia, lo cual lo emociono de sobremanera, preguntándome cosas de todo tipo. Deje cocinando las cosas mientras la desvainaba, mostrándole el aguijón y explicándole las diferencias de mi catana con respecto a la de su hermano.
– Incluso la tuya cambio de color. . . – Comento algo desanimado, para luego sacudir su cabeza y mostrarme una brillante sonrisa como la de su hermano mayor, emocionado más que yo por mi nueva pieza adquirida. Estaba por decir algo para tratar de consolarlo, pero el ruido de la puerta shoji siendo deslizada nos llamó la atención a los tres que estábamos en la cocina.
Shinjuro apareció de la nada, con su botella de sake en su mano hasta que vio algo que hizo que sus ojos se abrieran de par en par.
Arrojo su botella de sake hacia Kotaru, quien la esquivo con facilidad mientras me tomaba del brazo y alejaba lo más posible del niño. Ante el susto del estallido de la botella, y el hecho de que el niño que rescate de la calle ahora estaba pegado a la pared como si de una araña se tratara, Senjuro se alejó lo más posible que sus pies le dieron a reaccionar.
– ¡¿Quien trajo un demonio a la casa?! – El aliento se me había cortado con las palabras de mi suegro, pero no era momento para discutir, el demonio se abalanzo hacia mí para ser fuertemente golpeado por Shinjuro y siendo mandado a volar hasta atravesar la pared de la casa.
Shinjuro nos tomó de la mano a Senjuro y a mi mientras que corría por los pasillos que extrañamente estaban más largos que de costumbre, maldiciendo en voz alta mientras se metía en una de las habitaciones.
– Estamos dentro de una técnica de sangre demoniaca. – Comento el ex Pilar de la Flama con disgusto mientras se agarraba la cabeza de los nervios.
– Lo siento. – Fueron las únicas palabras que lograron salir de mi boca mientras que mi mirada chocaba contra el suelo, después de todo, estábamos en esta posición por mi culpa.
– No es tu culpa ____(Yuna), no podías saber que era un demonio. – Trato de apaciguarme Senjuro mientras que su padre soltaba una risa amarga.
– Claro que es su culpa. – Exclamo mientras se acercaba a nosotros tomándome del cabello para que su mirada chocara con la mía. – Estas entrenando para matar esas cosas, no deberías haber caído tan fácilmente en su trampa ¡¿Qué voy a hacer si algo les sucediera?! – Sentía las lágrimas pinchar mis ojos mientras que escuchaba sus palabras. Al ver esto, Shinjuro soltó mi cabello mientras que salía del cuarto. – Yo me encargare del demonio, ustedes quédense aquí. – Y con ese ultimátum, salió de la habitación a quien sabe dónde.
Me levante, secando las lágrimas que intentaban escurrirse por mis ojos, algunas con éxito en su misión, pero nada que no pudiera controlar. Tome una larga respiración, como me había enseñado Kocho que debía de hacer, sintiendo como mis pulmones se llenaban de aire y me calmaba por completo, concentrándome para dirigirme a la puerta.
– Tu padre necesitara ayuda. – Dije, deslizando el shoji a un lado para mirar al frente, todos los pasillos de nuestra casa que ahora estaba modificada por culpa de la técnica de sangre demoniaca.
– Él dijo que nos quedáramos aquí. – Hablo Senjuro asustado mientras que trataba de detenerme.
– Tu padre esta ebrio, no tiene una espada, y falta mucho para el amanecer. – Exclame mientras sentía como sus manos temblorosas trataban de aferrarse a mí, asustado por lo que me pudiera pasar si salía de la sala. – No pienso dejarlo solo. – Termine de decir mientras le untaba el veneno a mi espada.
Una vez que termine, le dije a Senjuro que se quedara en esta habitación, esperando al regreso de alguno de los dos, sintiéndome ligeramente hipócrita mientras cerraba la puerta tras de mí y comenzaba a caminar por los largos pasillos de la casa que ahora no reconocía como mía.
– Hermana mayor. – Escuche la voz de Kotaru viniendo del techo, y ahí estaba, con su verdadera forma. En vez del delgado y dulce niño que había conocido, ahora una masa de sangre y carne se mostraba ante mí con el aspecto de un niño pequeño, con garras y colmillos llenos de sangre. Alce mi espada en posición defensiva mientras que el pequeño se acercaba a mí, con su voz distorsionada. – Solo quiero lo que llevas dentro. – Exclamo, apuntándome con su mano, como si me estuviera exigiendo algo.
– ¿Lo que llevo dentro? – Pregunte desorientada. – ¡¿No te refieres a....?! – Cubrí mi vientre con la catana, protegiendo a mi bebe de este loco demonio que deseaba comérselo.
– Las semillas solo traen desgracias y sufrimiento, si te la quito te liberare de eso. – Comento acercándose a mí, con tranquilidad, poco a poco, como si yo fuese un animal asustado a punto de correr. – No has sido más que amable conmigo, déjame devolverte esa amabilidad. –
Me abalancé sobre él, con intenciones de utilizar la primera postura del Insecto en él, pero fácilmente me esquivo para luego atacar con un enorme brazo carnoso a lo cual tuve que huir, viendo como destruía el piso por culpa del impacto.
– Hermana mayor, no lo entiendo ¿No quieres mi ayuda? Serás más feliz sin esa carga que llevas. – Volvió a hablar mientras que su brazo volvía a su posición de inicio a su lado.
De pronto, la pared shoji se abre, y el demonio tiene su cabeza en el suelo mientras que su cuerpo la empieza a buscar.
– Aléjate de ella maldito demonio enfermo. – Shinjuro había aparecido de la nada con unos cuchillos de cocina en sus manos, pateando la cabeza del demonio mientras que el cuerpo comenzaba su ataque.
Sin dificultad el ex Pilar lograba esquivar todos los ataques que se le eran dirigidos, mientras que yo luchaba por seguir el ritmo de la pelea.
– Creí haberte dicho que te quedaras en un lugar a salvo. – Termino sermoneándome mientras que veíamos como el demonio recogía su cabeza y se la colocaba de vuelta.
– Si lo sé, pero tu solo no podrás matarlo. Y no planeo permitir que mueras todavía, anciano. – Contraataque mientras esquivaba nuevamente las extremidades del demonio, siendo rozada apenas por una de ellas haciéndome sangrar a un costado de mi cabeza. – Tengo veneno de glicinas, pero no me puedo acercar. –
– Te hare una abertura. – Su movimiento fue tan rápido que mis ojos ni siquiera lograron ver cuándo se había acercado al demonio, decapitando con uno de los cuchillos de cocina al demonio, o eso sería si es que el cuchillo no se hubiera partido a mitad de camino.
Corrí lo más rápido que mis pies dieron, saltando lo más alto posible, cayendo sobre el demonio, lanzando múltiples cortes para inyectarle el veneno a ese desgraciado. – Danza de las mariposas: Capricho. – Aterrizando sobre el demonio que se encontraba paralizado por culpa del veneno de las glicinas.
Mi estómago dio una vuelta, y no pude evitar vomitar mientras veía como el niño que hacia una hora había bañado y cuidado estaba muerto en el suelo por mi culpa. Sentí una mano en mi espalda, acariciándola mientras que mi estómago lo soltaba todo, entre llantos y temblores, seguí vomitando hasta que me dolió la garganta por culpa del ácido estomacal.
Shinjuro me dio un pañuelo que había sacado de su kimono para limpiar los pedazos de vomito que quedaron adheridos a mi rostro, mientras me acariciaba la cabeza. – Lo hiciste bien, niña. –
– Solo era un niño. – Refute yo mientras que la espina de la culpa comenzaba a clavarse en mi corazón.
– Por eso digo que es una pérdida de tiempo, si no tienes el estómago para soportar esto, no seas cazadora de demonios. – Me replico mientras ponía sus brazos en su cintura, retándome mientras yo intentaba recuperar el aliento perdido.
– No quiero ser cazadora de demonios. – Confesé, a lo cual Shinjuro parecía sinceramente confundido. – Soy fuerte, así que debo proteger a los demás, a los que me importan. –
Un extraño brillo apareció en los ojos de Shinjuro por un breve momento, para luego poner su enorme mano en mi cabeza, acariciándola con algo de afecto mientras que reía de manera amarga. – Le hubieras caído bien. – Comento por lo bajo sin mirarme a los ojos, para luego apreciar los destrozos de la casa por culpa de nuestra pelea con el demonio. – Esto es un desastre. –
– Lo siento. – Dije, avergonzada porque toda la situación era prácticamente mi culpa.
– No importa. – Dijo alzando los hombros mientras miraba como la cocina, la habitación de la que él había salido, tenía cosas comestibles. Y tras comer un poco de manera apresurada, me dijo que vaya por Senjuro, así comeríamos todos y después nos iríamos a dormir, y así lo hice.
Apenas abrí la puerta de la habitación en la que se encontraba Senjuro, salto a mis brazos, llorando de preocupación mientras me preguntaba por la herida de mi frente y por él bebe, y tras confirmarle que ambas nos encontrábamos bien, se puso a llorar nuevamente por el alivio.
Senjuro me curo la herida de la cabeza, desinfectando la herida con sake, algo que ardió como el demonio, y colocándome un vendaje para procurar que nada malo le pasara a mi cabeza.
Tras comer las cosas entre los tres, con un silencio espectral dentro de la cocina toda destrozada, nos levantamos y cada uno se fue para su habitación.
Suspire al mirar lo vacío de mi futon, Kyojuro había desaparecido casi por dos semanas, dejando fría su parte de nuestra cama matrimonial. Me recosté en ella, abrazando la almohada de mi esposo pensando que se trataba de él, ya que comenzaba a extrañarlo demasiado.
De pronto, escuche un golpeteo en la puerta shoji de mi habitación, preguntándome que es lo que hacía Senjuro despierto a esta hora mientras veía su silueta atreves de los finos paneles de papel de arroz. – ¿Qué sucede Senjuro? – El preadolescente abrió la puerta, deslizándola un poco hacia a un lado mientras miraba para otro lado apenado.
– ¿Puedo dormir contigo hoy? – Pregunto con algo de vergüenza mientras sostenía su futon en sus manos. Solo pude sonreír mientras lo invitaba a pasar la noche conmigo. Seguramente debía de estar asustado por el demonio de hoy.
Coloco su futon cerca del mío, acostándose mientras miraba en mi dirección, con una expresión que hacía notar que tenía palabras atravesadas en la garganta, con una mirada de preocupación en su bello rostro mientras que tragaba en seco mirando hacia abajo.
Tomé su mano para luego besar su frente, haciéndolo sobresaltar, pero la que finalmente se llevó la sorpresa fui yo cuando el joven niño de trece años me tomaba en sus brazos y me rodeaba en un fuerte abrazo mientras escondía su rostro en el hueco de mi cuello.
Comencé a acariciar su larga cabellera dorada con puntas rojizas, besando nuevamente su frente en cuanto tuve la oportunidad de ver su rostro lloroso. – ¿Qué sucede? – Pregunte casi en un susurro mientras que el niño descargaba todo su llanto conmigo abrazándolo.
– No quiero que mueras. – Fue lo primero que dijo entre sollozos amargos. – Mi madre murió cuando era muy pequeño, no tengo recuerdos de ella, así que tú. . . – No dije nada, mas, entendía a lo que se refería con esas palabras que enternecieron a mi corazón. – Me frustra no ser más fuerte. – Confeso finalmente, dejando de llorar para dar paso a la ira en su voz, una consigo mismo, por su supuesta debilidad. – El no poder ayudarte a ti o a padre-
– Senjuro. – Cerro su boca, mirando mi rostro mientras yo comenzaba a limpiar las lágrimas que caían de su rostro. – La fuerza no solo se mide en la capacidad de utilizar una espada. – Comencé a decir mientras que el preadolescente me miraba en silencio, siendo acariciado por mi mano. – Tu eres fuerte, Senjuro. Todo lo que has vivido te hace fuerte, y más con ese corazón tan amoroso que tienes. Tu curaste la herida de mi cabeza, y gracias a ello no me duele. Tu fortaleza está en el amor y el cuidado que puedes darle a los demás ¿Si? No eres débil, solo no eres fuerte en lo que pretendes serlo, pero eso no es algo malo. No sé si se me entiende. –
El joven aparto la mirada, pensando unos segundos lo que había dicho para luego mirarme decidido a los ojos, con ese fuego ardiente tan característico de los Rengoku's. – Me esforzare, aun así. – Respondió, con sus ojos brillando con la misma chispa que mi esposo tenía en su mirada. – Quiero poder protegerte. –
Solo pude echarme a reír por la ternura en su expresión, escuchando como este se quejaba de no tomarlo con seriedad para luego besarlo en la frente, otra vez, agradeciéndole sus cuidados en nombre mío y de su pequeña sobrina.
– ¿Cómo estas tan segura de que será niña? – Pregunto con los ojos entrecerrados a causa del sueño.
– Porque es lo que tú y Kyojuro quieren. – Conteste mientras le acariciaba la mejilla, sonriendo cuando vi como adormilado perseguía la cálida sensación de mi mano aun en sueños.
Cerré los ojos, dejando que el cansancio del día finalmente me alcanzase por completo dejándome casi dormida hasta que sentí como alguien abría la puerta shoji. Abrí los ojos, divisando la alta y desprolija figura de Shinjuro que por un momento casi confundía con la de Kyojuro, mirándonos a los dos mientras suspiraba.
Me senté, teniendo cuidado de no despertar a mi pequeño acompañante mientras me levantaba para ir a charlar con mi suegro a mitad de la noche. – ¿También quieres dormir aquí? – Pregunte con una ligera risa mientras cerraba la puerta a mis espaldas.
– ¿Cómo te sientes? ¿Cómo está él bebe? – Pregunto rascándose la cabeza. Este era el estado más sobrio que lo había visto hasta ahora, haciéndome dar cuenta que arrojo su botella de sake para protegerme más temprano.
– Estamos bien, gracias por preocuparte. – Me incline, haciendo una reverencia a mi suegro con algo de vergüenza. Solo coloco su mano en mi cabeza para acariciarla, y luego la aparto para que yo pudiera volver a ponerme derecha. – Mañana te comprare otra botella. –
– No he venido por eso. – Contesto, casi enfadado por la mera mención de su adicción al alcohol.
– ¿Solo querías saber cómo nos encontrábamos? – Pregunte, bromeando un poco al ver sus mejillas sonrojadas a la luz de la luna menguante. – Eso es adorable de su parte, suegro. – Comente con una risilla mientras el chasqueaba con la lengua con molestia. – Aunque la oferta de dormir aquí sigue en pie, tu cuarto fue uno de los destruidos por el demonio, podrías traer tu futon, puse carbón en la estufa. – Le comunique mientras que lo veía dudar un segundo, hasta que me vio caminar a su recamara para tomar sus cosas, quitándomelas de las manos con algo de brusquedad, pero yendo de camino a mi habitación.
Tras poner su futon todo desarreglado en un costado apartado de la habitación no pude evitar pensar en lo que le había dicho a Kocho esta tarde. Aun así, una parte de mi cree que jamás le perdonaría por haber matado a mi madre, otra trata de luchar por ver las cosas buenas que se encuentran escondidas dentro de ese enorme idiota.
Me acosté en mi futon, cerrando los ojos mientras le deseaba buenas noches a Shinjuro, y me disponía a dormir.
– "Hoy paso algo raro." – Hablo mi marido mientras dejaba su catana a un lado de la habitación como siempre lo hacía cuando se tomaba sus días de descanso. – "Un niño vino con un demonio, diciendo ser su hermana y que nunca había comido gente." –
Eso llamo mi atención, logrando que me pinchara un dedo con la aguja que estaba utilizando para cocer una canasta para dejar al bebe en mi espalda. Al oír mi maldición, Kyojuro se acercó a mí, examinando la herida, para meter mi dedo en su boca, saboreando mi sangre, para luego tomar una cinta y atarla para evitar que siguiera saliendo el líquido.
–"¿Cómo es posible eso?" – Pregunte finalmente mientras que el alzaba los hombros sin saber muy bien que responder.
– "Sanemi, uno de mis compañeros Pilares"- Lo interrumpí.
–"¿El intenso de las cicatrices?" – Kyojuro se echó a reír mientras que se cambiaba su traje de cazador de demonios por un yukata mucho más cómodo.
–"Si, ese." – Respondió de buen humor mientras que me veía festejar en silencio al aprenderme los nombres de sus compañeros de armas. –"Se cortó el brazo para tentar el demonio, pero ella lo ignoro, ni siquiera ataco. Lo más sorprendente es que el maestro no estaba sorprendido."
– "¿Tal vez lo sabía de antes?" –
– "Es una posibilidad." – Respondió mientras se recostaba en mis piernas y yo dejaba de lado lo que estaba haciendo. – "Tanjiro Kamado se llamaba, creo." –
Abrí los ojos mientras que me recostaba en el futon. Tanjiro Kamado, por alguna razón ese nombre se me hacía familiar e importante. Mientras que mi mente maquinaba e intentaba recordar donde es que había escuchado ese nombre, sentí como un brazo me rodeaba la cintura con más fuerza para traerme devuelta a la comodidad del futon, tratándose nada más y nada menos que el brazo de mi esposo, quien estaba profundamente dormido, y con el ceño fruncido mientras que tiraba de mi cuerpo. Finalmente, cuando me recosté nuevamente el ceño fruncido que tenia se relajó y se acurruco más contra mí.
Con el mayor de los Rengoku a mi izquierda abrazándome con fuerza solo pude girar ligeramente la cabeza para darle un casto beso sin intenciones de despertarlo, para luego sentir un tirón del lado derecho. Senjuro estaba agarrado a mi ropa de dormir, acurrucado en mi costado derecho mientras trataba de atraerme más a él. Solamente pude reír para mis adentro ante la similitud de los dos hermanos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top