Carencia de ti
Ambas nos encontramos sentadas en el suelo de la casa. Mirando la luna, vi como su piel pálida resplandecía con la luz de la luna. Sus trenzas siendo mecidas con suavidad por el viento que soplaba con debilidad en la finca.
– "También amo a Kyojuro" – Confesó la joven de cabello rosado y verde en las puntas sin sacar sus ojos de la enorme esfera blanca del cielo. Luego me miró, sonriendo con esa expresión de amabilidad y amor que hizo que mi corazón doliera sin evitarme preguntar ¿Kyojuro también la amará?
Abrí los ojos con pereza mientras me enrollaba más aún en las mantas de mi enorme futon matrimonial, el cual estaba igual de frio que de costumbre.
Miré el vacío y desolado sitio donde debía de estar mi esposo, pero solamente me encontré con los restos de una solitaria semana, para luego incorporarme.
Estaba molesta por la visión en mi sueño. Soñar que una mujer de una figura espectacular, con un uniforme de los cazadores de demonio, me afirmaba con una sonrisa más brillante que el sol que estaba enamorada de mi marido, me hacía incomodar de cierta manera la cual no era explícitamente placentera.
– Carajo ____(Yuna), céntrate. – Exclamé mientras golpeaba mis propias mejillas para finalmente levantarme de la comodidad de mi guarida de esponjosidad y suavidad. El día tenía que empezar, y había muchas cosas por hacer.
– Buenos días, cuñada. – La cálida sonrisa de Senjuro me había recibido en plena mañana. Saludé también, mientras que comenzaba a preparar el desayuno.
Con Senjuro nos habíamos acostumbrado a una pequeña rutina desde que Kyojuro se fue hace una semana por su trabajo como Pilar de la Llama, mientras que yo cocinaba el desayuno, el pequeño se encargaba de que todas las vasijas estuvieran en su sitio, limpias y listas para ser usadas cuanto antes.
Aun así, mi cabeza parecía no estar muy por la labor de cocinar, ya que ni la sopa de Miso o el Tamagoyaki me habían salido tan bien como las otras veces que las había preparado, haciéndome enojar conmigo misma, y llegando a su punto culminé cuando cortando el pescado terminé por cortar mi propio dedo.
– ¡____(Yuna)-chan! – Exclamo alterado mi pequeño cuñado mientras tomaba mi mano entre las suyas para ver el daño.
– No es nada. – Mentí, tratando de calmar al joven al borde del pánico y al borde de las lágrimas.
Obligándome a sentar en la mesa mientras él traía los suministros de primeros auxilios que consistía en algo de agua limpia, sake, y un pequeño vendaje que cubría a la perfección mi dedo lastimado que, si bien seguía doliendo, el sangrado había parado hace tiempo gracias a los cuidados de Senjuro.
– Muchas gracias. – Dije en cuanto había finalizado todo el cuidado. Mirando el simpático moño que había envuelto en mi dedo índice, solo pude sonreír ante la delicadeza con la que me había tratado. – Serías un excelente doctor, Senjuro, claro, si controlaras tus nervios. – Proclamé mientras le guiñaba un ojo, sabía que ese tipo de actitudes y elogios hacían sonrojar a la pequeña bolita de amor y siendo sincera, era divertido molestarlo.
– No-no lo creo. – Respondió con su rostro casi prendido fuego de lo rojo que se había puesto.
– Claro que sí. – Decidí continuar molestándolo un poco más. – Siempre me estas cuidando a mí, y también cuidas la salud de tu padre, eso es ya todo un logro en sí. – Bromeé mientras me levantaba para empezar a cocinar el pescado casi olvidado en la tablilla de madera.
Senjuro se quedó callado unos instantes, pero luego habló con tanta seriedad que terminó descolocándome un poco. – Tu. – Se quedó callado, dudando unos segundos hasta que levantó el rostro hacia mí. – ¿Tú piensas que sería más útil como doctor que espadachín? –
Por unos instantes, lo único que se escuchaba en la cocina era el sonido del pescado asándose en el fuego, mientras que Senjuro seguía con su discurso.
– ¿Crees que seré capas de enorgullecer a mi hermano si me vuelvo un buen médico? ¿Crees que padre estaría orgulloso de mí también? ¿Crees que de esa manera podría protegerlos? Yo no tengo talento con la espada, aunque entrene todos los días, soy incapaz de aprender los alientos, ni siquiera cambio la espada de color cuando la sostuve en mis manos ¿Crees que mi hermano esté...? -
– Senjuro. – Llame su atención mientras dejaba los platos de comida frente a él. Mi mirada era suave, para tratar de calmarlo mientras que le acariciaba aquellos despeinados cabellos tan característicos de los Rengoku. – Tu hermano ya está orgulloso de ti. – Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos del menor mientras que yo lo acercaba a mi cuerpo para así poder abrazarlo. – Espadachín, doctor, panadero, profesor, artesano, cualquier cosa que desees ser, tu hermano te apoyará y estará orgulloso de ti ¿sí? Y yo también. – Y finalmente el pequeño Senjuro lloró en silencio en mi cálido abrazo.
Después de haber desayunado me encontraba caminando por uno de los pasillos de la casa, específicamente, el que daba a la habitación de mi suegro. Abrí la puerta con suavidad, para verlo de espalda, con su confiable compañera, la botella de sake a un lado de él, mientras leía un libro.
– El desayuno. – Dije lo más fuerte posible, viendo como sus hombros reaccionaron a mi voz. – Cómalo antes de que se enfrié. –
– ¿Dónde está Senjuro? –
– Esta indispuesto en estos momentos. – Respondí lo más cortante posible. – Tengo una pregunta para usted. –
Nuestros ojos chocaron cuando miró por encima de su hombro, casi con desprecio, devolviendo con veneno nuestras miradas, pero resoplando finalmente rendido. – ¿Qué? –
– ¿Amas a tus hijos? – El libro que tenía en sus manos voló tan cerca de mi cara, que pensé que algunas de sus páginas pudieran haberme cortado. – Con un simple sí o no bastaba. –
– ¡LARGO! –
– Te guste o no, soy parte de tu familia ahora, anciano alcohólico, y aunque haya sido arreglado, los amo. – Entre en la habitación, dejando el desayuno de lado, poniéndome en frente de mi suegro con los brazos en la cintura mientras lo miraba. – Hago mi mayor esfuerzo por no odiarte con toda mi alma, pero me lo pones difícil, enserio Shinjuro. – Me puse de cuclillas, para estar a su altura mientras que su mirada me quemaba hasta el alma con un odio profundo, no por mí en específico, sino por la vida. – Así que ¿Podemos hacer una tregua? –
Le extendí mi mano, la cual golpeo, para luego girar su mirada hacia el jardín. – Como quieras, niña. – Suspiré de frustración, pero me pareció bien por ahora. Salí de la habitación, sabiendo que decía algo por lo bajo, pero sin entender muy bien a lo que se refería. – Espero que el crio no tenga tu carácter. –
Caminé por los pasillos de la casa, metida en mi cabeza hasta toparme de nuevo con Senjuro, quien parecía estar nervioso por no ser él quien le llevara el desayuno a su padre. Lo abracé, jurándole que todo estaba bien, para luego invitarlo a hacer las compras conmigo.
Tras pasar por los diferentes puestos de comidas y verduras, no pude con la tentación, y compré algunos dulces para la merienda de esta tarde. También compré dos varillas de dango tricolor para Senjuro y para mí, argumentando que podíamos darnos un rico capricho de vez en cuando. Nos reímos y comimos el dulce en silencio mientras volvíamos a casa con las compras en manos.
– ¡Disculpen!
Gritó una persona en frente de la finca a la cual le decía ahora hogar, la mujer de mis sueños estaba parada, con esas hermosas medias verdes bien ajustadas a sus piernas y su cabello volando con el viento. Al mirar en nuestra dirección esa sonrisa casi celestial nos deslumbro tanto a Senjuro como a mí, quien acelero el paso.
– ¡Senjuro-kun!
– ¡Mitsuri-chan!
Ambos se dieron un fuerte abrazo, a pesar de las bolsas que llevaba cada uno en las manos. Con inseguridad me acerqué a la extraña pareja con recelo, si bien no se debía juzgar un libro por su portada, esta portada era demasiado linda para mi gusto.
– ¡Mucho gusto! – Exclamó una vez que soltó al pequeño para centrarse en mí. – Tu debes ser ____(Yuna)-chan ¿no es así? –
– Si. – Respondí un poco incómoda por su comportamiento tan familiar conmigo si es que nunca nos habíamos visto. Esa es una clara mentira, estás celosa de esta mujer al 100% – Disculpa mi ignorancia, pero por tu uniforme, o parte de él, debes ser cazadora de demonios ¿Eres compañera de mi esposo? –
– ¡Si! – Respondió con energía, sin maldad a pesar de que traté de hacerle comentarios dañinos, bien, eso solo se le da bien a Yukiji, ya entendí. – De hecho, él fue quien me entrenó, ¡incluso hizo mi haori! – Tan sorprendida por la noticia de que la había entrenado, también la noticia de que mi esposo sabía coser me sorprendió aún más.
– Es cierto, cuñada. – Agregó Senjuro, con algo de timidez mientras volvía a recoger todas las compras que había dejado en el suelo. – ¿Quieres pasar a casa Mitsuri? – Ofreció el de menor estatura mientras los tres pasábamos bajo el portón de la finca, con nuestra invitada alegando que este lugar tenía pocos o ningún cambio.
Preparé el té de la tarde junto a los dulces que habíamos comprado, llevándolos a la mesa mientras que la señorita Kanroji sacaba aún más dulces de sus bolsas. Casi en excesivas cantidades, pero cada uno se veía más apetitoso que el anterior.
Senjuro y la señorita Kanroji hablaban de los viejos días de entrenamiento aquí, en la finca Rengoku, y como ella pudo crear su propia respiración a partir de la respiración de la flama de mi marido.
Intenté quedarme lo más callada, mi estómago no permitía ni siquiera que el té verde bajara de lo estresada que me sentía.
– Entonces ____(Yuna)-chan ¿Qué es lo que hizo que te enamoraras de Kyojuro?
Me desperté de mi burbuja con esa pregunta que salía de los labios de la peli rosada que me miraba con una enorme intensidad tras esos hermosos ojos verdes que tenía. Tosí un par de veces, tomando un poco de té mientras que pensaba en su pregunta. Ni siquiera sabía si es que estaba "enamorada" de Kyojuro. Solo habíamos estado juntos tres días antes de que el tuviera que irse por su trabajo como caza demonios.
– Si sabes que nuestro matrimonio fue arreglado por nuestros padres ¿no? – Contesté su pregunta con otra, una que pareció sorprenderla de gran manera, lo que me hizo cuestionar lo que habría dicho Kyojuro de nuestro matrimonio. No lo veo como un mentiroso, o alguien que necesitara la validación de otros para sentirse a gusto consigo mismo. – Pero. – Comenté en voz baja, algo que hizo llamar la atención de la señorita Kanroji. – Creo que me enamora su calidez. –
Y eso era cierto. No sólo por el hecho de que era una estufa ambulante y la mejor fuente de calor en las noches, sino que su personalidad cálida hace mucho que pudo derretir el doloroso hielo que acuchillaba mi corazón con las cosas que me habían sucedido.
Algunos pensarían en Kyojuro como alguien apasionado, quien no se deja pisotear, ferviente devoto a su trabajo y a su familia. Un incendio forestal en su punto más alto, que lo consume todo, y quieres dejar que su personalidad ardiente te consuma por completo hasta que solo halla cenizas de ti mismo.
Pero conozco ese lado más cálido, ese lado que es una fogata en medio del invierno. En el cual solo es un hombre de 19 años que está cansado, y desea dormir a mi lado mientras le acaricio la cabeza. La calidez de un hombre que solo busca afecto de cualquier manera posible, y que siempre está dispuesto a demostrarme amor y devoción.
– Amo al incendio y a la fogata. – Kanroji solo me sonrió mientras me miraba.
Senjuro se había ido a lavar los trastos que usamos, parecía que todos los dulces habían sido comidos, puesto que no había ni rastro de ellos, algo que me sorprendió significativamente, para luego sentir como la mano de la señorita a mi lado, se posaba sobre la mía, mirándome con una sonrisa mientras se levantaba y abría la puerta shoji, mostrando la profunda noche con una luna llena tan inmensa que parecía sacada de un cuento de hadas.
Ambas nos encontramos sentadas en el suelo de la casa. Mirando la luna, vi como su piel pálida resplandecía con su luz. Sus trenzas siendo mecidas con suavidad por el viento que soplaba con debilidad en la finca.
– También amo a Kyojuro – Confesó la joven de cabello rosado y verde en las puntas sin sacar sus ojos de la enorme esfera blanca del cielo. Luego me miró, sonriendo con esa expresión de amabilidad y amor que hizo que mi corazón doliera sin evitarme preguntar ¿Kyojuro también la amará? – Al igual que amo a todos los demás Pilares, ____(Yuna)-chan. Después de todo soy el pilar del amor, ¿Sabes? Pero no puedo evitar estar celosa de ti. –
Esa última confesión me sorprendió. Las lágrimas de la joven a mi lado no tardaron en aparecer, mientras trataba de limpiárselas con las mangas de su haori. – Kyojuro te quiere tanto y esta tan feliz de haberse casado, y tú también lo estas, no puedo evitar estar celosa ¿eso me hace mala persona ____(Yuna)? –
– Eso te hace humana. – Le dije mientras me acercaba a ella para abrazarla y tratar de reconfortarla un poco en su dolor. – Yo estaba recién, celosa de lo hermosa que me parecías. – Dije entre una risa amarga mientras que Mitsuri se largaba a llorar más profundamente. – No eres una mala persona, Kanroji, solo eres una humana que también añora algo. Eso no te hace mala, eso te motiva a levantarte todos los días para conseguirlo, y sé que lo lograrás, porque eres preciosa.
– P-pero a ningún chico le gustaría alguien como yo.
– Eso no lo sabes, no eres un chico.
La pobre chica estuvo llorando unos instantes más, Senjuro vino a ver qué era lo que sucedía, pero con un movimiento de cabeza le indique que no era momento de meterse.
Finalmente, cuando Kanroji pareció relajarse en mis brazos, retomamos poco a poco la conversación. Me contó sobre su mala suerte en el amor, y no pude hacer nada más que sorprenderme al escuchar su historia y las cosas que había hecho para intentar conseguir marido.
– Siendo sincera, si yo fuera hombre me hubiera enamorado de ti. – Comenté, a lo que ella se hecho a reír en su pequeño llanto.
El ambiente se había aligerado mientras las dos mirábamos la luna, resplandeciente en el cielo. De pronto, un cuervo con una especie de sombrero rosado apareció para comunicarle a Kanroji que tenía una misión.
– Lo siento tanto ____(Yuna)-chan, me tengo que retirar. – Negué con la cabeza mientras veía que se levantaba rápidamente, para trastabillar y casi caer al suelo si no fuera por mis brazos que la sujetaron a tiempo.
– No hay problema Kanroji, me encantó tu compañía, eres siempre bienvenida. – La tierna sonrisa que me dedicó vino con un abrazo incluido, para luego desaparecer por el gran portón de la casa.
– Oh, ¿ya se fue Mitsuri? – Preguntó un desanimado Senjuro mientras me traía unas bolas de arroz recién preparadas.
– Lamentablemente sí. – Contesté yo mientras le agradecía el aperitivo que tenía más pinta de cena que de otra cosa. – Parece que te gusta. – Bromeé mientras que el pobre adolecente se ponía rojo de vergüenza, mientras lo negaba rotundamente.
Tras reírme un poco del pobre Senjuro, tomé una manzana de la cocina y simplemente la comencé a masticar mientras me dirigía a mi habitación, aun riéndome de la reacción tan exagerada del pequeño. Mitsuri era hermosa, así que me parecía normal que el joven muchacho tuviera su primer enamoramiento con alguien tan linda y amable. Me reí para mis adentros mientras deslizaba la puerta shoji, mirando mi habitación vacía.
Suspiré con pesadez para luego tirar el corazón de manzana en el tacho de basura de la habitación. Tomé el shamisen en mis manos mientras empezaba a tocar una tonada melancólica para comenzar a calentar, pero por alguna razón todas las canciones que se me dieron por tocar tenían un tinte de tristeza en su melodía.
Volví a suspirar mientras pensaba en lo obvia que era, recostándome en el futon con el instrumento en la panza mientras me enrollaba un poco en las sabanas de este. Extrañaba a Kyojuro, y hoy más que nunca, pero nada podía hacer. Era su trabajo después de todo, y debía de respetarlo, pero eso no quitaba el hecho de que me sentía. . .sola.
Me incorporé, tratando de quitar esos pensamientos de mi cabeza con una tonada más alegre y enérgica, algo de calidez en las notas que tocaba que me recordaban a mi marido. Rezándole a los dioses que estuviera a salvo, donde quiera que estuviese.
– Mmm me gusta como suena. – Pare en seco al escuchar esas palabras.
Alcé la vista, logrando divisar a mi esposo con unas bolas de arroz en la mano izquierda mientras que comía otra con la derecha, tranquilamente recargado en la puerta de papel de arroz que no sabía cómo sostenía su peso.
– ¡Kyojuro!
Me levanté rápidamente de la cama, más feliz de lo que me gustaría admitir mientras que dejaba el shamisen de lado en el futon, yendo a saludar a mi esposo con un beso en sus labios, claro, si es que pudiera alcanzarlo. Me vi obligada a estar de puntillas de pie y tomar su cabeza mientras escuchaba su risa en el beso.
– Alguien me extrañó. – Exclamó con orgullo mientras inflaba el pecho.
– Cállate. – Dije mientras le daba otro beso.
Aún me picaban los celos desde esta mañana, los cuales me obligaron a abrazarlo, cerrando los ojos, sintiendo como me rodeaba con sus brazos con cuidado para que no se le cayera la comida de su lugar.
Estuvimos así un buen rato, hasta que escuche un "crac" proveniente de su espalda, por estar inclinado tanto tiempo en una misma pose, haciendo que nos separemos, el con una enorme sonrisa en el rostro como era costumbre.
– Te extrañé ____(Yuna). – Susurró mientras acariciaba una de mis mejillas.
Cuando terminó de comer comenzó a desvestirse para quitarse su uniforme de cazador de demonios. Ahora que lo veía mejor, en la parte alta había un enorme tajo que coincidía con un vendaje alrededor de su abdomen.
– ¿Cómo te hiciste eso? – Pregunté, tocando cerca de la zona afectada en busca de más heridas que pudiera tener.
– Fue un demonio, ¿Qué te paso a ti? – Contesto mientras tomaba mi mano con el índice vendado. Examinándolo, para luego verme a mí en busca de más heridas, he de suponer, sin encontrar ninguna.
– Cortando pescado, lo mío es menos glorioso, ya sabes, ama de casa.
– Jamás subestimaría a una ama de casa, mucho menos si es mi esposa. – Contestó tras una estruendosa risa mientras que se recostaba en el futon, apartando el instrumento del medio, dándole golpecitos a la cama para que me acostara a su lado.
Me arrodillé en ella, no sentía sueño aún, pero tenía ganas de mimar un poco a mi marido, así que ofrecí mis piernas como almohada improvisada que él aprecio con mucho gusto.
Metiendo mis manos en su desastroso cabello revuelto, comencé a masajear su cuero cabelludo, riéndome al ver la expresión de profundo placer que había puesto mientras me contaba un poco de su viaje.
Las batallas que libro, la gente que salvó, los conocidos que hizo, los hermanos cazadores de demonios que no pudo llegar a salvar, todo me lo estaba contando con los ojos cerrados, salvo si es que dejaba de masajear su cabeza, en ese momento los abría para preguntarme por qué me había detenido con una carita tan adorable que me daban ganas hasta de hacerlo adrede para ver su rostro de cachorrito mojado.
Cuando fue mi turno de contar lo que había hecho durante la semana, quise saltar el tema de Mitsuri lo más que pudiera, pero luego pensé que Senjuro podría mencionarlo por error así que por más que me doliera en mi orgullo, saqué el tema que más me preocupaba, a relucir; los sentimientos de Kyojuro por Kanroji.
– Entonces. . . ¿No hubieras preferido casarte con ella en lugar de mí? – Una parte muy pequeña de mi prefería no haber dicho eso, ya que se incorporó para luego mirarme fijamente.
– No. – Se paró, comenzó a estirarse, y luego se sentó otra vez mientras me miraba directamente a los ojos. – Te dijo que me amaba ¿no? – Acercó su rostro mucho al mío, tanto que hasta me sentía un poco incomoda, sin poder mirar a otro lado que no sean sus intensos ojos dorados.
– S-sí. –
Beso mis labios mientras me echaba hacia atrás, cargando su cuerpo sobre el mío. Contuve la respiración mientras que nuestras bocas bailaban, sin entender por qué seguía su ritmo lento pero fogoso, dejé que poco a poco me consumiera mientras me devoraba en sus besos.
– Ella es el Pilar del Amor, ama literalmente a todos. Yo estoy casado contigo, te pertenezco, soy tuyo. – Lo escuchaba atentamente mientras trataba de recuperar la respiración. Y una vez más nos unimos en un baile de mordidas, besos, y lengua que había extrañado tanto en esta solitaria semana que no tenía a mi esposo. – El día que nos casamos, les juré a los dioses que serias la primera y la última, y planeo honrarlo. Aunque es algo lindo que estés un poco celosa.
– Cállate. – Le dije mientras le daba un pequeño y corto beso en los labios y luego lo abrazaba. – ¿Quién dijo que estaba celosa? –
Me mordió el hombro con una risa retenida por mi carne mientras seguía diciendo que estaba celosa, y que era adorable, solo al mirarlo con una expresión de puro fastidio paró con sus disparates y siguió en su misión de esposo. Ahora conmigo más dispuesta, solo quería darle una cálida bienvenida y mostrarle cuanto lo había extrañado.
Una vez que habíamos terminado nuestras actividades matrimoniales Kyojuro comenzó a besarme por todas las zonas adoloridas de mi cuerpo, mi cuello, clavículas, labios. Comenzó a mimarme con creces hasta que el sueño comenzó a atacar y lo último que pude hacer antes de caer en los brazos de Morfeo fue desearle buenas noches mientras le daba un pequeño beso en la frente.
Tomé la catana de Kyojuro, aún con mi vientre hinchado por los seis meses de embarazo, para hacerle frente al demonio que estaba a punto de acabar con la vida de mi marido.
– "¿C-cómo?" – El demonio parecía perplejo ante lo que se le presentaba. Sin oportunidad, comenzó mi ataque, que solo era mover la espada de un lado a otro, mientras que el demonio la esquivaba con mucha facilidad, incluso ayudándome a no caer cuando tropecé con una piedra – "Kyojuro ¡¡¿Cómo te atreves a permitir que tu esposa peleé por ti?!!" – Parecía incluso indignado mientras me tumba en brazos y dejaba lejos del combate, junto al chico de haori a cuadros y el de mascara de jabalí.
Aún faltaba tiempo para que el sol saliera, y yo no sabía que más hacer para evitar la muerte de mi esposo quien se estaba levantando, tomando la catana que el demonio había arrancado de mis manos y tirado a sus pies, para que un ciclón de llamas comenzara a brotar de Kyojuro, dispuesto a darlo todo de sí para acabar con la amenaza.
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