CAPÍTULO 6: La desconocida

Pasado bajó las escaleras, sumido en sus pensamientos. No fue hasta que regresó al vestíbulo, que oyó voces, al otro lado de la puerta. Alguien se acercaba. No supo si esconderse, o simplemente pasar por el lado de quien fuera que estaba allí, al fin y al cabo no le verían. Sin embargo, le sorprendía que alguien se acercará a ese solitario y terrible lugar. Parecía llevar abandonado mucho tiempo. Aunque no había posibilidad alguna de ser visto. Encogiéndose de hombros, se dispuso a salir. Cuando en ese momento, se abrió la puerta. La luz del sol extrañamente le cegó. O quizá fuera, el pequeño grito de sorpresa de una chica, lo que le retuvo. La chica se apartó y tambaleándose, se cayó hacia atrás. Sin pensarlo, hizo el instinto de sujetarla, a pesar de saber que no servía para nada. Pero, como le pasó con Mark, su mano tocó sólido.

—¿Se puede saber qué hace aquí? —le gritó la joven mujer. Pasado no pudo evitar abrir los ojos sorprendido, porque ella le viera y sintiera como Mark—. Si es usted un vagabundo quiero que sepa que tengo gas pimienta. Soy muy peligrosa. Mi padre era policía y... ya puede soltarme o créame que gritaré hasta qué...

—No voy a hacerle daño —dijo, soltando el brazo de la chica. Ambos se miraron y, Pasado, sintió su cuerpo estremecerse ligeramente. ¿Él podía sentir algo así como asombro? No lo sabía. Ella era hermosa, muy hermosa, en verdad. Pequeña comparada con él. Iba vestida con un tejano oscuro y un suave jersey malva. El cabello castaño recogido en una desenfadada coleta. Tenía unas pecas en la nariz adorables, unos gruesos labios y unos ojos increíbles. Esos ojos no podría olvidarlos. Tenía que incluir unos ojos como esos en su cuento. Ella seguía hablando, aunque no estaba escuchándola para nada.

—... en fin, no es que yo sea una completa loca. Pero sabía que esto de enseñar casas de este estilo, no era mi trabajo soñado. Y encima, el primer día y me toca la del vagabundo —musitaba en ese momento, Pasado no pudo evitar reírse— ¿De qué te ríes?

—No soy un vagabundo. Yo solamente... Bueno, venía a visitar este hogar porque...

—¿Es usted mi vista? ¿El señor Jorge Marqués? —Pasado solo pudo asentir, nunca había pensado como sentaría eso de tener nombre. Debía ser especial. Ella sonrió encantada—. Disculpa mi descortesía, entonces,soy Carolina Dulcós, encantada de conocerle. Es mi primera visita y estoy algo... nerviosa.

—No se preocupe. Le he pillado desprevenida —dijo, entrando rápidamente en el juego.

—No le imaginaba tan joven, señor Marqués... en fin, ¿desea que pasemos al interior? —Pasado se estremeció imperceptiblemente, por las oscuras y espesas sombras, que parecían poblar la casa. Solamente negó.

—Ya he visto lo que esperaba y... no creo que vaya a comprarla.

—¿Comprarla? ¿A qué se refiere? —ella le miró extrañada y Pasado maldijo su suerte. Se había acabado el juego—. Creía que usted era del Ayuntamiento del Departamento de Cultura.

—Sí, perdón, era una broma. De mal gusto, ahora lo veo.

—¿Está seguro? —Pasado no sabía dónde meterse. Nervioso, quiso replicarle con alguna tontería, pero unos sonidos de coche le alertaron de que el verdadero Jorge estaría acercándose. No sabía por qué, pero que esa hermosa joven le viera, le ponía nervioso. Y no únicamente eso, le hacía sentir algo. No sabía el qué, pero algo que los cuentos no sentían. Sin pensarlo, la cogió del brazo y la hizo pasar dentro—. Creo que no eres Jorge. Se puede saber que...

—Verás, es más complicado que ser del Ayuntamiento. Verás yo... yo soy...

—Dios mío, eres un loco... Por favor, otro no, no me hagas daño. Tengo dinero. Puedo darte dinero. ¿Quieres dinero?

—No, no. Claro que no. No quiero dinero —empezaba a estar cansado de parecer un delincuente a sus ojos ¿Tan mala pinta tenía?—. Estoy buscando a alguien. Alguien que hizo algo en el pasado que estuvo muy mal, y quiero descubrirlo.

—¿Y tiene que ver con la familia Rialts? —los ojos de la joven chispearon y sonriente dijo—. Creía que eran perfectos. En mi colegio siempre hablaban como si fueran dioses.

—¿Estudió en «El Cigüeñal»? —Carolina asintió, y un extraño pensamiento cruzó su mente. Ella y Mark parecían ser de la misma edad, quizá...—. Mi compañero me espera, quizá si tiene tiempo, esta historia pueda interesarle.

Carolina asintió, Pasado se dio cuenta de que estaban muy cerca el uno del otro. La boca se le secó, al darse cuenta de que su traslúcido cuerpo se tornaba sólido al contacto con el de ella. Igual que ocurría cuando estaba con Mark. Además, en la penumbra de ese terrible lugar, ella brillaba. Sus manos ardieron y se separó con brusquedad. Ella también pareció sentirse algo incómoda y jugándosela a una carta, y a su poca buena fortuna, salieron por la parte de atrás. Pasado bendijo su suerte por no cruzarse con el verdadero Jorge.

—¿Cuál es tu nombre? No te recuerdo de mi etapa en el colegio. ¿Fuiste a «El Cigüeñal»? —empezaba a molestarle no saber quien era. Nunca se había planteado la importancia de un nombre hasta ese momento.

—Me llamo...mm... bueno, me llaman Pasado.

—¡Qué apodo más raro! —dijo ella riendo. Ambos se dirigieron hacia un parque cercano. Se sentaron en un banco y ella estiró las piernas, como haría una niña. Lo que hizo sonreír a pasado—. En fin, ¿qué has descubierto de la preciada y odiosa familia Rialts? —y, sin más preámbulos, Pasado le contó lo que había descubierto de la mansión Rialts y Francesca. Luego, contó la historia del hermano de Francesca, Pedro, y la conexión con el Cigüeñal. Para acabar hablando del amigo de Mark y el Sin Sombra. Hizo el mismo recorrido que él mismo había hecho, pero a la inversa— ¿Y crees que el Sin Sombra pudo llevarse a ese chico?

—Estoy seguro —añadió, Carolina miró hacia la copa de los árboles.

—Sabes... cuentas muy buenas historias —dijo, levantándose, y dándole la mano, dijo—. Espero que tengas suerte en tus pesquisas.

Pasado le estrechó la mano y se levantó con elegancia. Ambos se miraron y ella nerviosa se rió, luego pasó por su lado y Pasado no pudo evitar sonreír alegre. Él no sentía nada, al fin y al cabo, era un cuento. Debía traer su cuento, contarlo y desvanecerse en las brumas de su propia historia. Y, sin embargo, estaba perdiendo el tiempo entre misterios y sentimientos inútiles. Fastidiado, chasqueó la lengua y se dispuso a marcharse de regreso al hogar de Mark para escribir su puñetero cuento. Si no, iba a perder otro preciado día. Se encaminó de regreso al hogar, cuando volvió a verla. Andaba distraída, y Pasado sonrío, cuando vio que ella miraba con ternura a un perro en el jardín. Siguió andando y vio que sus pasos les llevaban al mismo sitio. Las calles dejaron paso de casas a edificios, y de nuevo, volvían a estar en el asfixiante centro. Empezó a sentirse incómodo por seguirla, pero en verdad, nadie podía saberlo. Nadie excepto ella.

Su corazón aleteó cuando giró por la calle del bar. Sus pasos aceleraron hasta verla entrar en la taberna dónde el día anterior había encontrado la noticia. La observó a través del cristal, Carolina entró, y pasó por detrás de la barra, dando un beso al cazurro tabernero. Luego, poniéndose un delantal, se puso a limpiar la cafetera con cara de fastidio. Pasado pensó en entrar y pedir un café, pero luego recordó, que solamente ella le vería y quizá la metía en un lío. Nervioso, regresó de nuevo al apartamento de Mark. Cuando llegó, este seguía escribiendo frenético al teclado, y Tristeza miraba por encima de su hombro y hacía algunos comentarios. Ambos se giraron al verle regresar.

—¿Se puede saber dónde has estado? —preguntó Mark

—¿Recuerdas a tu compañero Eric? El que hablamos esta mañana —Mark asintió, e incapaz de callar más Pasado dijo—. Encontré la foto en un bar, dónde hay un cuento. Según ella es Nostalgia, y lleva aquí más de quinientos días. Algo que es imposible. Eso me pareció relevante e interesante, porque ella justo miraba hacia la fotografía de ti y tu amigo. Es más, desde su mesa, ella os veía perfectamente ese día. Pero no puede saber nada —dijo, señalando en la foto—. Decidí saber algo más de la escuela y de Eric, solamente por curiosidad. Fui a «El Cigüeñal», menudo lugar.

—¿Fuiste a mi colegio? Ese lugar era...

—Un asco, lo sé. Pero, allí me encontré con un fantasma que me contó su historia.

—¿Y desapareció? —preguntó Tristeza.

—No, ella es un fantasma, no un cuento.

—¿Y como se diferencian? —preguntó Mark—. La verdad es que...

—Un fantasma no puede ser visto por humanos, supongo. Sin embargo, tú sí me ves. Supongo que eso sería lo diferente —aunque tampoco lo sabía, no era tan relevante esa cuestión como para profundizar en ella—. Eso da igual. Ella me contó su historia, y bueno, salió tu amigo en ella... y me dijo que se lo habían llevado.

—¿Quién se lo llevó? — preguntó. Tristeza, entusiasmada por la historia.

—Ella le llamaba el Sin sombra —musitó Pasado, andando de un lado para otro de la casa—. Cómo no tenía más pistas, me marché, pero decidí ir a investigar cierto nombre que salió en la historia. Un tal Pedro Rialts. Y...

—O sí, Rialts. Ese nombre se repetía hasta en la saciedad, era como un santo en nuestra escuela —dijo Mark con cara de fastidio.

—Fui a la mansión Rialts y allí encontré otro fantasma. Se llamaba Francesca Rialts, me contó una historia muy triste que no viene al caso. Pero, al salir, me crucé con una joven que enseña casas para el Ayuntamiento o no sé qué. La verdad es que no estoy seguro. Se llama Carolina y... ella me ve. Cómo tú. Bueno, ella no sabe que soy un cuento y...

—¿Y qué le dijiste?

—Le conté esto mismo y luego, la seguí. Bueno, no a propósito, fue coincidencia. Pero vi que trabajaba en el mismo bar que esta Nostalgia, pero no la debe ver. O quizá si y por eso me ve. Y... ¿No es todo muy raro?

—¿Eso te parece raro? Bueno, lo raro es que tenga a dos cuentos en mi salón. Y que, además, uno esté jugando a Sherlock Holmes.

—¿Quién es Sherlock Holmes? Es otro amigo... Porque tienes una colección bastante extraña.

—Es un personaje de un libro. Podríamos decir que el protagonista de un cuento —Mark pareció desanimando, y añadió—, igual que lo es el Sin sombra. Se suele llamar así a la Muerte, por lo que amigo, creo que ese fantasma se quiso reír de ti.

—¿Tú crees? Pero, Francesca, también le llamó así. Decía que también le venía a visitar...

—Puede ser. Quien sabe lo caprichosa que puede ser la Muerte  —Mark estiró los brazos y añadió—. Eric falleció y no nos quisieron decir la verdad, eso es todo, Pasado. Ahora, creo que deberías darle un par de vueltas a tu historia, porque se te da fatal esto de contar cosas.

Mark se levantó y Tristeza le miró a través de la sala. Pasado quería decirle algo, pero no sabía el qué. ¿Era posible que, simplemente, fuera eso? ¿Se estuviera intentando entretener para no enfrentar su realidad? De golpe, comprendió que no estaba buscando al amigo de Mark, buscaba la manera de quedarse más tiempo. Quería seguir... ¿En Mundo? Su cuento ya no le importaba. Le importaba más poder quedarse con Mark, con los misterios de ese extraño lugar, con su pasado. Nervioso, cogió el cuaderno y fingió anotar ideas. Si los cálculos no le fallaban, quedaban tres días, y se quedaría atrapado en el vacío para siempre. Garabateó ideas y las conectó, pero acabó escribiendo todo lo que había descubierto. Hasta que llegó a la parte de Carolina. Incapaz de no seguir dándole vueltas al asunto y de quedarse callado. Levantó la mirada y carraspeó.

—Carolina me dijo que había estudiado en «El Cigüeñal» —Mark se giró con fastidio. Poniendo los ojos en blanco, se acercó para señalar a la foto a un joven pequeña, gordita y bastante poco agraciada.

—Ya supuse que hablabas de Carolina Dulcós. Repitió segundo curso y acabamos en la misma clase. Solía oler a fritanga, supongo que por el bar de su padre. Los demás se metían bastante con ella. Creo que... bueno, su único amigo era su peluche que llevaba a menudo consigo —la joven llevaba en los brazos un mugriento peluche de un perro—. Y, Eric, claro. Él se llevaba bien con todo el mundo.

—¿Crees que...?

—Pasado, ¿no crees que deberías centrarte en tu historia? Ya casi ha pasado el día, he acabado el capítulo entero de Tristeza, y deberíamos... bueno, ponernos contigo.

—Mark, sé que crees que no hay nada más, pero creo que hay algo en ese ser. No es lo mismo que la Muerte.

—¿Por qué no haces tu historia de esto? —le dijo Mark con una mirada reluciente—. Al fin y al cabo, hablaría del pasado y de la verdad. Sería una historia infeliz, pero...

—¿Por qué el pasado siempre es infeliz?

—No lo sé. Quizá, porque en él, están todas las oportunidades perdidas —Mark volvió a trabajar con Tristeza.

Cuando el sol empezó a esconderse, Pasado decidió salir a pasear de nuevo. Los pasos le guiaron por inercia y la vio de nuevo en el bar. Había empezado a llover. El bar seguía tan solitario como siempre, únicamente un parroquiano bebía cerveza en la barra. Ella estaba sentada tras ella leyendo. Nostalgia repetía su patrón. Decidió entrar, no tenía nada que perder. Carolina no levantó la mirada, hasta que Pasado carraspeó. Sorprendida, salió de la barra y se dirigió hacia él.

—¿Cómo me has encontrado?

—Resulta que vivo dos calles para allá, y no hay muchos bares. Además, no me dijiste que conocías al joven del que te hablé —mostrándole la foto, señaló a los personajes. Ella abrió los ojos y le señaló una de las mugrientas mesas.

—¿Por qué buscas a Eric? Ha pasado mucho tiempo...—sus ojos estaban algo rojos y parecía cansada. Pasado quiso borrarle esa mirada desesperanzada, y sacarle una sonrisa como las de la mañana—. Él era un buen chico, era amable y dulce. Siempre lo fue conmigo, a pesar de que los demás se metían todo el rato con mi apariencia. Eric no se merecía enfermar, pero pasó. Y fue muy triste. Y un día, desapareció. Nunca nos dijeron nada para no asustarnos, supongo.

—Carolina, creo que sabes algo más —ella miró hacia la mesa de Nostalgia, pero negó con la cabeza. Luego, miró el reflejo del cristal y pareció darse cuenta. En él solamente se la veía a ella sentada. Pequeña y frágil.

—Y creo que tú no has sido del todo sincero conmigo —pareció molesta, pero la rabia se fue dejando paso a una mirada vacía y cansada. De nuevo, quiso borrarle esa expresión como fuera-. No te culpo. A la gente no le gustamos los que vemos fantasmas. Esa lleva ahí desde que tengo uso de razón —dijo señalando a Nostalgia—, pero, tú parecías, no sé... real. Me recordabas un poco a... cómo imaginé que sería Eric de mayor —dijo riendo—. Supongo que soy una tonta.

El hombre del bar dejó caer la cabeza y se echó a roncar. Carolina pareció agotada y suspirando, se levantó. Cogió la fotografía y sonrió. Pasado vio que por un momento, algo se iluminaba dentro de ella. La joven alegre y sonriente de la mañana era una máscara, la verdadera Carolina estaba debajo. No hay personaje más engañoso, que aquel que creamos sobre nosotros, para nosotros mismos, pensó. Y de golpe, Pasado deseó ser solamente eso. Un simple personaje en un cuento y no el encargado de contarlo. Deseoso de ello, se lo prometió a sí mismo. Él no era alguien feliz, pero haría que su infelicidad fuera beneficiosa para ella. Y para ello, debía ser capaz de encontrar a Eric.

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