Capítulo 25: Idols

A la hora de seleccionar a los modelos que presentarían su colección, Marinette había tirado más de intuición que de currículum. Le gustaba que no siguieran el corta y pega que algunas firmas elegían para sus pasarelas, donde se elegían a las modelos en base a qué tan parecidas fueran al ideal del diseñador, todas con esas caras tan serias, como si se hubieran comido un limón. Marinette había trabajado en algunas de esas pasarelas en el backstage y, de verdad, no le deseaba a nadie la presión titánica que se respiraba ahí.

Ella quería que los modelos lucieran sus diseños, sí, pero que también les imbuyeran de su propia identidad, que se comieran la pasarela y fuera imposible para los presentes quedarse indiferentes. Así que tener idols como parte del equipo de modelaje no estaba en sus planes, si obviaba a Juleka que era una completa celebridad. Pero ella era su amiga, se podía decir que estaría modelando pro bono, porque ni de lejos podía pagarle lo que solía cobrar. Aunque ella le había hecho descuentos a los vestidos de novia de las dos, así que había sido un buen trato. Sin embargo, hasta ahí. Nada de famoseo en su pasarela.

Revisó por decimonovena vez los trajes expuestos en los maniquíes. Vale, ya estaba rozando la paranoia, pero aunque no se atrevía a tocarlos por si añadía algo de lo que luego podría arrepentirse, no podía evitar revolotear a su alrededor en espera de que un fallo que había pasado por alto apareciera ante sus ojos. Ya no quedaba mucho tiempo, la colección se presentaría en apenas un par de días.

Se sobresaltó cuando escuchó su teléfono sonar. Fue hasta su mesa y lo tomó con un mal presentimiento en el estómago.

—¿Bruno?

Marinette escuchó mucho ruido de fondo y sirenas, todas las alarmas se le dispararon con intensidad.

—¿Bruno? —lo llamó de nuevo—. Bruno, ¿qué ocurre?

—¡Marinette! —exclamó Bruno al otro lado de la línea, angustiado—. ¡Oh, Marinette, Marinette!

—¡Deja de decir mi nombre y cuéntame qué pasa, Bruno! ¡Me estás asustando!

—Yo, lo siento, lo siento... ¡Ay, tenga cuidado!

—¿Que tenga cuidado?

—Tú no, Marinette, la enfermera, que casi me atropella.

—¿La enfermera? ¿Pero dónde estás?

—Estoy en el hospital —suspiró Hugo—. Después de salir de clases en la universidad, estaba hablando con los chicos y fui tan idiota que me resbale...

—Ay, no...

—...por las escaleras...

—No, no...

—Y me he roto la pierna.

—¡Bruno! —exclamó Marinette en un quejido lastimero.

—Lo siento mucho, no fue a propósito.

—Claro que sé que no fue a propósito, ¿cómo estás?

—Bien, bien, pero estaré en silla de ruedas una temporada.

—Oh, Bruno...

—Sé que te gusta que tu pasarela incluya a personas de todo tipo, pero no creo estar en posición de lucir esos pantalones tan divinos que me hiciste.

—No, claro que no —suspiró Marinette, preocupada—. ¿Vendrás como público al menos?

—¿Me quieres allí?

—Por supuesto, eres parte del equipo. Aunque sea una pena que no puedas desfilar.

—¡Gracias Marinette! Estaré ahí, y perdona.

—Tranquilo, tranquilo, todo se puede arreglar.




Adrien había insistido en quedar con Marinette esa noche sabiendo que estaría tirándose de los pelos, trabajando minuciosamente hasta en el último detalle, cuando incluso ya no había nada que arreglar porque todo estaba perfecto. Pero cuando Marinette canceló su cita de videojuegos, Adrien sospechó que algo iba mal. O estaba a punto de darle un siroco o algo se había torcido totalmente. Quizás las dos. Así que se plantó en la boutique aún sin invitación. Las luces de la tienda estaban apagadas, pero pudo ver el hilo de luz de la trastienda y el taller.

Iba a tocar la puerta acristalada con sus nudillos, pero para su sorpresa con el primer golpecito se abrió. Con el ceño fruncido, entró en la tienda y se dirigió al taller. Allí estaba Marinette, con el pelo hecho un desastre de tanto tocárselo y la oreja pegada a su móvil. La expresión de Marinette era un cuadro. Se sobresaltó cuando, al colgar, giró el rostro y se encontró con él.

—¡ADRIEN! ¿¡Pero qué...!?

—Deberías tener más cuidado con las puertas, no estaba echado el cerrojo.

Marinette frunció el ceño.

—Pero si juraría que... —Marinette sabía que la había cerrado, pero había olvidado que no estaba sola en la boutique, aunque su compañía fuera tan silenciosa ante su ataque de nervios—. ¡Ah, sí, ya! Sí, sí, fallo mío.

—¿Qué te pasa? —le preguntó Adrien, sentándose sobre la mesa del taller y contemplando el inmenso desorden de papeles y fichas que había desplegado—. Esperaba que estuvieras como una moto con el desfile, pero esto es pasarse.

—¿Qué es lo que no me pasa? —preguntó Marinette en voz alta—. Me estoy volviendo loca.

—Vamos a ver, explícame qué ha pasado.

—Pues que uno de mis modelos ha tenido un accidente, está bien, menos mal, pero no podrá desfilar. Y no tengo tiempo para hacer grandes ajustes al traje, así que al que meta ahí dentro tiene que tener las medidas de Bruno, no querer cobrar una millonada y tener la agenda libre.

—Y por todo esto puedo entender que no has encontrado aún a nadie.

A modo de respuesta, Marinette dejó caer la frente contra la mesa y soltó un suspiro desganado.

—Venga, tiene que haber alguna solución. ¡Ya sé! ¿Por qué no me dices un poco cómo es? Quizás conozca a alguien que encaje en las medidas.

—Pues... —Marinette tomó la ficha de Bruno mientras se sobaba el rostro en un gesto cansado, había mirado tanto esas cifras que casi se las sabía de memoria—. Es un hombre joven, de 188cm de altura. Pelo oscuro y muy alocado, ojos castaños, nariz afilada y recta... 98 de pecho, 80 de cintura y 85 de cadera. Largo de espalda, 49, ancho, 38. Contorno de cuello, 38 también. Largo de la manga, 64 y ancho de hombros, 15 y el largo del pantalón... 108. ¿Te suena de alguien que pueda valer?

—Pues sí, tengo a alguien en mente —contestó, mesándose suavemente la mandíbula.

—¿No? ¡¿Sí?! —exclamó Marinette, sorprendida—. ¿Crees que podrías echarme un cable con esto? El tiempo va en mi contra.

—Claro, querrás tomarle las medidas y hacerle los ajustes, ¿no? Aunque si acepta quien estoy pensando, las medidas son prácticamente las mismas.

—Sí, sí, por supuesto, pero antes tendré que hablar con él y ver si está de acuerdo.

Adrien se deshizo de la chaqueta y se desabotonó las mangas de la camisa.

—Claro, aquí lo tienes.

Marinette se le quedó mirando de hito en hito, sin siquiera pestañear ni soltar media palabra.

—¿Qué? —preguntó Adrien al verla convertida en una estatua.

—¿Hablas en serio?

—¿Me ves cara de estar bromeando?

—Pero..., pero es que eres Adrien Agreste.

—Ya me sé mi nombre, gracias.

—No seas idiota, sabes a lo que me refiero. Eres una celebridad en las pasarelas, incluso cuando han pasado tantos años desde que desfilaste por última vez. ¡Vamos! Eres una estrella.

—¿Y qué?

—No puedo pagarte, es mi primer gran desfile, no puedo pagar a uno de los modelos más caros del mundo, un auténtico idol de la industria de la moda.

—¿Pero sí puedes contar con Juleka?

—Sabes que lo de Juleka es diferente...

—¿Por qué? —preguntó Adrien, cruzándose de brazos. Empezaba a impacientarse—. ¿Por qué Juleka sí puede y yo no? Actualmente ella es más famosa que yo.

—Pues... Porque... —Marinette suspiró, llevándose las manos a la cabeza—. Porque hace años Juleka me prometió que si llegaba a ser modelo quería formar parte de mis desfiles, fuera como fuera. Hicimos un trato esta vez, ella cobraba lo mismo que el resto de modelos y a cambio yo les hacía un descuento en el traje de novia.

—¿Y si me haces un traje de novia a mí me dejarás participar? —bromeó Adrien aunque seguía molesto.

—Pues si quieres, ya tengo tus medidas y te haré ver fabuloso, pero mi trato con Juleka no tiene que ver contigo.

—¡Pero vamos! Pensé que las cosas ya iban bien entre nosotros, ¿por qué no quieres que te ayude? Aún estando en el borde del colapso, ¿no puedes aceptar mi ayuda?

—Yo solo... —Marinette bajó el rostro y Adrien no pudo verle los ojos—. No quiero traerte malos recuerdos, menos si es por intentar ser un buen amigo.

—¿Marinette?

—Sé que los desfiles y las pasarelas no fueron precisamente plato de buen gusto cuando eras niño y que las abandonaste en cuando tuviste oportunidad... No quiero devolverte a algo que odias.

Adrien se quedó sin palabras y Marinette no se veía capaz de mirarle. Se mordió el labio, nerviosa. En un gesto torpe y con gentileza, tomó su mano. Marinette presionó con suavidad sus dedos con los suyos y dejó que Adrien le acariciara el interior de la muñeca con el pulgar. Al final, alzó el rostro y se encontró con la mirada amable de Adrien.

—No es lo mismo, no me está obligando nadie. Me he ofrecido porque quiero apoyarte, porque en este momento necesitas ayuda y yo puedo ofrecértela. Soy tu amigo, ¿no es así?

Marinette pestañeó con los ojos llorosos y apretó más el agarre de sus manos.

—Sí, lo eres —susurró Marinette, aunque sus labios hormigueaban por el deseo de decir otra cosa. Inspiró hondo—. Entonces, ¿empezamos a medirte?

Jueves, 25 de marzo de 2021

¡Hola a todos, lindas flores!

Pues nada, ya tenemos a Adrien subido al carro del desfile. Adoro a este par de pencos, de verdad. Aún no se sinceran del todo, pero al menos ya empiezan a decirse las cosas a la cara sin tantos remilgos. Pasitos de bebé, pasitos de bebé.

Bueno, pues con esto y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top