Capítulo 18: Chica gamer

Al final, Adrien le había respondido a su mensaje distraído. No hizo mucho hincapié en qué había pasado, pero Marinette ya sabía por qué y no tenía ganas de exponer doblemente su torpeza. Así que dejaron el tema correr y habían hecho un plan. No un plan tipo asaltar el Louvre o robar un banco. Un plan..., normal. Aunque ahí parada delante de su puerta a la espera de que le abriera se sentía de muchas formas menos normal.

—Hola Marinette —la saludó nada más abrirle la puerta, se hizo a un lado con un gesto elegante—. Adelante, pasa.

Tuvo que hacer el esfuerzo por no quedársele mirando embobada. Adrien jamás había sido tan estricto como su padre, ni siquiera en la indumentaria. Sí, los diseños de su padre siempre le habían quedado muy bien, eso era innegable, pero parecía que debajo de la ropa había diversas reglas de aluminio que le obligaban a estar recto como una espiga. Aunque su ropa de estar por casa era mucho menos intachable y elegante, para Marinette estaba diez mil veces más atractivo que con su estilo de revista. Llevaba una camiseta de manga larga negra, de cuello mao y dos de los tres botones desabrochados. Unos pantalones de chándal grises holgados y con bolsillos, remangados a la altura de las pantorrillas, aunque el vuelto de la pierna izquierda había empezado a ceder y estaba unos centímetros más abajo. Iba descalzo. Llevaba unas gafas de montura negra con el puente metálico, un poco retro. Marinette no se las había visto nunca hasta que le tocó estar en el hospital y no le dejaban ponerse las lentillas. Los problemas de vista son hereditarios, había bromeado él. Pero lo más sorprendente era otra cosa.

—¿Lo llevas puesto? —comentó Marinette, sin siquiera saludar.

Durante la estancia de Adrien en el hospital, Marinette había querido tener un gesto lindo con él. Así que le había confeccionado un regalo. Diseñando y cosiendo eran cuando sentía que ponía más de su corazón. Le había hecho un ligero kimono de su color favorito, un hermoso azul. Era de un material muy ligero y no se ataba, así que caía elegantemente desde sus hombros hasta mitad del muslo. Se lo había regalado el último día de estancia en el hospital, así que no se lo había podido ver puesto.

—¿Te gusta cómo me queda? —rió Adrien, girando sobre sí mismo—. Como un guante, el ojo de una diseñadora no falla, ¿eh?

Adrien le guiñó el ojo y Marinette finalmente ingresó en el apartamento, intentando ocultar su sonrojo. ¿Cómo se las arreglaba para estar tan endiabladamente guapo? Su ropa de estar por casa no tenía que ponerle todo el cuerpo de gelatina, pero lo hacía. Tener fresca la revelación de sus sentimientos por Adrien no ayudaba tampoco especialmente. Marinette sintió que le flaqueaban las rodillas igual que cuando era adolescente.

—Me alegro de que te guste —comentó Marinette con una sonrisa temblorosa—. Si quieres más ya sabes donde encontrarme, mi boutique tiene las puertas abiertas.

Adrien rió y la acompañó hasta la sala de estar. La invitó a dejar sus cosas en el sillón libre. La televisión ya estaba encendida y el videojuego de Max estaba listo. En la mesita de café había latas de refresco, un bol con chucherías y otro con patatas fritas. El tonto plan que se le había ocurrido a Marinette, que al enviarlo se le había hecho tan terriblemente infantil, estaba preparado. Adrien sonreía con verdadera diversión. Entonces recordó que Adrien había tenido muy pocas oportunidades en el pasado para divertirse así. Así que tomó el mando y se acomodó en el sofá.

—¿Preparado, lost boy? —se burló Marinette puesto que Adrien siempre se olvidaba de los combos y acababa spameando la x como si no hubiera un mañana.

Adrien se sentó a su lado, muy cerca de ella, cruzando las piernas en el sofá y apoyando los codos sobre las rodillas.

—Si tú lo estás, gamer girl.



Después del último audio informe que Marinette y Adrien le habían enviado a Max desde el mismo hospital, su amigo había hecho una buena retahíla de cambios que los tenían a los dos de cabeza. Había corregido muchos problemas de cámara que habían dado pie a otros completamente distintos. Puede que Marinette se acordara de toda la estirpe Kanté cuando mataron a su personaje y ella no pudo defenderse porque la cámara no le hacía ningún caso. Adrien se reía a su costa, sin disimulo.

—Mírala a ella, siempre tan calmada en Ultimate Mecha Strike, y Max ha conseguido tocarte los fusibles.

—Agradece que esta vez estás en mi equipo, Agreste —contraatacó ella con un mohín antes de lanzarle un combo a un enorme coloso que parecía empeñado en aplastarlos.

Otra cosa que Max había cambiado eran las historias de los personajes. Le habían comentado que las historias quedaban un poco planas, así que costaba un poco empatizar con ellos.

Y les hizo caso.

Y maldita la hora.

Justo el aspecto que quiso profundizar fue el de la relación entre los dos protagonistas. Cuanto más romántica se ponía la cosa en pantalla, más nerviosa se ponía Marinette.

Eso sí, a cambiarle el nombre o alterar un poco la apariencia de los personajes para que no fueran un calco de ellos, Max no les había hecho ningún caso.

A través de una misión secundaria, Marinette y Adrien llegaron a una escena escondida. Había un prado lleno de flores blancas que reflejaban suavemente la brillante luz de la luna. Cuando sus personajes recitaron un hechizo de amor eterno, formulando un círculo mágico en sus muñecas que permanecerían en su piel mientras estuvieran vivos, se formó un extraño silencio en la habitación. La pantalla se fundió a negro y apareció el cuadro de guardado antes de continuar. Ninguno de los dos le dio al botón de ok.

—¿Y tú qué opinas? —preguntó Adrien de pronto.

—¿Qué opino de qué?

—De esa declaración de amor.

—Pues que no esperaba que Max fuera un romántico.

—Ni yo. Y mira que surgieron conversaciones al respecto.

—¿Ah, sí? —preguntó Marinette con curiosidad—. ¿Y qué conversaciones son esas?

—Secretos de chicos.

—¡Oh, vamos!

—Mis labios están sellados —bromeó Adrien, llevándose un dedo a los labios—. Pero bueno, ¿qué opinas? Eso de "estar juntos hasta que nuestros corazones dejen de latir"...

Marinette suspiró, meditando su respuesta.

—Pues no sé qué decirte. A ver, es un poco dramático, pero tengo que reconocer que es muy romántico, sobre todo por la forma, supongo.

—¿La forma?

—Sí, ya sabes, ha sido muy íntimo. Max podría haber tirado de recurso fácil y cerrar el juego con la escena de amor, incluso con un gran bodorrio, pero no lo ha hecho. Porque su historia no va de eso, va de salvar el mundo, pero se enamoraron en el camino y es bonito conocer esa parte de ellos también. Además, me gusta que haya sido una promesa entre ellos dos, no creo que haga falta nada más.

—¿No te gustan las demostraciones de amor por todo lo alto?

Marinette negó con una sonrisa divertida.

—¿En serio? —inquirió de nuevo Adrien, extrañado—. Te tenía por alguien más, más...

—¿Ñoña?

—Iba a decir romántica —aclaró él—. No sé, siempre me dio la impresión de que te gustaba la idea del vestido blanco y la boda y todo eso. Tu boutique tiene una línea para eso.

—Supongo que sí lo soy, pero los actos que consideraba románticos de niña no tienen que ser los mismos que los de ahora, ¿no es así? Y respecto a la boutique, que a mí ya no me vuelva loca la idea no quiere decir que no pueda hacer felices a otras personas.

—¿Y qué consideras romántico?

—Veo mucho pregunta en mi dirección, pero tú no estás soltando nada, Agreste —Marinette giró el cuerpo, apoyando el brazo en el respaldo del sofá. Adrien la imitó, quedando cara a cara—. ¿Qué te ha parecido a ti?

—Me habría gustado que fueran sinceros el uno con el otro antes, han pasado por mucho desde que empezaron su aventura, pero no se han atrevido a decir las cosas claras hasta ahora. Y por eso se han hecho tanto daño.

—Quizás no era el momento adecuado para reconocer la verdad, quizás no se sentían preparados para afrontarlo.

—Lo dices como si el amor fuera algo malo —se quejó Adrien—. El amor, el bueno, no tiene que causarte heridas ni hacerte sentir mal. Claro, hay desacuerdos, incluso discusiones, porque somos humanos y no siempre vamos a pensar igual... Pero las cosas se hablan, se resuelven. El amor es la felicidad que nace porque se comparte. Si solo da un lado mientras el otro demanda, jamás funcionará.

—Mira quién es el romántico ahora —dijo Marinette, pero no había deje de burla en su voz. En su lugar, había una serena mirada de apreciación—. Es una muy linda forma de pensar.

Adrien se encogió de hombros. Ya no era el pesado y loco gato enamorado de su adolescencia, los sentimientos tenían un peso distinto en su corazón, pero probablemente sería un enamoradizo toda la vida.

—Bueno, te toca a ti. Hablabas del acto de amor en el juego, de la promesa. ¿Cómo sería la tuya? ¿La ideal? Sin bodorrios, por supuesto —apuntó Adrien, chinchándola.

—Pues... —suspiró Marinette con una ligera risa—. Supongo que serían las pequeñas cosas de todos los días. No necesito nada grande, ni quiero que un papel sea el que me diga con quién debo estar. Me gustaría elegir a la persona que está a mi lado cada día y que esa persona me elija a mí.

Adrien y Marinette se quedaron mirando fijamente. La tensión era tan intensa que Marinette tuvo que estrujar el cojín del respaldo del sofá para soportarla sin que atacara a su rostro, y la electricidad hacía que le hormigueara toda la piel.

—Buena respuesta.

Jueves, 18 de marzo de 2021

¡Hola a todo el mundo!

Necesito que alguien pare el tiempo y me dé un descanso. Demasiada intensidad de capítulo jajajajaajaja En fin, me voy a esconder bajo una piedra porque el capítulo de mañana tampoco va a ser fácil, ¡necesito vacaciones!

Con lágrimas de ficker y un bizcocho, ¡nos leemos mañana!

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