Capítulo 16
Los cálidos días de primavera habían llegado, y con ellos, la tan esperada temporada de fiestas y paseos por parques públicos. Florence estaba ansiosa por recuperar la vida social que había perdido debido a los escándalos y las tragedias que habían marcado su pasado matrimonial.
Su primera oportunidad para hacerlo, llegó con una invitación a un evento en los recién remodelados jardines del palacio real. El día era espléndido y los jardines se veían más hermosos que nunca. Los nobles y la realeza se reunieron para dar un paseo, disfrutar de juegos y demostraciones de equitación.
Florence se mostró encantadora y cordial con todos. Conversó amigablemente con los presentes, compartió sonrisas y risas, e incluso, fue presentada a algunos hijos de nobles. Sin duda, había despertado el interés de algunos caballeros, lo que no era sorprendente, dado su atractivo y su posición social, siendo claramente una "soltera codiciada".
Cada tanto se cruzaba con la mirada de un hombre que capta su atención, por ser alto y atractivo, de cabello castaño oscuro y ojos negros que tenían un encanto enigmático. Florence tenía la sensación de que lo había visto antes, pero no lograba recordar dónde. Quizás lo había conocido en alguna de las tantas fiestas a las que asistió con Alphonse.
No pasó mucho tiempo, antes de que el misterioso desconocido se acercara a ella. Florence estaba absorta en observar un emocionante juego de bádminton cuando sintió una presencia cercana. Giró la cabeza y se encontró con aquel hombre de mirada enigmática, que la observaba con una sonrisa amable en los labios.
-Buenas tardes, marquesa. -Saludó el hombre con una voz cálida y amigable.
-Buenas tardes. -Respondió Florence, devolviendo la sonrisa, aunque con cierta cautela.
-Me disculpo si parezco demasiado atrevido, pero no podía dejar pasar la oportunidad de hablar con usted. Mi nombre es George. -Se presentó el hombre, extendiendo su mano en un gesto cortés.
-Florence, marquesa de Erauxer. -Respondió ella, estrechando su mano con delicadeza.
George parecía intrigado por ella, y Florence se sentía igualmente intrigada por él. Aunque su presencia era agradable, seguía siendo una incógnita, y no pudo evitar preguntar:
-Disculpe mi curiosidad, pero siento que lo he visto en alguna otra ocasión. ¿Hemos coincidido antes en alguna fiesta?
-Puede que tengamos algunos conocidos en común, y que hemos coincidido en alguna fiesta. Sabía que asistiría a este paseo por los jardines, a través de algunos amigos que hablan maravillas de usted. -George esbozó una sonrisa enigmática mientras asentía.
Florence arqueó una ceja con intriga ante sus palabras.
-¿Amigos que hablan maravillas de mí? ¿Podría decirme quiénes son?
George rió suavemente, manteniendo el misterio en sus palabras.
-Oh, no se preocupe, marquesa. Son solo personas que han tenido el placer de conocerla y me han comentado sobre su encanto y elegancia. No podía perderme la oportunidad de conocer a una mujer tan fascinante como usted.
Florence sintió rubor en sus mejillas ante el cumplido, pero también notó cómo el aire enigmático que rodeaba a George aumentaba su curiosidad.
Durante el resto del evento, Florence y George continuaron conversando y compartiendo risas. Aunque ella seguía sin recordar exactamente dónde lo había visto antes, no podía negar que la presencia de aquel enigmático caballero había agregado un toque de emoción a la velada.
Al llegar la hora de despedirse, George se armó de valor y, sin titubear, le pidió a Florence la oportunidad de tener una cita con ella. Deseaba poder compartir más tiempo de su agradable compañía y conocerla mejor.
Florence sonrió amablemente ante la solicitud, apreciando la valentía y la cortesía de George. Antes de responder, le informó que en dos días tenía una cita con Laurent, un famoso diseñador de modas de la ciudad que estaba preparando algunos de sus nuevos vestidos, usando como excusa este lugar para verse otra vez y tener la compañía del enigmático caballero.
Después de la cena, Florence se sumía en la paz de su salón personal. Con elegancia y gracia, la marquesa se acomodaba frente al tablero, donde su leal mayordomo, Arnaud, la esperaba para enfrentarla en una partida de ajedrez, junto a dos tazas de té, con una rodaja de limón que flotaba en cada una. En algunas ocasiones, la marquesa se permitía disfrutar de alguna copa de licor.
La primera vez que Florence y Arnaud jugaron al ajedrez juntos, había sido de forma casual, pero desde entonces, se había convertido en un hábito. A través del juego, Florence había descubierto en su leal mayordomo, algo más que un empleado eficiente y discreto, había encontrado un confidente y a un amigo en el que podía confiar plenamente, comprendiendo por qué su esposo le tenía en tan alta estima.
-Hoy, en los jardines imperiales, me han presentado y he hablado con varios solteros. -dice Florence, tomando un sorbo de su té de limón.
-Era lo que usted esperaba que ocurriera. -responde Arnaud, concentrado en su próxima jugada.
-Así es. Pero, he quedado en reunirme con uno de ellos, el día en que visite la tienda de Laurent.
Arnaud realiza su jugada, para luego cruzar sus manos y mirar a su señora, que se aproxima a mirar detenidamente el tablero.
-Debe ser alguien completamente magnífico, si ha captado su atención.
-Deseo tomar todo con calma, además de estar segura de que lo he visto en algún sitio, pero no lo recuerdo, tal vez, ese enigma me atrae.
-Espero que ese enigma que lleva el hombre afortunado que ha captado su atención, sea una grata sorpresa, y que le dé momentos de alegría.
-Gracias Arnaud. Yo también lo espero.
Florence mueve una torre, sacando a uno de los peones de Arnaud del tablero.
Al día siguiente, Florence asistió a la elegante reunión de damas organizada por la Condesa de Barjac. El salón estaba adornado con bonitos arreglos florales y delicados postres que se servían con tazas de té, mientras que las conversaciones fluían entre risas y murmullos.
Cómo era de esperarse, la charla se centró en el creciente interés que los solteros mostraban hacia la marquesa de Erauxer.
Las damas presentes comenzaron a hacer recomendaciones sobre posibles prospectos para Florence. Algunos de ellos eran nobles de alta alcurnia, considerados buenos partidos por su posición y fortuna. Sin embargo, otras damas le sugerían con una sonrisa traviesa que disfrutara de su viudez y de la libertad que esta le brindaba.
-Muchas de nosotras, se sienten más que felices, siendo viudas. -comentó una de las damas, riendo suavemente.
-Pero, es aburrido no tener a un compañero con quien jugar -comenta otra noble, lo que lanza una explosión de carcajadas.
-Solo tenga cuidado, querida marquesa. Especialmente con el hombre que le había acompañado en los jardines el día de ayer. Estoy segura de que no sabe quién es él. -advierte una mujer de edad madura.
-Es verdad, no lo sé. ¿Quién es? Y ¿Por qué debería tener cuidado con él? -preguntó Florence con curiosidad.
Las damas intercambiaron miradas, ya que muchas, tampoco conocían o recordaban la identidad de aquel atractivo caballero.
La dama que había dado la advertencia da un suspiro, para mirar nuevamente a Florence.
-Él es George Piron, hijo del barón Piron. Creo que sabe muy bien quien es esa familia y los lazos que tenían con su difunto esposo.
Inmediatamente un frío recorre la espalda de Florence, ya que se sentía tan ingenua de aceptar una cita de un hombre que ni siquiera le había preguntado su apellido o título.
-Oh, eso es terrible. Esa familia no puede caer más bajo de lo que están. -comenta una dama con notoria indignación.
-Le agradezco por informarme, duquesa Devort. -responde con amabilidad Florence.
La conversación de las damas volvió a centrarse en el tema del oportunismo de algunas familias, haciendo referencia al caso de los Piron. Florence comprendió que debía andarse con cuidado, ya que los pretendientes podrían estar dispuestos a desplegar artimañas para ganarse su afecto y, con ello, el ansiado título de marqués de Erauxer.
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