¿...LOCOS?
¿Se te apagó la luz o la encontraste?, ¿se te safó un tornillo o lo apretaste?, ¿cuál es la dimensión de la locura?, ¿si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna?
Ricardo Arjona
(Historia desde la perspectiva de Saori)
Una luz inmensa me rodeaba, era calurosa y reconfortante "¿Donde estoy?" Pensé. Entonces noté una presencia cerca... reconocía ese olor tan familiar.
- A...abuelo ¿eres tú? ¿Dónde estoy? estoy... ¿muerta? - justo en ese momento se materializó a mi lado, llevaba una túnica blanca y alhajas de oro y piedras preciosas.
- No exactamente querida.
No, no era él, solo era una de sus carcasas para mostrarse, mi abuelo nunca había desprendido ese poder..."¡oh no!". Rapidísima e instintivamente me arrodillé en reverencia ante él.
- Padre...yo... - no sabía que decir... simplemente miraba al suelo en súplica por su magnanimidad. Sabía que seguramente estaría enfadado y preparado para imponerme su castigo. Junté las fuerzas que pude para mostrar la entereza suficiente con que implorarle su perdón. - Padre, asumiré el castigo que me corresponda pero, por favor, no castigues a Seiya y a mis amigos.
- Hija mía...siempre dispuesta a sacrificarte por los que amas. - Me alzó para que quedará mirándole de frente, y ante mi sorpresa me abrazó- ¿qué voy a hacer contigo? ¿Acaso yo debo juzgarte por amar a un humano? ¿Por ser más humana que Diosa? Precisamente yo... - se rió sonoramente.
Le miré extrañada, no entendía nada. Él, el mas poderoso de los dioses, el gran Zeus, al que tanto había temido, se mostraba amoroso y comprensivo.
- Querida hija, no niego que me has sorprendido profundamente con tu decisión de amar a tu caballero en la forma que lo haces. Sé que tu amor por los humanos es el más fuerte, si lo comparamos con el del resto de Dioses del Olimpo, por ello eres su principal divinidad protectora. Pero fuiste tú y sólo tú quien eligió la castidad como camino. Se que durante años fue tu protección frente al resto de Dioses que te cortejaron, pero que precisamente decidas quebrar tu propia regla con un humano ¿Qué esperabas? Ahora mismo muchos de los Dioses del Olimpo no están nada contentos contigo...
Se separó de mi abrazo. Y con las manos en su espalda comenzó a caminar por ese lugar, fuera del control del tiempo y el espacio, invitándome a que lo acompañara.
- Pero tranquila, no todo son detractores. En el fondo has tenido suerte, tu hermano Apolo - continúo - siempre fue el más listo de todos nosotros, por algo es el Dios de la razón. Él ha sabido escucharte como ningún otro hubiera hecho y sopesar. Pero, claro, también es el Dios que castiga a los pecadores y les ayuda a buscar su purificación. Cuando le rogaste que salvara a tus amigos y les diera una vida normal sin sufrimiento, él consideró aquello un justo castigo.
Su voz era profunda, la sentía como una vibración dentro de mí, al tiempo me daba calma. Conocía a mi padre lo suficiente para saber que ese era su deseo, que percibiera aquello que no me podía decir con palabras. No estaba ahí como un enemigo, quizás tampoco como un aliado, pero si algo tenía claro era que al menos de momento no se iba a posicionar.
- Pero padre, no entiendo. No creo que fuera un castigo, mis amigos eran felices.
- Hija mía, ¿estás segura de ello?- no supe que contestar a su pregunta ¿por qué no iban a serlo? Eran libres de sus responsabilidades como caballeros. - Además - prosiguió - ¿por qué crees que el castigo era para ellos? Ellos sólo son humanos para tu hermano Apolo, ya conoces su soberbia divina. Él era muy consciente de que tu condición de Diosa impediría que el poder de tu hermano obligara a tu consciencia, a pesar de tu reencarnación en humana, por eso has vivido atormentada por los recuerdos de tu vida como tal. ¿Es era el principal castigo? A veces hay que tener cuidado con lo que se desea hija mía. Pero ese caballero nuevamente nos ha sorprendido a todos.
Detuvo su paso, y sin apartar la vista del inexistente infinito, continúo su explicación.
- Ustedes volvieron a encontrarse... Volvieron a desafiarnos a todos. Tú hiciste algo que nunca imaginamos pudiera suceder, diste tu vida por ese muchacho. Mi pequeña, he de reconocer que siempre pensé que él sólo era un tonto capricho, pero tu sacrificio me hizo plantearme realmente mi posición hasta ese momento, es por eso que me decidí a intervenir. Y entonces él... - se giró hacia mi con una expresión de admiración y sorpresa. - ¡despertó su cosmos! - Su enorme carcajada resonó en ese espacio infinito en el que nos encontrábamos. ¡Cómo? ¿que Seiya despertó su cosmos? Mi padre advirtió mi estupor.- Cuando estabas en el hospital, noté que algo no iba bien y les observé...Hija mía, el amor y devoción de ese muchacho, simplemente, es indescriptible. Tal fue su dolor cuando falleciste que consiguió despertar su cosmos, rompiendo la maldición de tu hermano Apolo.
- ¡Cómo? - sus últimas palabras me sobresaltaron, ¿qué había pasado entonces con mis amigos y con Seiya? - Padre ¿qué ha ocurrido con Seiya y los demás? Por favor padre... ¿dime que están bien? Te lo suplico.
Entonces sentí que me rompía por dentro, caí de rodillas y comencé a llorar desconsolada, nuevamente mi egoísmo había llevado traído consecuencias para mis amigos. Si hubiera aceptado mi castigo, si simplemente no hubiera soñado con tener una vida normal, si hubiera alejado a Seiya de mi en su momento. Pero no, tenía que ser egoísta.
-Hija mía tranquila, tus amigos están bien. Simplemente volvieron a la realidad. - "¿Qué quería decir con volver a la realidad?" Entonces continuó como si hubiera leído mi mente. - Ellos han vuelto al estado en el que se encontraban antes de que los ángeles de Artemisa os atacaran a ti y a Seiya en la casa del lado. Pero te necesitan. Como te he comentado algunos de los Dioses no están muy contentos con todo lo ocurrido y ven esto como una oportunidad para desbancarte como Diosa de la tierra.
Miré a mi padre con cara de desesperación. No podía ser cierto, nuevas guerras, nuevas batallas, era como si nunca hubiera un justo descanso para mis caballeros. Nuevamente pareció leer mi mente.
- Lo sé hija mía, lo sé. - Acarició mi mejilla. - Pero por algo eres la Diosa de la Guerra. Aún así, te dije que tu determinación y la de ese caballero me habían impresionado, por eso me había decidido a intervenir. Te concederé unos años de tranquilidad, es una pequeña tregua que he pactado. Pero durará poco. A cambio sólo necesito algo de ti.
¿Unos años? pensé, menos era nada la verdad, mis caballeros merecían al menos ese descanso.
- Padre, haré lo que sea si con ello consigo paz para mis amigos.
- No esperaba menos de ti querida.
Entonces sentí su puño en mi estómago, lo atravesó como si fuera de papel y sacó dos fuegos fatuos de mi interior ¿Qué era aquello?
- Tranquila cariño, no me los quedaré para siempre. Ahora ya estás preparada para volver.
Se acercó a mí y besó mi frente. En ese momento caí como en un estado de ensoñación, creí oir unas últimas palabras de mi padre "Te quiero mi pequeña, cuida de mi regalo" antes de notarme caer y caer.
Al principio me dejé llevar por esa sensación de libertad, hasta que percibí que mi caída era real. Había atravesado la atmósfera de la tierra y seguía cayendo sin control. Encendí mi cosmos para crear un escudo protector que frenara mi descenso. Poco a poco fui reconociendo a donde me dirigía, era la casa del lago, al parecer yo también volvería al mismo punto de espacio tiempo.
(fin perspectiva Saori)
Cuando se acercó a la casa algo la alertó y comenzó a correr a su interior. La silla de ruedas de Seiya estaba vacía en el porche ¿acaso él no había sido devuelto a su realidad? o quizás... ¿había sido liberado de la maldición de Hades?
Una parte de ella tenía la esperanza de encontrarle dentro, si él hubiera desaparecido, estaba segura de que ella lo sabría.
Seiya se encontraba tirado en el suelo de la entrada. Cuando Saori lo vió corrió a recogerle y sujetarle en su regazo, como tantas veces hizo al final de sus batallas.
- ¡Seiya!¡Seiya! ¡Despierta por favor! - no pudo evitar que un mar de lágrimas cayera por sus mejillas. - ¡No es justo! No mereces esto, es todo culpa mía.
El joven, quizás alentado por la suplica de la diosa, comenzó a abrir los ojos lentamente.
Al ver a Saori frente a él su reacción fue instintiva, hacia escasos minutos la había visto morir y ahora la tenía de nuevo en sus brazos, su emoción pudo a su razón y la besó. Ella correspondió su beso.
Entonces Seiya lo notó, un poder emanaba de Saori...o mejor dicho... Athena. Se separó bruscamente, mirándola con vergüenza y miedo, miedo de haber hecho algo prohibido que la disgustara.
- Sa...Saori...Athena yo... lo siento, lo siento mucho. No debí hacer eso, por favor, ¡perdóname!. - El joven que ya se había erguido y sentado junto a su diosa miraba al suelo implorando su perdón, incapaz de enfrentar sus ojos azules. - De verdad que no sé qué me ha pasado, creo que ha sido todo un sueño extraño...me confundí. Perdóname Saori. Es que tú.. yo... no éramos...y entonces moriste en mis brazos y no pude... sólo no pude...soportarlo. - Dos ríos caían por sus mejillas. Seiya apretaba sus puños con rabia, no sabía que había ocurrido, su sueño fue tan real. ¡Dios mío qué he hecho! pensó.
- Seiya - Saori le obligó a levantar su mentón y mirarla a los ojos. Su mirada no era la que esperaba, le sonreía dulcemente. Entonces Seiya fue consciente "¿Acaso ella no le habia correspondido con su beso?", sus siguientes palabras le dejaron helado - no fue un sueño, todo fue real.
El joven la miró con sorpresa e incredulidad, por una lado quería volver a besarla, pero por otro estaba demasiado confundido con todo lo que estaba aconteciendo.
Saori, consciente del cúmulo de preguntas que se estarían formando en la mente del muchacho, le invitó a que fueran al salón a sentarse para que le explicara. Seiya estaba muy débil, le costaba moverse, cualquier persona no hubiera podido dar un solo paso después de meses postrado como un vegetal, pero no en vano él era un caballero de Athena y no uno cualquiera.
Una vez acomodados Saori le relató todo lo sucedido, su encuentro con Zeus, la verdadera naturaleza de su sueño y la promesa de paz hasta que regresaran tiempos de nuevas guerras.
- Entonces ¿todo fue real? - preguntó Seiya aún bajó los efectos de la historia que acababa de oir. Ella asintió temerosa, consciente de cuánto implicaba dicha afirmación entre ellos dos.
- Saori - la pregunta que la joven esperaba no se hizo de rogar- tú me... ¿tú me quieres? - Por fin se atrevió a preguntar el caballero.
- Si Seiya. - Saori ni siquiera titubeó. - Te quiero y te he querido siempre. En este mundo y en cualquier otro.
En la cara del muchacho se dibujó una enorme sonrisa. Ambos se abrazaron y se besaron, no hacía falta decirse nada más.
- Seiya - Saori interrumpió el momento - todo lo que te he dicho es cierto, pero hay algo dentro de mi que... creo esto no está bien. - Sentenció. El castaño se apartó para mirarla a los ojos. - Hemos vuelto a ser Diosa y Caballero, hay reglas...esto no está permitido. No puedo, no debo, lo siento. - Nuevamente las ganas de llorar la invadieron, por lo que cubrió sus ojos con sus manos, apartándose del abrazo de Seiya. En su interior una lucha entre su razón y su corazón estallaba.
Seiya guardó silencio un momento, procesaba toda la información recibida. Ella tenía razón, él mismo se había dado cuenta de ello antes. Pero no podía evitar lo que sentía, y menos ahora que sabía que era correspondido.
- Saori - cogió las manos de la joven entre las suyas obligándola así a mirarle - se que esto cambia las cosas. Si nada hubiera pasado nunca me hubiera atrevido a declararme antes, hubiera permanecido callado, amándote en silencio como tu fiel caballero, siempre te he respetado por encima incluso de mis propios sentimientos. Pero lo que para Apolo fue un castigo, creo que para mí fue una liberación. - Ella le miró curiosa. - El habernos dado la oportunidad de vivir como personas normales nos liberó no sólo de nuestras obligaciones como Caballero y Diosa, si no también de nuestra carga. Esa carga que ahora veo que fue autoimpuesta. Si, eres mi Diosa a la que debo mi respeto y protección, pero también eres Saori, la mujer que consiguió ganarse mi corazón. Y siento si ello enfada a los Dioses pero te amo y lo haré siempre, piense el mundo lo que piense. El amor es algo bello y que nos da fuerzas, para mi siempre lo ha sido. Si no son capaces de verlo no es nuestro problema.
La firmeza con la que el joven expresaba su parecer captó toda la atención de la Diosa.
- Saori - continúo - puedo guardar esto como un secreto entre los dos, pero no por miedo a los dioses, si no por respeto a nuestros amigos y demás caballeros que no deben dudar de tu amor por ellos. Si tú estás dispuesta no me importa vivir así, ocultos. Pero no me pidas que ignore lo que siento, no me pidas que deje de amarte porque no lo haré, pelearé por tí como lo he hecho siempre.
- ¡Oh Seiya! - Ella se abrazó a él con fuerza. - Yo tampoco quiero olvidar lo que siento, no podría.
- Pues no lo hagamos Saori. - La abrazó con fuerza. - Será algo nuestro y de nadie más.
Ambos se besaron como nunca antes lo hicieron. Habían aceptado su verdad. Ese "todo por el todo" que años atrás se prometieron por primera vez al borde de un acantilado. Juntos podrían superar cualquier obstáculo.
Años después comenzaron las nuevas guerras santas. Marte se apareció para acabar con la paz de la tierra. En medio de la batalla entre ambos Dioses un meteorito calló sobre la tierra justo entre ambos. Dos bebés aparecieron en el campo de batalla.
Algo le impulsó a Saori a proteger a ambos niños, aunque no pudo evitar que Marte se hiciera con la niña.
Ella acogió al bebé como si fuera su hijo, le cuidaría como tal, algo en su interior le decía que debía hacerlo. Era un bebe precioso, tenía los ojos de Seiya.
El Caballero, ahora de Sagitario, se acercó a la Diosa que sostenía al bebé en sus brazos. Se veía tan hermosa junto a ese bebe. Seiya miró tiernamente a los ojos de Saori, su mujer, ambos se dijeron todo sin palabras...
La profecía de Zeus se había cumplido.
FIN
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