LA LUNA, UN LAGO Y UN CABALLO

Seiya seguía convencido de tener la clave para que Saori volviera a andar. Habló con Tatsumi y con Shiryu y ante la proximidad de las fiestas de la primavera organizaron una salida a la casa del lago de la familia Kido. Seiya insistió a Shiryu en que era importante que ellos también fueran dado que para Saori eran como su familia y serían elementos clave en su recuperación. Shiryu y Shunrei aceptaron de buen grado, además el joven de cabellos largos y morenos le prometió a Seiya una sorpresa.

La casa del lago de los Kido era más austera que la Mansión, pero aun así no escatimaba en comodidades y espacio. De arquitectura nipona clásica, la villa se levantaba frente a un enorme lago a las afueras de la ciudad, alejada de la civilización sus luces y su ruido. El porche de la entrada daba directamente al lago y la familia había construido una pequeña playa artificial y un embarcadero en el que se veía amarrado un pequeño bote de remos. La parte trasera daba a un prado rebosante de margaritas propias de la época, con otro pequeño porche cubierto o como se diría ahora, espacio, chill out.

Cuando llegaron a la casa se encontraron a un joven esperando en la puerta con un macuto. Seiya no podía creer lo que veían sus ojos, era su amigo de la infancia Hyoga.

- Hyoga ¿Qué haces aquí? - Corrió a abrazarle.

- Nada... el pesado de Shiryu me avisó de que estabas en Japón hace sólo unos días, ¿te puedes creer? No podía perderme volver a ver al pequeño y peleón de Seiya. La verdad me sorprendiste, ¡esperaba encontrarte más gordo y calvo! – ambos rieron.

Esa noche organizaron una cena muy familiar en el porche. Tatsumi y Saori presidían la mesa. A un lado se sentaron Shiryu y su mujer y al otro Hyoga y Seiya. Los tres amigos no paraban de reír y recordar historias de sus tiempos en el orfanato, muchas de ellas sacaban los colores del viejo Tatsumi, al que con el tiempo tanto Hyoga como Shiryu habían cogido mucho cariño. Seiya se percató de que Saori se había mantenido callada casi toda la cena, sólo les observaba sonriente y reía sus bromas.

- ¿Estás bien Saori? – la preguntó cogiendo la mano que tenía apoyada sobre la mesa más cerca de él. Ella se asustó un poco con ese gesto, pero no la retiró. Se le hacían raro esas muestras de cariño por parte de Seiya, cuando era su Caballero nunca hubiera osado a rozarla siquiera salvo en el contexto de una batalla. Pero desde que era su terapeuta esos gestos se habían convertido en algo habitual entre ambos.

- Muy bien Seiya – le sonrió – me encanta verles juntos. Hubiera sido perfecto si Shun e Ikki estuvieran aquí también.

- Uff Ikki, menudo personaje está hecho... – Hyoga se incorporó a su conversación – la última vez que le vi se encontraba en plena investigación, parado en frente de un banco con un periódico, seguía los pasos de un político corrupto que había aceptado sobornos por la recalificación de unos terrenos. ¿Quién nos iba a decir que el más quinqui de la pandilla acabaría del lado de la ley?

- Eso no se lo digas a él – añadió Shiryu – sabes que prefiere considerarse independiente, él elige sus casos. – Puso voz interesante, imitando a su amigo. Ambos amigos rieron.

- ¿Y qué ha sido de Shun? – pregunto Seiya.

- Shun estudió neourobiología – explicó Shunrei, que poco a poco había perdido su timidez con el grupo. – Es una eminencia en su campo, creo que dentro de poco nos visitará ¿podríamos organizar algo no crees Shiryu? – su marido asintió – Seguro que le hace mucha ilusión veros.

- Shun ha colaborado mucho con Shunrei en el orfanato y conmigo en la fundación – añadió Shiryu. – Ayudó a desarrollar el programa de adn que nos permite poner en contacto a los niños con sus familias desaparecidas.

- Estáis haciendo un trabajo increíble allí – añadió Saori.

- Deberías ir a verlos – dijo Shunrei – los niños preguntan mucho por ti.

La joven de cabellos morados se entristeció con el comentario, nada le gustaría más que visitar a esos niños, pero sabía que con su enfermedad era algo casi imposible. Seiya consciente del cambio en su actitud se apresuró a añadir.

- Si Saori sigue avanzando como hasta ahora, creo que pronto podremos realizar esa visita – la sonrió, pero la joven no levantaba a mirada de su plato vacío.

- Creo que la Señorita está cansada - interrumpió el sirviente – si nos disculpan, este anciano y su Señora nos retiramos.

Seiya no retiró la mirada de la joven mientras Tatsumi y ella entraban en la casa.

- Parece que el duro de Seiya se ha rendido a los encantos de nuestra millonaria favorita – bromeó Hyoga interrumpiendo sus pensamientos.

- ¿Cómo?¿Qué? – Seiya se sintió observado por sus compañeros y se puso rojo. – No te equivoques amigo – dio un trago a su copa – sólo es preocupación profesional.

- Si claro... a otro perro con ese hueso. O, en mi caso, a otro pájaro – Hyoga quiso hacer una broma con el delirio de la chica, para ella él era el Caballero del Cisne.

- No seas liante Hyoga. He de reconocer que no es la niña mimada y caprichosa que conocía, pero no creas que he olvidado lo que me hizo su abuelo. Simplemente he madurado y no dejo que ello me afecte en mi relación profesional. Que no se te olvide que sólo es mi paciente, nada más. – Seiya zanjó con vehemencia el tema.

Unos metros más arriba una joven dejó caer una lágrima por su mejilla, había escuchado toda la conversación.

Seiya salió a dar un paseo nocturno, se había pasado con el vino durante la cena y pensó que el aire fresco le ayudaría a dormir. Cuando se acercaba al lago vio una silueta salir de la casa. Apresuró el paso.

La luz de la enorme luna de esa noche la iluminaba tanto que ella misma parecía desprender luz propia. Antes se había molestado con el comentario de Hyoga, pero en su fuero más interno sabía que había empezado a coger un cariño especial a esa chica.

Seiya se dio cuenta que la joven que le daba la espalda no era Saori, caminaba hacia el embarcadero, estaba en uno de sus momentos en los que dominaba su alter ego Athena. Se apresuró a alcanzarla, tenía miedo de que callera al agua, pero la joven paró al borde del muelle.

- Saori hace frío deberíamos regresar.

- ¡Seiya! – Ella se giró sonriente hacia su Caballero. – No deberías estar aquí, mi hermana nos observa – dijo señalando a la luna – y sabes que no le gusta vernos juntos.

- A Seiya todavía le costaba entenderla, pero durante sus sesiones había aprendido mucho de su "mundo alternativo".

- Si yo fuera la luna... no me preocuparía de dos jóvenes solitarios a la orilla de un lago como nosotros – el joven llamó el interés de la Diosa que se volteó para mirar de frente a su hermana Selene. – Si fuera la luna – le sururró Seiya desde su espalda - visitaría los lugares más bellos del mundo y los recorrería a mis anchas: París, las pirámides de Egipto, los templos de Angkor,...; al fin y al cabo, la noche es suya, ella manda y da luz allí donde quiere mostrar su presencia – la joven soltó un suspiro. - Ella no nos observa Saori, te lo demostraré. – El joven vio que el reflejo de la luna se retiraba hacia el fondo de lago, así que aprovechó el momento. Tapo sus ojos con las manos. – Confía en mí.

El joven poco a poco dirigió a la chica hacia el inicio del muelle donde los rayos de la luna ya no alcanzaban a iluminarles.

- ¿Lo ves? La luna tiene cosas más importantes que ver esta noche. – Retiro sus manos de los ojos de Saori. La joven relajó los hombros y observó sus manos en la noche que ahora apenas les permitía verse al perder el favor de la luz lunar. Se giró y miró a Seiya a los ojos, sus ojos perdidos estaban bañados en lágrimas. El joven se asustó al verla y la cogió por los hombros.

- ¿Saori estás bien?

- Tengo tanto miedo de que te pase algo – se abrazó a él, hundiendo su rostro empapado en lágrimas en su pecho. Él correspondió su abrazo.

- No me va a pasar nada Saori... - Era curioso ese caso... su miedo y preocupación por el dolor de los demás era muy fuerte. Ella levantó la vista hacia él.

- No me dejes nunca, por favor. – él no pudo evitar responder...

- Nunca.

Sus miradas se quedaron atrapadas por un hilo invisible que cada vez se acortaba más. Sus cabezas estaban cada vez más cerca... Seiya ignoró la razón que en sus pensamientos le alertaba de que aquello no estaba bien. Simplemente no podía... no quería. Notaba la respiración de la joven, los latidos de su corazón al acercarse... Sus labios se rozaron en la oscuridad. Pero de repente el cuerpo de la joven se tensó en sus brazos, sus ojos se pusieron en blanco y Saori se desplomó dormida en sus brazos.

Seiya fue el último en llegar a desayunar esa mañana. Apenas había pegado ojo con el episodio de la noche anterior, no entendía lo que le había sucedido, nunca antes había sido tan poco profesional, pero esa chica empezaba a nublar su razón. Por suerte ella no recordaría nada o al menos pensaría que fue uno de sus delirios.

- Entonces, ¿Qué es lo que nos tienes preparado para hoy Seiya? -dijo Hyoga mientras se acababa el último bocado de su tostada.

- Es una sorpresa, pero prometo no decepcionaros, poneros ropa cómoda, pantalones también las chicas por favor, y nos vemos en el jardín de atrás en... - miró su reloj – aproximadamente media hora, mis invitados estarán por llegar.

Notó que Saori le miró nerviosa ante la idea de tener compañía. La sonrió y le hizo un gesto para que comprendiera que no tenía nada de qué preocuparse.

Cuando todos salieron al jardín no pudieron evitar mostrar su entusiasmo y asombro. Seiya los esperaba con cinco preciosos caballos.

- Amigos – se adelantó a decir el castaño – os presento a mis invitados. Ronin, el primero por la derecha de color pardo será tu mejor amigo hoy Tatsumi, si te animas a compartir la tarde con nosotros. – El viejo sirviente no pudo evitar su alegría por el ofrecimiento. – Loto, la hembra marrón y blanca a su lado es para ti Shunrei. – Lushan, el negro azabache como va a juego de tu pelo es para ti Shiryu. - el joven rió y se acercó al caballo - La dama marrón clarito, Fler, será tu compañía esta tarde Hyoga. – Le guiñó un ojo.- Y para usted señorita – miró a Saori – Valkiria, la diosa guerrera blanca a mi izquierda.

Seiya les explicó que los cinco equinos participaban en terapias con niños y personas "especialmente sensibles" eran muy dóciles y unos auténticos profesionales. Su entrenador, que le acompañaba, les explicó cómo empezar a interactuar con los animales.

Lo primero que hicieron fue cepillarles la crin y el lomo para que los caballos cogieran confianza y se acostumbraran a su tacto. Después el entrenador trajo unas pinturas especiales que solía usar con los niños y con las que pintarían el lomo de los animales.

Saori estaba maravillada con su yegua Valkiria, ella solía montar a caballo, lo echaba mucho de menos. Ambas se encontraban tumbadas en el prado mientras la joven pintaba con sus manos unas enormes alas en el lomo del animal, cuando notó que Seiya se acercaba.

- Valkiria creo que te acaban de ascender a caballo divino.

- No te burles de mi amiga.

- No, no, no me burlo. – Seiya se sentó a su lado. – De hecho no me cabe la menor duda de que el pegaso de Perseo era una yegua blanca idéntica a esta. – Acarició su lomo. – Saori, quiero que la montes. – La mirada asustada de la joven le alertó. – Confía en mí, puedes hacerlo, yo estaré a tu lado en todo momento, no dejaré que te caigas. Además siempre has sido una excelente amazona – la joven no pudo evitar soltar una exhalación. Las pruebas de Seiya comenzaban a recordarle a los retos de Heracles.

Pasaron aproximadamente una hora paseando por las inmediaciones en sus caballos. No pararon de reírse y bromear con sus portes caballerescas, sobre todo Hyoga.

Cuando volvieron a la casa del lago, Tatsumi, Shiryu, Shunrei, Hyoga y el joven adiestrador de los caballos se sentaron a tomar un refresco en el porche trasero, cansados por el trajín del día, mientras los caballos pastaban en un lateral. Seiya y Saori, sin embargo, continuaban con Valkiria paseando alrededor del jardín. Saori estaba feliz, no quería abandonar a su nueva compañera, mientras, Seiya, caminaba a su lado.

- Creo que estoy celoso de esta yegua... - Seiya rompió el silencio que les acompañaba desde hacía un rato. Saori le miró con un leve rubor en sus mejillas. – Pensaba que era la persona que más sonrisas te estaba robando últimamente con mis payasadas, pero esta picarona - dijo mientras acariciaba la crin de la yegua – ha batido claramente mi record esta tarde.

- Que tonto eres... – le sonrió. – Es preciosa, casi no recordaba la sensación de libertad que supone montar. Gracias Seiya.

- No hay de qué, además todavía no hemos acabado la prueba de hoy. – Su semblante cambió y el joven se puso serio. Saori se alertó con su cambio de actitud y agarró fuertemente las riendas por instinto. – Saori - continuó el joven – por favor confía en ti como yo lo hago y sobre todo perdóname por lo que tengo que hacer...

En ese momento Seiya golpeó el trasero de la yegua, ésta relincho y comenzó a correr en dirección al porche en el que el resto de sus amigos continuaban con su charla ignorando lo que estaba a punto de suceder.

Un temor horrible invadió a Saori, el miedo del momento le impidió gritar para alertar a sus amigos, iba directa hacia ellos sin control. Si no frenaba a esa yegua alguno de ellos resultaría herido de gravedad. Tenía que hacer algo y hacerlo rápido. Su cuerpo reaccionó instintivamente, apretó sus muslos al lomo de Valkiria y echó su cuerpo hacia atrás para frenar su envestida. Cuando estaba a punto de alcanzar a sus amigos la yegua paró. Saori cayó exhausta sobre su lomo.

Cuando Seiya, que había corrido tras ambas, se encontraba casi a su altura fue sorprendido por un furioso Tatsumi que le cogió por la pechera de su camiseta. Seiya vio la rabia en sus ojos, el viejo parecía haber recuperado la fuerza bruta de su juventud.

- ¡Tatsumi déjale! – el grito de su Señora frenó a su fiel guardián que estaba a punto de golpear con toda su fuerza a Seiya – no ha sido su culpa.

El sirviente se giró al grito de su Señora y al verla cayó de rodillas al suelo mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Saori se había bajado del caballo y se sostenía en pie sirviéndose únicamente de la yegua como apoyo. Al ver la reacción de Tatsumi la joven empezó a ser consciente de lo que había sucedido y miró hacia sus piernas. Estaba de pie. En ese momento notó que perdía las fuerzas y el equilibrio, pero Seiya la alcanzó antes de que cayera al suelo.

- Te dije que podías hacerlo, sólo necesitabas una motivación, proteger a los que te importan. – La joven le miró aun asustada, aun extasiada por lo ocurrido.

- La próxima vez ... ¿podríamos probar con un palo y una zanahoria? – el joven no pudo contener la risa ante el comentario de la chica.

En compensación al día anterior repleto de emociones Seiya había planeado que hoy pasarían el día bañándose en el lago. Mientras Hyoga, Shiryu y Shunrei disfrutaban en el agua Seiya y Saori charlaban en sus toallas.

Ella llevaba un bañador blanco y el joven no pudo evitar admirar embobado su delicada y fina figura cuando todos se encontraron en la arena. Un codazo de Hyoga le había devuelto a la realidad en eso momento. Menos mal que les habían dejado solos, el tonto de su amigo no había dejado de vacilarle.

- ¿Vamos al agua?.

- Ve tu Seiya a mi no me gusta mucho bañarme, el mar siempre me ha generado cierta desconfianza.

- Por eso te he traído a un lago. – La guiñó un ojo - No admito un no por respuesta señorita, esto es parte de tu tratamiento.

Seiya ya la tenía en sus brazos antes de que ella pudiera replicarle algo. Procuró alejarse un poco de su grupo de amigos, adentrándose en el lago hasta que el agua le llegaba poco más arriba de la cintura.

- Ahora te dejaré flotar un poco Saori – la dijo mientras la soltaba por el agua – pero no te preocupes estaré sujetándote en todo momento.

La joven sintió como su cuerpo flotaba sobre el agua, notaba que Seiya la sujetaba tenía una mano a la altura de su espalda y otra por sus rodillas. Su tacto la ponía nerviosa, tenía miedo que él se diera cuenta.

- Ahora cierra los ojos.

- La dejó estar así un rato sintiendo su cuerpo mecerse con el agua.

- Saori – la despertó de su ensimismamiento – necesito que te agarres a mis brazos, intentaremos adentrarnos un poquito más. Quiero que intentes mover tus piernas como si nadaras.

- No puedo Seiya – dijo rápidamente la chica, casi antes de que él acabara su frase.

- Si puedes. – Su tono y su mirada eran firmes. Aflojó. – Te prometo que hoy no habrá sorpresas, en ningún momento voy a soltarte. – La joven estaba desconfiada. – Hazlo por mí Saori, por favor, yo creo en ti.

En ese momento la joven dudó, pero no de sí misma, de todo lo que había creído hasta ese momento. Ayer consiguió ponerse en pie ¿y si había roto el sello? ¿y si gracias al apoyo de Seiya podía romper su maldición y recuperar su fuerza?. Se concentró.

Seiya no podía creerlo... funcionó. El pie derecho de la joven se había movido un poco.

- Eso es... tu puedes despacio... ahora el otro pie.

La joven movió muy despacio un pierna y después la otra.

- Dios mío Seiya, creo que puedo sentir un poco mis piernas – la joven se abrazó a él de la emoción.

- Te dije que sólo tenías que confiar en ti.

La joven deshizo su abrazo. Se miraron. Estaban casi tan cerca como la anterior noche. Seiya se puso nervioso, no podía apartar la mirada de sus ojos azules como el lago que los rodeaba.

Una ola malintencionada de Hyoga rompió la magia. Sus amigos se habían acercado hasta ellos.

Los siguientes días Saori avanzó extraordinariamente en su recuperación, no sólo la física, los episodios nocturnos se habían reducido. Seiya solía acostarse el último y controlar a la joven cuando la apetecía de disfrutar de uno sus paseos nocturnos; eso sí, desde la lejanía para evitar conflictos.

Cuando regresaron a la ciudad Saori era capaz de andar por sí misma, aunque todavía precisaba de la ayuda de alguien que le sirviera de apoyo. Pero el avance había sido espectacular, todos estaban asombrados con el trabajo de Seiya.

Al llegar a la mansión una limusina estaba parada en la puerta de entrada. Los jóvenes bajaron del vehículo a su altura mientras Tatsumi continuaba hasta el garaje.

La puerta de la limusina se abrió y de ella se apeó un joven alto y apuesto, de cabellos y ojos azules, elegantemente vestido.

- Julián... ¿Qué haces aquí? – Saori rompió el silencio.

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