Capítulo 3
La gente hablaba amenamente comentando la parada que acababan de ver, el quirófano.
Durante la guerra civil, en los refugios se construyó un quirófano con el fin de ayudar a quien lo necesitara, ahí ocurrieron desde partos hasta la amputación de una pierna.
Para muchos, la mejor parte de la visita a los refugios, pero Baji, ajeno a esto, pasó por completo del tema, ni siquiera hizo el exfuerzo de ponerle atención a Lucía cuando estaba hablando, al fin y al cabo, su música le sonaba más interesante.
Seguía caminando un poco alejado del grupo, imaginándose situaciones dramáticas con su música, sin embargo algo le llevaba molestando un rato.
Mikey estaba anormalmente callado. Abrían pasado como 8 canciones y ni una vez escuchó la voz de Mikey.
Tal vez sí le afectó lo que dijo Kisaki.
—Oye, Mikey, estás muy callado —se quitó su auricular —¿De verdad estás bi… —giró su cabeza hacia la izquierda, que era donde estaba su rubio amigo, encontrando únicamente una pared de hormigón.
Miró a su alrededor buscándolo con la mirada pero no se veía su cabello rubio por ningún lado, por lo que se acercó a sus demás amigos.
—Oigan… —Mitsuya y Draken le miraron —¿Han visto a Mikey?
—¿Qué si lo hemos visto? —preguntó un confundido Draken.
—Estaba contigo ¿No? —le preguntó Mitsuya con confusión también.
—Estaba, ya no está. —Mitsuya lo buscó con la mirada.
—Haber, es imposible que se pierda. Literalmente es todo recto —dijo Draken.
—¿Mikey se perdió? —preguntó un alumno curioso que estaba escuchando la conversación.
—¿Cómo se va a poder perder si literalmente es todo recto? —cuestionó Draken —se habrá quedado comiendo en algún lado, ya sabes cómo es.
—Pero si lo único que se estaba comiendo era un caramelo. Estábamos andando juntos, después me puse mis auriculares y fui a mi bola, y cuando me di cuenta, ya no estaba —explicó el pelinegro, en su voz era notable la confusión.
—Que raro… —opinó el alumno curioso, que al ver que no lo echaban, decidió unirse a la conversación.
—¿Y cuando empezaste a “ir a tu bola”? —preguntó Mitsuya.
—Poco después del simulacro de bombardeo.
—Hace más de 15 minutos, entonces —calculó el alumno curioso.
Sin darse cuenta, ya estaban subiendo las escaleras de salida de los refugios. Las escaleras daban directamente a la calle, frente a la escuela de arte
—Y por fin hemos acabado —sonó la electrónica voz de Lucía llamándoles la atención —espero que os haya gustado este Tour por los refúgios. Recordad que si queréis volver, tenéis que comprar la entrada por internet.
Todos menos el grupo comenzó aplaudir, demasiado fuerte con el fin de molestar.
—Sí, ha sido muy enriquecedora está experiencia —comentó el profesor sonriéndole dulcemente a Lucía, que respondía de la misma manera.
—¿Vamos a volver al instituto, profe? —preguntó Senju.
—No. Como os habéis portado tan bien, iremos a un parque a comer, y después, quien quiera, se puede ir a casa —el sonido de la celebración y los vitoreos inundaron la calle —pero antes, pasemos lista.
—¡Profe! —exclamó Baji llamando su atención. El profesor lo miró, esperando a que dijera lo que iba a decir—Mikey ha desaparecido.
El hombre se quedó en silencio unos segundos.
—¿Cómo que ha desaparecido? —con confusión, miró entre los alumnos buscando a Mikey, sin embargo, no se encontraba por ningún lado —Ay Dios mío, siempre tiene que pasar algo ¿Y ahora qué hacemos? —se lamentó masajeandose el puente de la nariz.
—Se habrá quedado comiendo en algún lado, dejémoslo ahí —opinó Kisaki con los brazos cruzados.
—¡A lo mejor deberíamos dejarte a ti! —habló Baji con el ceño fruncido, pero Kisaki lo ignoró.
—No, no podemos dejar a un niño solo en los refugios —dijo Lucía con una expresión seria —vamos a buscarlo —le tocó el brazo al profesor, el cual inmediatamente entendió.
—Yo también quiero ir, —Baji dio un paso al frente —él estaba conmigo cuando desapareció.
—Aprecio tu bondad, pero no es necesario —dijo Lucía —con dos basta.
—Portaros bien mientras no estoy. Si cuando vuelvo otro desaparece, no volvemos a salir de excursión —dicho esto, los dos adultos bajaron las escaleras a paso rápido, desapareciendo de la vista de los alumnos.
—Como haya sido una broma de Mikey la habrá cagado —comentó Senju.
—Que ganas de irme a mi casa —comentó uno.
[…]
Media hora después se volvían a escuchar pasos. Todos miraron espectantes la entrada a los refugios. Primero apareció Lucía, después el profesor.
Pero no estaba Mikey.
—No está en los refugios —aseguró Lucía —¿Alguien lo puede llamar?
—¿Ha desaparecido así sin más? —se preguntó Baji.
—Si al final va a ser que se perdió de verdad? —habló Draken.
Inmediatamente todos sus amigos le empezaron a llamar al número, sin embargo, lo único que sonaba en la otra línea era el buzón de voz.
—Bueno, es de esperar. Abajo no hay señal —habló Mitsuya rascándose la nuca.
—¿Pero donde se puede haber metido este niño? —pensó voz alta el profesor mientras se movía inquieto en círculos —Lo siento mucho pero me temo que no podremos ir al parque —se escuchaban quejas por parte del alumnado —, necesito llamar a un familiar de Sano para preguntar si saben dónde puede estár, porque en los refugios seguro que no.
—Yo tengo el número de su hermano, Shinichiro —dijo Draken —lo podemos llamar desde mi móvil —lo sacó y buscó el contacto del hermano de Mikey dándole el teléfono al profesor.
El teléfono estuvo sonando por unos segundos hasta que se escuchó una voz al otro lado de la línea.
—¿Draken?
—Buenas tardes, soy el profesor de Manjiro, Francisco.
La otra línea se quedó en silencio unos segundos, hasta que preguntó.
—¿Qué es lo que ha pasado?
—Manjiro desapareció en la excursión que tuvimos hoy en los refugios. —dijo tratando de que sonara lo menos impactante posible.
—¿¡Cómo que desapareció!? —la voz sonaba confundida y exaltada a partes iguales —¿Habéis buscado bien?
—Sí, fui con la historiadora y volvimos a recorrer los refugios, pero no está. —Una vez más, la otra línea quedó en silencio, más tiempo que la anterior vez —¿Sigue ah…?
—Si es ese el caso, no se preocupe, —le interrumpió con una voz más tranquila —seguro se fue a casa.
—¿…Por qué haría eso?
—Bueno, yo lo obligué a ir a la excursión, jeje.
—Oh… —no supo que decir.
—Así que no te preocupes. Ya le regañaré cuando llegue a casa —y cortó la llamada.
Algunos se rieron, viniendo de Mikey, tampoco es algo que les sorprendería.
—Pues no me parece gracioso —dijo Francisco con enfado después de un rato de risas. Jurarían que podían ver una cena palpitar en su cabeza calva, así que los alumnos optaron por callarse —, preocupando a la gente y haciéndole perder el tiempo ¡Que poca educación! —se empezó a quejar el profesor del rubio —si alguien lo ve, decidle que está expulsado.
[…]
Shinichiro estaba llegando s su casa en moto. Abrió el garaje guardando la moto dentro, después entró a la casa. Al ingresar al hogar, vió a su abuelo sentado en el salón leyendo un libro.
—Bienvenido Shin —saludó el anciano.
—Gracias —subió las escaleras y fue directamente a la habitación de Manjiro con toda la intención de regañarlo, pero al abrir la puerta, se encontró con la sorpresa de que no estaba dentro.
Lo buscó un poco por la casa pero no lo encontró.
—Abuelo ¿Dónde esta Mikey? —Se sentó a su lado cuando se cansó de buscar
—En el instituto —respondió con simpleza.
—¿No ha vuelto a casa?
—No —dirigió su vista hasta el reloj que colgaba en la pared —, no vuelve hasta en dos horas —miró a su nieto con algo de desconfianza —¿A que vienen estás preguntas?
—Antes me llamó el profesor de Mikey, diciendo que había desaparecido, yo pensé que se escapó para ir a casa, pero no está —con estrés sacó su teléfono del bolsillo llamando ingenuamente a Manjiro, pero al igual que sus compañeros, saltó el contestador.
Su estrés comenzó a emerger, recordando cuando Manjiro desapareció por una semana.
Y tieniendo en mente que no se cometerían los mismos errores dos veces, fue directamente a la policía para denunciar su desaparición.
[…]
Las paredes temblaban ligeramente por las bombas que impactaban varios metros sobre su cabeza, sentía que aquellas húmedas paredes le caerían sobre él y sobre todas las personas ahí presentes. El ambiente triste era palpable en el aire.
En la oscuridad del largo pasillo echo con húmedas paredes de hormigón, cuya longitud parecía no tener fin, podía ver su muerte. Se sentía demasiado real como para ser una alucinación por intoxicarse con un caramelo pasado de fecha. Y el olorcillo a sudor que emanaban las personas a su alrededor no podían ser una alucinación.
Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado ahí cuando un fuerte y estridente sonido retumbó en el lugar dos veces.
Sonando igual que la alarma de tranquilidad del simulacro que había echo con sus compañeros.
—Gracias a Dios… —escuchó decir a un chico a su lado el cual juntaba sus manos pareciendo hacer una oración. Solo lo vio de reojo y no le prestó muchas atención.
Poco a poco las personas fueron saliendo pero él se quedó ahí. Tuvo que mentalizarse mucho para levantarse del banco de hormigon.
Se golpeó en la cara y sintió dolor, confirmándose por última vez que no era un sueño.
—¿Cómo es esto posible? —se preguntó girándose a ver el lugar —Vi mi nombre escrito en la pared… intenté llamar a Baji pero había desaparecido —dirigió su mirada hacia la pared pero no había nada. Agarró su lámpara y caminó un poco hacia la dirección por donde se suponía que se había ido su clase, pero se encontró con una pared de tierra.
Su respiración comenzó a volverse pesada, su corazón latió de manera dolorosa.
Eran los refugios sin acabar, no había salida, o al menos aún no la habían construido.
Se apoyó en la pared al marearse por un momento.
—¿¡Que mierda ha pasado!? —exclamó frustrado, como si le estuviera preguntando a esos muros de hormigón.
Esa pregunta hizo eco en las oscuras paredes haciéndolo estremecer. ¿Qué debería hacer a partir de ese punto? ¿Salir y enfrentarse a la realidad de fuera o quedarse? Con algo de suerte se iría de la misma manera de la que vino, aunque simplemente añoraba que todo fuera una pesadilla, pero sus esperanzas de aquello eran —5.
Giró y camino en otra dirección. Al pasar delante de su mochila se la puso y siguió caminando.
Al girar un recobeco en frente suya, cual película de terror, apareció una figura por sorpresa, totalmente quieta y mirando en su dirección. No podía distinguir ninguna de las facciones de su cara por la pobre iluminación, pero tampoco se paró mucho para fijarse en ello porque huyó despavorido del pasillo en dirección contrario.
Pero al girar por otro recobeco sintió algo dura que lo hizo caer.
—Joder… —se quejó sobándose la cabeza en el suelo, pero nada más le dolía, al parecer había caído sobre una persona. Su lámpara también cayó al suelo rompiéndose. Al fijarse bien vió que había caído sobre un chico, este parecía desorientado. Su cabello era negro y desordenado, y por su ojo entreabierto vio que era color azul.
Se incorporó rápidamente avergonzado —Lo…¡Lo siento! —pero el otro chico no le respondió, ni siquiera se movio. Manjiro, preocupado se agachó a su altura —Oye amigo ¿Estás bien? —dijo mientras le daba golpecitos en la cara.
—¿Cómo puedes tirarme de esa manera…y preguntarme si estoy bien…? —respondió con una voz débil abriendo levemente los ojos. Entonces Manjiro pudo apreciar mejor el azul de sus ojos.
—Lo siento… —se volvió a disculpar, ayudando al contrario a sentarse correctamente. Vio como el chico se veía muy tocado, se sintió culpable y agachó la mirada.
Y como si el otro pudiera leer sus pensamientos, dijo;
—Tranquilo, no estoy así porque me tiraste, solo tengo hambre. —le sonrió levemente.
—¡Yo tengo comida! —se quitó la mochila y de dentro sacó el bocadillo que se iba a comer después de la excursión. Tenía un tamaño considerable ya que era de Jamón serrano y aceite de oliva, uno de sus bocadillos favoritos. Le quitó el plástico que lo envolvía sin darse cuenta de la mirada atónita del contrario.
Entonces le ofreció todo el bocadillo y el pelinegro lo cogió mirándolo sin creerselo.
—Tranquilo, puedes comertelo entero. Como dice el dicho, compartir es vivir —le sonrió de forma genuina.
—¿¡Esto es carne!? —dijo sorprendido abriendo un poco el bocadillo. Manjiro lo miro extrañado sin saber que responder, entonces el otro chico sonrió con felicidad y partió el bocadillo por la mitad guardando un trozo en el plástico, y el otro trozo lo partio por la mitad ofreciendole un trozo al otro—come tú también, el otro es mejor guardarlo, nunca se sabe cuándo será la proxima comida.
Manjiro por un momento dudó pero lo aceptó para no hacerle el feo a pesar de que fuera el quien le dio el bocadillo.
—¡Esta delicioso! —exclamó pelinegro con felicidad. Manjiro lo observaba comer con curiosidad. El ya se había acabado su trozo pero el otro comía con lentitud masticando mucho antes de tragar.
—Muchas gracias.
—No, no agradezca, era lo mínimo después de tirarte así.
—Ah, que mal educado soy, me estoy comiendo tu comida y ni siquiera sabes mi nombre.
—Yo soy Mikey, me gusta que me llamen Mikey.
—Yo me llamo Takemichi.
—Oh, ya veo, Takemicchi —bromeó riendo un poco haciendo que el otro también se riera.
—Bueno, si para ti es más fácil Takemicchi, me puedes llamar.
Era un niño hambriento, maltratado y solitario que se dirigía a la parte mas profunda de los refigios para morir. Su madre había muerto pisoteada en las escaleras del lugar y pensaba ir con ella.
Sin saberlo, Mikey había salvado a ese chico
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Aparece después de un año: Hellos 😄
Vaya forma más mala de acabar un capítulo pero bue.
Deben quedar como 5 personas leyendo esto después de un año JAJAJ en fin. Lo actualicé por una cuca que me había escrito al tablero, en verdad me olvidé de esta historia, estaba más con Sea Revengers o fics de borradores (haciendo de todo menos actualizar 😭). Si hubiera escrito este capítulo antes, habría quedado muy mal, no se, en este año he mejorado mucho y hay tiempos para cada cosa.
Nos leemos luego 🖖
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