Capítulo 1

Unos pasos lentos y tranquilos resonaban por los desolados pasillos del instituto Susaro. A los segundos, doblando una esquina al lado de las escaleras, apareció la figura de un chico de estatura baja con el cabello largo y rubio, que comenzó a andar en línea recta hasta llegar a su clase.

El blondo tenía una expresión tranquila, como si no le importara nada a su alrededor.

Estaba llegando tarde, lo sabía, pero que viniera a primera hora era todo un logro. Normalmente siempre se la saltaba.

En la biblia de los vagos dice "La primera hora en el instituto irrelevante será, mejor aprovechar y descansar, para el momento de ir a clases, tener más energía para vaguear" y como devoto que era, siempre le hacía acaso a aquel mandamiento.

¿Que por qué esta vez fue diferente? Porque había una excursión, era gratis y le obligaron a ir. Le dijo a su hermano que no iría al instituto el día de la excursión ya que no le interesaba, él no sabía que eran los refugios, y tampoco le interesaba saberlo, pero su hermano se lo prohibió, alegando que los refugios son parte de la cultura y que le iría bien verlo.

Finalmente llegó al final del pasillo, donde a mano izquierda estaba su clase, 4B.

Abrió la puerta sin pedir permiso, buscó con la mirada a sus amigos, y al divisarlos, caminó hacia ellos esquivando un par de sillas que estaban desperdigadas en medio de clase.

Tocaba Ciudadanía, y en esa asignatura, no hacían nada así que no le sorprendía.

—Muy mal, hay que tocar antes de entrar —dijo Kisaki. Un chico, que a ojos de Mikey, era un grano en el culo, una molestia, un coñazo, un...bueno, ya entendéis. Aunque para la mayoría de la clase no era así, Kisaki si no fuera por su gran y molestó defecto, le caería bien a Mikey.

Mikey lo ignoró por completo.

Los amigos de Mikey colocaron la mesa una enfrente de otra, de manera en la que no tendrían que hablar a voces para escucharse.

—Manjiro Sano viniendo a primera hora, deberíamos hacer una fiesta —comentó su amigo Baji nada más ver como el rubio se sentaba.

—¿Estas bien? —su otro amigo, Mitsuya, se levantó de su silla, inclinándose hacia Mikey tomándole la temperatura —¿Tienes fiebre? ¿Acaso te estás drogando? —y cuando estuvo apunto de tocar sus ojos, Mikey apartó su mano de un manotazo.

—Ya, no es para tanto —fingió molestarse.

—Literalmente en Educación física, te llaman "el que nunca viene" —comentó Baji.

—No es mi culpa que las dos veces que toca educación física, esas dos veces toque a primera hora. —alegó sacando su teléfono del bolsillo. Ojalá le caiga un rayo a la persona que hizo los horarios.

—Literalmente en Ciudadanía te llaman el alumno fantasma —está vez habló Draken. Este era todo lo contrario a Mikey, no se saltaba las clases, era responsable y era alto.

Antes de que Mikey pudiera responder, una cuarta voz lo interrumpió.

—¿Y tú quién eres? —la profesora de Ciudadanía lo hizo saltar del susto, ni siquiera pudo darse cuánta cuando ella se estaba acercando.

—Emm... Sano Manjiro —respondió. Observó cómo la profesora volvía había su mesa, agarrando un portafolios que usaba para poner las faltas, y un bolígrafo rojo, cuando el boli estuvo apunto de tocar la hoja, se detuvo, miró al rubio y le preguntó.

—Así que tú eres el alumno fantasma —interrogó, aunque sonó más como una afirmación.

—Yo soy Sano Manjiro —corrigió.

—Fuera de mi clase

—¿Pero por qué? —preguntó con algo de sorpresa. Toda la clase miraba la escena sin decir nada, sobre todo sus amigos, ellos si sabían el por qué —Pero si no estoy molestando a nadie.

—Pero vamos a ver ¿Qué horas son estas? ¿Tú de dónde vienes? —se notaba una molestia en su voz que para Manjiro era incomprensible.

—De mi casa. —contestó como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Ademas de entrar sin tocar la puerta, empiezas a vacilar —se ofendió la profesora cortando su distancia del el alumno.

—¿Y yo qué iba a saber? —discutió levantándose de su silla.

—¡Fuera de mi clase e dicho! —con su dedo señaló la puerta de salida —Y como lo tenga que volver a repetir, bajamos los dos a jefatura ¡Como no te gustan las clases, te daré todas las clases!

—¡Vete ya, pesado! —exclamó Kisaki, metiéndose donde no lo llamaban, para no variar.

—¿Y a tí quién mierda te está hablando, metido? —le gruñó a Kisaki, al tiempo que cogía su mochila del respaldo de la silla y salía con esta de la clase.

—Si es que esto me parece increíble, cuanto descaro —se quejó la profesora volviendo a donde estaba su escritorio.

Cuando Manjiro se apoyó en la pared del pasillo, fue cuando sonó el timbre anunciando el cambio de clase.

Mierda, si hubiera sabido que quedaba tan poco para que la clase acabara, ni siquiera abría entrado —pensó Mikey con rabia.

Por eso gente, es bueno dormir en clase, aparte de todos los beneficios que tiene el sueño, si duermes en clase, no discutes con profesores, si te despiertan, estás tan dormido que no le das importancia, y si te mandan a jefatura, aprobechas las anchas y acolchadas sillas para seguir durmiendo.

Esperó a que la profesora saliera, cosa que hizo sin siquiera mirarlo. El blondo entró a clase viendo cómo sus amigos lo miraban divertido.

—No me puedo creer que te hayas peleado con la mejor profesora de todo el instituto —con una decepción fingida, Baji cruzó sus brazos mientras negada con la cabeza.

—¿Mejor profesora? —lo miró con incredulidad —Por poco y me echa a patadas —alegó como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Es que tú también ¿A quién se le ocurre venir cuando quedan tres minutos de clase? —Mitsuya imitó la acción de Baji.

—Cuando yo te recogía, esto no pasaba —señaló Draken, cruzándose también de brazos y, al igual que sus otros dos amigos, negando con la cabeza.

—No te voy a pagar para que me recojas, no te necesito.

—Ya te quiero ver cuándo repitas.

Después de un rato, apareció el tutor cargo de su clase. Cruzó la puerta y se puso frente a la pizarra.

—Alumnos, ya nos vamos a la excursión, si alguna quiere ir al baño, que vaya ahora —avisó el profesor. Nadie quiso ir al baño, por lo que empezó a pasar lista. —Y una última cosa, esta vez solo irá cuarto de la ESO, los demás cursos se han portado muy bien en la excursión. No me avergoncéis.

—Tranquilo, profe, que somos la mejor clase del curso —dijo una chica cabello muy corto y ojos esmeralda de nombre Senju.

—Si no estoy diciendo lo contrario, solo digo que os portéis bien.

Después de pasar lista, partieron rumbo a los refugios. No fue un trayecto muy largo.

—¿Qué están haciendo? —preguntó el tutor viendo a Mikey y a Baji delante de un hombre flácido y con el pelo blanco, que a primera vista parecía un vagabundo, y al parecer, quería darles dinero. Cuando se hacercaban mucho pareciendo que iban a coger el dinero, se alejaba con indecisión.

—Ese hombre les ha dicho que si le compraba cerveza, los dejaría quedarse con el cambio —contestó un alumno que se había posicionado junto a su profesor, observando divertido la escena.

—¡Sano y Keisuke, venid aquí! —llamó el tutor. Caminó hacia ellos, pero Draken fue más rápido, adelantando al profesor, agarrando a ambos de las camisas y mandándolos volar.

—¡Oye, solo estábamos hablando! —se quejó el hombre mirándo con enfadó al rubio alto, y el momento en que que vió que el profesor se acercaba, se fue corriendo.

—¿Cuál es vuestro problema? ¿No os dije que os portarais bien? —comenzó a regañar el profesor.

—¡Pero si no hemos echo nada! —dijo Baji a la defensiva alejándose para que el profesor dejara de regañarlo.

—No, Baji, espera, ni se te ocurra irte —se puso frente a su camino para taparle el camino.

—Ni si quiera cojimos el dinero.

—Pero estabais apunto de hacerlo.

—Pero no lo hicimos.

Baji no sabía si era imaginación suya, o si de verdad una vena sobresalía palpitando en la frente de su profesor.

—Cuando volvamos al instituto, hablaremos de vuestro castigo, pero por ahora, estáis los dos castigados sin ir a excursiones durante todo el curso. —decretó, se molestó y a su vez exclamó con una expresión seria haciendo que todos los de la clase los escucharán, incluso Mikey, que se había escondido detrás de Draken para que su profesor no lo viera y no lo regañara.

—¿¡Que!? —gritaron ambos amigos al unísono. La clase de 4B estalló en carcajadas, mientras que 4C, desde la otra acera los observaban sin detener su paso hacia los refugios.

—Pero profe, eso es muy cruel —lloriqueó Mikey saliendo de su escondite.

—Amenos —hizo énfasis en la palabra "amenos". Los ojos de ambos amigos tuvieron un extraño brillo de esperanza —que me hagáis cambiar de opinión.

—¿Cómo hacemos eso? —preguntaron al unísono.

—Primero, Mikey —miró al nombrado, el cuál tragó duro —amenos que sea una razón justificada, no puedes volver a faltar a primera hora como siempre haces.

—Mikey va a morir —comentó un alumno.

—Se va a alterar el orden natural de las cosas —comentó Senju ocasionando algunas risas de fondo.

Mikey abrió la boca ofendido, sin decir nada.

—Segundo, Keisuke —miro al nombrado por unos segundos para después decir —no tengo nada que decirte, tu comportamiento es muy correcto —Mikey abrió la boca aún más ofendido —Y una última cosa, no podéis hacer escándalo en los refugios o peleas o lo que sea. Si llegáis a desobedecer alguno de los dos, tened por seguro que el castigo será definitivo para los dos ¿Lo habéis entendido?

—Sí —respondieron ambos de mala gana

—Ahora sigamos, que los del C nos han adelantado.

Y volvieron a emprender camino, esta vez, el profesor andaba al lado de Sano y Keisuke para cuidar que no hicieran estupideces, mientras que los dos chicos bajo amenaza, podían ver con solo girar su cabeza, como su alto amigo se reía de ellos.

Pasaron por una calle estrecha por lo que tuvieron que ir en fila y finalmente llegaron a los refugios.

Al llegar vieron que tenía un cristal transparente, que dejaba ver cómo los de la clase C estaban sentados en unos bancos de color verde viendo un vídeo en la televisión que estaba colgada en el techo, y frente a la puerta una mujer de cabello castaño y ojos marrones, algo bajita y con un micrófono de diadema.

—Vosotros debéis ser la clase B ¿Verdad? —preguntó la chica. Su voz sonaba más alto, el micrófono estaba encendido.

—Sí —contestó el profesor —disculpenos por llegar tarde.

—No se preocupe, si eso viene genial, así no coincidiremos con las otras clases mientras estemos en los refugios —miró a los alumnos —Buenos días, soy Lucía y hoy seré quién os guíe en los refugios ¿Alguien tiene idea de lo que son?

—Túneles que hay bajo tierra  —contestó un chico.

—Muy bien —felicitó Lucía —Los refugios son unos túneles subterráneos que fueron construidos en 1937 por Guillermo Langue Rubio, para evitar los bombardeos, que venían por aire y por mar en la guerra civil Española. Cuando se terminó de hacer, tuvo una longitud de 4 kilómetros —los alumnos jadearon por la sorpresa. Lucia se giró y abrió la puerta de cristal. Desde fuera se podía ver que los de la clase C ya no estaban —por favor, pasad.

Al entrar, se sentaron en unos bancos de color verde que estaban colocados en fila.

—Acontinuación veréis los testimonios de los sobrevivientes. —Lucia cogió el mando que estaba sobre una mesita, y apretó un botón.

Lo primero que se mostró en la pantalla fueron fotos de las casas destruidas en blanco y negro. No había más que escombros. Acontinuacuon, apareció un anciano sentado en una mecedora mirando directo a la cámara.

—En aquellos años lo que había no era dinero, veías a la gente llorando por todos sitios. —en sus azules ojos se veía reflejada la tristeza con la que hablaba —Siendo un niño, tenía que trabajar para comer migajas. No había donde comer, y solo se hablaba de la guerra.

Otro anciano, sentado en su sillón, lo afirmó, agregando —Una noche entera para comprar una barra de pan. Ahí no había ni colegios, ni ferias, ni diversión. Desearía haber nacido después del 2000.

—Una vez tuve un amigo —habló el de ojos azules —no recuerdo su nombre, pero lo llamábamos Adrián. Murió en el peor bombardeo que hubo. No recuerdo que día fue, pero ese día el bombardeo duró demasiado. Murió mucha gente.

—Cuando sonaba la alarma —se podía ver a una anciana sentada en un sillón. Mientras decía esas palabras, sonaba una alarma, cuyo sonido recordaba a las de las alarmas nucleares que vieron en las películas, solo que sonaba más potente —sabíamos que había que ir a los refugios. En los refugios escuchaba a gente llorar, mientras, yo solo podía abrazar a mi madre. En aquel entonces, yo tenía 9 años.

—Había veces en las que el bombardeo nos pillaba en medio del trabajo —habló el anciano que estaba sentado en el sillón —teníamos que dejar rápidamente lo que estábamos haciendo.

—Yo no lo olvido, a mí me quedará siempre...siempre —susurró el primer anciano de ojos azules —Ni debemos olvidarlo, para que no vuelva a ocurrir —sentenció, mirando con seriedad a la cámara.

Y con lo que dijo, el vídeo acabó.

Un silencio súbito era lo que reinaba en la sala, nadie se atrevía a hacer chistes al respecto, y el silencio fue roto por Lucia, que al ponerse frente al televisor, dijo;

—Impactante ¿Verdad? —ni siquiera espero respuesta. Siguió hablando —El peor bombardeo del que habla el anciano de ojos azules, ocurrió el 31 de mayo de 1937 en el que fueron destruidas casi todas las casas en un bombardeo que duró más tiempo que los demás. Cuando un bombardeo acababa, sonaba la alarma de tranquilidad, pero al no escucharse, algunos salieron fuera, pensando que ya había acabado. Ese día murieron aproximadamente 40 personas.

Draken levantó la mano para hacer una pregunta. Lucia asintió, dando a entender que podía hablar.

—¿Donde estas los sobrevivientes actualmente?

—Algunos ya murieron, y otros están en la residencia de ancianos que hay al lado del puerto.

Un murmuró se empezó a escuchar. Los alumnos estaban hablando entre ellos comentando el vídeo.

—Pobrecitos...

—Podría haber sido mi abuela...

—Bueno —hablo Lucía, llamando la atención de todos. Al fin al cabo, gracias al micrófono, su voz era la que más destacaba —Vamos entrando ya a los refugios, seguidme —yendo la locutora al frente, y el profesor detrás, los alumnos fueron caminando —Esta prohibido hacer vídeos, y cuidado con los escalones, son algo altos.

—Chicos —habló el profesor —, mañana haré examen de esto, así que prestad atención.

—¿¡QUE!? —griraron todos al unísono.

Fueron bajando con cuidado. Algunos se apoyaban en la barandilla color verde que había, otros no. A medida que iban bajando, se dieron cuenta de que los escalones pasaron a ser blancos con mármol, y grises con cemento, y acompañado de esto, la altura de los escalones aumentó. Y la pintura blanca de las paredes cada vez se veía más corroída hasta llegar al gris.

—Cuando sonaba la alarma de bombardeo, la gente corría con desesperación hasta los refugios —narró Lucía, a cada paso que daban, la luz se volvía más tenue —, incluso si alguien se caía, la gente corría encima suya, pisoteándola. De esta manera, varias personas fallecieron por accidentes mortales.

—Joder...

Al terminar de bajar, las luces emitían una iluminación retro, haciendo que el lugar luciera tétrico.

—¡Séan bienvenidos a los refugios!

Mikey sintió como su cuerpo se ponía rígido por unos segundos, en los cuales, no pudo seguir caminando. Sus manos sudaron, entonces las miró, tenía la piel de gallina.

—¿Pasa algo? —le preguntó el profesor, el cual estaba detrás suya. En ese momento, Mikey se dió cuenta de que sus amigos lo habían adelantado.

—No, nada —contestó rápidamente, y se apresuró en alcanzar a sus amigos, adentrándose en los refugios.

En ese momento no lo entendió.

Desearía no haberlo entendido más adelante.

Desearía haberle echo caso a ese claro mal presentimiento.

Desearía jamás haber ido de excursión a los refugios.

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