Capítulo 80. Escalada

Mis dedos estaban preparándola para lo que mi lengua iba a hacerle. Sí, no es lo mismo estar solo los dos. Pero el deseo y la necesidad de que nuestros poderes resurjan era mucho mayor.

Como extrañé sus dulces quejidos,  sus manos suaves y su cuerpo sensual. Su cabellera rubia estaba pegada en su mandíbula de tanto sudor y por los besos previos que nos habíamos dado.

Ella mueve sus manos de arriba a abajo en el ritmo justo mientras yo derramo mis besos en su cuello y la recorro hasta la punta de sus senos.

—¡Cariem! ¡Por los dioses! Sigue así —dice, y sabe que sus deseos sin ordenes.

Ella abre sus piernas para estar más cómoda. El escritorio de madera de madera de justo a nuestra altura, por lo que todo se hace tan cómodo. Me agacho, rodeo sus muslos con mis brazos y procedo a saborearla.

Mi lengua recorre de manera delicada y al llegar a su clitoris quedo por largos segundo allí hasta escucharla decir mi nombre. Ana se encorva mientras hundo mi rostro en ella. ¡Cuántas ganas tenía de ella!

Estas largas semanas solo han intensificado mis deseos, y aunque fantaseo que estoy con mis dos esposas, soy comciente que debo cumplir con ambas por separado debido a esta terrible distancia.

Me separo de Anastasia, sus ojos están cargados de placer y eso me gusta, intento acomodarla para entrar en ella, pero la chica salta del escritorio y se pone de rodillas.  Esto me sorprende, pero dejo que pase, que sea ella quien guie esto.

Sus labios me rodean y su cabeza comienza a moverse en un vaivén que hace que explote en rugidos de extinción. Susurro su nombre mientras se mueve con mayor intensidad, cierro mis ojos al sentir su mano recorrer mi abdomen y echo mi cabeza hacia atrás cuando me pasa la lengua de forma tan sensual que juro que hizo sentir el calor de las velas rojas que nos rodean en mi interior.

—Mmm, eres una buena chica, Anastasia —digo acompañado de un gruñido cuando comienzo a guiar el movimiento de su cabeza.

Le estiro suavemente el cabello. Aunque mi instinto salvaje me grita hacerlo más duro, también soy conciente que el tiempo en ausencia no me permite ser tan rudo.

La separo de mi, y la pongo de pie, de nuevo estiro con suavidad su cabello para tener acceso a su boca. La devoro, porque esto ya no es un simple beso. La giro para que quede ante el espejo y su espalda de contra mi. Rodeo su cuello con mi mano izquierda y con la derecha deslizo mis dedos en ella.

Los gemidos no tarda  en llegar. Aprieto con suavidad su cuello mientras miro en el espejo como se va consumiendo por el placer. ¿Quién diría que un hombre le haría sentir esto?

Suelto su cuello y ella abre sus ojos, cargados de fuego y lujuria me mira en el espejo, y lo que hago ahora es pellizcar y masajes sus pezones, esto en un ritmo suave y delicado.

—Cariem, ya, penetrame, me estas volviendo loca.

—Esa es la idea —digo con una sonrisa contra su oreja—. Quiero que estés totalmente ida cuando entre en ti, porque te voy a dar duro... ya sabes, como me gusta. ¿Lo deseas?

—¡Por el Añakua! Sí. Quiero que me duela.

—Yo también, quiero marcar la piel de la esposa que me abandonó. Te has portado mal.

Muevo mís dedos a mayor velocidad lo cual es fácil porque está tan húmeda. Agarro su pequeño rostro con mi mano libre, y luego del beso que le di, le suelto una pequeña cachetada.

—He sido irreverente —dice mientras se muerde el labio inferior —. Merezco tu castigo... claro que lo merezco... soy tu oveja negra.

—Mi alumna más rebelde, es verdad... y claro que mereces este castigo.

La apoyo contra el escritorio, ella se relaja y me encanta ver en su espalda el tatuaje del 7mo. Recorro con mi dedo indice, mientras succiono los dedos de mi otra mano para saborear su humedad.

—¡Ufff! Anastasia... no tienes idea de cuanto te extrañé, mi chica desobediente.

Le doy una palmada y ella suelta un quejido cargado de placer. Paso de nuevo mis dedos para distribuir su humedad y me dejó llevar por la tentación de meter mi dedo hasta tocar su punto K. Esto hace que gima y encorve su espalda. Con la mano que me queda suelta, estiro su brazo derecho y le sostengo sobre su espalda para verla sometida y con menos movimiento, porque quiero que sienta que la domino por completo.

Muevo de nuevo mi dedo y ella grita de placer mi nombre. Su cuerpo intenta escapar por instinto, pero la sostengo y continuo.

—¡Por los dioses! —suelta las palabras entre dientes.

Saco mis dedos y vuelvo a darle otra palmada. Su piel suena y se que le arde porque el rojo ha quedado marcado en su nalga.

Me pongo de rodillas, sin soltar su brazo, me abro un poco las piernas y vuelvo hacer que mi lengua se encargue de darle placer.

—¡Así! ¡Por favor!

—¡¿Te gusta?! —pregunto separándome un segundo—. Dile a tu maestro si te gusta.

—Sí, profesor... me gusta

Me vuelvo a acercar y doy pequeñas succiones para luego dar de nuevo palmadas a sus nalgas.

—¡Oh! —dice con placer —. Profesor... usted es realmente increíble.

Me pongo de pie, la estiro hasta mi e ingreso en ella. La temperatura y su humedad están en el punto justo. Sostengo su cintura con ambas manos, y la guió a mi ritmo. Los gemidos se intensifican cuando la vuelvo a agarra del cabello y la traigo hasta mi.

La beso, sin dejar de moverme, rodeo su cuello y con la otra mano sostengo con fuerza su cintura.

—¡La puta, madre, Cariem! —grita.

Muerdo el lóbulo de su oreja con suavidad y me salgo de ella, la vuelvo a apoyar contra la mesa y baño su espalda, en lo que ella también acaba de llegar al clímax.

Agarro mi playera, y la seco, cuando termimo ella voltea, me ofrece una mirada relajada y me da un beso tierno, satisfactorio y corto.

—Te extrañé —dice sincera.

—Nosotros te extrañamos a ti... me hubiera encantado que recargaramos energía los tres juntos.

—Yo también... pero se hace lo que se puede... y más vale que vayas reservándote, porque pienso asaltarte de nuevo en un rato.

—La que debe prepararse eres tú... no traje mi cinturón en vano.

Ana solo ríe, se arroja en la cama, y yo la imito. Voltea hacia mi y se recarga sobre su brazo derecho para estar un poco arriba de mi.

—Me enteré de algo —suelta sin más

—¿De? —pregunto intrigado.

—Mboirá... y tú

—¡A la mierda! —salto y me pongo de pie—. No me vas a preguntar ahora ¿Verdad?

—¿Cuál es el problema, viejito?

Ella se burla de mi, y se que va a insistir con las preguntas, estoy por decirle que no se hable del tema hasta que alguien toca la puerta. Salvado por la campana

—Se una esposa normal —digo, antes de acercarme a la puerta —. Y no preguntes cosas de la ex de tu marido.

Me coloco una toalla en la cintura y huyo de la sonrisa picara de Ana, cuando pregunto sin abrir:

—¿Qué sucede?

—Cariem, —Es Luriel—, tenemos un problema, una teoría y un plan, te necesitamos.

—Bien... denme 10 minutos, estoy en breve con ustedes.

—¡Tenemos que bañarnos! —grita Ana

El silencio nos responde del otro lado, claro que logro incomodar a los chicos.

—Te mereces otras nalgadas, Anastasia —la apunto con el índice.

—¿No crees que me porto mal a propósito, profesor?

Pongo los ojos en blanco y me apresuro a entrar al baño, no, esta chica no tiene solución. Y así me gusta.

....................

Yo sé que los extrañaban 🤪🔥

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