Capítulo 64. Una estrella aprisionada
La veo intentando aprender magia de rituales negros. Esa Nain no se aleja de ella nunca. Lo cual me molesta un poco, porque yo necesito que esté sola.
—Iracema, vamos a comer —le súplica Nain y sus rastas se mueven cuando intenta acerse a la princesa y está la detiene.
—No tengo hambre —responde tajante.
—No puedes no tener hambre —Iracema alza la vista hasta su acompañante y esta hace un gesto para que se tranquilice—. Lo siento, entiendo que esto sea más importante ¿Al menos aceptas que te traiga algo de comer?
—No... ya ve a comer, cuando tenga apetito yo misma iré a buscarlo.
Nain queda allí, observa por unos segundos más y entiendo tanto esa mirada enamorada y perdida que se le da a los prohibido o lejano.
Finalmente suelta un suspiro y se va. Estoy segura que este es mi momento para salir del espejo, pero un portazo hace que retroceda y quede en mi lugar.
—Mi padre está muerto por tú culpa —grita Monica. Ella está agitada, y señala a Ira de manera enérgica. Su rostro está lleno de lágrimas y rojo, muy rojo.
—Vienes a reclamarme la muerte de tu padre ¿A mi? Mónica, pasaron dos meses. Deja de joderme la existencia. Ya superalo.
Iracema volvió a su libro, Monica intenta estirarlo para hacer que la princesa le preste atención, pero en el momento en que pone su mano sobre el libro, Asturia la sostiene de la muñeca y se la aprieta con fuerza.
—Saca tus mugrosas manos de mi libro.
—No siquiera es tu libro —desafia la rubia, valiente la niña para hablarle así a su princesa —. Lo robaste del museo.
—Tú lo dijiste, lo robé así que ya es mio. Vete a llorar a otra parte Monica, o te voy a hacer papilla, y esta vez no está Irama en el internado como para detenerme.
>>Ve a preguntar a tu amiga Hisa a ver si haces bien en intentar enfrentarte a mi.
—¡Eres una perra! —le gritaba muy cerca de su rostro—. Debí suponer que sólo nos mostrabas una fachada, una imagen de mentiras. Nunca fuiste realmente buena.
—¡Ay, pobre la nena de papá! —se burla, y no sé porque esto hace que me caiga mejor—. No fui yo quien cortó su cabeza, fue Luriel el que dio la orden.
—Tu padre se transmutó en él.
—El rayo sabía muy bien en donde se metía, a mi no me reclames sus tratos ¿Entendido? ¡Vete de esta habitación de una puta vez y me dejas en paz!
—¿Cómo te atreves? —Monica suena enojada e indignada.
—Es lo que yo me pregunto ¿Cómo te atreves a desafiarme? Mejor vete a llorar con tus amiguitos. Anda ve a contarle a Gerardo...
Iracema arrastra a Monica hasta la puerta y la saca de la habitación, una vez que ella estuvo afuera, cerró y puso un código para que nadie más entrara. Justo lo que necesitaba.
La chica volvió a sentarse y comenzó a leer de nuevo. Ay, como me va a odiar por lo que voy a hacer.
Salgo del espejo, el mundo se me hace irreal, el suelo se mueve y el aire me pesa, siento como si mis piernas fuera de goma y mi cuerpo una pluma.
La princesa guerrera me mira con algo de temor y sorpresa, retrocede unos pasos. Me relamo el labio, ladeo la cabeza y la miro con satisfacción.
—Carina ... —susurra
—Iracema, igualdad y respeto... princesa guerrera —sonrío hace tanto que no decía esas palabras —. Ya no veo esa expresión de superioridad, la que hace un momento le mostrabas esa niña.
—Por qué tu no eres cualquiera...
—Me alegra que lo reconozcas... aunque lamento informar que no soy tan poderosa... ¿Sabes?
Iracema niega, sigue dando pasos hacia atrás, hasta que choca contra la puerta. Yo me burlo de ella riendo, pero finalmente me siento sobre el sofá arrojándome a él.
—Tu padre tiene... digamoslo así, cierta influencia sobre mis poderes.
—¿Y te acercas a mi porque quieres que te devuelva tus poderes? —pregunta temblando, yo no puedo evitar reír.
—¡Ay, niña! Por favor, no soy ninguna arrastrada. Yo me encargo de conseguir mis poderes, yo te visito por otro motivo.
—¿Qué te hace creer que no iré a decirle a mi padre que me viniste a ver?
—Qué no eres ninguna estúpida. Crees que no me he dado cuenta que estudias magia negra ¿Sabías que el mejor estudiante de rituales negros era Orkias? Te apuesto a que no.
Iracema sacude su cabeza, aprieta sus labios hasta que queda una fina línea, parpadea con rapidez, y finalmente habla de manera acelerada.
—¿Y eso que? No entiendo
—Iracema, querida... yo sé que buscas poder... que le tienes celos a mi hija y a Luriel... pero no celos de amor, si no celos de poder. Lo veo en tus ojos, lo siento, lo palpo en el aire.
La princesa guerrera entreabre sus labios, sus ojos están bien abiertos y veo lo que quería ver... curiosidad.
—Los odio ¿Eso me rebaja? —pregunta y sus ojos se oscurecen, justo como quiero, justo como espero.
—Querida —canturreo de felicidad—. Eso te hace suprema, porque reconoces tu rabia. Mi princesa. ¿Sabes que soy mucho Más poderosa que tú, verdad?
—Por ahora... cuando yo alcance el poder del Jasuka...
—Sí lo alcanzas —interrumpo.
—Sí dudases no te ibas a aparecer ante mi.
—Cierto... —contestó feliz—. Bien, mira princesa, te tengo un trato.
—¿Implica ponerme contra mí padre?
—Implica que desees vender tu alma al mismo aña, tu padre me da igual, y ya entendí que no hay evidencia sobre la tierra que te ponga en su contra. A mi, solo me interesa mover los hilos, Iracema.
—¿Mover los hilo?
—Sí —digo mientras me recargo sobre mis codos—. Todos buscan un trato con los dioses, yo fui una de esas, antes quería apoderarme de los 7, tomar el Aregua y destruir a La Colmena, pero ahora me parece un plan estúpido.
Iracema parece interesada, así que me me pongo de pie y voy hasta ella.
—Yo no quiero traer a dioses, ni despertar pactos con ellos. Yo quiero ser uno de ellos. Pararme junto a Ñamandú y crear universos nuevos... yo sé que tú también lo deseas.
—¿Y eso de que me sirve a mi?
—Imagina un universo en dónde puedas gobernar, en dónde no hayas perdido a nadie y en donde eres realmente feliz... —miro a la chica, y parece conectar mis palabras—. Yo sé que quieres.... estar en los brazos de tu madre... jugar con tu hermana, crecer de nuevo, lejos de todo esto.
—¿Cuál es el trato?
—Qué no me detengas cuando me libere... y yo te digo como lo puedes alcanzar —le señalo el libro y ella afirma sin dudar.
—¿Es todo?
—Obvio no... necesito que consigas el takuara que Yvytu enterró en el pecho de Luriel, la vara del 5to, el bastón del 4to, una pluma del primero, una escama del segundo, un pelo del tercero y del sexto y un colmillo del 7mo.
—Me pides cosas imposibles.
—No lo son para ti, tú eres libre... yo soy una estrella enjaulada. Mientras más pronto lo hagas, más pronto seremos poderosas.
Le ofrezco una sonrisa y en ese preciso momento la puerta se abre, yo me convierto el vapor y lo último que me percato es que Asturia acaba de entrar a ver a su querida niña.
Hijo de puta. Te voy a hacer vivir el infierno.
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