Capítulo 59. Podria ser
—Bien hecho Luriel —felicita Anastasia a el Cario.
—Gracias —el chico se acerca al 7mo y ambos se hacen una reverencia.
Luriel camina hasta en donde había impactado Iracema y del suelo recoge una pulsera. Aprieta en su mano y arroja de nuevo al suelo. Era la maldición que estaba puesta sobre Zunu y Vega.
—Te agradezco, Luisõ —habla el cario—. Tu paga está servida y en las urnas tienes más.
El 7mo obedece y va hasta donde Luriel de ofreció comida.
Gustavo se acerca a mi, y me da una palmada en la espalda.
—Salió bien el plan, verdad perro?
—Casi —respondo—. Lo ideal hubiera sido apresar a Iracema.
—No se puede todo, Juanjo —se adelanta Luriel y me ofrece una mirada complaciente.
Yo solo respiro profundo, miro a Cenit y me apresuro a ir a ayudarla a recoger nuestra basura, ahora que debemos dejar al 7mo comer.
—Juanjo —llama Luriel—. Necesito que vayamos a ver a Vega y Zunú, y sólo tú me puedes llevar con el favor de Pombero.
Miro a Cenit y ella solo me ofrece una sonrisa. Siento mariposas en el estómago cuando hace eso. ¡Mierda! Me estoy enganchando de más con la chica que se supone que sólo tenemos un trato.
—Ok, te llevo, pero me vas a dar un día libre en la semana.
—Sí Zunu y Vega están fuera de peligro, esta misma noche tienes tu libertad.
Nos alejamos de nuestros soldados y nos adentramos al bosque, al límite de la propiedad de la familia Ario, antes de llamar a pombero y poder pedir nuestro deseo.
Observo a Luriel, tiene las ojeras marcadas, me fijo que su cabello está un poco más largo re lo habitual y sus tatuajes están visibles.
En su mirada observo una pizca de decepción, quizás tristeza o dolor. Lo tomo del brazo, antes de pedir el favor, él me mira desconcertado, preocupado.
—¿Estás bien? —pregunto
—No —responde sin rodeos—. Estoy verdaderamente preocupado por Vega y Zunú...
—¿Iracema?
—Te soy honesto —se pica la nariz y luego me mira con los ojos cansados—. Me da igual, al comienzo pensé que me iba a doler, o costar, que verla quizás juegue con mi cabeza. Pero no es así.
>>Al contrario, que se comporte como lo hace, me facilita las cosas. Estoy tan metido en esta guerra, que ya soy conciente de que somos enemigos. Y si ella está dispuesta a matarme ¿Por qué yo no lo haría?
—Por amor...
—El amor no revive a mis muertos, y no soluciona nada. Quien diga lo contrario, miente.
—O es un romántico irremediable. Sin embargo... tienes razón. El amor no basta.
La sinceridad de Luriel por un momento me asusta, sin embargo, no puede estar más de acuerdo. Esa relación está quebrada, como una copa de cristal, cayó y aunque busquen pegarla, sería imposible volver a tener la copa.
Pido el favor, Luriel ni siquiera ve a Pombero porque sigue sin sus favores. Simplemente, ambos aparecemos en el pueblo originario.
Quedamos en medio de las casas, a nadie le sorprende nuestra llegada, los habitantes de este lugar siguen con lo suyo.
La Cazadora se acerca a nosotros, al parecer estaba atenta a nuestra llegada. Hace el saludo al Cario, luego a mi.
—Están bien —dice—. Sé que es lo que querían oír.
La verdad que me genera alivio saber eso. Al parecer a mi amigo también por que ahora lo noto más relajado.
—¿Puedo verlos? —pregunta Luriel.
—Sí, —responde la mujer—. Pero antes deberás ir junto a la Matriarca, tenemos una deuda que pagar... aun.
—Lo sé
Y esta es la parte que me preocupa ¿Qué nos pedirán a cambio? Pensé que alejarnos a los criminales, cercar el bosque y vigilar que no les ocurra nada iba a ser suficiente, pero no, resulta que no.
Cansado, agotado mentalmente acompaño a mi amigo hasta la choza de la matriarca. Cuando pasamos a ella, vemos que dentro no hay nada, es solo una choza con una puerta, los techos de paja y totalmente vacía.
En el centro está la mujer parada, mirándonos entrar. Es una mujer joven. Tendrá unos 40, 45 años. Vestida de un traje de plumas con el cuerpo pintado de grafías y una mirada desafiante. En la frente lleva el dibujo de una medialuna y sus ojos parecen dos lunas llenas, el color es tan, tan extraño, pero definitivamente de belleza estamos hablando.
—Tapeguahê porãiteke —Saluda pasando su mano
—Mba'eichapa —dice Luriel y hace una venía, la cual imito.
—Aime porã —responde con una sonrisa y es evidente que está bien—. Cario, ahendú mba'e rejapo Luisõndi.
La mujer parece seria, ella está diciendo que se enteró que sabe lo que hicimos con el 7mo ¿Tan rápido le llegó la noticia? A penas y 5 minutos y ella tiene información privilegiada. ¿Cómo era posible eso?
—Ha, ahendú aveí aguerekohá peteî guyrá ragué, o guerakaha ndeve Carina.
Luriel afirma, es increíble que está mujer sepa que Carina le envió la pluma para sellarse a los 7 a Luriel, ni la cazadora estaba enterada de ello, aún.
—¿Mba'eicha reikuaa? —Mi amigo pregunta, y yo también quiero entender como es que ella lo sabe.
La mujer chasquea y ante nosotros aparece el ave que recide en Mortel. Ambos quedamos sorprendidos al ver que es mucho más grande que Mbakagua y entendimos porque la habitación está vacía.
También que la pluma pertenece a este pájaro.
—¡Oh, Carajo! —digo al entender por qué nos muestra al ave—. Tu familia, la sangre de tu padre... viene de aquí. Por eso Carina dijo que solo tú puedes usar la pluma, por eso tienes a Mbakagua dentro, por eso Carina sabe tanto de ti y se te presentó a ti.
—Por qué mi origen, real no está en La Colmena... mi raíz está aquí —completa mi amigo.
—La esposa, de aquel soldado Gianti —dice la Cazadora —. Que fue bendecido por Eirú era de aquí.
—¿Mbae'ere che rechauka koa? —pregunta Luriel, y también quiero entender porqué le muestra esto.
—Ore... roipota, Mbyjapyahu ha nde, pe me'ê oreve, ñande Sypã, Ore mbarete, Ore mbyja.
—No lo entendí —digo a Luriel.
—Quiere que Vega y yo le demos a su pueblo a la Diosa.
—Sigo sin entender ,¿Qué diosa? ¿Come se van a encargar ustedes de de darle...? Ah, ah aaaaah —me tapo la boca al darme cuenta de lo que esta pidiendo realmente.
—Eso sí —dice Luriel a penas—. Podría ser un gran problema.
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