Capítulo 58. Princesa guerrera

Iracema camina con rapidez, yo la sigo, como de costumbre, a donde vaya, a hacer lo que ella diga que deba de hacer.

Ingresa a la sala del consejo sin tocar la puerta, la empuja con fuerza, y cuando ve a Edara pone cara de enojo.

—¿Mi padre, dónde está?

—Salió —dice la mujer.

Ella nos mira a Ndusú y a mi de arriba a abajo. Como estudiando nuestra postura.

—¿A dónde?  —insiste Iracema

—A un funeral... bueno, a dos.

—¿Cómo?

—Lo que escuchaste, tu padre va de cacería.

—¿A dónde? —insiste la guerrera y nunca la había visto tan alterada, miro a Ndusú y él me hace un gesto para que me mantenga en calma.

—¡Por los dioses, Iracema! ¿Para qué quieres saber? Es mejor que no te tortures con esas muertes.

Iracema parece haber sido poseída por una tormenta gigante y eléctrica, ella se recoge el cabello y se acerca a Edara.

—¿Qué muertes?

—Vega y Zunú... —Edara habla con un falso pesar, qué mujer más insoportable.

—Eso es mentira, no puede ser —contesta la princesa.

—Y esa es la razón por la que tu padre no te contó... entras en negación, sabia que te ibas a sentir culpable.

—¿Culpable? —pregunta y sonríe —. Son todos unos estúpidos, la que más pendiente de esas muertes ha estado, soy yo. ¡¿A dónde es el funeral, Edara?!

—No te lo voy a decir, ¡Por Eiru! No voy a dejar que arruines los planes de tu padre.

—¡Lo voy a salvar! Se está yendo a una trampa ¿Qué no lo entiendes?

Iracema se remanga el chaleco de combate y le muestra un brazalete de hilos rojos que tiene a la mitad del ante brazo, en ella hay dos dijes de vidrio, con una especie de masa de un rojo intenso en cada uno, uno es más brillante que otro.

—Están vivos, Graves, pero vivos... —y esta es la razón por la que amo con locura a la princesa, ella está a un paso a delante de todos, y nadie se da cuenta—. Si Ario o Crux estuvieran muertos, esto se volvería negro.

—¿Cuál es la de Ario? —pregunta Edara ignorando todo.

—¡No te voy a dar esa información! ¡Quiero que me digas dónde está mi padre, ya!

Edara traga fuerte, se lleva las manos en el vientre y responde en un hilo de voz:

—A las afueras de un bosque en Caaguazú, en la propiedad de los Ario, cerca del arroyo que nace en el terreno. La estancia se llama Lurivevú.

—¡Mierda! Luriel sabe lo que hace. —masculino y veo un atisbo de sonrisa en su expresión y no sé si sentir celos, envidia o miedo de ver como le causa placer enfrentarse a tal desafío.

—Avisa a Cariem y Thalia... —Habla Edara cuando Ira se gira para irse.

—No necesitamos de ellos  si yo sola herí a 2, imagina como será ahora que son menos, y si la poderosa de Vega.

Iracema sale de la habitación, hasta aquí siento su energía vengativa. Ndusú y yo la seguimos, y caminamos al mismo ritmo que ella.

—¡Adiós! —le grita Gerardo cuando la ve pasar.

Iracema le saca el dedo del medio y sigue su paso. Yo volteo, y veo que se toca la oreja, mueve la mandíbula, al llevar unas papas a su boca.

¡Qué tipo que odio, es Gerardo!

—¿Estás segura que sólo los tres? —pregunta Ndusú.

—¡Sí, ¿Por?!

—Por nada... —responde y yo le hago un gesto para que se calle.

Vamos hasta el patio, y cuando llegamos se para en medio. Los árboles de Tajy tienen el verde de las ojos en un tono brillante, parecen calmos, pacíficos, el sonido que emiten al chocar una contra otra me da satisfacción y plenitud.

Pero eso cambia, cuando Iracema separa sus brazos, abre sus manos. Los árboles se agitan como si una gran ventisca se generara, algunas hojas caen al suelo y el aire se vuelve pesado.

—Verena, concédeme tus poderes, por la cuarta ronda de mi cuarta marca,  del cuarto hijo y sus hechizos de miel y termitas.

Es la primera vez que la escucho hacer un conjuro... mejor dicho, es la primera vez que precencio a alguien hacer un conjuro que invoque al 4to hijo y a las brujas ancestrales.

Cuando eso pasa, del suelo sale un cetro de oro, seguido de un cúmulo de arena blanca, como si está fuera parte del terreno. Ndusú da un paso atrás, pero entiende que debe quedarse si quiere emprender este viaje.

—Eju... Verena —susurra

El viento se hace fuerte, su cabello vuela por los aires  y yo quedo con el corazón palpitante de admiración. En ese momento, de la arena blanca se forma una figura, de una mujer hermosa, que ofrece su mano a la princesa guerrera.

Ella la toma, y extiende su mano libre a Ndusú y a mi, nos acercamos y la tomamos. En esa posición, la arena nos envuelve.y la oscuridad nos poseyó.

Las partículas de las piedrillas golpean nuestros rostros y al final  se vuelve casi insoportable. Intento cubrirme el rostro con la mano libre.

Al fin, la arena cae, y estamos en medio del bosque. Mi respiración está acelerada, intento meter aire, aún veo borroso, pero escucho la voz de Luriel saludar.

—¡Bienvenidos, bienvenidos! A la fiesta de los 7 y los mercenarios.

Volteo de hacia donde viene su voz, y lo veo, Santos está de rodillas, sostenido del cuello por Luriel. Franco está del otro lado con el 7mo delante suyo  con los colmillos cerca de su rostro y el pavor de ser comido en cualquier momento.

—Llegaron justo —dice Ana—. Para el momento del Juicio, tu papi estaba a punto de responder ¿Quién mató a Solei? Si responde bien se salva y lo matamos nosotros, si responde mal, será comida del 7mo ¿Sabías que la alta traición hace que uno quede desterrado y puede ser servido como mata abejas a Luison?

Iracema mira con odio a Ana. Pero sin más va corriendo hasta su padre, se pone en medio del 7mo y él.

—¡Aléjate! —ordena Luriel.

—¡Ejo ko agui, Luisõ! —Habla al 7mo—. Él es una abeja, este no es un juicio, ellos no son el consejo, no hay originarios.

—Illis ni sin il consiji —se burla Ana y se ríe de manera Sádica.

Debo decir que el miedo me congela, no sé que hacer, nunca vi a los 7, nunca me enfrenté a nada, pero si debo morir, por salvar a la princesa guerrera... lo haré.

El 7mo ruge  y la baba cae sobre el brazo de Iracema, ella no deja de verlo a la cara lobuna.

—Por favor... es lo único que me queda —súplica Iracema.

El 7mo ni se inmuta.

—No te va a escuchar, princesa... —insiste Ana.

—Sí no lo alejan, voy a matar a Vega y a Zunú —grita y les muestra la pulsera con las esferas.

—¡Ay, no! —actúa exagerado Luriel —. Va a matar a Ario y a Crux... ¿Cómo? —pregunta serio— ¿Ya lo intentaste? ¿Verdad?

Iracema mira con odio y enojo, pero sin apartarse de su padre.

—Fracasaste ¿Verdad? —se burla Luriel—. Incluso cuando ellos están servidos en bandeja de plata, incluso sabiendo que están graves y que solo debes darles un soplido para que se mueran. No puedes hacer nada... y eso te atormenta.

—¡Eres un desgraciado! —grita Iracema, pero sigo viendo el placer que le genera esta guerra.

—Pero... un desgraciado con propósito, mi amor —se burla—. Ahora Franco ¿Dónde está el alma de mi madre? ¿La mataste?

Franco queda callado, se aferra al hombro de si hija y eso me da rabia, porque hasta aquí veo que es capaz de entregarla con tal de salir con vida.

—¿Crees que me importa que mi padre sea un asesino, Luriel? —pregunta Ira con una sonrisa.

—Es evidente que no, che morena... —responde el otro de forma más sádica, esta es una competencia de psicópatas, no hay duda—. Y honestamente, te cité aquí para que sufras por la muerte de tu padre... como yo sufri con la de mi madre. Solo que soy mejor persona, porque te estoy dejando ver el espectáculo.

—Luisõ, reheja che tuape, ajeruré ndeve, ame'eta ndeve che anga, reipotarõ.

¡Maldita sea! Ella está dispuesta a dar su alma al 7mo, con tal de que su padre viva.

—¡Contesta Franco, hijo de puta! —grita Luriel.

—¡No, no lo hice! —grita Franco en respuesta.

El 7mo da un manotazo a Iracema y esta sale volando contra el tranco de un árbol, Ndusú y yo quedamos anonadados al escuchar los gritos del hombre, que termina siendo descuartizado por el 7mo. Este disfruta su carne, y el crujido de los huesos, y lo podemos ver porque se regocija en cada mordida.

Iracema grita horrores, hasta que ve la cabeza que rueda delante de ella y no es la de su padre. Es la de un miembro del consejo. El padre de Mónica.

—¡Mierda!— Susurro y voy corriendo hasta la princesa guerrera.

—Era de esperarse. —dice Luriel y alza la cabeza de su tío para que vea lo que acaba de pasar—. Tío, ves, porque no hay que rodearse de traidores. Tu leal jefe, completó una transmutación y mandó a un falso él... —lo obliga a mirar a sus ojos—. Ojalá que el rencor que ahora guardas en tu pecho te convierta en un alma en pena. Y que sufras mil infiernos rodeado de espíritus devoradores —señala las velas que hay al rededor, era obvio, este lugar tiene magia de ritual negro hasta en el aire.

>>Mira mi amor —dice Luriel viendo ahora en dirección a Iracema—. Así... se mata a un enemigo.

Sin dudar, le corta la cabeza a su tío con su Takape, la cabeza rueda y ninguno de nosotros pudo evitar gritar.

—Apresenla —ordena Luriel—. Pueden matar a sus acompañantes, y hacemos un ritual con sus corazones.

—Mierda —digo—. ¡Ndusú! Pide el favor a pombero, ya, ya, ya.

El chico está en shock, pero reacciona al ver que Yara y Rodrigo se acercan a nosotros. Al cabo de un segundo estábamos tirados en una carretera. Ndusú nos salvó con su único favor pero nos trajo a quien sabe dónde.

Estamos a una altura, la ruta es angosta, y los autos pasan muy cerca de nosotros, de un lado hay un barranco y del otro el muro de piedras. Al cual nos aferramos cuando pasa un camión.

—Caacupé —susurra Ira—. Estamos en el cerro...

—Estamos vivos —dice Ndusú...

—Caímos en su trampa —digo.

Y recuerdo a Gerado hijo de puta, tocando su oreja, él les avisó cuando salimos. ¡Imbécil!

Golpeo las piedras con el puño cerrado. Y ahora me doy cuenta que yo no estoy en el bando que defiende a Franco, eso da igual, estoy en el bando que debe evitar que aprensiones y restrinjan la magia de la princesa guerrera.

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