Capítulo 48. Enemigos ¿aliados?

Jose me hizo el maquillaje que juro quedó hermoso, aunque el labial me dejó a cargo pues ya no podía con los gemidos que venían de la habitación de Juanjo.

Ahora me estoy mirando en el espejo, el vestido negro me llega a la mitad de los muslos, se ve unos tatuajes que me hice en mis prácticas, son apenas puntos o líneas, grafías de protección y alguna que otra invocación de espíritus.

Para ser honesta me siento 0 energética, nada sexy y con los ánimos por el suelo, aún no me siento al 100% luego de que usé tanta energía para traer a Mirena, Mboirá y Maitena a este plano.

Sin embargo, soy tan consiente por mis marcas que la belleza es importante para atraer y manipular.

El 7mo y el 3ro me bendicen, y yo debo usar sus dones para lograr mis objetivos. Esta noche es clave.

Apoyo mi mano en la mesita de luz, para finalizar lanzando un suspiro, y luego tomo el labial rojo. Jose dijo que este, el de base naranja haría resaltar mis pecas y el tono de mi cabello, asumo que tiene razón.

Me pongo el labial y acomodo el largo de mi cabello atrás de mis orejas. Tomo mi perfume, coloco un poco en mi cuello y con la yema de mis dedos llevo un poco hacia mi escote. En donde es totalmente visible un tatuaje de la constelación de Lira, por supuesto, mi estrella es la más brillante.

Me debato entre ocultar o no el No le me taguere, pero al final creo que se ve sexy dónde está, que se vea, y que sepan que estoy protegida.

—¿Nerviosa? —pregunta Mirena que aparece tras mio.

—Mucho... —respondo de manera honesta—. Pero también decidida... ya quiero el poder necesario y hacer lo necesario para estar lista.

—Estoy de tu lado... aunque me resulte extraño —mira al suelo—. Antes estaba con Iracema, pero cuando Luri se fue, nunca intentó conectar conmigo

Guardo silencio, no sé que responder, de verdad, no sé que decir, porque por un lado por dentro muero de celos al saber que los tres tenían un vínculo y yo soy la entrometida en una sociedad que funcionaba.

—Mirena... ¿Estás de mi lado por convicción o por obligación?

Ella sonríe, y ese acto me recuerda a Orkias, ambos tienen ese hoyuelos en su mejilla que se hunde y les da un aire sensual y pícaro.

—Por qué quiero, Vega, porque me nace. Si no confiara en ti, no me verías, te lo aseguro.

De cierta forma eso me da una paz increíble.

Alguien toca la puerta, desaparece y yo voy a abrir. Es Rodrigo. Su rostro está lleno de preocupación y a la vez está tan rojo.

—¿Qué pasa? —pregunto

—No lo vas a creer... mi hermano se estaba comiendo a Cenit.

—¡Rodrigo! —le doy un golpe en el pecho y el ríe.

—Lo siento... pero debía compartirlo con alguien, por cierto qué hermosa.

—¡Gracias!

—En fin, hay mata abejas.

—¡Espera! ¿Qué? —digo alterada—. ¿Y qué hacemos aquí? Ya deberíamos estar abajo.

—Por eso venía, Luri quiere a todos abajo.

—Bien deja me abrocho la cinta de mi sandalia...

No me dejó terminar, él ya se puso de rodillas, levantó un pie sobre su muslo, abrocho uno, y a continuación hace lo mismo con mi otro pie.

Estoy colorada por el acto, pero lo que realmente hace que me altere es ver que Luriel estaba pasando por el pasillo y lo primero que ve es como Rodrigo acaricia mi talón al soltar mi pie.

Mi pecho sube y baja ¿Por qué me importa lo que él piense? ¡Maldita sea!

—Los necesito abajo, Ya, ya, ya —dice esto último en un suspiro—. Juanjo, Cenit ¡Ya! —grita.

Ambos salen de la habitación, bien arreglados, con el cabello mojado, Cenit le tira un beso en el aire al Luriel y Juanjo solo camina con las manos en los bolsillos.

—Adelantate Rodrigo —ordena y el chico sacude sus manos y se va.

Luriel me mira de arriba a abajo, lleva su pulgar a su labio y me deja ver su belleza y superioridad.

—Estoy hermosa ¿Verdad? —pregunto con altanería y me adelanto.

—Mmm, algo.

Voy hacia el pasillo, y él me sostiene de la muñeca antes de llegar a las escaleras.

—¿No estabas apurado? Hay mata abejas esperándonos.

—Un minuto más, un minuto menos, los muertos al final serán ellos.

—Altanero, presumido... y confianzudo.

—Todo eso y más...

Quedamos en silencio, y esta vez soy yo la que se acerca a él.

Tomo el cuello de su camisa negra, acomodo la tela, acerco mi nariz a su cuello y huelo el perfume tan varonil que le caracteriza. Él suelta un suspiro y su aliento mentolado llega a mi.

Aún con tacos altos estoy bajo su mentón.

—Vamos abajo, Luriel.

—Vamos... —responde mirando mis labios.

Sí, me estoy preguntando que se sentiría besarlo. Pero me volteo y comienzo a bajar las escaleras.

—Quiero que me dejes los matas abejas a mi —ordeno

—Lo haría, pero, el punto es que solo hay 2... y están en la barra. Quieren hablar conmigo.

Mis huesos tiemblan, de manera automática se quienes son.

—No irás solo, yo soy tu escolta.

—¿No debería ser yo quien te proteja?

Me río, paso mi mano sobre mi vestido, y cuando bajo el último escalón volteo a ver al Cario.

—Déjate de bromas niño, yo me cuido sola. Y si un día te necesito, prometo hacértelo saber. Antes, no lo intentes. Te ves ridículo.

—Me veo ardiente, ingenuo, quizás, pero ridículo, jamás mi amor.

Le da una sonrisa de lado, pone sus manos en su bolsillo y va hacia la fiesta.

Camino tras el, el sonido de la música me hace volar, todo golpea mi interior pero de buena manera. No sé que música suena, solo sé que el ritmo es el que debe sonar en alguna fiesta.

La gente va llegando. Por un lado veo a los nuestros mezclándose, repartiendo las pasiones que van a extraer de los presentes su energía y conectarnos a sus antepasados para completar su ritual en este día de Areté guasú.

Los espíritus vuelan, y recorren el lugar como están acostumbrados, mirando, atravesando personas y objetos. Parejas besándose, otras llenándose de tensión. El aire está cargado de esto que necesitamos para iniciar el ritual.

Al caminar por el pasillo de boxes me doy cuenta que muchos me comen con sus ojos, y es obvio, no solo por mi belleza, si no que por la mezclas de aceites que uso el día de hoy.

—Jazmín... Daniel... —escucho saludar a Luriel. Y ambos voltean hacia nosotros.

—Cario... y sirvienta —suelta Jazmín

Ah, no, a mi no me va a llamar así. Aparto a Luriel, y ahora me doy cuenta que los nuestros tienen rodeado el punto de encuentro de manera estratégica.

—Vega, Corvus Crux —digo—. Y por mucho que te pese, hija de la payesera más poderosa que jamás hayas conocido.

—Toda una vida negando a la madre, para que un día decida usarla para presentarse —Jazmín se burla.

Luriel está por decir algo, pero me adelanto, me pongo frente a su cuerpo y cierro distancia con Jazmín y Daniel.

Les sonrío y el rostro de ambos denota sorpresa y un poco de temor.

—Sigue hablando... Jazmín, sigue hablando... que cada palabra solo sumas —le muestro mi mano y ella ve como de mi palma sale una especie de luz verde que se va materializando en una pequeña planta—. No sabes cómo voy a disfrutar devolviendote todo lo que me dices. Llenate la boca de malos deseos y usando mi nombre de burla, que tu cuerpo entero no tendrá oportunidad de soportar el peso de tu propio odio.

—Nosotros... — interviene Daniel —,venimos de parte de tu madre... por favor hablemos antes de definirnos como enemigos... o aliados temporales.

Cierro la palma de mi mano, Luriel me mira y deja a mi cargo la decisión, yo solo afirmo. Al fin y al cabo, si madre lo envío algún plan tendrá y algo de él nos puede servir.

—Escuchemos a los mata abejas entonces —dice Luriel—. Ya mi consejera y mano derecha dio la venía.

Jazmín me mira con enojo, pero a la vez con miedo. Me gusta esta sensación de mi cuerpo al ver que puedo generar esta reacción en mis enemigos, ha valido la pena cada segundo de estudio. Ahora, a escuchar al par de sirvientes de mamá.

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