Capítulo 46. Lo que tú digas

Han pasado dos días desde la llegada de Josefina a nuestra casa. Las tensiones crecieron desde entonces.

Hemos revelado muchas cosas, y los que estábamos indispuestos logramos reponernos.

Juanjo ha evitado al máximo cruzarse con Jose, y cada que puede se pone a lado de Cenit, Anastasia es la que más está sufriendo la recuperación. Por qué el possesionem de Cariem casi la mata, sin embargo en cuanto puede hace bromas con su hermano y nos arranca alguna que otra sonrisa.

Resulta que Cariem puso las almas en su cuerpo en uno de sus "rituales" según comprendimos por encargo de la misma Irama. Solo que Anastasia quedó más tiempo del que él calculo en el internado antes de escapar, y eso la terminó afectando.

Yo estoy bien, gracias a los dioses, el hechizo de Iracema no fue más allá de ponerme débil. Pero un segundo más de ese sobre en mis manos, y estoy segura que la historia iba a ser otra.

Ahora, estamos en la sala común, todos los que vivimos en esta casa. La reunión general fue llamada por Luriel, pues en teoría mañana es la inauguración de la discoteca y también el festejo del Aretéguasú.

Sé que el grupo está dividido, entre los que desean enviar un mensaje a Franco de forma agresiva y de los que opinan que debemos ser sutiles. Yo estoy en el medio. Pero tengo demasiados conflictos de intereses.

—¿Entonces quieres enviarle una postal y una amenaza? —se burla Anastasia —. Luriel, casi mata a Vega y quieres hacer esas ridiculeces.

—Yo entiendo a Luriel —interviene Juanjo—. Se supone que somos diferentes a ellos. Y el que merece el ataque es Franco, no Iracema.

—La que hizo la invocación y el hechizo fue ella —Yara dice con indignación —. No hablamos de matarla, hablamos de devolverle el mal que hizo.

—Repito —Ana alza una pierna en el sofá y la abraza —. Casi mata a Vega.

—Pero no lo hizo —digo—. Entiendo la indignación ¿pero de verdad quieren que Iracema pague? ¿Y si Franco la tiene manipulada? Si lo hace con mi madre que es poderosa ¿por qué no con su hija?

Luriel me mira agradecido, pero no lo hago por él, genuinamente pienso eso.

—Yo creo que Vega tiene razón —Jose habla apenas, ella también sigue débil —. A mi no me manipularon, pero, creí en mi madre, porque es lo único que tenía. No quiero imaginarme a Iracema, ella no debe creer en nada de lo que le digan.

>>A demás, es nuestra igual, ella no mató a mi tía, ni uso a todo el internado a su favor, fue su padre y los otros adultos. Es contra ellos que debe ir el ataque. Pero lo más importante, salvar a los hijos de Angatupyry. Deberíamos ver la manera de hablar con Irama y ayudarla a salvarlos de la garra de esos desquiciados.

—Estoy de acuerdo —secunda Gustavo.

—Lo siento —Cenit habla—. Pero yo creo que quien apoya a Franco, merece pagar. Iracema me caía bien, pero no es capaz de analizar una situación grave por que decidió volcarse hacia las mentiras de su padre teniendo la verdad ante sus ojos.

>>Y es evidente que los que apoyan a Franco son cómplices y los hijos de los mismos.

—Los hijos no tienen la culpa —interrumpe Luriel —. De los pecados de sus padres.

Y esa frase me tocó, porque yo entro en esa categoría.

—Los hijos que no tienen idea —Cenit remarca—. Jose vio las pruebas, investigó y huyó ¿Por qué Iracema teniendo pruebas no hace lo mismo?

—Ella en el fondo lo sabe —vuelve a hablar Ana—. Solo que no lo quiere aceptar.

—Luriel, estas protegiéndola por lo que sientes por ella —Yara tira el Veneno, y me duele a mi.

—No se trata de eso —intenta decir.

—Es evidente Luriel, ella te abandonó y decidió no creerte, te atacó...

—¡Pero sigue siendo...! —guarda silencio, respiro profundo, se pasa la mano en el rostro y cerrando los ojos habla—. Una víctima de Franco.

—Y el amor de tu vida —acusa Yara ¿Por qué eso me duele? —. No te pedimos que la mates, te pedimos que le hagas lo mismo que hizo contigo. Si te atacan, los atacas.

Luriel se pone de pie y mira a Yara con un aire amenazante, juro que siento esa energía sacudirme y se me hace tan atractivo al momento de plasmar una sonrisa en su rostro.

—Nunca vuelvas a decir eso —Yara traga fuerte y el silencio se hace entre nosotros —. Iracema no es el amor de mi vida, es mi enemiga, mi rival, la chica del otro lado del bando.

>>Pero lo repito una vez más por si no quedó claro: No es mi objetivo. Y nos guste o no, es la princesa guerrera. Bajo engaño de su padre o decisión propia. Mi enemigo es Franco, Santos y Edara.

—Y cuando ellos mueran, será mi madre —digo—. Estoy de acuerdo con Luriel, Iracema es solo un distractor puesto por el enemigo.

Yara se cruza de brazos, me ofrece una mirada de indignación, pero guarda silencio.

—¿Estamos de acuerdo? ¿Sí o no? —pregunta Luriel.

—Sí Cario.

—Mientras no tengamos que enfrentarnos en perdona a esos supuestos enemigos/ aliados. Los objetivos son la cabeza envenenada. No cazamos más de lo que necesitamos, no atacamos a más de los que se merecen.

De nuevo ese tono autoritario, la verdad es que me puede por completo.

—Bien, el contraataque será mañana. —dice y mira a Zunú —. Vamos a destruir lo que queda del internado viejo. Y los Rebeldes se encargarán de rescatar huesos del museo de ancestros. Los vamos a dejar sin nada. Así mismo, están alineados para que quiten todo objeto sagrado. Nos quitaron nuestra casa... nosotros les quitaremos las marcas. Sin Arios ni Arikus, no tienen forma de invocar a los 7 para marcar a los nuevos. Que enseñen su magia al mundo... pero sin los 7.

—Es muy osado de tu parte ¿Qué pasa si la reina Gaia decide dar la bendición a alguno de ellos para invocar los sellos? —pregunta Cenit —. Si lograron que Franco tenga un sello importante.

Luriel hace un gesto de disgusto, pero me adelanto antes de que diga algo.

—Los originarios se cerraron, estoy segura que el sello lo consiguió mi madre, en cuanto a los 7, sin el fuego del Aregua... no lo tendrán. Así que, quedemos tranquilos

—Bien... —Gustavo golpea sus manos—. Ahora, iniciemos los preparativos para mañana. ¿Qué hace falta?

—Ya hay alcohol, comida y espíritus —dice Cenit—. Entradas agotadas, casi 200 personas para mañana. Va a haber mucha energía pululando por aquí.

—Y lujuria —asegura Rodrigo—. Yo solo digo, ya saben como se descontrola la juventud.

—Todo lo que necesitamos —digo y algo en eso me genera placer—. Con lo que se genere mañana aquí, será fácil el ataque de mañana.

Luriel me mira y con eso basta para derretirme.

—Sí, eso espero. Y con esto completamos el ciclo para convertirnos en Carios de verdad. Las constelaciones estarán para nosotros y nosotros para ellas. Con las almas de Mirena, Maitena y Mboirá será un éxito.

—Lo será —Anastasia habla—. Y a Franco le dará un infarto al ver como sus libros sagrados y todo material útil se hace polvo ante él, ¡Por Eirú! Qué orgasmatico.

Ana es increíble, río por su ocurrencia, al igual que el resto pero no se puede negar que compartimos el mismo placer.

—Bien, a lo suyo, —ordena Luriel—. Mañana debemos estar listos, vayan a dormir.

Nos levantamos y comenzamos a ir a nuestras habitaciones, escucho algunos portazos, cuchicheos y pasos largos.

Estoy por abrir mi puerta, pero veo la mano de Luriel en el picaporte abriéndolo por mi, y me da una especie de temblor.

Él me empuja con delicadeza dentro de la habitación y yo quedo en shock, nuestra distancia se hace minúscula. Mi corazón corre una mataron imaginaria y mi respiración juega a ser una melodía intensa.

—Última oportunidad —susurra—. Me tienes loco, cada palabra que dices, tu actitud desinteresada y tu inteligencia. ¡Eirú, las estrellas y todo el Tapekue es testigo de lo que me estás encantando!

¿Esto está pasando de verdad? La habitación a media luz, el sonido desesperado de su voz y su aliento mentolado en mi rostro a centímetros de mo boca.

—¿Última oportunidad, de qué Luriel?

—De que esto pase... hoy, porque si no...

—¿Te vuelvo loco? —pregunto en un susurro.

—Demasiado...

—Pues entonces, debería alejarme para que te mantengas cuerdo.

—No quiero cordura.

—Yo sí —digo cerrando mis ojos, pero pasando mis manos sobre su pecho.

No hay forma de describir lo que corre mi cuerpo, lo que provoca si perfume, lo que hace que imagine  con este recorrido.

—Crux... —dice en un hilo de voz tan excitante que no sé si pueda seguir rechazando.

—Luriel... hoy me enamoré más de ti...

El silencio se hizo, sus brazos me rodearon y me lleva a su cuerpo, su respiración se siente agitada, y su cuerpo cálido me vuelve de fuego, al sentir su humanidad contra mi.

—¿Por qué lo evitas?

—Por qué me va a doler una vida —digo—. Y no quiero... o sea, si quiero ¡Ñamandú y los dioses del tapekue! Te deseo...

Se acerca más a mi, pero lo aparto.

Él apoya su cabeza en la mía, se relame el labio y me da un beso en la mejilla.

—Un día, debes dejar que el deseo te gane, Crux —dice en un susurro ronco y sexy.

—Un día... pasará, pero no hoy. En serio, Luriel, vive... disfruta.

—Tú insistencia me pone más terco, no quiero "vivir" te quiero a ti.

¡Ufff! ¡Qué lo diga de nuevo!

Me centro, y niego mientras lo llevo hasta la puerta.

—Vive, para que cuando caigamos ante este deseo, la explosión sea gigante. Por qué el día que eso pase... ya no vas a querer ir con otras.

—¿Es una amenaza? —pregunta riendo.

—Es una advertencia. ¡Vete a dormir!

—Lo que tu digas, Crux

Él me tira un beso en el aire, y ni bien sale de la habitación, cierro la puerta, y me tiro contra ella.

¡No lo puedo creer! ¿De verdad esto pasó? ¿Y logré domarlo?

Esto es una victoria para mi corazón, que merece ser cuidado de la terrible bestia.

Mañana lo veré con otras, estoy segura  y eso o me ayuda a ser cuidadosa o caer ante los celos terribles. ¿Qué se supone que haga? Dormir... ¿Cómo se duerme después de esto?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top