Capítulo 33. Claridad

Al entrar a la sala veo que los altares de Kuarahy y Ñamandú están sin incienso, por lo que decido ir a encender un par, de paso quizás me prenda un cigarrillo.

Sacudo los inciensos y los dejo en cada altar respectivamente. Mientras atajo el cigarrillo con más dientes, me doy cuenta que ya no hay cerillos, por lo que voy hasta la alacena de la cocina, no encuentro nada. Nervioso y con enojo volteo, cuando mis ojos dan con Zunú, las estúpidas mariposas invaden mi estómago.

Hace semanas que venimos de un tira y afloje, y honestamente no me gusta jugar, la inestabilidad me jode.

Ya hemos dicho, ambos que nos gustamos, le he robado algún que otro beso, pero él sigue retraído. Lo peor, es que no puedo nisiquiera distanciarme de él, por que nuestros trabajos son juntos. Y por su puesto, mi orgullo jamás me lo permitiría.

—¿Buscas fuego? —pregunta mientras se acerca a mi y saca del bolsillo un encendedor.

—Gracias —digo cuando lo tomo y enciendo mi cigarrillo.

Le devuelvo el encendedor, él lo guarda y queda mirándome por unos largos segundos.

—Yo subía a buscarte —se aclara la garganta—. Ya resolví el código, estamos dentro del sistema del internado, y tenemos en vivo la geolocalizacion de Iracema.

—Genial —digo dando una calada a mi cigarrillo —. Nos falta entrar en el celular de Franco y estamos.

>>¿Ya alzaron las defensas del sistema de El Informante y la Ínterapp?

—Aún no, Rebeca está desconectada aún, supongo que esta noche podremos continuar con ello. Ya que este día van a estar cargados con la mudanza.

Zunú no deja de ver el recorrido de mi cigarrillo, y de verdad parece estar más concentrado en eso, así que lo detengo en mis labios y de inmediato aparta la vista.

—¿Quieres? —pregunto y él se queda quieto, pero finalmente afirma con la cabeza. —Toma.

Le ofrezco el mismo que estaba fumando, porque es el último que tengo.

El se realmente los labios y acepta, le da una calada profunda.

Los músculos de la mandíbula se le tensan por el acto y mi mente vuela al verlo soltar el humo que acumuló en su boca.

Observo el patrón del humo en el aire, veo las formas que se generan y entiendo que el ambiente está calmo, no hay nada de qué preocuparnos o temer. El dios del Tatachiná no nos advierte de nada.

Me vuelve a pasar el cigarrillo, lo agarro, pero cuando lo tengo paso a la otra mano y sostengo la suya para que no se aparte.

—¿Cuándo piensas que el juego va a terminar y podemos pasar a la parte interesante? —pregunto

Zunú cierra los ojos, aparta su mano, y con una actitud altanera responde.

—¿Qué te hace creer que quiero pasar del juego, Rodrigo?

—Me tienes ganas, por favor... —digo, doy una calada al cigarrillo y le soplo en la cara, el se rasca el mentón y reprime una sonrisa pícara.

—Yo creo que eres tú el que me tiene ganas, Rodrigo.

Golpeó la mesada con algo de frustración. Me volteo hacia él, bajo el cigarro sobre la mesa. Lo tomó del rostro y le doy un beso cargado. El se deja llevar, hasta que lo acorrala entre la heladera y un estante.

Me separo unos centímetros y sin soltarle el rostro le digo:

—No tienes idea de las ganas que te tengo, Ario. No me provoques, o si lo vas a hacer, hazlo a sabiendas que me vas a tener así.

>>Por favor, Zunú, dejemos de estirar cuerdas que no existen, te quiero, me quieres y a demás ambos sabemos el efecto que tenemos uno sobre otro.

Me agarra de la cintura y me presiona contra él, esto hace que suelte un gruñido y sonría con malicia.

—Bien, quiero que esto continúe —confiesa.

Por lo que le doy otro beso. Me aparto de él, y lo agarro de la mano, estiro para llevarlo hasta mi cuarto.

Pasamos por el pasillo y cuando llegamos frente al cuarto de Cenit la escuchamos soltar un gemido cargado de placer. Nos detenemos por un segundo, intercambiamos una mirada, pero la verdad el chisme puede esperar.

Llegamos a mi habitación, estiro a Zunu adentro. Cierro la puerta de un golpe y vuelvo a traer al chico hasta mi cuerpo.  Lo beso con hambre, muerdo su labio y este simple acto, hace que yo esté cargado de emociones, entre la desesperación por hacer más y la felicidad por que al fin tengo a mi presa acorralada.

Desde hace meses intenté que pasáramos de besos accidentales a él calor real de la hoguera. A qué nos digamos que nos tenemos ganas.

Comienza a sacarme la camisa, y yo la de él. Me tumba contra la pared con fuerza y me besa, baja a mi cuello, luego a mi pecho y yo alucino con sus labios sobre mi piel.

Sube hasta mis labios de nuevo en lo que su mano de forma traviesas se mete bajo mi bóxer. Respiro de forma agitada contra sus labios en lo que nuestra lenguas chocan.

Estoy listo, para arrojarlo en mi cama en cualquier momento.

Pero la burbuja estalla cunado unos golpes desesperados tocan a mi puerta.

Miro a Zunú con decepción porque no quiero que esto pare aquí, me dispongo a ignorar todo, pero al escuchar la vos de quien llama ambos nos apresurados en ponernos presentables.

—Rodrigo, sea lo que sea que estás haciendo, déjalo, te necesitamos. —Irama da una orden  y el mundo debe cumplir.

—Sí, sí señora —contesto apenas en lo que me pongo mi camisa.

—Apurense... ya tendrán tiempo esta noche, los espero en la sala. —dice.

Por supuesto, ella ya sabía lo que estaba aconteciendo en este cuarto. Al fin y al cabo es una bruja mayor.

—Mierda —susurro.

Estoy por salir, cuando Zunú me detiene y vuelve a darme otro beso muy cargado de lujuria ¿Cómo se supone que voy a salir de este cuarto así?

Respiro profundo cuando se separa de mi, se aclara la garganta y sale. ¡Maldito, hijo de puta!

Cierro los ojos, miro arriba y ruego a los Dioses poder centrarme.

Al salir de la habitación voy por el pasillo, y ya cuando estoy en la sala, veo a la Sensual Irama sentada en la isla de la divisoria entre la cocina y el comedor con las piernas cruzadas, se ve de fuego. Como siempre.

Tras de mí, vienen Cenit y Juanjo, ambos con la piel radiante... ¡Ah bueno! Debería hacerle una reverencia a mi hermano.

—Se supone que ustedes 3 —Irama nos señala a Zunú, Cenit y a mi—. Son los adultos... —sonríe—. Pero no los juzgo, solo cuiden sus traseros, no sean estúpidos.

—Sí señora —decimos los 3.

Ella se baja de la mesada y se acerca a nosotros, nos señala la mesa del comedor y vemos un libro gigante.

—La versión original y completa del libro de la realiza Arikú —anuncia —. Como sea, se deben aprender lo que está dentro de ese libro, por sobre todo antes de que celebren el Areté guasú ¿Entendieron?

—Sí —respondemos.

—¡Por Eirú! Parecen borrachos —Se queja

Quedamos en silencio al escuchar unos pasos que viene del pasillo y vemos a Luriel llegar a la reunión improvisada.

—¿Irama? —pregunta— ¡¿Pasó algo malo?

—Cario —Irama hace una mino reverencia y vuelve a su posición —. No, solo vine a dejar tarea a tu equipo, y a avisarte a ti, que tenemos permiso de Araresá y los 7 para ir a ver a tus hermanos en el profundo Astral.

—¿De verdad? —pregunta emocionado Gianti

—Sí, y vamos a ir por Orkias ¿te parece?

Luriel mira a Juanjo y este queds inmovil, se supone que él no debería salir del refugio.

—Tú jefe de seguridad está con su cabeza metida en otros asuntos —dice Irama y los 4 de este lado quedamos en silencio esperando la reacción de Luriel, pero él no capata el doble sentido—. Vas a a estar más que seguro conmigo.

—Bien, ¿Qué esperamos?

Dejé de escuchar, al darme cuenta que estoy perdiendo mi cabeza por Zunú al dejar toda la casa desprotegida por estar con él... pero por los Dioses, en verdad quiero más de Ario.

—Nos vemos —se despide Luriel y solo atino a levantar la mano.

Se van y los 4 quedamos en la sala. Nos tiramos a sentarnos y el silencio largo se hizo.

—Voy a reforzar la seguridad —dice Juanjo y se pone de pie, Cenit hace lo mismo.

—Yo también —dice ella.

Cuando ambos se retiran Zunú y yo nos miramos.

—Ellos van a terminar su festín —asegura Zunú.

—Nosotros deberíamos hacer lo mismo —digo—. Así nos sacamos las ganas y hacemos bien nuestro trabajo.

—Me gusta esa lógica.

Me estira y esta vez nos vamos a su cuarto, claro que tengo razón, este fuego hay que apagar si queremos pensar con claridad.

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