Capítulo 2. Destruido

Observo cómo el calor derrite los cubos de hielo de mi vaso, el calor de enero sofoca hasta mis pensamientos. Nunca antes había vivido un verano lejos de la pileta o el aire acondicionado.

Decidir mantener un perfil bajo, incluía prescindir de cosas que solían ser normales para nosotros. Como rebeldes, excluidos de nuestra sociedad, unidos por destruir a nuestros enemigos, viviendo en los bosques.

Gracias a Eirú nos fue fácil edificar una pequeña cabaña, las clases de construcciones con materiales naturales no fueron  clases perdidas después de todo en el internado.

Las sillas las hizo Yara con troncos de árboles caídos, la mesa Juanjo con piedras de un cerro cercano, yo alcé las paredes mientras que Gus diseñó ventanas y puertas. El lugar cuenta con agua potable, y algo de electricidad, pero es limitada, y la usamos solo cuando es necesario, todo ese sistema lo diseñaron Zunú, Rodrigo y Cenit, esta última construyó todo el sistema de cañería, el agua para beber está separada del agua que usamos para ducharnos. Esa agua se recicla y va a un depósito que se utiliza en el sanitario por un lado y por el otro para regar la huerta de Vega.

El impresionante como sus conocimientos de plantas nos ayudaron, no sólo a comer, hacer brebajes, pociones y perfumes para hechicería, si no que también para algo tan trivial como la ducha.

Por dos días se pasó buscando la planta del guembé y cuando la encontró diseñó jabones para lavar nuestros utensilios y bañarnos.

Tenemos todo, y a la vez nada. A pesar de las comodidades, estamos lejos de lo que nuestra realidad ha sido toda nuestra vida.

Sigo observado los cubos de hielo, ya son prácticamente un charco en el vaso.

—No gasto mi energía haciendo hielo —habla Juanjo quien se acerca con un plato en mano—, para que se desperdicien, Luriel.

—Lo siento —digo y voy hasta el grifo de bambú que nos provee agua potable, y lo vierto sobre lo que queda del hielo —. Pero me quedé pensando en que lo hemos logrado... tener una casa, aunque estemos en el exilio.

—Somos increíbles, y es el trabajo en equipo —presume—. Toma —me ofrece la comida—. Hoy hice algo de pollo con polenta, soy el puto amo de la cocina con leña.

—Gracias, no tengo hambre —digo y él me ofrece una mirada de enojo, baja el plato sobre la mesa de piedra y toma su clásica posición antes de darme un sermón.

—O sea que me pasé el tiempo cocinando para que me digas que no vas a comer.

—¿Cómo que no vas a comer? —pregunta Vega quién entra con una fuente gigante de ensalada—. En todo el día no comiste nada —¡Mierda! Cuando estos dos unen fuerzas yo paso a segundo plano—. Te vas a sentar y vas a por lo menos comer una fruta o un poco de ensalada.

—Vega... no tengo hambre.

—No es que no tenga hambre —habla Juanjo a Vega mientras yo me siento —. Es que está rebelde.

—Juanjo tiene razón. Y yo entiendo —se agacha para quedar a ña altura de mis ojos—. Que haga calor, que estés enojado, que la tristeza aún te aceche, pero, Luri bebé, debes intentar comer.

—¿Dónde está el resto? —desvío la mirada de Vega a ignoro que me haya tocado la fibra que no quería que salga.

Sí, estoy triste, el corazón me aprieta y el odio rebosa mi pecho. Cómo no lo haría, lo perdí todo, y el causante se sienta en el trono como si nada.

—No ignores a Vega —dice Juanjo y se va acercando a la puerta —. Y respondiendote ya se fueron a entregar una ofrenda al 7mo, ahora que somos rebeldes, debemos mantener contento a nuestro máximo protector.

>>La verdad que venir a los bosques ha sido muy acertado, muchos enemigos se presentan y es demasiado fácil entregarle al 7mo su cena.

—Ayer rescatamos a una joven  —dice Vega sentándose a lado mío—. Estaban entre 3 tipos, ya te imaginas lo que iba a proceder. Gracias a los 7, Eirú y los dioses escuchamos loa gritos. El 7mo estuvo contento.

—Un asco de humanidad —digo entredientes—. Esa gente, al igual Franco goza de demasiadas ventajas... los odio.

Me levanto de la mesa y pretendo acompañar a Juanjo, pero Vega me agarra del brazo y me niega con la cabeza.

—Aún no, Luriel —habla Juanjo—. Entiendo tu sed de venganza, pero vamos a respetar la voluntad del equipo.

—No puedo seguir encerrado Juanjo —reclamo apretando la mandíbula—. Necesito salir.

—Y lo harás —me dice Vega con una voz queda muy cerca de mi, el aroma a lavanda y romero que emana su cuerpo aliviana mi ira—. A sí debido tiempo, y volverás a hacer lo que sabes hacer... impartir justicia, pero no mientras no acabe tu duelo...

—Duelo que ni has expresado —completa Juanjo —. Perro, come algo, duerme y permítete sentir, cuando te hayas liberado... ese será tu momento de volver a salir. Nos vemos mañana, esta noche hay luna llena, así que será larga.

Juanjo se va, Vega aún sin soltarme me estira y me lleva a la silla paraque quede frente a la comida.

—Yo me quedo esta noche contigo —susurra y ese encanto de calma que me produce su aroma me relaja.

Cierro mis ojos cuando ella toma asiento a mi lado. Mis sentimientos de despojo y dolor comienzan a disiparse, mi roto corazón pesa menos y mi cabeza deja de hacer tanto ruido.

—¿Estás usando principio de paye conmigo, Vega?

—Sí... —dice sin dar vueltas—. Pero no es nada malo, es solo aromaterapia, un poco de aceititos —saca de sus bolsillos un par de frascos y me los enseña, a continuación destapa uno, se pone una gota en la mano, las frota y me las acerca a la nariz —Huele —ordena y obedezco.

El aroma a incienso y lavanda mi da paz a continuación lleva sus manos a mi cien y masajea yo me relajo y  aprecio el gesto.

—Mi papá —habla—. Me enseñó todo lo que debo saber sobre esencias y plantas... pero si no fuera por la sangre de Carina, esto no tendría el mismo efecto.

—Nunca hablas de ella —digo totalmente relajado mientras masajea ahora mi cuero cabelludo.

—Nunca preguntaste por ella —contesta con una risita encantadora —. De hecho, luego de nuestro intento de conocernos un poco más, casi ni hablamos, Luirel... pero dime ¿Qué quieres saber?

—¿La conociste? O sea...

—Sí fue en algún momento una mamá normal ... —agrega a mis pensamientos —Permiso —dice y baja sus manos a mi cuello ¡Por Eirú! Qué delicia—. No tengo muchos recuerdos, sabes...

>>Creo que yo tenía 7 u 8 años cuando pasó lo de su rebelión en el internado, y en ese entonces no tenía idea de que ella terminó siendo una asesina, me decían que murió en un accidente, y yo lo creí.

>>Hasta que llegue al primer año y me lo contaron, entendí porque tenía visiones borrosas de ella, o me parecía escucharla cantar en la casa.

>>De hecho, creo que es lo único que recuerdo con claridad de mi infancia, cuando ella cantaba. Hacía sus hechizos, y esa parta la tengo censurada, supongo que usaba magia conmigo...

—Quizás y era lo que cantaba ¿no? Ufff —se me escapa el sonido cuando ella baja mi cabeza y recorre con sus manos la zona de la cervical.

—Creo que tienes razón... —dice y separa sus manos de mi cuello por un segundo para despatar otro frasco, lo sé porque la veo bajar en la mesa el recipiente y el olor a menta llena el lugar —. Luri, puedo preguntarte algo.

—Lo que quieras —digo cuando vuelve a masajear y esta vez va a mi hombro —. ¿Confias en mi? A pesar de saber quien es mi madre.

Guardo silencio, abro los ojos y me dejo llevar por su masaje, inhalo profundo y decido hablar.

—Luego de lo que pasó con Iracema, dije que no volvería a confiar en nadie... —volteo a verla y quedamos uno frente o otro, muy, muy cerca—. Pero creo que sí hubiera sido honesto con ella, quizás, al menos iba a tener ña certeza de que ella no tenía nada que ver con su padre, a pesar de que...

—No te creyera... —completa ella y yo afirmo con la cabeza.

—Podría directamente desconfiar de todos, Vega. Después de ver tantas traiciones, incluso a mi propio tío, mi tía... y por más que analizo no encuentro la raíz de sus acciones y eso me da asco y rabia.

>>La hermana de mamá, el hermano de papá, movidos por envidia, entre hermanos...

Vega posa su mano sobre mi rostro y me acaricia, causando de nuevo paz.

—Es por eso que debes estar en calma, mientras más abrumado la ceguera se hará infinita, la verdad se muestra a nuestros ojos cuando vemos tranquilos y con cautela.

Miro directo a sus ojos marrones, sus pecas resaltan en la tenue luz de la sala, y siento algo vibrar en mi pecho. Vega ha sido de verdad una luz en los momentos difíciles en estos últimos días, pero no creí que pudiera llegar a calar tanto en mi interior.

Ella se acerca a mi, y deposita un beso en mi frente.

—Come Luri... y no te dejes llevar por lo que sientes ahora, y no hablo de la ira.

Ella se aleja de mi y antes de que intente salir de la habitación le hago una pregunta.

—¿No es real? Lo que siento ahora por ti...

—Es solo calma, Luriel. Tú aún amas a Iracema... quizás y sea real la atracción... pero eso que te salta en el pecho, es solo el efecto de los aceites. Ojalá fuera real.

—Gracias, por ser honesta...

—No tendría porqué no serlo...

Y cuando sale de la habitación, me siento relajado, calmado y con hambre... pero también me doy cuenta que me siento destruido.

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