Prefacio.

La neblina del más allá los envuelve, densa y espectral, como un juicio suspendido en el tiempo. Suleiman, el Magnífico, se encuentra ante un tribunal eterno, con sus ojos de acero fijos en la voz que lo condena. A su lado, Hurrem, su Sultana de fuego, entrelaza suavemente su brazo con el de él, su toque frío como un eco de las pasiones y traiciones que alguna vez avivaron su unión. A corta distancia, Mahidevran, la sombra de un amor perdido, observa con un orgullo desafiante en los ojos, mientras un murmullo de resentimiento se desliza entre sus labios.

—Dicen que fuimos nosotros —sisea Hurrem, con un toque de amargura—. Que nuestra rivalidad condenó al Imperio.

—Quizá porque así fue —responde Mahidevran con una voz cortante, sus palabras caen como dagas—. Tú... con tus intrigas, tus ambiciones...

—¿Mis ambiciones? —Hurrem sonríe, sus dedos se aferran al brazo de Suleiman con renovada intensidad—. Fue la debilidad de otros lo que arrastró al imperio a la decadencia, no mis sueños. Y tú... ¿acaso habrías cambiado algo, Mahidevran, si hubieras tenido la oportunidad?

Suleiman calla, atrapado entre las dos, su mirada perdida en el abismo de lo que pudo ser. Él también es juzgado, y su mente se llena de preguntas. Finalmente, su voz resuena:

—¿Quién podría haberlo hecho mejor? ¿Quién hubiera evitado el fin que nosotros no supimos impedir?

Entonces, una respuesta inesperada aparece en el aire: una visión de tres jóvenes desconocidos, de otro mundo y otro tiempo. Tres adolescentes modernos, cuyas miradas resplandecen con la ingenuidad de quienes no conocen las oscuras maquinaciones de una corte otomana, ni las garras afiladas de sus rivales. Son ellos quienes, sin más advertencia, serán lanzados al siglo XVI, ocupando el lugar de aquellos cuyas vidas definieron un imperio.

Hurrem y Mahidevran se miran con una chispa de desafío renovado. ¿Lograrán estos jóvenes lo que ellas no pudieron? ¿Tendrán la fuerza para enfrentar intrigas, pasiones y enemigos que acechan en cada rincón del palacio? ¿O repetirán sus errores, atrapados en las mismas redes de ambición y rivalidad que llevaron al imperio a la decadencia?

El destino del Imperio Otomano vuelve a pender de un hilo, y la pregunta persiste: ¿estos tres desconocidos serán capaces de cambiar el rumbo de la historia?

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