⁞ Capítulo 17: La audacia de Chloé ⁞
Aidan entró en el Salón del Trono vestido con un traje negro de corte sandoliano. La revelación de Wayra del día anterior sobre el paradero de Krih le había dejado bastante afectado. Aidan era solo un niño cuando su hermano Dimon murió, pero lo recordaba con admiración. Un chico alto y fuerte, de ojos y cabello rojos como la sangre, que montaba a lomos de un enorme dragón dorado. La gente de Pyros le recordaba con cariño. Todo el mundo decía lo mismo: una buena persona, un excelente guerrero y un astuto líder.
A diferencia de su hermano, Aidan no se había convertido en un jinete de dragón. Nunca había sentido la devoción frente a los monstruos de alas membranosas que sí le profesaban sus padres y hermano. Él estaba más que satisfecho siendo el Primordial del Fuego, sintiendo la energía y el poder del Dios Brass recorrer sus venas. No necesitaba volar. No quería sujetarse a las duras escamas de un dragón; quería que su cuerpo se metamorfoseara en llamas, sentir la magia de su tierra fundirse con su esencia. Aidan no contemplaba una prioridad encontrar al dragón de su hermano, pero era consciente de que sus padres no desecharían un oportunidad como esa jamás. Su destino estaba escrito desde que Wayra abrió su condenada boca.
—Si algo me tiene confuso —comentaba el Rey Vend sobre su asiento—, es el motivo por el cual la Diosa Serina habría ocultado el paradero de un dragón en un mapa. Al fin y al cabo, estos seres no son para nada afines al agua. Sin embargo, no sería la primera vez que las divinidades colaboran por un fin común. Velentis apoya la petición de Pyros.
Se refería a la exigencia —de petición no tenía nada— de la monarquía pyrita de mandar a los primordiales en la búsqueda del dragón Krih.
—Con el ataque a Lumiel tan reciente y Kai acechando, no sé si es buena idea mandar a nuestros mejores guerreros en busca de un dragón. —La Reina Flora se pasó una mano llena de anillos con gemas rosas por el mentón—. Aunque también es cierto que el Monarca de la Noche lo arriesgó todo para dar con el grimorio... Quizá Krih sea una pieza clave en un rompecabezas que no alcanzamos a comprender.
—Madre, ¿y si nos dividimos? —preguntó Chloé—. Podríamos quedarnos cinco en La Alianza, mientras los otros cuatro viajan en busca del dragón. Kai es solo un muchacho, le superamos en fuerza y en número.
Su hija evitó mirarla de frente. Sintió una punzada de culpabilidad por mentir a su progenitora. Se recordó por qué lo hacía. Al terminar de hablar echó un ligero vistazo a su novio. Parecía complacido con la iniciativa de Chloé. El plan iba cobrando forma a paso lento pero seguro.
—Es una buena idea —aceptó Kedro, moviendo la pierna con nerviosismo—. Es evidente que Aidan tiene que ir, mi hijo es el único de toda la Guardia capaz de acercarse al dragón sin ser devorado; le conoce.
Aidan asintió con indiferencia. Lo cierto era que Krih estuvo a punto de aplastarle con una de sus garras cuando tenía cinco años. Aidan se llevó un susto de muerte y tuvo miedo de salir del Palacio de la Llamarada durante varias semanas. No, no le gustaban los dragones e ir un busca de la misma mágica y grandiosa criatura que fue incapaz de proteger a Dimon de las fuerzas de Rey Darco, le resultaba una idea cuanto menos ridícula. ¿Qué iba a cambiar el gran dragón dorado en esa batalla? Si no pudo matar a las sombras antes, tampoco podría hacerlo ahora. Sin embargo, no se opuso.
—Por mucho que me pese, yo debería acompañarle —se ofreció Ilan.
El joven fingía sentirse agobiado por semejante propuesta, cuando en realidad su interpretación no era más que una artimaña para convencer a los reyes de su honorable sacrificio. Chloé y Wayra permanecieron expectantes, preparados para rebatir cualquier reproche y apoyar la iniciativa del Guardián del Bosque. Era vital que fuese incluido en el equipo de expedición.
—Pues claro que deberías, chico. —Chiska se acomodó en su trono y apretó los puños. Parecía a punto de estallar en un ataque de locura—. Llevas el mapa que nos guiará hasta Dimon en tu piel. Tanto tú como Bianca debéis partir con mi hijo, pues, según vuestras declaraciones, nadie más es capaz de leer las runas, ¿no es así?
La Guardiana del Hielo asintió con la cabeza. Podían transcribir el mapa, pero la copia también podía ser destruida. Era más adecuado contar con el original. Todo estaba saliendo divinamente. Tres de cuatro conseguidos; solo quedaba convencerles de que Marina debía ser la última guerrera con algún estratégico motivo y la partida en busca de la Tristeza del Océano sería una realidad.
—Con todos mis respetos, Altezas. Tengo que ser la cuarta integrante. Soy la Guardiana del Rayo, la compañera de Aidan. —Enya avanzó un par de pasos al centro de la sala y miró a los soberanos con desafío—. Debo ir.
—¡Me niego en rotundo! —Estalló súbitamente la Reina Wina—. ¿Tres pyritas y un sandoliano? ¿Y qué ocurre con los velentinos? ¿Acaso no tenemos nada que opinar? Esto es una misión de vital importancia para La Alianza, ¿no es así? Pues en ese caso deberían ir dos primordiales al menos. Mi hijo Wayra será el último guerrero.
—Por mí no hay problema. —Kedro se recostó en el sillón y sonrió satisfecho—. Enya, eres la Capitana del Ejército Pyrita. Tu deber te obliga a quedarte en las tierras del fuego, donde serás más útil. ¡Queda decidido, Wayra será el cuarto miembro...!
—¡No! ¡Esperad, no!
Todos los ojos se situaron sobre el Primordial del Viento, que por un breve instante había perdido el control, evidenciando su preocupación a todos los presentes. Wayra se obligó a recomponerse y respiró hondo. Tenía que pensar rápido.
—Ayer se decidió que Sira y yo nos encargaríamos del grimorio. —Intentó que su voz transmitiera una seguridad que no sentía—. Que sepamos, Krih no tiene por qué ser lo que buscaba el Monarca de la Noche en el libro de hechizos. Traducir el grimorio también es de vital importancia, tanto como lo es encontrar al dragón dorado. —Miró a sus padres con intensidad. ¿Cómo convencerles de que él no debía ser parte de aquel viaje?—. Esto no es una misión de Velentis, Pyros o Sandolian. Es una misión de la Diosa Serina y solo hay uno de nosotros que fue bendecido directamente por ella.
—Marina —murmuró la Reina Flora.
—Exacto. Su diosa nos han marcado un camino. —Señaló a la Primordial del Mar—. ¿Entendéis? El dragón del príncipe Dimon, la diosa de las Tierras de Meridia, el portador del mapa y su lectora. ¡Deben ser ellos cuatro quienes encuentren el dragón! Marina, Aidan, Ilan y Bianca; dos primordiales y dos guardianes. —Miró a los ojos negros de su madre—. Además, Velentis debería ser capaz de confiar en ellos tanto como las demás tierras de La Alianza han aceptado sin reproches que sea nuestro reino el encargado de traducir el libro de hechizos.
Enmudeció, esperando que su discurso hubiese hecho mella en los demás. La Reina Wina le observaba con una expresión indescifrable. Wayra sabía que después de esa argumentación no podría negarse, pero ¿qué había de la madre de Chloé? La Reina Flora todavía no se había pronunciado. Cerca de ella, la última jinete de dragón fruncía el ceño en señal de desaprobación.
—Bianca es tan bendecida por la Diosa Serina como la Princesa de Meridia —dijo mientras se erguía sobre su asiento—. Con ella debería ser suficiente. Marina no viajará. Si Wayra no puede, que vaya la Princesa Chloé en su lugar.
Enya sonreía satisfecha. Quería acompañar a Aidan en su aventura, pero se conformaba con permanecer en el reino si Marina lo hacía con ella. Por un breve instante fue consciente de que empezaba a dejarse dominar por los celos. Sacudió la cabeza y se recordó a sí misma que aquella comparecencia era algo serio. No podía dejar que sus sentimientos se entrometieran entre Marina, Aidan y el destino del mundo. La Guardiana del Rayo podía tener muchos defectos, pero su lealtad para con Pyros era siempre lo primero. Le fastidiaba tener que reconocer que la Reina Chiska estaba siendo irracional.
—Yo no puedo ir —se negó Chloé.
—¿Y por qué no? —Chiska la miró con ira en sus ojos rojos—. Marina está débil desde el ataque a Lumiel y el reino de Pyros tiene encomendada su protección. No pondremos su vida en riesgo.
Frente a su madre, Aidan pensó que la capacidad para mentir de su progenitora no conocía límites. Miró a Marina discretamente. Ella parecía tan ofendida como él, aunque había retomado su mala costumbre de mantenerse sumisa y cumplir órdenes. ¿Por qué no se pronunciaba? Todos estaban hablando de ella como si se tratase de un mero instrumento de combate. ¡Era la elegida de la Diosa Serina! ¡La Primordial del Mar! ¡Que luchase por su destino!
—Eso es cierto, hija —afirmó la Reina Flora—. Quizá deberías acompañar a Ilan, es tu guardián.
—Alteza, la corona de Sandolian no puede prescindir de la heredera al trono así como así... —intervino el mencionado rápidamente.
—Tonterías, Ilan. —La Reina hizo un gesto con la mano—. ¿Poner en riesgo la vida de la última meridiense y no la de mi propia hija? Marina es tan importante como Chloé y si hablamos de enviar dos primordiales a un peligrosa expedición, la Princesa de Sandolian estará encantada de servir a las tierras libres. ¿Verdad que sí, Chloé?
La Primordial de la Tierra se mordió el labio. Su madre era astuta como un zorro. No podía negarse. Hacerlo sería reconocer que su vida era más valiosa que la de Marina, un acto pedante y totalmente incierto que haría peligrar su relación con su mejor amiga. Aquel era un buen momento para que Wayra improvisase de nuevo y le salvara de semejante encerrona, pero el Primordial del Viento no dijo nada. ¿Cómo iba a hacerlo? La noche anterior Chloé le había amenazado con delatarle si volvía a tomar una decisión unilateral arriesgada...
Pensó rápidamente y habló:
—Estoy embarazada, madre.
La sala se convirtió en un alboroto.
Wayra no supo si aquella afirmación era cierta o no. Lo que sí que tuvo claro es que había sido la excusa perfecta para que la Reina Chiska aceptase a regañadientes que Marina debía acompañar a Aidan, Ilan y Bianca en busca de la Tristeza del Océano. Bueno, técnicamente, en busca del dragón dorado Krih.
—¿De qué hablas Chloé, cómo...? —Su hija encinta y antes del matrimonio, aquello era una escandalosa noticia para cualquier sandoliano—. ¿De quién?
La princesa señaló sin titubeos a Wayra. Eso dio lugar a exclamaciones de horror por parte de la Reina Wina y el Rey Vend. Tan solo la monarquía Pyrita parecía no ver la problemática del asunto. En el reino del fuego los hijos extramatrimoniales estaban a la orden del día. No se regían por normas antinaturales como los reinos vecinos. Los casamientos se celebraban y disolvían un día sí y otro también. Los partos solían ser motivo de dicha con independencia de su ascendencia.
—No queda más remedio —murmuró el Rey Kedro al oído de Chiska, asegurándose que el momentáneo caos impidiese los demás escucharles—. La Princesa Errante estará con Aidan, no te apures. Además, desde que volvieron de las aguas termales, Marina porta un brazalete de plata cubriendo la marca para evitar que se desvanezca. Irá bien.
La mujer dudó y miró a la Primordial del Mar. Era cierto. La chica se había cubierto el brazo, concretamente la zona de la cicatriz, para que la lluvia de Sandolian no desdibujara la marca de Pyros. Mientras no se quitase el brazalete de plata estaría a salvo. Aun así, Chiska sentía que no podía fiarse de la joven pareja.
—Nuestro hijo está muy desafiante últimamente, esposo.
—Eso es por qué no le hemos contado toda la verdad. —Kedro miró a Aidan, que estaba demasiado ocupado presenciando la confesión de Chloé como para prestarles atención—. Cuando lo hagamos, lo entenderá.
Hubo otro receso. Los reyes de Velentis y Sandolian se refugiaron en una sala a parte con Wayra y Chloé para aclarar esa escandalosa situación. La conversación duró horas en las que el resto aprovechó para retirarse a sus aposentos a descansar o a comentar la jugada.
—¿Crees que por eso Wayra estaba tan raro? —le preguntó Daren a su hermana mientras mordía una manzana. Las comparecencias ante los reyes siempre le dejaban hambriento—. ¿Tenías idea de que estaban juntos? Yo me acabo de enterar.
—Sí, Wayra me lo contó hace poco. —Sira no despegaba sus ojos negros de la puerta, esperando a que sus padres salieran en cualquier momento—. Les van a obligar a casarse antes de que a Chloé se le note.
—¿Lo sabías y no me lo dijiste? —Daren tosió y abandonó el hueso de la manzana en una bandeja—. ¡¿Por qué nadie me cuenta nada?!
—Porque es su secreto. De todos modos no creo que tenga nada que ver con los cuatro talismanes que me pidió encantar. —La princesa se masajeó el cuello. Descifrar las ocultas intenciones de su misterioso hermano era agotador—. Hay algo más.
El bastardo de la Reina Wina estaba demasiado trastocado con los últimos acontecimiento. El tema de los talismanes ya no le parecía tan importante. ¿Iba a ser tío, no? ¿O medio tío? Realmente, ¿qué sería él para el hijo de Wayra y Chloé?
—¿Y lo de Marina y Aidan también lo sabías? —preguntó.
Sira se dio la vuelta y frunció el ceño.
—¿Qué es lo de Marina y Aidan?
—Esos dos también están juntos —respondió Daren como si fuese evidente—. ¿No has visto cómo se miran? Sospecho que están liados desde lo de Lumiel. Algo pasó durante la batalla...
—Sí, el inútil de Aidan casi la mata. No es la clase de gestos románticos que enamorarían a Marina.
—Que no, que no. —Sacudió la cabeza el Guardián de la Luna—. Sienten algo el uno por el otro y no es odio. Estoy convencido.
Sira abrió la boca para decirle que estaba loco. Entonces la Reina Flora salió con aspecto serio y regio, empujando las puertas ella misma, para avisar de que la comparecencia proseguiría en pocos minutos. Los dos entraron en el Salón del Trono de nuevo, expectantes por saber qué más podía ocurrir durante aquel inolvidable día.
Honestamente, Marina esperaba más que las conclusiones de la comparecencia. La Reina Flora no dijo nada respecto a la situación de Wayra y Chloé, aunque de alguna manera todos daban por hecho su inminente casamiento. En su lugar, la soberana de Sandolian se limitó a manifestar que su reino respaldaba la idea de que los cuatro elegidos partieran en buscar de Krih.
La Princesa Errante se había mantenido discreta durante las aburridas horas de la comparecencia. No se había centrado en aspectos técnicos sobre si su presencia sería un mejor activo en la descodificación del grimorio, en campo abierto durante la batalla contra Kai o en una misión secreta orquestada por la Diosa Serina en la búsqueda de un dragón dorado. Le daba completamente igual, pues de alguna manera en lo único que podía pensar era en su reciente sueño. Había visto a su hermana mayor, a Anahita, y aunque pudiese resultar una mera coincidencia, no podía negar que últimamente cada cosa extraña que ocurría estaba enlazada con otra y tenía un significado.
«Nosotras te ayudaremos, hermana» le había dicho. ¿Ayudarla a qué? ¿A matar a Kai? ¿A encontrar el dragón? ¿A descifrar el libro de hechizos?
—Partiréis en tres semanas —ordenó el Rey Vend, tras haber llegado a un consenso con las demás monarquías—, justo después de la celebración del Decimoséptimo Aniversario de La Alianza. Es importante que sigamos aparentando normalidad y que los espías del Rey Darco no averigüen qué nos proponemos. Por tanto, os dejareis ver durante el evento y después marchareis siguiendo el mapa la última noche, tras el Baile de las Victorias.
Marina asintió. El aniversario de los acuerdos de La Alianza consistía en tres días de juegos, bailes y torneos. Era una época esencial para dar rienda suelta a la ilusión y la dicha de los pueblos libres de Eletern. Si lo cancelaban, los súbditos sabrían que el ataque a Lumiel había sido tan peligroso e imprevisto como en realidad había ocurrido y cundiría el pánico. Debían actuar con normalidad para mantener las apariencias y, más importante todavía, despistar a Kai.
Antes de dar por terminada la sesión, Marina carraspeó y atrajo la atención de todos los presentes:
—Creo que, si todos nosotros vamos a estar tan ocupados durante los próximos días con el dragón, el aniversario y el grimorio, alguien debería encargarse de atrapar a Kai. —Sus ojos azules se posaron sobre los violetas de Enya—. Pyros merece venganza por lo que pasó en Lumiel y por lo que ocurrió el otro día con el problemita de los espejos. —Desplazó la vista hacia Daren—. Parece que también tenemos un guardián tan habilidoso entre las sombras como el propio hijo del Monarca de la Noche. Considero que ambos deben planear un contraataque, no podemos dejar que las fuerzas del Rey Darco destruyan nuestras ciudades sin consecuencias. Además, hay que mantenerle ocupado mientras buscamos al dragón.
El Rey Kedro sonrió. Llegaba su deseado momento para hablar de la guerra. Nadie planificaba una batalla como lo hacía el soberano del reino del fuego, que prácticamente había nacido para combatir, y por eso hubo unanimidad al respaldar la propuesta de Marina. Enya y Daren se encargarían de liderar la venganza, siguiendo la estrategia que ideara el hombre más agresivo de Eletern.
Y lo harían en Handros, allí donde Pyros colindaba con Meridia.
Bueno, es posible que este capítulo haya resultado un poquitin confuso con la cantidad de gente e información que he presentado en tan poco tiempo. Lo más importante es que quede claro que la Guardia de Élite se ha dividido en grupos y que, próximamente, intentaremos seguir en la mayor parte esos grupos:
- Búsqueda del dragón Krih: Aidan + Marina + Ilan + Bianca
- Descodificación del grimorio: Wayra + Sira
- Contraataque en Handros contra las sombras: Enya + Daren.
Chloé, como imaginaréis, tendrá su propio drama MUY movidito... 🤐
¡Nos vemos pronto con el capítulo 18!
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