40. La rebelión de la bruja.

CAPÍTULO XXXIX:
La rebelión de la bruja.


Kalena.

El frío se volvía imposible a medida que avanzábamos y la nieve ya formaba capas sobre los chaquetones y capas de los soldados.

Íbamos a campo abierto, el blanco nos rodeaba como si estuviéramos a las puertas del infierno, pero no desistimos, y decidí continuar cabalgando al frente de la caravana, mostrar ejemplo y no recluirme entre el interior de terciopelo del carruaje.

Por más tentadora que fuera la idea.

──Deberíamos descansar ──sugirió Nezal.

──No ──determiné──, eso solo nos retrasaría un día más.

Solo hasta entonces volteé a ver a los soldados tras de mí.
Conocía la cara de la mayoría y noté que los mercenarios habían decidido ir con Killian. Detrás formaban los kerasi ─como Kaiser denominó a mi campaña─ y los tervos ─soldados de élite a orden de la capitana.

Tiré de las riendas para detener mi caballo, podía leer el desconcierto en la cara de Nezal, quien esa mañana lucía inquieta, algo bastante inusual en ella.

Alcé la vista al notar una sombra cruzando sobre nosotros, capté las alas impolutas del búho extendidas con una magnificencia admirable.

El símbolo de Val Velika.

Ajenos a mi incomodidad, dos soldados detrás nuestro contaban el chiste sobre la panadera, el cura de Arrel y el soldado.

──¿Pasa algo? ──indagó Nezal.

No le respondí. Permanecí atenta al susurro del viento. En la lejanía los árboles se removieron con calma.

──Él se fue con los mercenarios ──me retracté ante mi palabra──. La campaña de los tervos…

──Todos los soldados de las ciudades exteriores son mercenarios, su lealtad yace con el oro y la plata ──desdeñó.

──Todo hombre sensato debería tener un precio ──recordé las palabras que alguna vez le había escuchado decir a Ciro.

──¿Piensas que serían capaces de traicionarnos? ──indagó Nezal──. La capitana Eyron los envió y su aberración por Varratrás es bien conocida, lo que les prometió no debió ser una suma nada despreciable.

──¿Podemos alcanzarlos? ──insistí.

Killian tenía quinientos hombres y de esos al menos trescientos entregarían su cabeza sin dudarlo. Los otros la cederían por miedo, al resto no le importaría tanto como para morir por ella.

Diferente hubiera sido todo si contáramos con los lobos de Katreva.

Entonces comenzó.

La tierra se rajó entre nosotros, la caravana se abrió y una fila de soldados se cayó entre los quiebres.

Veladores de la tierra.

Ese movimiento fue solo un espectáculo para desviar nuestra atención y romper nuestra formación, luego empezó la verdadera cacería.

Los soldados salieron de todos lados para rodearnos en la pradera.

Las flechas llovieron con precisión mecánica, alcé el brazo y las detuve al aire, un momento antes de lanzarlas lejos.

──Debes permanecer a salvo ──me gritó Nezal.

Pero no hubo manera, espoleé mi caballo para abrirme paso entre la caballeriza, necesitaba tener una vista más amplia del panorama.

Acerté a barrer la segunda lluvia de flechas, luego una atacó a mi yegua y caí contra el suelo, el impacto me dejó aturdida.

Cuando me puse de pie creí que el piso se abriría a mis pies, aturdida, mi cuerpo amenazó con desvanecerse, pero me obligué a seguir.

En medio del zumbido y el pitido que provocó el estallido de dolor en mi cabeza, podía escuchar un vozarrón sobre todo el estruendo de la batalla y los gritos de guerra.

Kaiser lanzaba indicaciones, pero mi cabeza estaba demasiado embotada como para darles sentido.

Lo vi cortarle la cabeza a un hombre antes de acercarse a mí, todavía montado en su caballo como el retrato del más feroz guerrero.

El cielo gris rugía detrás de él, sus ojos verdes destellaban furia, saltó al suelo junto a mí.

──Debe huir, siraytza ──ordenó.

Me ayudó a levantarme y me ofreció las riendas de su caballo.

──Ninguno de ellos la quiere muerta, pero acá será un rehén fácil para cualquiera.

Una mueca de angustia retorció mi rostro, pero no pude responderle. Aun así le lancé una última mirada de agradecimiento antes de irme.

Debía ir a la retaguardia, por Killian.

Cabalgué lo más que pude, tan fuerte y lejos como me permitió el sentido común, los latidos de mi corazón tenían embotados mi sentidos, el rugido del viento embravecido me envolvía.
Hubiera cabalgado hasta el fin del mundo.
Dos flechas estuvieron a punto de alcanzarme y aunque yo no recibí el impacto, escuché el relincho herido del caballo con la primera.

No me permití caer, y tampoco el animal, que siguió galopando pese a la herida en su parte trasera.

Acaricié su pelaje para darle una tranquilidad que yo no era capaz de alcanzar.

Sabía que la pantera podría salvar a Killian. Solo Blak.

Observé el campo de batalla, una danza de espadas de las que el blanco diáfano sacaba destellos, aunque el rojo amenazaba con teñirlo todo.

Soldados enfrascados en una lucha encarnizada, vi ojos sangrantes, piernas rotas y brazos cercenados.

Cerré los ojos con fuerza, solo un momento aturdida por el horror, me obligué a mirar, a reconocer la carnicería que mi rebelión había causado.

Me dejé caer cuando llegamos al final de la caravana, observé la lucha febril en el prado albar, corrí en busca de Killian.

Convoqué el poder, ese que residía dentro de mí, que me envolvía como una segunda piel, estiré de sus hilos hasta tenerlo en la punta de mis dedos, a mi alcance, bajo mi voluntad.

El viento se revolvió en el campo, volaron las chaquetas y las armas de los soldados desprevenidos, mis cabellos ondearon como hilos sueltos rozaron mi rostro.

Podía sentir la energía fluyendo densa a través de mí.

Entonces un aro de fuego me rodeó, el viento lo envolvió y el calor me calentó la piel, fue una peligrosa advertencia.

Ciro estaba tratando de derrocarme.

No me importaba, gastaría todas sus energías en aplacar las mías y así no podría usar nuestra fuerza en el campo de batalla, yo estaba bien al resguardo, pero ellos necesitaban de la guía de su líder.

La voz gélida de Ciro inundó mi mente.

«Si lo quieres, ven por él».

Cuando me abandonó, observé el círculo de ceniza donde antes me envolvió el aro de fuego, un par de soldados me contemplaron como si fuera la reencarnación de una bruja.

Empujé mi poder aun más, levanté una ráfaga que hizo levitar una fila de soldados cirios hasta terminar volandolos por los aires.

Necesitaba una imagen más amplia, por lo que utilicé al búho como mi guía.
Obtuve el plano desolador de un campo arrasado, soldados desperdigados como rubíes sobre la nieve.

Todo eso había sido una emboscada.

Nívea arrancó la pierna de un cirio que me había intentado tomar desprevenida.

Encontré a Killian no muy lejos, luchando con el apoyo de Blak, aunque era superado en número y el hacha era lo único que le permitía mantener a los soldados enemigos al ras.

Corrí hacia él con la tigresa a mi lado, luego ella se adelantó para servirle de refuerzo a la pantera negra.

Dejé que un torbellino se abriera entre el campo de batalla, pero rápidamente se descontroló hasta arremeter sin distinción entre enemigos y aliados, se calentó hasta subir y desde ahí el cielo tronó en una amenaza inminente.

Killian le cortó el cuello al último enemigo que le quedaba en pie, el hombre cayó gorjeando de rodillas.

El alivio me llenó pese a la sangre en la parte posterior de mi cabeza, la que goteaba de mi nariz y la amenaza de tormenta sobre el campo de batalla.

Entonces lo vi, un jinete negro galopando en dirección a Killian, intenté correr hacia él, lo hice.

Killian todavía estaba aturdido, se quitó el yelmo que lo protegía y Blak no apareció desde ningún lado.

Su nombre se perdió en un grito de mi garganta.

Nívea fue rápida.

Raelar Sinester lo fue mucho más, su mazo acertó un golpe en la cabeza de Killian.

Nívea se lanzó contra el comandante y logró derribar al jinete, mi atención fue al cuerpo tendido sobre la nieve.

Me dejé caer a su lado, la nieve embarró mis rodillas, mis botas y el pecho sangrante de Killian.

Abrí la boca, pero nada salió.

Contemplé sus ojos ámbar abiertos y opacos, mirando a la nada, un costado de su cabeza estaba cubierto de sangre y un charco se formaba debajo de él.

Su sangre densa y viscosa resbaló entre mis dedos cuando intenté sostenerlo.

Mis lágrimas cayeron en su mejilla, su frente, las quité de sus labios y escondí mis sollozos en su pecho.

Olía a sudor, a pino, sangre y a muerte.

──Kesare.

Podía sentir su presencia, detrás mío, el vínculo tirando.

Me aferré a Killian, escondí mi cabeza en su hombro, pero él no se inmutó.

Era una estatua inerte.

──Kesare.

Me aferré con fuerza a su cuerpo, lo envolví entre mis brazos y escondí mi cabeza en su cuello, sabiendo que así nadie podría sacarmelo, Rella no podría llevárselo.

──Vuelvan ──le pedí a las sombras──. No dejen que se lo lleve, vuelvan.

Pero ellas también se habían ido.

──Kesare.

Evité mirarlo, pero a un lado del charco viscoso pude ver a Blak, estaba acostado y tan quieto como su compañero.

No grité cuando Ciro me arrancó lejos, estaba congelada, sin poder reaccionar, solo el susurro de mi voz me persiguió hasta el campamento.

Vuelvan.

Al despertar noté que estaba en un carromato, no sabía cuánto había dormido, pero mis heridas estaban vendadas y el hueco se sentía inmenso en mi pecho.

«Tendrían que matarme para permitir que vuelvas con él»

Rompí en llanto, sosteniendo el lugar donde mi corazón se había quebrado.

Por la noche, me arrodillé junto a mi cama y le rece no al Arakh, no a la Madre, le pedí a Rella.

Le ofrecí a Rella cualquier cosa que quisiera en el mundo, la devoción más ciega, el séquito más grande.

Solo le pedí por venganza.


Este era EL CAPÍTULO, uno de los puntos que tenía definidos y no cambió desde el primer borrador, creo que es muy importante para Kalena atravesar algunos puntos sola.

¿Impresiones, quejas, cartas de renuncia, amenazas?

Dejo la canción de florence + the machine porque fue lo que me motivó a continuar con la novela, si ceremonials no te da ganas de escribir una novela de fantasía nada lo hará.

Espero les haya gustado el capítulo (o no)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top