22. La Hermandad entre las Bestias.

La Hermandad entre las Bestias.


KALENA

El bandoneón lloró mi entrada al recinto, sus acordes parecían alargarse en lamentos que me precedieron hasta que el Cuervo fue a mi encuentro.

Extendió una mano que acepté con mis dedos enguantados, Ciro realizó una reverencia, dejando un beso en el dorso.

Tomó mi mano para dirigirnos a la pista, los presentes nos siguieron como una parvada de cuervos.

──Puedo decir que estás hermosa, Kesare.

──Puedes.

Su mano se deslizó por mi cintura, y las sombras me susurraron al oído.

Su mirada gris y dura, que se había visto como un espejismo todos esos meses y en ese momento no se parecía menos a la de un fantasma.

──¿Qué es lo que buscas, Ciro? ¿Para qué convocaste esta reunión? ¿Esperas que la gente me acepte como tu consorte? ¿Piensas volver a ese juego?

──Eres mía, Kesare, desde que firmaste ese pacto ──Sostuvo nuestras manos en alto──. Desde que aceptaste los votos en la torre de Escar, incluso ahora, con el hambre con el que me buscas, sigues perteneciendome.

Cortó la distancia hasta que su naríz rozó la mía, me obligó a retroceder hasta que terminé por escabullirme y él volvió a tirar de mi brazo para acercarme.

──Sigues viéndome como un trofeo para recuperar ──espeté, con su respiración en mi oído──. Deberías empezar a verme como tu enemiga, acostumbrarte a eso, porque es la única forma en la que me tendrás de ahora en más.

Él recorrió el camino por mi brazo hasta tirar una a uno de los dedos del guante, la seda se escapó de mi mano, escurriendo de mi piel como agua.

──Justo ahora, cuando tu piel busca la mía y puedo sentir tu deseo, Kesare ──susurró a mi oído──. ¿Dices que me odias?

El nudo se retorció en mi estómago.

──Lo hago, y no confundas la lascivia con lo que quiero, no importa lo fuerte que te desee o necesite ──Volteé para encararlo──. No es más que un vestigio de lo que sentí por ti una vez, no es más que una exigencia del vínculo.

──Entonces odiame, estoy empezando a creer que será mucho más divertido ──Sostuvo mi cuello hacia él, obligando a que lo mirara.

Las sombras chillaron, rodeandonos.

──Volverás, Kesare, quizás no esta noche ──determinó con su pulgar acariciando mi mejilla──. Pero ese lazo no va a romperse y ningún imbécil va a llenarte como yo.

──¿Y tú? ¿Qué tienes para ofrecerme más que una noche?

──Un imperio.

Fruncí el ceño.

──Firma el acuerdo de paz conmigo, Ciro ──le pedí──. Si dividimos el imperio podremos acabar con las disputas.

Ciro me observó con una sorpresa incrédula.

──¿Viniste aquí para ofrecerme un trato de paz?

Entrelacé nuestras manos, aquellas que llevaban la marca del pacto entre ambos, busqué la compresión en sus ojos y Ciro separó los labios, pero no dijo nada.

──Acepta mi pedido, Ciro, no quiero una matanza y Escar no resistirá otra guerra.

Acarició mis mejillas con suavidad, como si pudiera romperme si ejerciera el mínimo de presión, Ciro siempre me había tratado de esa manera.

──Eres demasiado buena y noble para ganar una guerra, Kesare, y yo demasiado egoísta para aceptarte de otra forma que no sea a mi lado.

Dejó un beso rápido en mis labios, antes de dejarme en medio de la pista.

Lo observé marcharse para dejarme sola en medio de la multitud, yéndose con la última oportunidad de paz para Escar.

Un pueblo perecería porque no había sido capaz de dejarlo marchar aquella noche.

Ese día, antes.

Antes de que comenzara la gran fiesta, decidí ir en busca del príncipe Sinester, si había posibilidad de pedir paz en esa tierra, era con la familia que había sabido doblar la rodilla para no ver perecer sus tierras.

Fui en su búsqueda, sin intermediarios, no quería que nadie supiera de encuentro.

Lo encontré en el salón del jardín, un guardia anunció mi llegada, noté su mirada todo el tiempo sobre mí, pero en mis años como forea había aprendido a ignorar sus escrutinios.

La mujer que lo acompañaba no tardó en ser escoltada fuera de la habitación, una señora cubierta por telas de lino y cuentas colgando de los dobladillos de esta.
Cuando me miró, su piel pálida como la de un muerto debajo de su capucha, me brindó una sonrisa cómplice y lúgubre.

──Mi siraytza ──Sus dedos se cerraron alrededor de mi muñeca y Nívea la rodeó con más presteza que el guardia──. Perderá tres veces y ganará una más antes de sentarse en el trono. Rella es caprichosa, y oscuros son los caminos que le alberga.

Me safé de su agarre, pero ella volvió a mostrarme esa sonrisa gris y lobuna.

──El vínculo toma la forma del vínculo existente, no deberías haber vendido tu alma a Rella, Kalena Kurban.

El guardia se apresuró a empujarla lejos.

──Vamos, vuelve por donde viniste o el tuyo será el único destino oscuro.

──¿Quiere su ejecución, moi siraytza? ──ofreció el guardia que la escoltaba.

──Solo saquenla de mi presencia.

Me apresuré a entrar en la sala donde esperaba el príncipe, lo encontré frente a una mesa vacía.

En el palacio imperial de Escar, sus estructuras y diseño estaban dispuestos para ser imperiosos, para provocar la intimidación y aprensión en quienes lo visitaran, dejando constancia del poderío y grandeza del imperio.

En Valtaria, incluso entre sus paredes de complicados diseños lúgubres y techos en pico, cada habitación del palacio estaba pensada para el disfrute de sus habitantes y deslumbramiento de sus visitantes.
Una mirada era suficiente para perderse en la belleza de sus muebles y paredes.

Esa sala no era menos ejemplo de aquello.

El príncipe se puso de pie ante mi entrada, me recibió con la venia más pulcra que le permitía su bastón.

──¿En qué puedo ayudarle, moi siraytza?

──Por favor, déjenos solos ──ordené a los guardias.

Solo una vez los guardias se fueron, continúe.

──Imagino sabe que el motivo de tantas visitas en su Corte no es precisamente alegre ──señalé.

Nívea lo observó con curiosidad.

──Creo que después de un tiempo empiezas a leer las guerras como el mal tiempo y un dolor de rodilla.

Esbozó una sonrisa, lenta y ligera, se esfumó como la brisa.

──Sé que lo elemental para usted, será también la paz de su pueblo, Valtaria no puede recibir batallas, no está preparada ──expuse yendo al punto──. Nombre a Raelar Sinester su heredero, su heredero se casará con mi segundo hijo, con su apoyo volveremos la paz a Escar.

──Sabe que si volvemos a permitir el culto a Rella, todos se lanzaran sobre nosotros, no habrá paz.

──Lo habrá ──afirmé──. Rella siempre ha protegido a los Sinester, tendremos el apoyo del ejército con Beltrán, las ciudades exteriores, las islas de Katreva con Heletrar y de las familias antiguas que siempre han seguido a los Vaetro.

»Abriré un parlamento en Escar, con representantes por territorio, seremos un territorio mejor unificado y verán que los Raguen no somos un peligro.

──Disculpe, siraytza ──me respondió con un asentamiento──, pero, ¿en verdad cree que los Raguen levantamos tanto miedo como para que nos quieran exterminar? La única amenaza que ven en nosotros es el hecho de que tenemos alcance a un don que no se les concede a todos.

»Necesitaban un culpable por la caída del imperio, una razón para destruir todo lo que construimos, para arrasar nuestras tierras sin culpas, y la encontraron en Rella.

»No nos darán ahora el poder que ellos mismos nos quitaron.

──No podemos seguir peleando guerras pasadas.

──Eso es lo que usted cree y quiere, mi siraytza, quiere la paz, pero sabe que la guerra es la única salida ──indicó con solemnidad ancestral──. De otra forma no hubiera buscado apoyo en Seleari, no hubiera tomado el ministerio de Guerra, el saerev realizó esta tregua solo ante la presión que vio por sus acercamientos, y no hay otra forma más que esa.

──¿Dejará a Valtaria perecer?

──Permití que perecería cuando negué a Rella, cuando admití el sistema de castas para lavar la sangre de mis ancestros ──Algo como ira se removió en su mirada──. Esta ciudad, Valtaria, se fundó sobre la agonía de mi sangre, los Sinester nunca debimos huir de Escar y condenar a nuestra descendencia a esconderse de esa forma. No debimos, y no lo haremos ahora.

Nívea pareció apaciguarse con el discurso, se mantuvo quieta, con la guardia baja, rendida.

──Nos cazarán como demonios.

──Entonces deberemos pelear como unos.

KAISER

Observé a Ciro Várratras salir de la habitación, supuse que iría a beber en un salón reservado, y lo seguí.

Él ingresó, echando a los soldados de la puerta y cerré detrás de mí al entrar.

──Heletrar, ¿no irás a ver la ceremonia de encamamiento? ──Se sirvió una copa──. Desvestirán al novio y a la novia entre todos, creo que tú tienes práctica en eso.

Abrí el puño en el que sostenía mi mano.

──No vine a escuchar tus estupideces.

Él rodó los ojos, se recostó de forma leve contra el escritorio, noté que no quería quedar en desventaja al sentarse, mantenerte siempre al nivel de tu adversario, era algo que aprendimos en el centor.

──Vengo a ofrecerte un trato, mucho más de lo que te mereces ──expuse.

Enarcó una ceja con petulancia, él no sabía lo mucho que se parecía a un noble respingado de la Corte. Sonreí.

──Entrega el trono a la vark Kalena, pueden dividir el terreno en dos asentamientos ──zanjé──. Es algo que ya se ha hecho antes, los Aoada y Destán solían gobernar así.

──Repíteme su situación ahora.

──Sabes que Kalena será una líder justa, ambos podrán gobernar a la par en sus tierras.

──¿Incluso en Katreva?

──Katreva no te pertenece y no está en discusión, sabes que es la única forma de mantener la paz ──fulminé──. Escar es un territorio demasiado amplio para ser controlado desde una punta.

──¿Estás apelando a mi racionalidad?

──A la pizca de sentido común que debes tener, incluso tú ──solté entre dientes──. Ambos peleamos juntos muchos años, Várratras, sabes lo que ocurrirá si tú y la vark Kalena comienzan esta disputa, tienen que ser un frente, no me interesas tú, y si por mí fuera pasearía su cabeza cercenada por todo Escar ──me obligué a controlarme──. Pero el sufrimiento de nadie me devolverá al vark Drazen, y ciertamente no el de miles de inocentes.

El odio destelló en su mirada.

──¿Y los Vaetro? ¿En verdad crees que ellos me estrecharan la mano después de matar a su padre?

──No es por ti, nadie te está absolviendo de pecados ──le aclaré──. Y ciertamente pagarás cada uno de ellos, en esta vida y las que te sigan, pero no podemos seguir manchando de sangre estas tierras.

La copa que sostenía se rompió en sus manos, vino y sangre fueron a correr por sus dedos.

──Así que eres tan noble como para perdonarme por el bien común ──graznó el Cuervo──. ¿Y dónde estaba esa nobleza cuando matabas miles de inocentes defendiendo estas fronteras? Fronteras que mi familia mantuvo en alto.

Se acercó a mí con pasos calmados.

──Retrocede, Várratras.

──Kaiser Heletrar, tan honorable ──se mofó──. ¿Pero cómo podría un bastardo?

Tragué con fuerza, exhalé por la nariz, rogando por una cantidad de paciencia que nunca sería suficiente.

──El vark Drazen te crio como a un hijo, y mi padre te dio la mejor instrucción en combate, Adar incluso te nombró su heredero legítimo.

──¿A dónde piensas llegar, Várratras?

──Mi maldito padre te eligió a ti como su justo heredero, y luego el vark Drazen, ¿sabes lo que me dijo en su convalecencia? ──La rabia ardió en sus ojos──. Pidió un máster para labrar un acta y nombrarte vark del imperio, a ti, a un mugre bastardo que no tenía ningún apellido.

»Yo fui buscado, mi padre y mi madre decidieron tenerme para buscar un heredero con sangre Raguen ──declaró──. Lo soy, y sin embargo, te eligió a ti, al hijo bastardo que tuvo en una aventura con una sucia isleña.

Lo empujé, tirándolo por encima del escritorio, arrastrando copas y libros en el proceso.

──Cierra la boca.

──¿Quieres saber quién es tu padre? Ashkan Várratras, él y Alysa Cabrazar te tuvieron en una aventura porque tu madre era una zorra.

Reventé mi puño en su ojo, no retrocedió, sino que me empujó lejos.
Una sonrisa sangrienta goteó por su mentón.

──Maté a mi padre cuando quiso ponerte en el trono ──Se vio conforme con eso, pero sus ojos brillaron vacíos──. Maté al vark Drazen cuando quiso volver a ponerte en el trono.

Se limpió la sangre de la barbilla, pero mis puños volvían a picar por otro golpe.

──Estás demente, Várratras, siempre lo estuviste.

No podía pensar a través de sus palabras en ese momento, solo veía rojo, solo la ira hambrienta que se apaciguaría al golpearlo.

──Te desprecio, Heletrar, no voy a permitir que gobiernes ni siquiera en una parcela ──declaró──. Así tenga que barrer la población en esa isla, así tenga que masacrar a cada aldeano, nunca te verán como su rey.

Estaba desquiciado, por un momento solo sentí lástima.

──¿Quieres saber por qué Keira Vaetro está aquí? ¿Crees que es parte de alguna estrategia suya? ──Sonrió al punto de la locura──. Lo hace porque la obligué, el vínculo le exige y vuelve en órdenes todo lo que le digo.

Retrocedí ante la demencia en sus palabras.

──Cada vez que ella niega mi voluntad, pierde un poco de la suya, ¿has visto a Balto? No es más que un cascarón de lo que alguna vez fue.

Recordé verlo, su mirada perdida y distante al verme, casi creí haberlo confundido con otro soldado.

──Keira Vaetro lleva a tu bastardo en el vientre, él crecerá como un Sinester, lejos de ti y nunca te reconocerá como padre, y tú cargarás con eso en el exilio.

La sola imágen me llenó de rabia, Keira, la terca y testaruda, que era tan indomable como el lobo más salvaje, estaba atada a la voluntad de alguien más.
Justo ella, que odiaba rendir pleitesía.

«No puedo escapar, Kaiser, no puedo irme por mi voluntad, ¿no lo entiendes?»

La sonrisa del Cuervo fue macabra y sombría.

──¿Sabes por qué lo hará? Porque ella está obligada a hacer todo lo que yo le exija.

Entonces sí me lancé a golpearlo a puños limpios.

Várratras no tardó en devolver mis golpes, pero solo me acertó uno en la nariz, y de todos modos ya estaba demasiado entumecido por la profunda rabia.

──Eres un jodido hijo de puta, Cuervo, estuviste podrido desde que naciste y voy a matarte como debería haberlo hecho la misma partera.

──Heletrar, no.

Tardé un momento en retroceder ante la voz de Agar, ella corrió a interponerse frente al Cuervo.

Él tenía el rostro lleno de sangre y se limpió los labios como si eso cambiara algo.
Le acarició el pelo como si nada pasara.

──No te preocupes, Agar, solo era una tonta pelea, ¿verdad, hermano?

Quería matarlo, quería romperle todos los huesos.

──Heletrar, vete.

Respiraba tan rápido que apenas alcanzaba a acertar la siguiente respiración antes de perder la primera, pensé en matarlo, en muchas formas de hacerlo.

──¿Lo matarás aquí, enfrente de tanta gente? ──me desafió ella──. Sabes que no puedes hacerlo.

Abandoné la habitación, porque un momento más ahí, con la imagen de Keira acorralada, y no hubiera tenido la sensatez para no romperle el cuello.

AGAR

Cuando terminé de limpiar su rostro, noté la gravedad del golpe en su pómulo.

Ciro sostuvo mi muñeca.

──¿Por qué lo hiciste? ──quise saber.

La ira llameó en sus ojos como si mi pregunta hubiera acarreado un recuerdo.

──Vino a ofrecerme un trato de paz, el hijo de puta, como si fuera una especie de noble caballero.

──¿Por qué no lo sería?

Me observó con rabia.

──¿Piensas defenderlo?

──¿Qué te ocurre, Ciro?

Él analizó mi expresión como si le hubiera arrojado la interrogante de un complicado acertijo, sus ojos se arrastraron perezosos por mi rostro.

──Me crees una persona horrible, Agar.

──Eres una persona horrible, Ciro ──le aseguré.

Las yemas de sus dedos acariciaron mis mejillas, pude sentir los callos y la dureza en sus heridas.

──Eres igual a ella.

Por un momento me deslicé dentro de sus recuerdos, observé a Kalena, a la forma difusa y etérea en que la percibía Ciro, a ese fantasma que parecía atormentarlo.

──¿A quién? ──exigí porque si iba a atormentarme entonces debería tener el coraje de al menos hacerlo en voz alta.

Ciro permaneció con la vista en mis ojos, buscando la reminiscencia con alguien que yo misma no conocía.

──A tu hermana.

¿Qué les pareció el capítulo?

Estamos a pocos capítulos por terminar la primer parte.


Unas cositas que les aclaro de esta novela, hubo algunos cambios en el mundo, como ahora Ciro ya no es Beltrán sino Várratras, el apellido de bastardo de Kaiser ya no será Soler y demás.

Así como también habrán notado cambios en los títulos como moi saerev y moi siraytza,
que significan «gran protector del imperio» y «gran protectora del imperio», respectivamente.

Son más que nada cambios en el idioma del mundo, que ahora ya no será español como había pensado en un primer momento.

EN FIN.

¿Les sorprendió que Ciro y Kaiser sean hermanos?

¿Y qué opinan de que Kalena, Alister y Agar sean hermanos?

(O medio, siendo más estrictos).


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