20. Al Acecho del Lobo.
Al Acecho del Lobo.
KEIRA
Aproveché el ajetreo para escaparme, quería encontrar a Fennella, no había tenido tiempo para huir de la vigilancia del Cuervo en ningún momento, y estaba segura que la llegada de la varkesa a Valtaria debía cambiar en algo sus planes.
Por otra parte, había guardado la moneda, pero no podía descifrar a qué se refería con ello, no estaba en uso, pero poco más podía deducir del asunto.
Decidí que lo más sensato sería buscarla donde, como pianista, encontraba hospedaje, en el Cierna Ruza.
Supe que llegar no sería fácil, pero no entendí cuánto hasta que no observé a los soldados en cada esquina.
A riesgo de ser vista, desvié por una callejuela, por lo que no me quedó más que refugiarme en el templo de la ciudad.
Solo al entrar al recinto sagrado bajé la capucha de mi parka, una frialdad glacial estaba impregnada en el aire, en las paredes de piedra pulida.
No había grabados a la vista, y apenas unas ventanas, altas y hundidas en la piedra, con vidrios de colores que dejaban entrar las luces en formas de espejismo.
Sobre las vigas del techo los cuervos vagaban al acecho.
Anuk salió corriendo por la puerta, antes de que pudiera detenerlo y ordenarle que volviera, escuché unos pasos entrar al aposento sagrado.
Entonces lo vi, sus botas de caña alta, ya había dejado la armadura, pero aún usaba una chaqueta de cuero cruzado sobre su pecho, un abrigo de piel sobre sus hombros y el cabello mucho más largo de lo que le recordaba.
Caminé hasta él con pasos cortos.
──¿Qué haces aquí?
Kaiser me observó con una sonrisa fanfarrona.
──¿No pensabas invitarme a tu boda?
──Me ofendería mucho si no fueras ──Alcé mi rostro hacia el suyo, sonriendo, lo suficiente para que él tuviera que tirar su cabeza hacia atrás para poner distancia──. Veo que ya conociste a mi futuro marido, al menos.
Me sorprendí cuando no salió huyendo.
──¿Te recuerdo quién es tu único prometido? ──exigió.
Se inclinó sobre mí, lo suficiente para envolverme con su altura. No recliné.
──Quizás, podrías, tal parece él no lo recuerda, no por la forma en que salió huyendo la última vez ──Bajé la vista de sus ojos hacia sus labios──. No por como todavía espera muy tranquilamente asistir a mi boda, mi hermano ya me dio la bendición para ese casamiento.
──Prenderé fuego la ciudad antes de que te cases con Sinester ──gruñó.
Enarqué una ceja, analicé su expresión contrariada al notar la forma impotente en que lo soltó.
──Hazlo.
Sus ojos verdes me observaron con la impotencia rozando la incredulidad.
──Tienes un ejército ──repetí──. Puedes tomar la ciudad, vengar a tu padre, asesina al Cuervo y a Sinester, solo así me tendrás Kaiser, porque sabes que no hay otra forma.
──Keira…──exhaló.
──Hazlo, Kaiser, reclama todo lo que es tuyo ──susurré sobre sus labios.
Kaiser frunció el ceño, con ira hacia él o hacia mí, no me importaba, no cuando abrió su boca contra la mía, su barba picó en mi mentón pero sostuvo mi cabeza para reclamarme, mordió mi labio inferior antes de deslizar su lengua dentro de mi boca.
Me empujó hasta que choqué contra el altar, y este se clavó en mi cadera.
Kaiser estaba sobre mí como un lobo hambriento, sus ojos brillando como aguas turbulentas, me vi encandilada ante el hambre de una bestia.
──¿Quieres que te tome, Keira? ¿Aquí? ¿En el altar? ¿En el mismo lugar donde jurarás los votos a tu marido?
Observé la puerta del recinto, sus techos altos y el profundo silencio que nos envolvía, Kaiser me obligó a volver mi mirada a la suya.
──Me dejaste ir una vez y nos arruinaste a los dos ──espeté──. Házlo otra vez y no volverás a verme, ninguno de los dos tiene tanta suerte.
Él pareció meditarlo, su pulgar delineó mi mentón, mi mejilla, mis labios. Aspiré el aroma fresco de su colonia, quería perderme en él.
Cerré los ojos, sin notar lo que hacía, su naríz rozó mi cuello desnudo, su barba raspó mi piel necesitada.
Sostuvo mi mentón, pude sentir los callos en las yemas de sus dedos, la sensación me embargó en recuerdos de otra noche.
Él dejó un beso en los lunares de mi rostro, uno junto a mi ceja derecha, otro abajo sobre el pómulo, y el tercero junto a la comisura de mis labios.
Su nombre fue una exigencia, una necesidad, él aprovechó esto para deslizar su pulgar entre mis labios, lo observé a través de mis pestañas, fascinada por el hambre y la decisión en sus ojos.
──La peor maldición por la que paso cada noche, es el saber que ya no te tengo conmigo ──confesó en voz áspera.
Lo besé, creyendo que retrasar un respiro más sería tentar demasiado mi cordura.
Kaiser colocó su pierna entre las mías, su rodilla hizo presión en mi intimidad, haciendo la tela del vestido a un lado, y me encontré buscando desesperada su cercanía.
El lobo formó un puño con mi cabello, me devoró con una voracidad insaciable.
Me imaginé que este podría ser el hombre que conquistara un imperio.
Comencé a moverme contra su rodilla, con necesidad cruda de sentirlo de alguna forma, no me avergoncé al notar la electricidad que me recorría con cada nuevo roce.
Ni me cohibió el hecho de que Kaiser se había separado solo para mirarme, alejó el pelo de mi rostro para contemplarme con las pupilas dilatadas, sentía mis mejillas calientes, pero no me contuve.
──Eres hermosa cuando estás excitada ──gruñó en voz profunda──, te hace lucir más demandante de lo usual ──Rio de forma ronca, antes de dejar un beso en mi mejilla.
Quise responder, pero él se mordió los labios, sus incisivos resaltando en la sonrisa que intentó ocultar.
Escondí mi frente en el hueco de su hombro, y Kaiser continúo empujando, realizando círculos que me tuvieron jadeando contra su cuello.
Clavé mis uñas en su nuca, fui consciente de cómo sus músculos estaban tensos, su erección empujando contra mi pierna.
En el templo solo se escuchaban jadeos, gemidos apagados, y los gruñidos de una bestia.
Me mordí con fuerza, evitando hacer un escándalo cuando el placer me recorrió por completo, Kaiser me besó con los ojos abiertos, como si no quisiera perderse nada.
Cuando nos separamos, observé la mancha que había dejado en su pierna, me acomodé el vestido, evitando pensar en eso.
Los cascos de los caballos anunciaron la llegada de alguien, Kaiser se enderezó, cubriendo mi cuerpo detrás del suyo, mientras yo intentaba recomponer mi respiración.
Nadie entró al recinto.
──Kaiser…
Él volvió a besarme, sostuvo mi rostro entre sus manos, pero me separé para observar sus ojos oscuros.
──Kaiser.
──Dilo otra vez ──pidió.
Pero esa vez me separé de forma definitiva, haciendo gala de todo el acoplo que había reunido durante años.
──Es muy tarde, Heletrar, dijiste que tu hogar estaba en Katreva, entonces vuelve a él.
El golpe fue más certero que un puño, más que la forma en la que él había tirado a un jinete de su caballo en la justa.
Sus dientes relucieron como los de un lobo rabioso, él intentó volver a sujetarme, su mirada impotente buscando una respuesta, pero escapé de su agarre.
Corrí hasta el primer guardia que encontré, dejando a Kaiser atrás, como él había hecho conmigo esa vez en la playa.
✧
Un guardia me escoltó de vuelta al palacio, con gesto estoico y hermético, pero podía sentir su desaprobación como una mosca molesta en el ambiente.
Solo podía pensar en Kaiser, sus recuerdos me acecharon en todo el camino, todavía sentía su presencia rodeandonme.
Evité que más pensamientos me traicionaran.
Para mi suerte, nos recibió otro guardia al llegar a una galería que daba entrada al palacio.
Alcé una ceja al ver la sonrisa bailando en sus labios.
Era el mismo imprudente que me había dado la moneda.
──Señorita Vaetro, permítame ──Realizó una leve reverencia antes de dirigirse a su compañero──. Yo la guiaré desde aquí.
Creí que el otro guardia se partiría a la mitad cuando intentó realizar una reverencia, lo despedí con una venia.
──Su padre fue expulsado del imperio por el difunto barón Kalter ──explicó su descarado compañero cuando estuvimos solos.
Rodé los ojos.
──No me alcanzarían los hombros para cargar con todos los rencores de mi padre.
──Servan es un animal viejo, pero inofensivo.
Solo entonces correspondí su sonrisa irreverente, tenía los rizos oscuros y piel bronce perfecta, la apariencia delicada de un artista y no de un soldado.
──¿Crees que soy estúpida, para confiar en algún guardia de ese mercenario?
──Imagino se refiere al Cuervo ──La diversión volvió a los ojos del galán.
──¿Qué significa la moneda?
──En varios territorios sirven para cambiarse por servicios y mercancía, señorita ──ilustró muy elocuente──. Quizás debería intentarlo, en el mercado le leerán el futuro por una moneda.
──Espera embaucarme.
Solo entonces su gesto decayó de forma leve.
──Seguramente sería terrible que alguien terminara por secuestrarla y venderla en matrimonio a algún tipejo ──detalló su punto con ironía.
Alcé la barbilla, en toda mi reluciente soberbia.
──¿Y de todos los enviados eras tú el más persuasivo?
Dejó brotar una sonrisa leve de sus labios, lo observé de forma porfiada.
──El príncipe Aeto la espera en el jardín ──señaló al fin su motivo de buscarme.
Si cualquier peso parecía haberse liberado de mi pecho, ahora atrapó el aire en mis pulmones sin remedio.
AY CÓMO ME GUSTAN ESTOS DOS
😩❤️
Espero les haya gustado mucho este capítulo, es cortito, pero el siguiente ya empieza la cena de
✨el reencuentro✨
entre TODOS.
Y no quería dividirlo.
Vayan eligiendo sus bandos que se viene >:)
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