19. Domar a un Lobo.
Domar a un Lobo.
KEIRA
El torneo se llevaría a cabo en el gran jardín de hielo que tenían a disposición los Sinester, escuchaba a todos los nobles hablando sobre lo expendido del día que había tocado para el comienzo de la Luna de Sangre, pero yo encontraba su pálida versión del Sol bastante apática.
Con su idea de un clima agradable, yo debía enforrarme en una capa de terciopelo púrpura para no tiritar con el frío.
La prenda tenía hombreras como escamas, imitando la piel de una serpiente, un regalo del rey Aeto Sinester y sus ansias de tenerme en la familia.
Por su cuenta corría el ejército de modistas y costureras que le habían dado vida a los bocetos que yo trazaba, un guardarropa completo.
Todavía estaba decidiendo cómo incluía a los Sinester en mis planes.
El Cuervo había mandado a remover el palco para quedar a nivel de la audiencia, podría verse como un acto de falsa humildad, pero me pregunté si no se debería el hecho de que nuestra querida varkesa estaba sentada en la primera fila, acompañada por su doncella, en lugar de su gran marido.
Sonreí ante la idea de saberlo incómodo.
Al observarlo, noté que una fina línea carmín cayó desde su naríz, tardó solo un momento hasta que alguien se lo avisara, una señorita fue muy amable al ofrecerle un pañuelo que él sujetó contra su naríz, evitando miradas curiosas con un gesto de hastío.
De cualquier forma, el evento se sucedió sin más infortunios, no ví a Killian por ningún lado, lo que no era extraño, porque no le gustaba asistir a los torneos, a no ser las raras excepciones donde participaba.
No solo porque no tendría sentido para él, sino porque una vez habían sido el premio de consolación donde nuestro padre le había dejado lucirse, después de dejar en claro que nunca tendría la oportunidad de servir como un soldado de élite.
Mi padre era tan cruel como certero, pero eso no lo hacía más soportable para la mayoría.
──La veo incómoda, señorita Vaetro ──comenzó una mujer, la señora del Valle Rojo, a mi lado.
Estaba segura de que estaría ansiosa por recoger cualquier migaja de la que hacer un gran chisme.
──No veo demasiado entretenimiento en las justas, es todo.
──Oh, ya veo, yo tampoco veo demasiado sentido ──asintió la señora de pelo cano, como creí que asentiría aún si le dijera que encontraba diversión en ver cómo despellejaban un cordero hasta morir.
Incluso así, no se ganó simpatía suficiente para sacarme nada, no encontraría ningún chisme interesante.
──He oído que la Luna de Sangre trae nupcias este año.
A mi lado se encontraba sentado el Karsten Vartás, era un señor de gesto sobrio y porte imponente, imágenes que uno veía más cercanas a la imagen de un regio soberano y no de un humilde clérigo.
──Tal vez, estos festivales siempre traen nueva diversión para la Corte, según entiendo ──respondí.
──Cualquier cosa es motivo de diversión en Kanver ──esbozó una sonrisa de zorro──. Todo, claro, menos la guerra, la desigualdad o el hambre del pueblo.
──Temas bastante sombríos para las coloridas fiestas ──apunté con suficiencia.
──Desde luego.
Los actos eran distintos a las luchas desgarradas de Escar, se trataba más de un espectáculo de exhibición que de una medida de poderes y fuerza, para lo que usaban los torneos en la Cúpula.
Pasaron tres justas, nada entrañables, dos terminando simplemente con una torpe caída de caballo y una tercera cuando el Primer Comandante Raelar Sinester logró dejar desarmado al joven Sneg Vedasto, que con veintisiete años había tenido que tomar el mando de los territorios de Val Velika, tras la muerte de su madre Vassety Vedasto, al menos hasta que la niña Feryal fuera lo suficientemente adulta como para asumir el cargo.
En Val Velika solo gobernaban mujeres, era así desde que una casa menor intentó poner al bastardo de un ex barón en el poder, a falta de consanguinidad inmediata.
Desde entonces, siguiendo la línea solo por sucesión femenina, se aseguraban que el heredero fuera de sangre legítima.
El chico tenía el pelo plata de todos los Vedasto, pero su piel poseía el brillo dorado de sus ancestros, Raelar trotó hacia él para ayudarlo a ponerse de pie.
Los aplausos no tardaron en llegar, y su desliz no hizo que las jovencitas suspiraran menos por el heredero de Val Velika.
La rosa cristalizada en su armadura era un contraste interesante con el dragón escamado en la armadura de Raelar.
──¿Cuánto tiempo tardará hasta que la niña pueda señalarse como heredera? ──quise saber.
──Vassity Vedasto siempre temió por la seguridad de su hija, por lo que decidió enviar a la niña fuera del Palacio Blanco ──explicó el Karsten──. Está en el templo de Iverna, ahí la cuidan las jóvenes sacerdotisas. Es una niña encantadora.
──Ya veo.
El Cuervo trazó su plan bastante mejor de lo que se me había ocurrido, hizo un pacto con los infames Val Lasserre, y dejó a los herederos solo en aquellas castas donde todavía eran muy jóvenes como para tomar el mando.
Dejarnos a Killian y a mí vivos fue un extraño error, demasiado grande para alguien que pareció calcular tan bien los resultados.
Dirigí mi vista al otro lado del Karsten, donde observé al carroñero todavía sostener el pañuelo ensangrentado, miré más allá para observar a la varkesa intercambiar susurros con su doncella.
El siguiente caballero entró cubierto con el yelmo bajo, de hombros anchos y porte intimidante, domaba su caballo como una bestia.
Me llegó el filo de un recuerdo, pero evité mostrarlo mientras aplaudía por la presentación de su oponente.
El contraicante del misterioso guerrero era El Escorpión, soldado que tras luchar años en el ejército, se había asentado en su territorio de Ciatra para proveer protección frente a ataques enemigos.
Participó en al menos tres batallas conocidas por los cánticos de los trovadores valtenses.
Su armadura llevaba el escudo verde del escorpión que le daba nombre.
El primero en arremeter fue el hombre del yelmo bajo, El Escorpión esquivó el ataque con movimiento grácil, pero el guerrero armado no depuso y empujó en cada ocasión hasta acorralar a su enemigo contra las gradas.
El Escorpión dio un salto ligero hasta quedar de pie a un lado de su caballo, lo tranquilizó con una leve caricia.
Me encontré inclinada lo suficiente como para poder observarlos con más detenimiento.
El soldado de Ciatra se retiró del campo, no se veía desanimado por su obvia derrota y parecía tan intrigado como el público, en descubrir quién había sido capaz de obligarlo a desmontar en solo una ronda.
Antes de que pudiera presentarse el siguiente jinete, el extraño guerrero se retiró el yelmo, antes de dejarlo caer pesado sobre el barro.
Tenía el cabello sujeto en un puño sobre la cabeza, la barba bien recortada, pero la misma sonrisa blanca de colmillos marcados y sus ojos del mismo verde turbio.
Kaiser Heletrar me sonrió desde su montura.
Enderecé mi espalda entonces, desdén era lo único que obtendría de mí.
──Raelar Sinester ──clamó con andar divertido──. Acércate y pelea, estoy seguro de que el Primer Comandante dará mejor pelea que cualquiera en este torneo.
Raelar estaba en la tarima, apenas se había retirado el casco para refrescarse lo suficiente, le mandó una orden rápida a uno de los escuderos, que no tardó en volver con su corsel negro.
──Será un gusto pelear con usted, barón. ¿Debo sentirme halagado porque me haya escogido?
──Nunca rechazo un buen oponente ──La sonrisa de Kaiser fue salvaje y fugaz.
¿En qué mierda estaba pensando?
Me lanzó una mirada descarada que seguí por el campo cuando ambos se colocaron en posición, no podía ver a Killian por ningún lado.
Pero cuando observé a mi izquierda la señora del Valle Rojo tenía los ojos fijos en mí, urgente a cualquier reacción que pudiera obtener, en una visión más panorámica, noté que no era la única.
Kaiser reaccionó a la pelea con la misma ferocidad de un momento atrás, pero Raelar no cedió en ningún momento, siguió presionando y ambos le dieron al público el espectáculo que querían cuando el lobo cayó de su montura.
Raelar no tardó en seguirlo, parecía buscar una tregua, pero conocía a Kaiser y su estúpida terquedad.
Tomó su martillo para arremeter contra el Primer Comandante, Sinester hizo lo que pudo por evitar y devolver los primeros golpes, enseguida ensartó uno en el pecho de Kaiser, pero antes de que pudiera pensar siquiera en preocuparme lo vi tirar a Raelar el piso, rompió contra su pierna, y una vez lo tuvo contra el barro se dedicó a ensartar golpes en la pechera de su enemigo.
El Escorpión fue el primero en meterse para separarlos, escuchaba gritos de exclamación perdidos entre la multitud y más escuderos no tardaron en sostener a Kaiser, que para ese momento ya había soltado la masa para ir por su cuenta, a los puños, sin darle ningún margen de respuesta al dragón Sinester.
Decidí escapar de cualquier mirada indiscreta.
KAISER
Había pasado meses añorando la idea de volver a ver a Keira, sin embargo, la vi desaparecer entre la multitud como un espejismo.
Decidí volver a mi carpa, alertando a cualquier soldado o escudero ante la idea de seguirme.
Al entrar, el joven Vaetro ya estaba sentado a un lado de la mesa, comiendo de un tazón de uvas mientras su felino devoraba una pata de cerdo.
──Kaiser Heletrar ──No me sorprendí al escuchar el tono de autoridad en la voz de la vark Kalena.
──Diga, señora.
Nezal se escabulló hasta uno de los sillones, quitándole el tazón a Killian, ganándose un ceño fruncido de mi inconsciente cuñado.
──¿No te afecta en nada el hecho de que tu hermana esté a punto de desposarse con un Sinester?
──No, ya me pidió permiso, a diferencia de otros...
──Barón Heletrar, ¿puedo entender a qué se debe esa escena? ──exigió Kalena, cualquier rabia que quisiera ocultar brillaba en sus ojos──. Retaste al heredero de Valtaria a una pelea en frente de toda la Corte.
──Planea casarse con mi esposa, lo que hice me parece bien poco.
──A mí no ──zanjó──. Está claro que Ciro nos está probando, está buscando un punto para demostrar que no somos confiables y él es la opción correcta, es lo que siempre hace, ser la opción menos desastrosa.
Luego le lanzó una mirada a Killian.
──¿Le diste tu bendición a Sinester?
Solo entonces Killian se puso de pie, dio tres golpes con su bastón, como si se diera tiempo a pensar.
──Confío en ti, naaz zelenska.
Ella no alejó el recelo de su rostro, antes de volver su mirada hacia mí.
──Sacaré a Keira Vaetro de aquí, y si ella decide que no has perdido suficiente el juicio, tendrás a tu prometida de vuelta.
──Dije que te seguiría, y lo haré, me apegaré al plan que tienes en mente ──reiteré──. Solo estaba... poniendo las cosas interesantes.
La vark Kalena asintió, mirándome con el mentón levemente en alto, después de eso salí de la carpa en busca de algo de aire.
Sek y Barek habían enviado algunas noticias, todo parecía tranquilo en el ministerio de Guerra.
En Valtaria la gente parecía mirarnos con reticencia, pero eran tan tímidos como aves rapaces, enfundados en sus abrigos de colores brillantes y plumas pesadas, la gente valtense era diferente a la estoica población de Katreva.
Me descubrí extrañando las islas, y sus interminables noches de historias y bailes e infinitas botellas de licor junto al fuego.
Observé las carpas de mis hombres en la lejanía, estaban en tierra valtense, pero teníamos prohibido acercarnos demasiado al palacio negro.
Entonces lo vi, por un momento creí que se trataba de un espejismo, un delirio causado por los recuerdos, al escuchar su vozarrón sobre el griterío era claro que se trataba de Balto, mi consejero y amigo, aquel que había creído perder en una emboscada.
Intenté caminar hacia él, me detuve al verlo vestir los colores del Cuervo, lucía al ave rapaz con orgullo y solo me quedé parado, viendo cómo armaba dos filas para salir en patrulla.
Observé el tumulto de gente ir y venir, incapaz de salir del pasmo lo suficientemente rápido, él se alejó marchando como líder de sus filas.
Decidí salir en su búsqueda.
KALENA
Nezal no tardó en ir detrás de Heletrar, y ya no tenía las fuerzas suficientes para reclamarle por eso.
──Kalena.
Las sombras se esparcieron como polvo por la habitación, antes de revolverse a su lado.
Había notado este último tiempo que nadie más que yo las veía, y Blak, al que muchas vi reaccionar con reticencia a ellas.
Quería preguntarle si era consciente de su presencia, si ellas le hablaban como lo habían hecho conmigo, entendí que no sería prudente, no en ese momento.
──Kalena ──comenzó Killian, leí el cansancio en su temple.
──No crees que esto vaya a funcionar.
──Creo que estás queriendo jugar limpio, y te olvidas que te enfrentas al hombre que asesinó a cinco gobernantes en un acuerdo de paz.
──¿Quieres que realice una declaración de guerra? ¿Aquí? El imperio tiene enemigos, no puedo solo romperlo, no ahora.
Killian se mordió los labios, guardandose sus palabras.
Me estiré el dobladillo de la chaqueta, dándome algo en qué ocupar mi tiempo.
La verdad era que ya no sabía cómo actuar alrededor de Killian, no desde la primera vez que estuvimos juntos, no volvimos a acercarnos, ninguno de los dos insistió y ambos parecíamos estar en un frío acuerdo en la distancia.
Era la primera vez que me tocaba en semanas, y me reprendí al notar que lo anhelaba.
Negué para evitar esos pensamientos.
──La Luna de Sangre es un festival sagrado, atacar a un pueblo indefenso en medio de festejos, ¿en qué me convertiría? ──insistí.
──Justo ahora, en victoriosa.
──Killian.
──Es nuestra única oportunidad de atrapar a Beltrán, él está confiado, porque te conoce, sabe que respetas las tradiciones...
──No me estás pidiendo que ataque esta ciudad ──espeté.
──Es un consejo, no tendrás mejor oportunidad, y mi hermana de todas formas está prometida con el heredero, el príncipe Aeto es demasiado viejo y enfermo, pero todavía puede concederle un poder a Raelar Sinester y tú lo liberarías de su vida militar ──continuó──. Luego simplemente nos desharemos de Sinester también.
──¿Así lo hubiera hecho tu padre?
Por un momento creí escuchar la frialdad de Ciro en sus palabras y la rabia me llevó a responderle de esa forma.
──Mi padre gobernó cincuenta años, así que haríamos bien en seguir su consejo ──sentenció.
──Y fue asesinado, Killian, no puedes estar hablándome en serio.
Mis mejillas enrojecieron por lo que le había sido capaz de soltar, pero él no se cohibió ante mi arrebato.
──Hablo muy en serio ──determinó, ocultando las manos detrás de su espalda──. No ganaremos con buenas intenciones, y si tengo que sacrificar un poco de mi moral para evitar más muertes a la larga, no le veo lo injusto.
──Killian.
Él se acercó, sus ojos ámbar parecieron brillar con un fuego renovado, observé las sombras bailar a sus pies.
──Tú eres la Vark del imperio, su siraytza, y seguiré tu palabra, en lo que sea que decidas...
Pero no puedes gobernar con buenas intenciones.
──Sé que perdiste a tu familia, Killian, tus territorios, y que tu única hermana está en peligro ──puntualicé──. Pero confía en mí, en mi palabra, voy a devolverte todo lo que te quitaron.
Killian sostuvo mi rostro con ambas manos, acarició mis labios, y solo cuando vi la sangre en su pulgar fui consciente del líquido caliente que goteó de mi nariz.
──Killian...
Me aterré al ver la sangre, pero él fue rápido en controlar la situación.
──Llamaré a un máster, mientras te recuestas ──me avisó.
Rebuscó un pañuelo en su chaqueta para apoyarlo contra mi naríz, lo sostuve, antes de tirar la cabeza ligeramente hacia atrás.
──Está bien, es solo un sangrado leve, no pasa nada, quédate conmigo.
Killian no se movió, pero no pudo ocultar la sorpresa que cruzó su semblante, quizás porque era la primera vez que volvíamos a estar solos desde que estuvimos juntos esa vez en la vieja biblioteca de Seleari.
──Claro, naaz zelenska.
──¿Por qué? ¿Por qué me dices así? ──quise saber──. Sé que no es aessi.
Una leve sonrisa curvó sus labios.
──Es nazeti, el idioma que se hablaba en Kanver antes de la unificación ──explicó, su gesto de concentración, antes de volver a pasar el pulgar debajo de mi nariz.
Vi un extraño brillo en sus ojos ámbar, fue como un relámpago, luego se había ido.
──¿Entonces? ──insistí.
──No puedo traducirlo al escariano, perdería su significado.
──Intenta.
Un leve carmín coloreó sus mejillas bronce, y él se acomodó un mechón azabache fuera de la frente.
Sonreí ante su nerviosismo, pero no tanto cuando Nezal volvió para avisarnos que Kaiser no estaba por ningúna parte del campamento.
Estoy preparando otro >:)
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