17. La Claridad de la Lejanía.

La Claridad de la Lejanía.

AGAR

La ciudad ya estaba lista con los preparativos para la Luna de Sangre, Valtaria estaba ajena al verdadero motivo de la visita de su señora varkesa y el barón de Kanver, por lo que el clima festivo estaba impregnado en las calles, donde se podía apreciar gente con las máscaras del cuervo, picos largos y negros con antifaces que ocultaban sus rostros, envueltos en capas negras o grises, que solían ser las más baratas.

Cuando al fin llegué al palacio y entre al gran salón, entendí que no encontrarían coherencia para la situación de parte de su soberano.

El salón era tan alto como para albergar a un gigante erguido, y su interior lucía como una perla pulida, superficies diáfanas e impolutas.

Ciro Beltrán sostenía un cáliz dorado entre sus dedos pálidos, mientras escuchaba atento el relato de un noble que parecía pronto a incendiarse en el lugar, tan rojo como las banderas que ondeaban orgullosas en las cúpulas de Escar.

El señor Caifás Bertenza no hacía sino sonreír, atrapado en la atención de su capitán.

Ciro solía ocasionar ese efecto, al igual que su padre, cautivar a su público debía parecerle la forma más fácil de atraparlo.

Aunque claro que tampoco era demasiado mérito, los hombres tenían cierta debilidad y tendencia a bajarse los pantalones por cualquier otro tipo que supiera imponerse con fuerza o violencia.

Me acerqué lo suficiente, buscando una excusa para interrumpirlos, cuando Ciro me dedicó una sonrisa perezosa y cargada de todas las intenciones incorrectas.

Solo entonces el hombre, rostro imberbe y piel cetrina como la mayoría de los hombres valtenses, reparó en mí, como si hubiera visto la peste.

──El señor Bertenza me contaba de la vez que ganó en el Torneo del Sol, ese año no participé porque estaba en las islas de Tarrigan, una lástima haberme perdido el gran espectáculo ──Llevó la copa a sus labios, como si todavía necesitara más.

──Estoy seguro de que el príncipe Aeto estará feliz de organizar uno en su honor ──apostilló su admirador Bertenza.

──Desde luego ──decidí darle fin a tan interesante charla──, moi saerev, me gustaría consultar ciertos asuntos con usted.

──¿Qué asuntos podría tener una tala para consultar? ¿Dónde armar su carpita para esta noche?

El viejo desgraciado buscó la complicidad en Ciro, y aproveché el despiste para entrar a su mente, murmuré las palabras en el idioma antiguo para que terminara por volcarse la copa.
Me parecía algo muy pobre, pero antes de proseguir Ciro ya había tomado mi brazo para sacarnos de ahí, prometiendo que esperaba verlo ganar en el siguiente torneo.

──Tú odias los torneos ──le recordé por si hacía falta.

──No dije que los odiara, dije que son la cosa más estúpida hecha solo para levantar el orgullo de nobles perezosos.

Le quité la copa, sabiendo que necesitaría un buen trago para hacerle frente al resto de la velada, y que él ya había tenido suficientes.

──¿Y todo este espectáculo lo haces para? ──le di pie a responderle.

──Mi dulce Agar ──se burló.

──No debiste llamarlos, estás llegando muy lejos, si Killian llega a llevarse a Keira estás...

Ciro posó su índice sobre mis labios, lo observé con rencor cuando volvió a quitarme el cáliz de las manos.

──¿No estarás feliz de tener a tu otra mitad cerca?

──Estoy tan feliz de ver a Killian como de un demonio que viene a reclamar mi alma.

Rodó los ojos, alejándose como si fuera parte de un gran drama, apenas término con lo último de su bebida, cuando un criado ya estaba corriendo a servirle más cantidad.

Si esperaba que Ciro se saciase, le esperaba una larga jornada.

──Él no se acercara a ti ──aseguró una vez volvimos a estar solos.

En forma figurada, la habitación estaba repleta de criados y sirvientes corriendo para tener todo listo.

──¿Y Kaiser? ¿Crees que aceptará? En el momento en que le digas sobre Keira...

Una joven se la acercó con un muestrario de telas, ¿qué mierda estaba pensando?

──¿Qué estás planeando?

El capitán escogió un largo retazo de tul para colocarlo sobre mi cabeza a modo de velo, lo miré a través del tul rojo y de mi propia expresión de extrañeza.

──No puedes estar pensando en serio.

La joven criada se vio incómoda, por la cercanía con el líder del ejército o por la forma en que me refería a su gran soberano.

──Encantadora, ¿crees que debería casarla con los colores de su casta o le hago el honor de vestir los colores reales?

Alejé esa porquería de mi cabeza.

──Si llegas a realizar esa boda, y Kaiser está ahí, vas a ocasionar una masacre. Lo sabes.

Ciro sonrió, cargado de malicia y júbilo por su propio plan, el alcohol nublando sus pensamientos y la distancia del vínculo impedía su concentración.

──Ciro.

──Saerev ──me corrigió, intercambiando una mirada cómplice con la jóven sirvienta──. No es propio que le hables de manera tan informal a tus soberanos, no todos tienen la desfachatez de Sinester. Muy pronto un hombre casado, de hecho ──En lo último se dirigió por completo a la criada, como si le diera las nuevas noticias.

Ella asintió, algo parecido entre una sonrisa y el gesto que haces justo antes de desfallecer, luego Ciro la despidió y salió corriendo por una de las puertas laterales, seguida por gritos de una mujer corpulenta.

Si Ciro no desquiciaba a toda la gente en el palacio antes, sería una velada para rememorar.

──Espero sepas lo que haces.

──Siempre lo sé ──zanjó, antes de acudir al llamado de un grupo de nobles que habían venido a ver los preparativos del gran salón.

Y buscar cualquier excusa para codearse con algún miembro de la corona, de seguro su hermitaño príncipe Aeto no los había mantenido muy entretenidos.

Para mi suerte, encontré a Ivar en los pasillos contiguos al salón.

──¿Tienes un caballo listo? Necesito salir de la ciudad.

──Agar, claro, ¿necesitas hombres?

──No, pero gracias, quizás vendría bien ir a recibir a la varkesa y su comitiva ──expuse.

──Creí que el capitán no quería que nadie lo hiciera, que así sería mejor darles el gran recibimiento en el salón principal.

──Bueno, ¿tienes lista la montura? ──evité darle explicaciones.

Ivar aplanó los labios, sus ojos oliva denotando lo demacrado que lo tenía el cansancio.

──Iré contigo, concédeme al menos eso.

Asentí, no teníamos tiempo para más demoras.

Mientras observaba a Ivar ajustar ambas monturas, me aferré con fuerza al collar que pendía de mi cuello, una mariposa tallada en azabache, bendecida en el templo de Rella y sellada con su protección tras realizar la ceremonia de grabado, con sangre y a la séptima luna llena.

Eso debería ser suficiente para mantener alejados a ciertos espíritus, pero Killian no era un espíritu, él y sus sombras que lo servían y se alimentaban de energía.

Apenas empezamos el camino, la ventisca nos despidió en nuestro camino fuera de la ciudad, todavía demasiado lejos de su campamento, pero ya podía escuchar las voces enfermizas cantando mi nombre, como si ya esperaran el momento de su festín.

Retorcí la tela del vestido entre mis dedos, lo solté al notar lo que hacía y me puse de pie al momento de escuchar sus pisadas en el pasillo.

La habitación estaba a oscuras, la luz de la luna apenas se filtraba, entrando tímida para sumarse al aire silente.
Las botas de Ciro retumbaron, apenas cortando la quieta armonía, cuando se acercó a mí.

──Agar.

Cerré la distancia entre ambos, pero sus ojos grises me captaron y toda la confianza se derritió a su merced.

──¿Estás segura de que dormiste a todos tus guardias?

──Sus copas tienen somníferos, dormirán hasta mañana.

Él asintió, pero no intentó romper el leve espacio entre ambos.

No había otra forma, el capitán Ashkan llegaría después de que esta misión hubiera terminado, regresaría a Fajrak con la idea de engendrar un hijo y obligarme a cargar con su bastardo... A menos, que yo ya estuviera cargando con otro.

Ciro no avanzó en ningún momento, permaneció inmóvil en medio de la oscuridad.

Inspiré de forma profunda, sostuve su nuca antes de presionar nuestros labios, el calor se tensó en mi estómago.

Ciro no tardó en meter su lengua en mi boca, me levantó, con cada mano sobre mis muslos mientras nos dirigía hasta la cama.

Como si fuera un baile ensayado y metódico.

Sus labios sobre los míos, sus manos ávidas clavándose en mi carne, antes de levantar el delicado vestido de seda.
Me detuve con el ruido de la hebilla de su pantalón al desabrocharse.

Hinqué mis codos sobre el colchón, el corazón galopaba impaciente en mi pecho mientras lo veía luchar contra su cinturón.

No tardó en volver sobre mí, sus dedos cerrándose en el puño con el que sostenía mi cabello, tomó el aire que quedaba sin darme más opción que seguirlo.

Permanecí con los ojos cerrados cuando se apartó.

──Agar ──dijo después de un momento, sobre mí como una amenaza cortando la noche──. Mírame.

──Si piensas decirme lo hermosa que soy y lo apretada que estoy por reservarme para ti ──me burlé.

Apenas un mechón caía de su peinado perfecto, por lo demás seguía por completo vestido, solo el cinturón colgando de sus pantalones.

──Cierra la boca ──Sujetó mi mentón──. El Infierno te pierda, Agar.

──¿Alguna vez fantaseaste con esto?

──Estás mucho más callada y obediente, eso sí.

Me mordí los labios con fuerza, intentando no pensar en la imagen, agaché el rostro para ocultar el estúpido rubor que trepaba mi cuello.

Ciro me obligó a mirarlo a los ojos, nada de ternura o calma, o un leve sentimiento de cariño.
No es que lo esperara, realmente, no sabía qué esperaba.

Nunca sabía si esperaba algo, incluso en ese punto de mi vida, como en las visiones, las acciones que transcurrían eran solo un montón de cosas que pasaban, discurrían como el río, solo guiado por un cauce para arrastrarme.

Ciro me observó de forma larga, como si quisiera leer cualquier cosa que pasara por mi cabeza.

──¿Qué? ──espeté.

──Nada.

Pero cuando intenté acercarme me sostuvo en el lugar, retuvo mi mejilla, apenas rozando nuestros labios, en un movimiento mucho más íntimo que la forma en la que me había arrastrado a la cama.

Un cosquilleo se asomó sobre mis labios, bajando hasta derretirse entre mis piernas, pero Ciro se alejó.

Volví a bajar las faldas del vestido mientras lo veía marcharse.

──¿Qué haces?

──Iré al baño.

──Dijiste que me ayudarías.

Volvió a cerrar su pantalón, con más violencia de la necesaria.

──Y ahora te digo que voy al jodido baño.

Me quedé ahí, arrodillada en la oscuridad, sintiendo las mejillas calientes, mientras esperaba que Ciro regresara.

Fui tras él cuando lo vi dirigirse a la puerta, sujeté su brazo para detener su huida.

──Entonces te vas, es todo, ¿no vas a hacerlo?

Sus ojos grises me escrutaron con rencor, como si hubiera descubierto algo terrible entre nosotros.

──No, no voy a hacerlo, Agar, no tengo ganas, no me prende para nada verte entrar en pánico cuando te toco.

Volví a detenerlo antes de que pudiera salir, medí la verdad en sus palabras, no entendía de dónde de repente arrastraba tantos principios.

──No importa, solo hazlo y ya, tu padre tampoco me tomara sobre un colchón de rosas, ¿qué más da?

Sujetó mi muñeca para hacerme soltarlo, la frialdad fue rotunda en sus ojos.

──Quítate del camino, Agar.

──Entonces lo haré con Ivar ──fulminé──. Lo haré bajo mis términos.

──Meterás a Ivar en problemas.

──No lo hará si tú padre no se entera.

Ciro cerró la puerta detrás de él para entrar en la habitación, retrocedí, sabiendo dónde tenía que presionar, qué cartas jugar con su lado territorial.

──¿En verdad quieres esto?

──Lo necesito.

──No ──apretó mi mentón con fuerza──. Te pregunte si lo quieres, a mí, que te toque y te folle como se me de la gana.

Rozó mis labios con su pulgar, tan suave como para pasar imperceptible. Humedecí mis labios bajo su mirada atenta.

──¿Eso es lo que quieres escuchar?

──Sí ──sentenció y lo profundo de su tono me produjo escalofríos.

──Ciro...

──Responde lo que te pregunto ──exigió.

──¿Qué más da?

Él negó con la cabeza, su rostro como una máscara de hierro y su mirada de piedra sin ningún rastro que me ayudara a seguirlo.
Luego volvió a abrir la puerta.

──Vete a dormir, Agar.

La nieve caía en finas volutas sobre el campamento de la varkesa y su comitiva, desde la altura del risco, no eran más que manchas café sobre el perfecto mantel blanco que cubría las tierras de Valtaria.

Desde esa distancia, podía apreciarlo con claridad, alejarse de las cosas siempre ayudaba a ver en mejor perspectiva.

La nieve crujió bajo las botas del gran barón de Kanver.

Volteé para encontrarme con Killian, en la superficie, tenía el mismo aire relajado, pelo desordenado y tan azabache como la última vez, brocados dorados en una larga chaqueta de terciopelo negro.

Podía ser el mismo tipo con el que me encontré a un lado del lecho de un hombre moribundo.

Si hay presagios peores para un reencuentro.

──¿Qué es lo que buscas, Agar?

──Darle la bienvenida al cálido terreno de Valtaria ──evadí.

De reojo, a un lado de la nieve juntándose sobre mis hombros y capucha, percibí a Ivar vigilando entre los árboles.

──Sabes de lo que hablo.

Eché un vistazo a su campamento, me pregunté quién se había quedado en el Ministerio de Valtaria, debía ser alguien de absoluta confianza.

Observé los estandartes de los lobos flamear y la mitad de sol oro de Kanver, dividiendo a una luna llena.

──Deberán partir ahora si quieren llegar al primer día, no les dará tiempo a instalarse.

Las sombras sisearon, en advertencia, como remolinos de humo envolviendo a Killian.

Blak se lamía las patas como si nada de esa situación fuera de su interés.

──El capitán Ashkan y Aysella Cabrazar tuvieron un bastardo a espaldas de su buen amigo Adar Heletrar ──comentó el barón, en tono elocuente──. Ashkan quería ponerlo en el trono, se lo entregó al vark Drazen sabiendo que el viejo, luego de perder a su familia, lo cuidaría como un hijo y asegurando así la probabilidad de que fuera elegido como heredero por el vark, con una educación de privilegio, la simpatía de su soberano, carrera militar y el título que Adar siempre le guardó, era un plan perfecto.

──Los planes perfectos no existen.

──Ese cuervo está por condenar a un imperio por capricho, por su necesidad de superar a su padre y falsos desvaríos de grandeza ──siseó con rencor, presionando el bastón en sus manos como si empuñara una espada, quizás lo hacía──. Todavía puedes cambiar el bando, Agar.

──Esto no es sobre Ciro, ni siquiera sobre la corona, y lo sabes, Kalena lo sabe ──zanjé──. Pero no vengo a debatir mis ideales contigo, pero sí vengo a advertirte.

Solo entonces me acerqué a él, mi capa arrastrándose en la espuma blanquecina, hasta que estuve tan cerca de Killian como para dejar un colgante sobre sus manos.

Él aplanó los labios, frunció el ceño con profunda contradicción.

Blak parecía estar en el mismo dilema, me rondaba como si todavía no decidiera bien si debía o no acabar conmigo.

──Ese poder cada vez va a exigir más de ti, lo veo ahora, en tus ojos opacos, en lo inquieto que está Blak.

──¿De repente debo entender que me ayudas? ──Sus dedos se cerraron en un puño sobre el amuleto.

La pantera gruñó a mi lado.

──No hay ninguna forma de que las venzas y cuando pierdas, porque lo harás, vas a arrastrarme contigo ──le expliqué──. Solo te estoy dando la forma de retrasar un poco tu reloj, ayuda a Kalena, puedo ver que la quieres, Vaetro, disfrútalo, pero cuando llegue el momento vete, ella vivirá años sin ti, pero ninguno si vuelves para arrastrarla contigo.

El aliento se escapó de Killian, como si fuera humo, se evaporó en el frío invernal.

──¿Qué es lo que viste?

Sus puños se presionaron con tanta fuerza, que por un momento sus nudillos fueron blancos.

──Espero sepa disfrutar la velada de la noche.

Me disponía a marcharme cuando Blak se colocó frente a mí, me observó de forma altiva, sin más opción que escuchar al barón.

──¿Dónde está Keira?

Me hubiera extrañado que no preguntara.

──Ella está preparándose para la fiesta de esta noche ──respondí intentando encontrar algo detrás de su temple trastocado──. ¿Hay algún mensaje que quieras hacerle llegar?

──Dile a Ciro Beltrán ──indicó con aspecto casi divertido──, que si hay algo para lo que somos buenos en Kanver, es para dar grandes festejos.

Hola, gente, ¿cómo andan?

Después de casi dos meses, pero volví, estuve ocupada con la corrección de Sonata (otra novela que pertenece a este mundo) y después aproveché para terminar el borrador de otra novela más.

Ahora estoy intentando concentrarme solo en esta y otra más que tengo en actualizaciones avanzadas, por lo menos hasta terminar esta también.

¿Qué les va pareciendo hasta ahora?

El verdadero origen de Kaiser era algo que siempre creí que no se había entendido del todo, así que creo que vino bien esta aclaración, más que nada porque es algo clave para esta segunda parte.

Ahora sí, me ayudaría mucho que me dijeran a qué serie/libro/película les recuerda La Melodía que Calma a las Bestias, es para algo importante 👀

En fin, espero les haya gustado.
💞

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