10. El Retrato del Horror.
El Retrato del Horror.
KALENA
El mercado estaba rebosante de gente, de puestos en sus coloridos toldos y el aroma de las especias y las dulces fragancias que se perdían en el viento frío del muelle.
Decidí detenerme en un puesto que ostentaba una gran fila de piedras preciosas, un aguamarina especialmente deslumbrante que el hombre presumía del Mar de Guefén.
──Úselo, es un regalo para usted, alteza.
El comerciante sonrió con cordialidad, llevaba la túnica que diferenciaba a los mercaderes de los demás miembros de la Corte.
──Oh, pero no vine por regalos ──Sentí mis mejillas arder──. Realmente pensaba pagarlo.
──Que lo use usted es honor suficiente, mi siraytza.
La siraytza era el título de: «la gran protectora del reino», por su cercanía con Aessi y sus costumbres, aquí todavía conservaban parte del lenguaje antiguo, de seguro para poder comerciar con ellos en su idioma.
──La Madre guíe su negocio de forma próspera.
El hombre me obsequió la tiara en un cofre personalizado, que sospeché resguardaba solo para sus entregas más delicadas.
Le di el paquete a Mirayh, la doncella que había salido conmigo en el paseo por el mercado.
──Veo que nuestra gran vark se encuentra de compras.
Kaiser Heletrar fue un muro imposible de franquear, llevaba el pelo recogido en un puño sobre su cabeza, su barba más abundante de lo que le recordaba la última vez, pero recortada de una forma pulcra y limpia.
Era un hombre al que no se le podía negar su atractivo.
Observé detrás de su hombro, viendo a los tres soldados de uniformes grises que habían salido a escoltarme, manteniéndose tan al margen como se los permití.
──Algo me dice que no es un paseo casual lo que lo trae, barón.
Él caminó a mi lado, y no pasé por alto el hecho de que me colocó prudentemente de forma que quedara del lado de los puestos, y no del traqueteo de la calle.
Realicé una mueca, sin ocultar mi disgusto.
──Entienda que su posición es valiosa, no podemos darnos el lujo de exponerla ──indicó──. Le debemos protección.
Protección.
La razón por la que me habían encerrado en el templo de Vaestea, por la cual debíamos ir escoltadas todo el día, por la cual en los banquetes solo se nos permitía asistir en el palco y solo las tres horas que permitía el decoro.
Lo mismo que me había prometido Ciro antes de traicionarme, cuando me había ahogado hasta obligarme a quedar encerrada en mí misma.
Heletrar suavizó la rigidez de sus facciones.
──Entiendo su postura, pero ya no es una forea, o... la prisionera del Cuervo, debemos resguardarla para la seguridad de un pueblo.
──¿Quién te avisó que estaría aquí?
──Nezal indicó que usted y Killian salieron muy temprano en la mañana.
Me detuve a medio camino, la gente se tomó el tiempo de bordearnos, sin mostrar molestia.
──No he visto a Killian desde anoche.
Sus ojos verdes me lanzaron una mirada extrañada.
──Pero no importa ──continué la marcha──. No necesito más protección que Nívea.
──Y ella está….
Como si la hubiera convocado, un suspiro de asombro colectivo avisó que ella había caído cerca de aquí.
Nívea parecía querer conocerlo, explorarlo todo, tomándose el tiempo para deleitarse.
──Nívea, per an ttah.
La tigresa se acercó hasta quedar a mi lado, observando al barón Heletrar casi con diversión, incluso en su traje de caballero era un hombre intimidante, pero Nívea no pareció notarlo.
──Levak dem Killian.
Ella se lanzó a su labor, yendo hacia adelante, y otro suspiro llegó antes de verla subir y perderse por un tejado.
──Fascinante ──Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro del barón.
──Ya que está aquí, veo bien aprovechar nuestro encuentro, barón, camine conmigo.
Él me siguió mientras nos alejamos de las calles de la feria, para llegar al camino que bordeaba la costa del Mar Arghem.
──Valtaria está a solo dos semanas, cuando el Concejo nos dé acceso a sus arcas, partiremos de inmediato, creo conocer la motivación de Killian ──señalé──. ¿Cuál es la suya?
──¿No pretenderá que sea otra que servir a la siraytza?
──No me hables de usted, Heletrar ──ordené──. ¿Cuáles son tus aspiraciones al venir aquí?
Mi mirada debió ser suficiente advertencia de que no esperaba mentiras.
──Las Islas, ellas fueron mucho tiempo un territorio fuera de Escar.
──Ya veo.
Heletrar tuvo la decencia de lucir conmocionado.
Antes de que pudiera dudar en el precio de su ayuda, remarcó:
──No tendremos oportunidad mejor que esta para destruir a Ciro Beltrán.
Una voz detrás de mi cabeza me dijo que no habría ninguna, una punzada fuerte en el pecho me señaló que no la tomaría.
──Mantendré esto fuera del conocimiento de Killian ──lo tranquilicé──. Él todavía cree que si estás aquí es para liberar a su hermana, si se entera de lo contrario... Él ya carga suficiente.
──Una cosa no tiene que ver con la otra.
──¿No es así, Heletrar? ──acusé──. Parecías muy convencido la otra noche.
──Eso no quiere decir que no piense ir por ella para hacerla entrar en razón, la sacaré gritando y pataleando de las garras del Cuervo.
Pestañeé ante la sorpresa, entonces era verdad, Heletrar dudaba de la lealtad de Keira, y aun así la seguiría.
──Quizás al verla sería mejor resguardar tus sospechas, Heletrar.
Solo entonces lo ví como lo que era, un guerrero, un soldado que había tenido que pensar en lo peor ante cada estrategia.
──¿La amas?
──¿Disculpe? ──La pregunta pareció tomarlo con la guardia baja.
──Quiero saber la razón por la que la ocultaste meses en tu castillo, para luego simplemente dejarla marcharse, ¿la amas, Heletrar?
──Creo que mis sentimientos no son de incumbencia de un reino.
──Desde que Ciro Beltrán puede usar ese sentimiento en contra tuya y del ejército que planeas poner a mi disposición, yo creo que sí.
El barón Heletrar escondió sus emociones detrás de una coraza rígida.
──Haré todo lo que pueda para ayudarla, a usted y a Killian.
──Y a Keira.
──Y a Keira ──sentenció, un rastro fugaz de culpa cruzó su rostro.
Pero no pareció dispuesto desnudar sus sentimientos frente a mí. Bien, era un tipo inteligente.
En mi tiempo en Escar lo había visto de forma esporádica, siempre en fiestas o banquetes junto al vark Drazen.
Si podía confiarme en la información que se divulgaba de él, tenía que estar agradecida por tenerlo de mi lado.
──¿Pensarás escoltarme toda la mañana, Heletrar?
──Depende de qué tan largo sea su paseo, mi señora.
Lo miré con rencor, pero guardé mi siguiente respuesta cuando un ajetreo removió a la multitud, para congregarla frente al templo.
El barón Heletrar se colocó frente a mí, y entendí lo acostumbrado que estaba a servir y ser el frente de batalla.
El defensor para un pueblo.
Y su atacante.
Aun así, me escondí mejor entre la larga tela de mi capa, asomando lo suficiente como para obtener un vistazo de la multitud consternada, arremolinada en el mismo lugar donde fui coronada solo unos días antes.
──Una desgracia ha caído sobre Seleari, un aviso para todos.
Intenté volver a acercarme y Heletrar me detuvo, un gesto de cabeza que supe dedicó a los guardias detrás de mí, esos que me seguían a distancia.
──Lleven a la siraytza de vuelta a su morada, rápido.
Luego se perdió por la multitud, supe que estaba sorteando la marea de personas hasta llegar a su espectáculo.
Me dirigí firme a los guardias.
──No se atrevan a seguirme ──utilicé mi voz como un hilo para enredarlos.
Usualmente, anterior a eso, solo funcionaba como un hilo para tirar del poder de los Raguen, de utilizarlos a mi conveniencia. Desde el vínculo con Ciro, podía sentir esa corriente de vida siempre flameando en cada persona, esperando a ser moldeada.
Corté ese hilo de pensamientos para seguir mi camino detrás de Heletrar, antes de alcanzarlo ya escuché su gran vozarrón ordenando a todos que se dispersaran.
Muchos retrocedieron ante la fuerza en sus palabras, y aproveché ese hueco para asomarme.
Solo vi un rastro del horror y fue más que suficiente.
Uno de los miembros del Concejo de Seleari, pelo cano, alto y desgarbado, había sido dejado en las escaleras del templo. Todavía balbuceaba mientras los soldados hacían lo posible para disipar a la gente.
Sus ojos dos cuencas vacías, charcos de sangre en su rostro, de su boca caía sangre hasta manchar el pecho de su camisa.
Sus brazos terminando en dos muñones que parecían haber sido arrancados a mordidas por una bestia.
Los pájaros posados en la torre del campanario alzaron vuelo, huyendo del terror.
El mareo me llegó con tanta fuerza que temí desvanecer, sin embargo, me obligué a plantarme firme.
Los murmullos se enredaban en la multitud sin ninguna respuesta.
Entre la conmoción tomé la idea que se esparcía con más fuerza.
Había sido un ataque en contra de los Raguen, debido al trato que los miembros del concejo habían aceptado con Killian y conmigo.
Killian.
Me abrí paso a empujones, oculta bajo la capucha, escabullendome lejos de la atención de los soldados, tomando el primer caballo que había visto sin vigilancia, ignorando las quejas de un hombre.
El caballo no tardó en galopar fuera del gentío, tomando la calle más despejada, y fui en busca de Killian.
El nudo de terror apretándose cada vez con más fuerza en mi estómago, al pensar en que Killian pudiera terminar como el hombre sobre las escaleras del templo.
Nuevo capítulo.
Me gusta mucho ver que de a poco están volviendo los lectores💜
Esta segunda parte como les adelanté será en un tono un poco más oscuro que el anterior.
Así que me gustaría ir sabiendo sus reacciones,
¿Cuál de los personajes les gustaría ver narrando?
¿Qué escenas o partes de los personajes esperan más ver en esta segunda parte?
Saben que siempre me gusta ir leyendo sus comentarios e impresiones.
Decidí cortar este capítulo en dos porque estoy alargando un poco antes de largar la escena que se viene en el siguiente ejem.
Estén preparadxs👀
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