03. El Arte de la Guerra.

El Arte de la Guerra.


CIRO

Contra la luz de las lámparas, el vino tenía el mismo tono oscuro y espeso de la sangre, pero un sabor mucho más dulce se escondía debajo.

Terminé con la copa, antes de ponerme de pie, el mundo se movió un momento hasta volver a asentarse.

La habitación en penumbras, apenas delineada por las sombras que permitía el fuego, cuando Herschel irrumpió en el silencio.

──La señorita no quiere venir, capitán ──avisó.

Intentó encontrarme entre la espesura de la oscuridad, no lo hizo.

Me puse de pie para acudir al llamado.

──Puedo escoltarla hasta su habitación, no se moleste, se ve cansado.

──No pedí tu opinión, Herschel.

El viejo calló, pero igual siguió mis pasos hasta la torre, el viento azotaba la apacible tranquilidad de Valtaria, pero dentro del templo todo era silencio.

Una enorme habitación vacía y hueca, rodeada de velas y con un altar salpicado de sangre, ese era el refugio religioso en el Palacio Negro.

Ella estaba de rodillas al altar, pero dudaba de su buena fe, me fregué los ojos ante la distorsión de la imagen un momento.

Kesare era solo un fantasma ahora.

──No sabía que eras una mujer devota, Vaetro ──apunté──. ¿Escucharán los Dioses tus desesperadas plegarias?

Ella se puso de pie antes de responder, sacudiendo un polvo imaginario de sus faldas.

──Por tu bien sería mejor que no. Recé porque te mueras.

Herschel ahogó una exaltación frente a la falsa muestra de rebeldía.

──Señorita Keira, vine para escoltarla hasta sus aposentos.

──Princesa Keira, ¿no suena mal? ──interrumpí antes de que ella pudiera rebatir──. O quizás reina te suene mejor.

Se acercó con el sigilo silencioso de una serpiente, tenía esa molestia soberbia de su hermanito. En poco más se parecían.

──Los Vaetro fueron reyes por muchos años, ──continué ante su mirada de desdén──. Tú hubieras sido una, si Escar no hubiese tomado control sobre su territorio. Bueno, solo consorte, no dejaban heredar a las mujeres ──continué el discurso──. Luego de la muerte de la vark Morrigan quisieron prohibirlo, que la corona pase por línea femenina, pero claro que hubo una gran oposición. Decidieron que, de ser así, preferían que no heredara ningún rey. Cuando le das algo a alguien es difícil quitárselo, puede vivir años en la ignorancia o en la sumisión, hasta que conoce el poder, es fácil aferrarse a él.

Herschel parecía a punto de implosionar por la impaciencia, pero Keira Vaetro tomó el discurso.

──A las mujeres no se nos brindó nada, solo tomamos lo que era nuestro por derecho. Pero entiendo su punto, puedes hacer que un hombre viva en la miseria, toda su vida, mientras que sea lo único que conozca. Pero una vez que se quita el velo no hay vuelta atrás, nadie volvería al camino que antes había aceptado con resignación, ningún hombre, ninguna mujer ──remarcó con una sonrisa cínica.

Rebusqué el punto a donde quería llegar, mi curiosidad pareció ser el pie que necesitaba para continuar.

──¿Y usted, capitán? ¿A qué lugar no quisiera volver? O, por el contrario, ¿qué felicidad se le dió solo para ser arrebatada de la forma más cruel?

Un relámpago iluminó sus facciones, por un momento sus ojos brillando con el calor del fuego.

«Los quiero».

──Llévatela, Herschel.

──¿Entonces es verdad? ──preguntó una vez más antes de irme──. Que los fantasmas rondan por las noches en las paredes del palacio.

──Quizás a su muerte lo averiguaremos.

Pero ella sonrió de forma más amplia, enarqué una ceja y evité el sobresalto cuando la bestia saltó a mi lado.

──Descance, capitán.

Observé al lobo seguirla y le realicé un ademán a Herschel para que fuera con ellos.

Desabroché los primeros botones de mi chaqueta, asfixiado, por un momento pude ver el reflejo de unos ojos en la oscuridad, pero esta vez eran suaves y cálidos.

Valtaria se encontraba atada a una calma sumisa, habían pasado dos meses y todavía esperaba que las disputas me estallaran en la cara.

La noche anterior no había dormido lo suficiente, lo que solo me ganó un buen dolor de cabeza, por mi paz mental decidí almorzar en el estudio.

Tres golpes en la puerta, y autoricé al soldado a ingresar.

──Capitán.

──Habla, Ivar.

──Un mensajero trajo una misiva del príncipe Sinester, quieren tenerlo hoy en la presentación que se hará en el teatro Cierna Ruza.

Acepté la carta para leerlo por mí mismo, antes de apresurarme a responder.

──¿Qué hay de Agar? ¿Ya volvió?

──De hecho lo espera para desayunar, y Terra Saer, señor, llega hoy.

Medité unos momentos antes de seguir.

──Bien ──respondí──. ¿Hay más noticias?, ¿Katreva?

Seleari.

──No recibimos noticias de la varkesa, capitán.

──Envía mensajeros hasta Aessi, ellos tendrán mejor información y ni una palabra de esto, Ivar.

Él asintió con obediencia antes de retirarse, cuando estuve solo volví a servirme otra copa, observé la pasividad muda de Valtaria, escondida bajo un delicado atuendo niveo. Era como observar a una delicada dama vestida con el blanco de la muerte, la ciudad del arte.

Recordé la misiva del príncipe Aeto Sinester, se había mantenido reticente desde mi llegada a la ciudad y, ahora, con murmullos sobre una rebelión cocinandose entre mis propias filas del ejército, se mostraba cordial. Sonreí.

La guerra era el único arte en el que estaba bien especializado.

¿Preguntas que tengan ustedes hasta ahora?

Hago una breve pero necesaria aclaración, Valtra pasó a llamarse Valtaria, es algo que tengo que editar en La Melodía, para que no se confunden.

Por cierto, los lectores que lleguen de Sonata ya deben tener una idea de donde están Ciro y Keira👀

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top