Capítulo 2

Noah salió de su estupor cuando, de forma casi remota, vio que su ex esposa se sonrojaba ante el silencio. Reaccionó repentinamente, sin ser consciente, quizás, de que estuvo varios largos minutos callado.

Extendió sus brazos a ella y le sonrió.

—¡Felicidades! Que excelente noticia, me alegro mucho por ti, Bev. Sé que Gordon te hará feliz igual que cada día.

Beverly suspiró en sus brazos, aliviada de que su raro aturdimiento fuera por la impresión y no por algún tipo de molestia. Noah era sumamente importante para ella, y su respuesta positiva a su compromiso le era más importante incluso que la de sus padres.

—Gracias, Noah. Eres la primera persona que lo sabe, me lo propuso ayer. Se lo diré a Cam esta noche.

Se notaban los nervios en la voz de Beverly ante esa perspectiva; Cam era el hijo de once años que tenían juntos, mismo que pasaba algunos fines de semana allí en casa con Noah.

—Estará feliz, quiere mucho a Gordon.

Se miraron a los ojos y hubo un silencio incómodo; Noah tenía que regresar a su clase de hojaldre, y Beverly no tenía nada más que decir. De pronto pareció exagerado ir personalmente y de sorpresa para dar la noticia.

—Como sea, perdón por venir tan tarde. Gordon me espera en el auto con Cam en medio sueño; salimos a cenar hoy y se me ocurrió venir de camino a mi casa... Buenas noches, Noah.

Noah se acercó y besó su mejilla con gentileza. La acompañó a la puerta y vio a una calle el auto de Beverly; estaba demasiado lejos como para saludar con la mano al prometido de su ex esposa, así que solo asintió antes de que Bev se fuera.

Cuando Noah se giró para regresar, casi se sorprendió de ver a Verónica allí de sentada, en silencio, mirando también a Beverly alejándose a través del ventanal.

—Me voy —dijo finalmente, sin mirarlo, aunque notablemente decaída.

Noah se sintió mal, no esperaba que no poder hacer la masa al primer intento la afectase de esa manera.

—Puedes quedarte otro rato, haremos la masa de nuevo.

—No me interesa la masa —respondió, cortante, pero sin mirarlo a los ojos—. Montserrat me espera, veremos una película —mintió—, pero gracias por invitarme.

Vero rodeó a Noah para poder llegar a la puerta; iba arrastrando los pies y con la mirada apagada. Noah la interceptó antes de que saliera, tomando su antebrazo con cuidado; ella levantó el mentón, sus rostros quedaron a pocos centímetros de distancia.

—¿Pasa algo? —preguntó él.

Esta vez, Vero ni siquiera se enfureció, ya su enojo se había evaporado dentro de ella; ahora solo tenía una gris decepción en su pecho. Miró los bonitos ojos marrones claro de Noah y vio tanta bondad en ellos, que no pudo sino pensar con certeza que él ni cuenta se daba de sus sentimientos, no era que los ignorase, era que de plano no los notaba.

Y se desanimó de todo. De confesar cualquier cosa, de seguir intentando los coqueteos, de Noah, en sí. Ya no quería nada. No por esa noche, de seguro.

—Nada, solamente... —Suspiró—. Estoy cansada.

Noah, por supuesto, no notó el doble sentido de esa afirmación.

—¿Día largo?

Vero se soltó con suavidad de su agarre, y dejó espacio prudente entre los dos. Antes de cruzar la puerta, murmuró con media sonrisa:

—Podría decirse que sí.

🌻🌻🌻

Cuando Vero llegó a su apartamento, encontró a Montserrat mirando una serie en el televisor, con su perrita Chocolate a sus pies. Su amiga la miró con extrañeza, luego miró el reloj, como si quisiera corroborar que no había estado cinco horas en el sillón sin darse cuenta.

—Vuelves temprano. ¿Qué pasó con...?

Vero había recapitulado lo ocurrido esa noche durante el camino a casa y fue recargando poco a poco su resentimiento, así que cuando cerró la puerta, explotó:

—¡Noah daba una clase de hojaldre! —Montse la miró, inicialmente sin comprender—. Cuando me dijo «ven esta noche» era para ¡enseñarme a hacer hojaldre! Y ni siquiera solo a mí, sino ¡A UN GRUPO DE SIETE PERSONAS! Luego llegó su ex esposa a decirle que se iba a casar y él entró como en shock y se me quitaron las ganas de confesarle nada. Iba a hacerlo, te lo juro. —Vero se dejó caer con brusquedad en el sillón junto a su amiga y compañera de apartamento; Montse le pasó la mano por el hombro—. Me cansé, Mon, ya no quiero nada.

—Dices eso porque tienes la cabeza caliente, no te preocupes. Si ya te habías decidido a confesarle que lo quieres, puedes hacerlo mañana. En este momento lo ves todo gris, pero ya teniendo el valor solo necesitas la oportunidad.

—Quizás la vida me está diciendo «estás mejor solita, no fuerces al destino». Noah es un excelente hombre, pero a lo mejor no es para mí, solo está destinado a ser mi mejor amigo y amor platónico.

—Ay, no seas pesimista. —Vero rió entre dientes y tomó un maní de un tazón que Montse ya llevaba a la mitad—. Yo creo que nadie encaja mejor contigo que él y tarde o temprano se dará cuenta, ya lo verás.

Vero frunció el ceño. Si bien muy dentro de ella seguía teniendo esperanzas, estaba esperando que Montse le dijera que tenía razón, que lo dejara ir y fingiera que nunca le gustó Noah, de ese modo, al menos parte de ella estaría convencida de rendirse.

Pero no, Montse tenía que ser una amiga que apoya, no la cizañera.

¡Maldición!

—Pero si no se da cuenta, iremos juntas a citas a ciegas para que yo pueda superarlo.

Montserrat soltó una carcajada.

—No estoy interesada en hombres por ahora, pero por ti iré a esas citas a ciegas, te lo prometo.

—Gracias, Mon. ¿Puedo ver... lo que sea que estés viendo, contigo?

—Por supuesto que sí, pesimista amiga.

El corazón de Vero había estado palpitando fuerte desde que empezó a hablar, pero poco a poco, con Montse a su lado y poniendo atención en el televisor, fue desacelerando su marcha.

A mitad de capítulo —que sinceramente no sabía ni qué estaba mirando— sus pensamientos se desviaron a Noah y aunque Montse tenía razón al decir que con cabeza fría lo vería diferente, sí hubo un ligero cambio en ella y su perspectiva.

Se dijo que ya no lo iba a buscar más de manera romántica, que ya no iba a dar inicio a coqueteos que solo alimentaban su ilusión quizás vacía, que no intentaría ver cosas o señales donde no las había. Se convenció de que, en el hipotético caso de que algo pudiera pasar con Noah, no solamente ella era responsable de hacer que se diera, así que se lo tomaría con calma.

No estaba locamente enamorada aún, ni sería el fin del mundo si nada pasaba; daría tiempo al tiempo. Tiempo a Noah y esperaría lo mejor.

O al menos lo intentaría.

🌻🌻🌻

Vero tenía una hermosa florería en el centro de la ciudad. Sus flores eran conocidas por llevar una energía especial —dada por ella y su don con la naturaleza— y cumplir el cometido que se les otorgase; fuera dar consuelo, declarar amor, pedir perdón... sus flores hacían magia y ayudaban a sus clientes.

Esto, a pesar de los escépticos, era lo que ella promocionaba en su negocio; sus clientes decidían si creer o no, pero los que lo hacían nunca terminaban decepcionados.

Esa noche ya había cerrado y estaba organizando la caja y la pequeña oficina antes de irse a su casa, cuando escuchó que tocaron en su puerta. Vero dejó lo que hacía y se levantó para abrir, totalmente dispuesta a atender a otro cliente a deshora.

Su corazón se aceleró cuando vio que era Noah.

Llevaba cinco días sin verlo y la visita repentina la agarró por sorpresa. Vero era siempre la que iba a la pastelería de Noah, en parte a comprar sus galletas favoritas, y en parte —mayoritaria— para estar con él; sin embargo, en su reciente misión de no seguir ilusionando con nada a su pobre corazón, había decidido dejar de ir tan seguido.

Se había desilusionado un poco al ver que los días pasaban y que, como temía, él no daba señales de extrañarla o buscarla, lo que le confirmó que él era más importante para ella, que ella para él. Decir que Vero sufrió por ello sería exagerar, pero sí era verdad que la decepcionaba pensarlo.

No obstante, ahí estaba Noah, afuera de su puerta y con una gentil sonrisa al verla a través del cristal.

Vero rogó internamente que sus manos no temblaran, suplicó a su corazón que no la traicionara, que se pusiera de acuerdo con su mente coherente en no ser demasiado obvia con lo mucho que lo había echado en falta.

Abrió la puerta y Noah entró rápido; Vero se dio cuenta de que lloviznaba y por eso su apuro. Él se sacudió un poco las gotas de su grueso abrigo negro y Vero sonrió, pensando en que cada vez que lo veía sin su delantal —que había sido en pocas ocasiones— le sorprendía como la primera vez. Era como ver otro Noah... y ese también le gustaba. En fin.

—Si hubieras llegado quince minutos más tarde, ya no me encuentras —dijo Vero a modo de saludo, casual—. Ya iba saliendo.

—Venía rezando para llegar a tiempo. —El latir de Vero, contra toda petición, la traicionó. Pero entonces Noah añadió—: Necesito unas flores.

Así que no vino por mí, se dijo Vero, resentida. Suspiró, asimilándolo pronto.

—Pudiste escribirme, te las hubiera mandado con Zoe o algo. ¿Para qué son?

Noah sabía de la conexión que Vero tenía con sus flores. Creía firmemente en esa magia que ella les daba porque unos meses atrás había visto su don en vivo y en directo; en aquel momento Vero había tenido un choque emocional con sus flores y estas se marchitaban si ella las tocaba. Noah no lo habría creído si alguien se lo hubiera contado, sonaba demasiado fantasioso, pero él estuvo ahí, viendo cómo un girasol pasaba de radiante a marchito en cinco segundos en las manos de Vero. No podía ser escéptico con lo que sus propios ojos veían; Vero era especial, más que una persona promedio y Noah lo ya aceptaba sin cuestionarlo.

—Son para mi madre, es un intento de que esté muy feliz conmigo al momento de darle una noticia que no la hará muy feliz.

Vero tenía la mente nublada por varias emociones distintas y ni siquiera sentía curiosidad acerca de qué noticia se trataba. Y era poco ético de su parte chismosear en la vida de sus clientes.

—De acuerdo, flores conciliadoras. —Vero caminó a través de sus estanterías, pasando una mano con suavidad por cada especie de flor. Noah creía en su magia, aunque no comprendía cómo funcionaba, sin embargo, prefería no curiosear y solo tener fe. Vero llegó a la mitad de un estante superior y se detuvo, tomó un puñado de margaritas y las sacó de su cubeta, escurriendo el agua que goteaba con una sacudida—. ¿Quieres poner una tarjeta o las flores son suficientes?

—Solo las flores están bien. Si se puede un envoltorio bonito, eso sí; le gustará.

—Sí, está bien.

Vero caminó en silencio hacia la parte de atrás del mostrador para empezar a hacer el envoltorio con papel brillante, papel seda y cintas de colores. Miraba solamente el ramo en sus manos, aunque cada célula de su cuerpo era consciente de la presencia del hombre que, de momento, tenía sus sentimientos en sus manos.

Noah estuvo callado unos minutos, lo que creó un silencio incómodo pues no había ningún ruido aparte del crujir del papel que Vero usaba. Finalmente, Noah apoyó sus antebrazos en el mostrador y aclaró la garganta.

—Hace días que no te veo. —Sonaba dubitativo.

—He decidido ponerme a dieta —respondió Vero, con un tono ligeramente cortante—. Ir a tu pastelería a diario a comer está haciendo que la ropa me quede pequeña.

No era del todo cierto, pero eso era mejor que la verdadera razón.

—Ya me había acostumbrado a que fueras a diario; haces falta.

Claro que sí, replicó con sarcasmo Vero en su interior.

—Sí, bueno, uno como dueño nota cuando los clientes frecuentes dejan de ir.

—No haces falta como clienta, sino... a mí, a mí me haces falta.

Vero levantó la mirada abruptamente, detuvo sus manos y eso creó la sensación de pausa en el tiempo porque el crujido se esfumó. Noah desvió el mentón, haciendo un excelente esfuerzo por no hacer notorio su sonrojo.

—¿Ah, sí?

Noah se encogió de hombros. Por fuera lucía relajado, distraído incluso, como si sus palabras salieran por llenar el espacio; sin embargo, solo él sabía lo incómodo que estaba de repente por dentro.

—Pues sí, es bonito tener con quien hablar.

Vero rió entre dientes; no era la respuesta que ella deseaba, pero de algún modo, sí la que esperaba de él.

—Existen los celulares, ¿sabes? —Vero terminó de anudar una cinta azul en el ramo y lo levantó—. Como sea, acá está tu ramo, tu mamá lo amará.

Noah sacó de su billetera la tarjeta para pagar y Vero, con profesional indiferencia, le cobró en silencio. Luego lo miró a los ojos y le dedicó una sonrisa servicial, una que casi decía «bueno, que estés muy bien, ya puedes irte».

—Hambre —farfulló Noah. Vero enarcó una ceja—. Es decir, ¿tienes hambre? ¿Quieres ir a cenar?

—¿Como... ahora? ¿Ya?

Noah alzó un hombro, con la otra mano ocupada por el ramo.

—Si quieres. Y me cuentas qué ha pasado últimamente.

—No pasa mucho en menos de una semana.

—Podemos comer en silencio —resolvió. Escuchó reír a Vero y eso lo relajó un poco; ni siquiera sabía por qué estaba tan nervioso, no sería la primera vez que cenaba con ella o que hablaba en general con ella, se sentía ridículo—. Vamos, acompáñame a cenar, luego te acerco a tu apartamento, traje el auto.

Vero miró hacia un lado y vio, como una sombra de su propia percepción, que los girasoles de una cubeta estaban ligeramente inclinados hacia Noah, como si lo mirasen, siendo que no estaban así unos minutos antes. Vero entendía a sus flores, entendía lo que querían comunicarle y desde que había empezado a sentir cosas por Noah, sus flores, a su modo, lo habían aprobado.

Y en ese momento su mente se debatía, porque eran precisamente esos gestos, esa actitud de Noah, esa respuesta de sus flores, los que le daban señales ambiguas desde el principio. ¿Sentía Noah interés más allá de una amistad o era solo eso y amabilidad? Sabía que Noah no era de tener docenas de amigos, así que a lo mejor la consideraba a ella una amiga real y por eso la trataba así de bien, de especial. O podía estar interesado en ella más allá de eso, pero ¿cómo distinguirlo?

¿Dónde se dibujaba la línea entre un límite y otro?

Sus pensamientos se dividían entre «obvio le gustas» y «solo es amable»; no sería la primera persona que confunde la gentileza con el interés romántico, después de todo.

Vero tomó aire y asintió.

—Está bien, vamos. Llamaré a Montse para que cene sin esperarme.

Noah sonrió, amplia y cómodamente, por primera vez desde que cruzó la puerta. 

¡Hola, amores! Hoy es #LunesDeNoah 🥧

MIL GRACIAS por el increíble apoyo que recibió el capítulo 1 de esta novela. Usualmente los primeros pasitos con una novela los doy con unas 10 a 30 personas de mi lado (contando los que votan), y con Noah llegamos a más de 100 votos en ese primer capítulo. 

No me lo creo, los amo demasiado ♥

¿Qué les ha parecido este capítulo? ►

Les dejo un meme feo con mucho amor: 

¡Nos leemos pronto!

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